PEDRO FERNÁNDEZ BARBADILLO
En julio de 1994 Argentina quedó conmovida por un ataque terrorista con furgoneta bomba –conducida por un suicida– que destrozó la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires. Murieron 85 personas y 300 resultaron heridas. Doce años después, en 2006, los fiscales Alberto Nisman y Marcelo Martínez Burgos acusaron al Gobierno iraní de planificar el atentado y al grupo terrorista Hezbolá de ejecutarlo; y pidieron la captura internacional de ocho exfuncionarios iraníes, entre ellos un expresidente –Alí Akbar Hashemi Rafsanyaní–, dos exministros –integrantes del Hezbolá– y dos exdiplomáticos que estuvieron destinados en la embajada argentina.
A partir de estos hechos y de la miríada de acuerdos firmados por los miembros del ALBA (Alianza Bolivariana de las Américas) con Irán, o el descubrimiento de atentados frustrados como el intento de asesinato del embajador de Arabia Saudí en EEUU y el proyecto de voladura de los depósitos de combustibles del aeropuerto Kennedy de Nueva York, se constata que Teherán ha puesto un pie en América. Su objetivo es construir una red de activistas capaz de cometer atentados y de colaborar con otros fines, como el debilitamiento de las sanciones internacionales contra la República Islámica y la obtención de información para su programa nuclear.
Este asunto empieza a ser motivo de preocupación en Estados Unidos. El pasado 9 de julio cuatro expertos prestaron testimonio ante el Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes sobre la influencia de Irán en el hemisferio occidental. Se trataba de Joseph M. Humire, director ejecutivo del Center for a Secure Free Society; Ilan Bergman, del American Foreign Policy Council; Douglas Farah, presidente de IBI Consultants LLC, y Blaise Misztal, ejecutivo del Bipartisan Policy Center.
Sorprendentemente, el Gobierno argentino negó permiso al fiscal Alberto Nisman para participar en la sesión. A mediados de mes, Nisman pudo exponer su investigación en el Congreso Judío Latinoamericano.
Qué busca Teherán en Iberoamérica
Pese a sus problemas internos (empobrecimiento, disensiones, aislamiento…), el régimen iraní mantiene una política exterior imperialista, islamista chiita y antinorteamericana y ha sido capaz de encontrar aliados en el continente americano, como los Gobiernos venezolano, argentino, boliviano y ecuatoriano. Entre los planes de Teherán están la formación de un bloque internacional en la ONU opuesto a las sanciones que pesan en su contra, el acceso al programa nuclear argentino, puesto en marcha en los años 50 y el blanqueo de fondos gracias al sistema bancario de Ecuador.
Pero lo anterior no implica que se supriman los ataques terroristas. En los últimos años se han descubierto algunos cuyo rastro conduce a Irán, como los ya citados contra el embajador de Arabia Saudí en EEUU y el aeropuerto Kennedy.
El régimen islámico chiita de Irán ha venido practicando la guerra asimétrica contra sus enemigos, en especial contra Estados Unidos, sobre todo durante la presidencia de Mahmud Ahmadineyad (2005-2013). Uno de los ideólogos de este tipo de guerra es el español Jorge Verstrynge, invitado a Venezuela por las autoridades chavistas a dar conferencias. Irán ha conseguido forjar alianzas con otros países con los que en apariencia poco tiene en común, como los iberoamericanos que están gobernados por socialistas ateos y laicos, en concreto los miembros del ALBA, que son Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y otros de menor importancia. En el ALBA Irán –y Canadá– tiene el rango de observador. La organización tiene una unidad de cuenta común, denominada sucre, cuya finalidad es reemplazar al dólar de EEUU en el comercio entre sus miembros.
Irán ha abierto nuevas embajadas en toda América, desde México a Chile, mezquitas chiitas, centros culturales; lanzado al aire un canal de televisión (Hispán TV) y firmado acuerdos bilaterales de colaboración económica y política con numerosas repúblicas, por ejemplo con Argentina, a principios de este año, para investigar el atentado de la AMIA. También ha contactado con organizaciones criminales como el Cártel de Sinaloa y terroristas como las FARC colombianas. Igualmente, ha tratado de asentarse –junto con Hezbolá– en zonas francas como la famosa Triple Frontera (entre Paraguay, Brasil y Argentina), Isla Margarita (Venezuela), El Alto (Bolivia) y los puertos de Iquique (Chile), Tacna (Perú) y Colón (Panamá).
A quienes les parezcan imposibles estas alianzas y estos movimientos entre rojos latinoamericanos e islamistas iraníes conviene recordarles la incredulidad con que se recibieron en España a principios de los años 90 las noticias de que ETA estaba asesorando a los terroristas de las FARC. ¿Qué podía aportar ETA, grupo terrorista de carácter urbano, a los guerrilleros en las selvas colombianas, decían los creadores de opinión? Hoy es asunto tratado en libros y sumarios judiciales en tribunales españoles. Ha habido etarras desplazados a Colombia para enseñar a los terroristas de las FARC y a los sicarios del Cártel de Cali el empleo de coches bomba. Las FARC, por cierto, disponen de un aparato de propaganda y reclutamiento en Europa y América; una de sus víctimas es la holandesa Tanja Nijmeijer, que viajó a Colombia para realizar unas prácticas universitarias, elaboró su tesis de grado sobre la guerrilla, se graduó en Holanda y regresó a Colombia, donde se unió a los terroristas y ahora participa en las negociaciones con el Gobierno de Bogotá.
