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lunes 04 de noviembre de 2024

Baremboim: “Algo estaremos haciendo bien si nos admiran y critican en Palestina y en Israel”

daniel_barenboim

Cae la noche, se acerca el final del Ramadán y en el hotel Vértice de Bormujos (Sevilla) hay una alegría contenida pero dispuesta a traspasar en cuestión de minutos los muros de este complejo donde, tras diez días de frenéticos ensayos, un centenar de jóvenes músicos palestinos, israelíes, sirios, de otros países de Oriente Próximo y también españoles, entre ellos numerosos andaluces, concluyen el taller orquestal en el que la West Eastern Divan prepara todo el repertorio de su gira europea. En sus atriles, obras sinfónicas de Verdi, Wagner y Berlioz, música contemporánea de Alban Berg y estrenos absolutos de compositores jordanos e israelíes que interpretarán en Salzburgo, Berlín o Lucerna, en un periplo que acaba de arrancar en Granada y Sevilla. Las partituras muestran anotaciones, marcas fluorescentes. El atuendo relajado de los intérpretes -abundan las sudaderas y las chanclas brasileñas- contrasta con su disciplina y concentración. Obsesionados por dar el máximo, no es infrecuente que el director, Daniel Barenboim, les amoneste por la ejecución vacilante de un movimiento o la entrada algo tardía de un solo de viento. El pianista y maestro argentino-israelí se exige muchísimo a sí mismo, sin tregua, lo que le ha valido ese carácter de leyenda viva que comparte con otros divos de la escena musical como Plácido Domingo. Por eso tampoco baja la guardia con sus discípulos. Y tal vez por ello, cuando apenas han dejado atrás la adolescencia, varios solistas andaluces vinculados al Diván trabajan ya en las principales orquestas del mundo. El prestigio de esta factoría multicultural no ha dejado de crecer en su primera década de vida, de la que su director -y fundador junto al desaparecido intelectual palestino Edward Said- hace aquí balance.

El Diván nació hace más de diez años para delimitar un espacio de encuentro y colaboración artística entre músicos de países en conflicto. ¿Cuál es su situación política en este momento?

-El Diván se ha convertido en un mito en el mundo, en América del Norte y América Latina, en Asia, pero la orquesta no puede presentarse ni tocar en casi ninguno de los países que están representados en ella: ni en Israel ni en los países árabes. En Israel, por ejemplo, nunca podrían entrar los músicos sirios. Es así una orquesta en exilio, pero un exilio para ambas partes. El Diván tiene como yo muchos admiradores, en Israel como en los países árabes, y críticos duros en los dos lados. Algo estaremos haciendo bien si nos admiran y nos critican en ambas partes, hay algo esencial que está en orden y que molesta a los que tienen otra forma de vivir todo esto.

-Un concierto de cámara en homenaje a Edward Said ha marcado el inicio de esta gira europea. ¿Qué aspecto del legado de su gran amigo y cómplice intelectual le interesa reivindicar más?

-El legado de Said no tiene nada que ver con el tiempo, el mundo cambiará o no cambiará pero su mensaje prevalecerá porque está basado en la inteligencia del ser humano y el conocimiento de sus debilidades. Y por tanto con algo que tiene que ver con la justicia. Su pensamiento es tan profundo porque tenía la capacidad de ver las cosas a largo plazo, no sólo con tácticas, sino con estrategias.

-¿Ve algún resquicio de esperanza para el proceso de paz ahora que Obama lo ha devuelto a su agenda y se han retomado, tres años después, los contactos?

-Tengo la impresión subjetiva de que ninguna de las dos partes siente una necesidad profunda de llegar a un acuerdo y lo hacen sólo porque hay presiones. No se puede comprar con dinero ni la dignidad palestina ni la seguridad de Israel. No soy partidario de pensar que si le damos a los palestinos tantos millones aceptarán ciertas cosas, y a los israelíes lo mismo. El hecho de que los americanos tengan que jugar un papel tan activo, no sólo importante sino activo, demuestra que las partes no están convencidas.

-Uno de los motivos que adujo al cambiar de agosto a enero el calendario de los talleres andaluces del Diván fue que facilitaría que los músicos pudieran compatibilizarlo con su trabajo en otras orquestas. ¿Cómo es la vida laboral de estos jóvenes?

