LAURA RIESTRA
El mundo fue testigo de las masivas protestas que llevaron a Hosni Mubarak, tras treinta años, a abandonar el poder. También lo fue de cómo una población votaba ilusionada en sus primeras elecciones democráticas en décadas, con las que eligió a Mohamed Mursi para encabezar la nueva fase del país. Sin embargo, ahora ha vuelto a presenciar la que ha sido una de las etapas más sangrientas de su historia tras el derrocamiento de su presidente, sólo un año después de su elección.
Repasamos las palabras clave para comprender qué está pasando y cuáles son las opciones de Egipto.
Mohamed Mursi
Su figura es clave para comprender el punto en el que se encuentra el país. Surge de las filas de los Hermanos Musulmanes y se convierte en el líder de su brazo político, el Partido Libertad y Justicia, al que llevará al poder tras ganar las elecciones de 2012.
Mursi ha sido el quinto presidente que ha tenido el país y el primer civil e islamista en ocupar este cargo. «Prometo un gobierno para todos los egipcios», fueron sus palabras al llegar al poder. Sin embargo, en un año, aquel propósito ha quedado muy lejos de cumplirse, al menos ante los ojos de miles de egipcios, que no dudaron en volver a echarse a las calles para protestar contra los pasos que estaba dando.
Presidente y sociedad se fueron distanciando, en primer lugar, porque no fue capaz de resolver los problemas económicos y sociales del país. En segundo lugar, porque Mursi firmó un decreto por el que se aumentaban sus poderes, además de impulsar una Constitución (noviembre de 2012) de tintes islamistas, aprobada por la Asamblea Constituyente, dominada por sus partidarios.
Consciente de los recelos que había levantado su proyecto constitucional –la oposición denunció que recortaba derechos y libertades, además de abrir la puerta a una interpretación islamista de la ley- Mursi propuso la celebración de un referéndum el 15 de diciembre de 2012. Los egipcios dijeron «sí», pero a finales de abril activistas de la oposición crearon la base para el movimiento de protesta contra Mursi.
Precisamente el día que se cumplía el primer aniversario de su llegada a la presidencia, el 30 de junio, miles de egipcios se echaron a las calles para protestar contra sus políticas. El 3 de julio tuvo lugar el golpe de Estado que le derrocó encabezado, paradójicamente, por el hombre al que él mismo había elegido para estar al frente del Ejército, Abdel Fatah al Sisi.
Mursi permanece detenido en paradero desconocido desde esa fecha.
Hermanos Musulmanes
Nacen en Egipto en 1928,de la mano del maestro de escuela Hasan Al Banna, como una organización islamista que se oponía a la colonización, además de velar por los principios básicos de la cultura islámica. Son, además, la primera gran organización islamista político-social suní de la historia y la de más relevancia y seguimiento de Oriente Medio ya que más allá de Egipto, cuentan con una gran relevancia en países como Jordania, Palestina o Siria.
Su gran aspiración es la de un Estado guiado por la «Sharía» o Ley Islámica, que debe ser la única fuente de derecho. No defienden la revolución o la lucha armada sino participar en el sistema pese a que desde sus orígenes se han visto obligados a combatir recelos, torturas, persecuciones y periodos en la clandestinidad.
Con todo, lograron consolidarse como la fuerza opositora más poderosa de Egipto gracias a su presentación como un grupo islamista con posiciones islámicas moderadas que se centran en cuestiones sociales, hecho que les dotó de grandes apoyos de los sectores más desatendidos, especialmente a partir de 1992. Precisamente por eso, fueron de nuevo percibidos como una amenaza por lo que fueron calificados de «organización terrorista» y en 1995 se abren tres procesos militares contra ellos.
Sin embargo, tras las presiones de EE.UU. a Egipto para que llevara a cabo reformas democráticas, el por entonces presidente egipcio, Hosni Mubarak, se ve obligado a legalizarlos y en 2005 logran su mayor éxito electoral en las parlamentarias celebradas ese año. Un año más tarde, una nueva ola de represión contra la oposición les vuelve a sacudir pero con la caída de Mubarak (2011) les llegó la gran oportunidad.