La globalización ha borrado las fronteras no sólo para el capital y los productos, sino para losEstados que quieren desestabilizar a sus enemigos. Pero también permite la colaboración internacional y el uso de la tecnología más poderosa. Así, el Gobierno de Perú ha anunciado la compra de un satélite a Francia para reforzar su luchar contra el terrorismo, que está resurgiendo, el narcotráfico y la minería ilegal.
Es cierto que la alianza entre países tan diversos y distantes muestra precisamente su debilidad. Cualquier obstáculo de consideración (presión internacional) o cambio de Gobierno por obra de unas elecciones puede romperla. Para los países hispanoamericanos, semejante colaboración con Irán implica un doble riesgo. El primero, el enfrentamiento con Estados Unidos y, como consecuencia, un posible aislamiento internacional como el que sufre Irán y sufrió la Libia de Gadafi. El segundo, el debilitamiento interno derivado de haber permitido que un poder extranjero monte una red de propaganda, agentes y financiación en el territorio propio, y se relacione con cárteles de la droga y funcionarios corruptos. Esta situación la está padeciendo Venezuela, donde los grupos terroristas cobijados por Caracas, como las FARC, han erigido su mini Estado y los narcos se están apoderando de pedazos del Estado. Si cambiase el Gobierno de uno de estos países y terminase con la alianza con Irán, este último podría dedicar sus medios a desestabilizar al aliado desobediente. No tendría la potencia de la subversión marxista impulsada por Cuba en los años 60 y 70, ya que el único factor común con Teherán sería el sentimiento antinorteamericano, pero se podría crear un foco de terrorismo de baja intensidad que condujese a que la población y la economía viviesen en estado de alerta permanente, como en Estados Unidos, con la tensión social y el gasto económico que ya conocemos.
Las medidas de protección
Teherán tiene el impulso de las grandes potencias: un pensamiento geopolítico para décadas. Por el contrario, los gobernantes democráticos, tanto en Estados Unidos como, en Iberoamérica, Perú, Colombia y Chile, elaboran sus objetivos para el tiempo de su mandato, que como mucho alcanza ocho años. No se puede estar pendiente de que un líder como Mahmud Ahmadineyad concluya su presidencia, o de que en Venezuela la oposición consiga vencer en unas elecciones trucadas por el Estado.
Aunque hay quienes aseguran que el nuevo equilibrio de poder creado por dos acontecimientos ocurridos en menos de un año, el fallecimiento de Hugo Chávez y la salida de Ahmadineyad de la Presidencia de la República Islámica, favorecen a Estados Unidos, el optimismo tiene que matizarse. El sustituto de Chávez, su ministro de Asuntos Exteriores, Nicolás Maduro, es un veterano comunista formado en Cuba; y el creciente déficit energético de Argentina, debido a la defectuosa planificación del Gobierno peronista, hace a éste más dependiente de suministradores de gas y petróleo como Bolivia y Venezuela. Ilan Berman destaca que las relaciones económicas entre el ALBA e Irán no pasan del intercambio de materias primas, pero eso no significa que Gobiernos como los de Caracas, La Habana y Teherán detengan sus planes de subversión. En regímenes totalitarios y autoritarios, la economía se supedita a la política, como ya probaron en los años 80 la invasión de Afganistán por la URSS y en los años 90 la supervivencia de la Cuba comunista luego de la desaparición del bloque soviético.
Cuesta creer que el nuevo presidente iraní, Hasán Ruhaní, vaya a desmantelar completamente esta obra de arquitectura diplomática levantada en América, tanto más cuanto sectores del Estado como la Guardia Revolucionaria funcionan al margen de todo control por los moderados.
La ampliación del Canal de Panamá –cuya conclusión está prevista para finales de 2014–, con el enorme aumento del tráfico de buques que ello implicará, la formación de células durmientes de activistas, la concesión de pasaportes de Estados del ALBA a ciudadanos iraníes y el aprovechamiento fraudulento del programa de asilo a refugiados vigente en Canadá son carreteras por las que pueden penetrar terroristas y armamento en EEUU. Pero antes de llegar a EEUU los terroristas habrán convulsionado otros países del hemisferio.
Las medidas, tácticas y actitudes más eficaces frente a esta amenaza pueden ser las siguientes:
• Intercambio de información entre las diferentes agencias de inteligencia de EEUU, y entre éstas y las de Canadá y otros países de confianza del continente.
• Colaboración con la Alianza del Pacífico, acuerdo económico y político firmado por México, Chile, Colombia y Perú y en el que tienen el rango de observadores EEUU, España y varios países centroamericanos y caribeños.
• Promoción de legislaciones antiterroristas en las repúblicas donde no están desarrolladas o modernizadas.
• Vigilancia del paso de buques por el Canal de Panamá, vía de transporte de armas entre los países del Eje del Mal, como ha demostrado la interceptación de un mercante de Corea del Norte cargado con armamento cubano.
• Supervisión de las transferencias de información científica y militar entre Irán, Venezuela y Argentina para asegurar la integridad del programa nuclear argentino.
• Elaboración de una estrategia que no dependa de cambios de Gobierno.
• Comprensión por parte de los Gobiernos de América de las consecuencias que para su estabilidad puede acarrear la alianza con un país como Irán o la indiferencia ante su accionar.
• Compromiso continental de protección a y colaboración con los Gobiernos que rompan o rechacen las relaciones perversas con Irán.
Fuente:libertaddigital.com
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