-Hoy están tocando por todos lados: en la Filarmónica de Berlín, en la Staatskapelle… A diferencia de otras orquestas, el Diván tiene varias categorías. En el nivel de máxima excelencia contamos con varios, como Guy Braunstein, concertino de la Filarmónica de Berlín que tocó recientemente con ellos en Madrid el Concierto para violín de Alban Berg, tenemos al trompa solista de la Scala de Milán o al oboe solista de la Radio de Baviera, que es un andaluz… Luego están los músicos que trabajan en orquestas un poco menos importantes, como la Sinfónica de Israel, varias alemanas o la Sinfónica de Damasco. Y luego está el lado educativo pues llevamos a jóvenes que no tienen ninguna experiencia laboral y los levantamos con todo esto. Es lo más fascinante del proyecto y de donde yo tanto aprendí. Porque poder armonizar tres categorías como las que acabo de describir es algo que no existe en una orquesta normal y sin embargo este proyecto lo lleva profundamente adelante.

-¿Hará posible este nuevo calendario que el Diván se acerque a otras capitales, como Cádiz, donde aún no se ha presentado?

-Llevamos ya más de 10 días ensayando muy a fondo todos estos programas y la gira de verano es demasiado larga. Si hacemos un proyecto en enero y otro en julio y agosto podemos hacer prácticamente el mismo repertorio y volver a Andalucía cuando no sean vacaciones. Mucha gente que ama la música no ha escuchado al Diván en su propia casa. De momento tenemos fijada la fecha del concierto del Maestranza, el 19 de enero, pero no me extrañaría que se encuentre una segunda fecha. Y Cádiz es lo que más me gustaría porque hemos estado en Sevilla, Granada, Málaga, Córdoba, Huelva, Jaén, Algeciras… y nunca allí.

-Cádiz, donde nació Falla y está su tumba. ¿No le tienta volver al repertorio español? Su último recital como solista en Sevilla, y de eso hace 14 años, fue un concierto al piano con obras de Albéniz.

-Me gustaría mucho regresar con el piano a Andalucía. Vamos a ver. Y en cuanto a Falla, estoy pensando, pero aún es sólo una idea, montar con estos jóvenes el ballet completo de El sombrero de tres picos. Normalmente se hace la suite pero nunca el ballet en su integridad. Me ilusionaría y desde luego lo traería a Andalucía.

-En breve verá la luz el DVD que recoge sus celebrados conciertos de Beethoven con el Diván.

-Ha sido un proyecto muy importante, uno de los más queridos. Empezamos la actividad del Diván en 1999 con la Séptima de Beethoven y casi todos los años hicimos una sinfonía. En los últimos cuatro años, desde 2010, hemos tocado el ciclo completo de sinfonías de Beethoven en varias ciudades, como Buenos Aires, Corea o Shanghai. Grabamos los discos en Colonia y en 2012 estuvimos en los BBC Proms de Londres, donde se grabaron los DVDs, antes de cerrar este proyecto en enero de este año en el Carnegie Hall de Nueva York.

-¿Qué supone tocar en un festival de música clásica tan especial y participativo como los Proms?

-El público de los Proms es extraordinario. Actuar allí es una experiencia única no sólo por el escenario sino también por el entusiasmo y la calidad de escucha. Están silenciosos y concentrados, parados de pie durante horas.

-¿En qué ha cambiado su visión interpretativa de Beethoven tras medio siglo abordando su obra?

-He tocado a Beethoven desde niño. Es uno de los compositores que me han acompañado toda la vida. A otros autores me tocó dirigirlos más en unas épocas pero Beethoven siempre ha estado presente y espero que siga siendo así. Reflexiono a menudo sobre ese algo suyo que va más allá de lo estético: es algo ético y hablo de la música, no de su historia personal. Beethoven te da el sentimiento de que hay cosas que tienen que ser justas, está buscando adelantar al ser humano. Siempre va del caos al orden, tiene algo profundamente positivo. No es una casualidad que la Marcha Fúnebre de la Sinfonía Heroica sea el segundo movimiento en vez del último.

-¿Cómo ve el futuro del disco?