Ahora, tras el final de Mursi, están de nuevo en el punto de mira y, además de nuevas detenciones de sus miembros, el Gobierno interino ha llegado a barajar de nuevo su ilegalización.
Ejército egipcio
Las fuerzas armadas egipcias siempre han estado presentes en los momentos políticos claves del país. Desempeñaron un papel destacado en las negociaciones que llevaron a Mubarak a dejar el poder y como garante para la paz durante la transición hacia un gobierno civil. Este mes de julio ha sido también el Ejército el que ha dado el ultimátum a Mursi, derrocándole el 3 de julio.
A la cabeza del golpe de Estado estuvo Abdel Fatah al Sisi, que precisamente fue puesto por Mursi al frente del Ejército, en lugar del mariscal Husein Tantaui, quien dirigió las Fuerzas Armadas desde 1991. Fue él quien anunció que suspendía la Constitución e instauró un gobierno civil interino con el jefe de la Corte Constitucional Suprema, Adly Mansour, como presidente hasta que fueran convocadas nuevas elecciones.
Este nuevo paso del Ejército en la historia del país ha sido aplaudido por la oposición y en el exterior sólo Turquía lo ha condenado. Con él se ha consolidado el papel intervencionista del Ejército en la política.
Polarización
Si hay algo que está dejando en evidencia esta nueva crisis que vive Egipto es hasta qué punto está polarizada su sociedad. De un lado, los simpatizantes islamistas de Mursi y, del otro, sus opositores entre los que se incluyen miembros de la izquierda, seculares, y liberales.
Destaca en este sentido el movimiento civil contra Mursi, llamado Tamarod (revuelta en árabe), que fue uno de los principales convocantes de las protestas contra el por entonces presidente. Lograron recoger más de 22 millones de firmas en apoyo a su petición de que abandonara el poder, cifra muy por encima de los 13,2 millones de votos que otorgaron la victoria a Mursi en 2012.
Sin embargo, a raíz de la destitución del primer presidente tras Mubarak, la otra cara de Egipto, la que se había pronunciado en las urnas a favor de Mursi y de los Hermanos Musulmanes, también se quiso hacer escuchar y levantaron dos campamentos de protesta en las afueras de la mezquita Rabaa Al Adawiya en El Cairo y en la plaza Al Nahda, en el oeste de la ciudad, asegurando que no se marcharían hasta que Mursi volviera a su cargo. El brutal desalojo de ambos, en el que murieron más de novecientas personas, han devuelto a Egipto al estado de excepción (durante un mes), que permite las detenciones arbitrarias, prohíbe las reuniones públicas, además volver a ver cómo se instalan los servicios de seguridad del Estado y los comités de vigilancia de las actividades religiosas.
La Plaza de Ramsés, donde se sitúa la mezquita de Al Fatah, ha sido otro de los lugares elegidos por los Hermanos Musulmanes y sus simpatizantes para poder manifestarse e intentar convertirlo en símbolos de su lucha por la restitución del gobierno elegido democráticamente.
Coptos
Son los cristianos egipcios y, tras el golpe de Estado, están siendo objeto de múltiples ataques, un síntoma más de la división del país. Su origen se remonta al primer siglo después de Cristo, cuando se introduce la fe cristiana en Egipto y desde entonces se han convertido en la minoría más numerosa del país, ya que son el 10% de los setenta millones de egipcios.
El pasado mes de julio, desde el derrocamiento de Mursi se han registrado al menos seis ataques contra cristianos coptos en diversas provincias de Egipto (Luxor, Marsa Matruh, Minya, Norte del Sinaí, Port Said y Qena). En la mayoría de estos incidentes, los testigos han asegurado a «Human Rights Watch» que las fuerzas de seguridad no hicieron lo necesario para parar o impedir la violencia. Por otro lado, el pasado 16 de agosto, el Ministerio del Interior egipcio anunció que un total de siete iglesias fueron incendiadas o dañadas por los seguidores de los Hermanos Musulmanes.
Tras condenar estos ataques, el primer ministro egipcio, Hazem al Beblaui, definió a la perfección la situación de los cristianos en Egipto: «La unidad de musulmanes y cristianos es una línea roja, y las fuerzas de la oscuridad y el terrorismo no lograrán debilitarla», sentenció.
Fuente:abc.es
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