MARÍA JOSÉ BARCO
En la cultura ortodoxa judía, los hombres homosexuales se ven obligados a casarse con una mujer, permanecer dentro de la vida religiosa en su comunidad y rechazar que se sienten atraídos por personas de su mismo sexo. Una muerte en vida. De lo contrario, deben abandonar sus comunidades, a su familia y amigos.
Sin embargo, mientras el judaísmo ortodoxo condena la homosexualidad, el número de jóvenes gays devotos de esta religión que exigen su espacio en la comunidad judía crece cada día.
Shahar Hadar tenía 34 años cuando se reconoció como hombre gay orgulloso de su religión y drag queen. “Por mucho que intente escapar de esto, los cielos dejaron claro para mí que esto es lo que soy”, advierte Hadar.
Rebbetzin Malka Falsche es su nombre artístico, que juega con los términos hebreos “reina” y “falsa”. Su personaje evoca a una mujer rabino que aconseja a los fieles gays en bares y discotecas. Su filosofía se basa en la doctrina jasídica Breslov del judaísmo ultraortodoxo: abrazar las viscisitudes de la vida con alegría.
Pero su vida no siempre fue así. A los 19 años de edad, Hadar se sentía muy confundido, y se mostraba reacio a aceptar su homosexualidad. Pronto se fue de casa para inscribirse en una yeshiva de Jerusalén (seminario religioso), confiado de que el estudio diario de la Torá le haría dejar de pensar en los hombres.
Pero en el seminario tuvo un encuentro sexual con su compañero de cuarto, por lo que fue inmediatamente expulsado y enviado a otro centro religioso. Allí conoció a una chica con la que decidió casarse. “Quería tomar el camino que Dios ordenó para nosotros. Y no vi ninguna otra opción. Creí que el matrimonio me haría recto y me curaría”, declara Hadar reviviendo aquella época de su vida.
Durante su matrimonio su vida sexual le angustiaba. Tuvo una hija, que hoy tiene 11 años de edad. Finalmente, su esposa se divorció de él.
En 2010, Hadar decidió asisitir a la marcha del Orgullo en Tel Aviv. Al volver a su casa, habló con su madre y le dijo que era homosexual. “Pensé que sería el día más negro de mi vida, pero ella lo aceptó”, recuerda Hadar.
A Hadar le ha costado mucho trabajo integrarse dentro de la comunidad LGBT de Israel, debido a su religión. Aun no ha encontrado el amor verdadero, pero ocupa su tiempo en cursos para mejorar su técnica de caminar con tacones, maquillaje y peinado.
Fuente:cascaraamarga.es
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