-La gente se queja de que ya no funciona pero no se encontró una solución. Y hay que decir las cosas con honestidad: hay tanto que se puede ver y oír en Youtube gratuitamente que uno se pregunta por qué va a ir la gente a comprarlo. Hay que encontrar la forma de relanzar el disco. Y creo que una de las razones que lo hace más difícil es que la tecnología avanzó tanto que se puede oír todo en un pequeño teléfono y además hay menos manía con el sonido. Ya no hay esa obsesión de los años 80, cuando se hablaba de las diferentes estéticas del sonido de las casas discográficas, si la Deutsche Grammophon tenía uno especial… Eso se ha perdido hoy con la tecnología actual. Pero estoy seguro de que es cuestión de tiempo que se encuentre la fórmula. Y también hay saturación, lo que no ocurre con el pop, donde cada tema es nuevo. En la música clásica tenemos ya 80 versiones de una sinfonía, 90 de otra… Recuerdo que Arthur Rubinstein se quejaba de haber grabado en los años 30 el segundo concierto de Rachmaninoff, que se vendió como churros. Y lo volvió a grabar en los 50 con una orquesta mejor, la Orquesta de Filadelfia, y ese no se vendió ni la décima parte del otro. Porque entre los años 30 y los 50 aparecieron 20 versiones en el catálogo.

-Desde 2011 es el director musical de la Scala de Milán, un templo de la lírica mundial. ¿Qué tal han recibido sus Wagner?

-Se están aceptando muy bien. Hicimos la tetralogía del Anillo del Nibelungo en junio, es la primera vez que la Scala lo tocaba todo junto durante una sola semana. En la Scala sólo se hizo antes una vez, en 1938 y fue un regalo de Hitler a Mussolini con la Ópera de Munich. Furtwängler hizo toda la tetralogía pero nunca en un ciclo. La orquesta se mostró curiosa e interesada, tocó muy bien y el público estuvo estupendo. Este año he hecho también Lohengrin en Milán, así que tuvieron sobredosis de Wagner.

-Generó cierta polémica el que decidiera abrir esta temporada con Lohengrin en lugar de con Verdi que, como Wagner, celebra en 2013 su bicentenario.

-Sí. Eso fue la tontería más grande del mundo. Los dos nacieron el mismo año, Wagner en mayo y Verdi en octubre. Mayo es parte de la temporada 2012-13 y octubre es parte de la temporada 2013-14 y por eso lo hicimos en ese orden.

-¿No le ha tentado la idea de volver a Bayreuth?

-No, no y no. 18 años. Eso quiere decir que pasé mi infancia y pubertad musical en Bayreuth. Ya está.

-Dirige también la Ópera de Berlin, cuya sede en Unter den Linden lleva varios años de obras. Alemania es ahora un destino esencial para los músicos, artistas y jóvenes españoles, que sufren una diáspora a causa de la crisis. ¿Es consciente de las dificultades que padece la cultura aquí?

-Muchos músicos de altísimo nivel ya llevan muchos años fuera, en Alemania, en el Concertgebouw de Amsterdam… Ellos mismos se quejan de que la vida musical no está realmente bien organizada en España. Obviamente ahora se está poniendo todo peor con la crisis. Pero por otro lado me dicen que la Orquesta Nacional de España (ONE) está en muy buena forma y acaban de elegir un nuevo director, un chico magnífico, David Afkham, y no puedo por menos que felicitarle a él por el puesto pero también a la orquesta por haber asumido el riesgo de optar por un director joven que, si todo va bien, como esperamos, se va a hacer su nombre justamente con esta orquesta y por lo tanto la ONE también se hará su nombre. Sería genial.

Entre los andaluces, tenemos también al director granadino Pablo Heras-Casado en esa liga de excelencia internacional.

-Cierto, y no tiene un puesto en España. Está más en Nueva York. Hay varios directores españoles muy interesantes trabajando fuera.

-¿Cómo se siente en Milán?

-La vida en Milán me encanta porque me recuerda a mi país natal: la comida, cómo se viste la gente… Siempre digo que la Argentina es el único país de Italia donde no se habla italiano. Así que en Milán me siento muy bien, como en casa. Pero lamentablemente no me podré quedar mucho tiempo más porque mi vida en los últimos años es una locura con dos teatros así. Voy a tener que dejar la Scala, ya hace tiempo que vengo pensándolo, y reducir un poco mi actividad en Alemania también.

-¿Y seguirá al frente del Diván?

-Por supuesto.

-Su hijo menor, Michael, es el concertino de dicha orquesta.

-Sí, desde hace ya diez años. Empezó muy joven con el violín.

-En cambio, el mayor, David, le ha salido rapero.

-Sí, y estoy muy contento. Hace unos meses logró el número 1 en los Charts alemanes.

-A ese ritmo algún día superará en popularidad a su padre.

-Seguramente.

Fuente:diariodejerez.es

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