JAVIER MOLINA
En la sala de espera hay un grupo de 14 jóvenes altos y delgados, de tez blanca, ojos claros y pelo castaño tirando a rubio. Seis de ellos son argentinos, cuatro españoles, tres mexicanos y un norteamericano. Esperan ansiosos su turno para el casting de un comercial que representará “a la afición mexicana” de la selección nacional de fútbol. No se sabe a qué papel opta cada uno, pero los carteles que hay pegados a la pared exigen requisitos similares: “Perfil internacional, con clase”, pone en uno de ellos. Los otros son más explícitos: “No morenos”, “clase alta, look Condesa o Polanco [en alusión a dos de los barrios más caros de la Ciudad de México]”, “piel blanca, que no parezcan rancheros”.
“La discriminación en México es una inercia cultural cuya continuidad resulta alarmante”, comenta el periodista Sergio González Rodríguez. La capital mexicana registra altos niveles de intolerancia y las principales víctimas son los indígenas, los homosexuales, los pobres y los de piel morena. Lo afirma la Encuesta de Discriminación encargada por el Gobierno del DF y difundida el 13 de agosto pasado. “Y lo puede corroborar cualquiera que viva en este país”, añade la cineasta Luciana Kaplan (Buenos Aires, 1971), autora del premiado documental La revolución de los alcatraces (2012), que refleja la discriminación dentro de las comunidades indígenas. La argentina, llegada a México con tres años, recuerda con desconcierto sus primeros tiempos en la capital, “cuando las madres de mis compañeras de clase me pedían que fuera amiga de sus hijas, porque era muy rubita, y claro, tener una amiga rubia les daba estatus y glamour”.
Quizás esas madres simplemente se guiaban por los modelos que las marcas comerciales mexicanas presentaban como ejemplo de lo bello, lo próspero y lo recomendable. Las campañas promocionales rara vez reflejan al 59% de mexicanos que representan las clases bajas. Basta con echar un vistazo a la calle para darse cuenta de que un país con un 60% de población mestiza y un 30% indígena (de acuerdo con el World Factbook de la CIA) no se parece en nada al representado por los anuncios publicitarios. Muchos definen el fenómeno como malinchismo, término que expresa la tendencia de muchos mexicanos a preferir lo extranjero a lo nacional (de ahí la alusión a La Malinche, la indígena que fue amante y traductora del conquistador español Hernán Cortés).
“El imperio de los chingones terminará cuando los agachados dejen de admirarlos”, dijo el intelectual Enrique Serna. Pero las cosas parecen estar cambiando y los agachados cada vez están menos agachados. Cada vez hay más gente que denuncia a través de blogs, películas, documentales, o incluso en las redes sociales. Es el caso de Tamara de Anda, una bloguera mexicana que el pasado 12 de agosto evidenció la discriminación de las campañas publicitarias en su cuenta de Twitter, en la que tiene más de 19.000 seguidores: “Me llega un mail de un casting para publicidad de @AeroMexico_com. Especifican que no quieren a NADIE MORENO. Tsss”.
El mensaje voló por Internet y fue tuiteado más de 400 veces. “La misma tarde me llamaron de la castinera (la empresa encargada de realizar las pruebas a los modelos) indignados por la difusión de mi mensaje. Poco después me contactaron periodistas y se formó un escándalo, pero creo que ya era hora. Le ha tocado a Aeroméxico, pero lo de pedir gente blanca y con ‘look Condesa’ lo hacen todas las marcas comerciales desde siempre”.
Cinco días después, Aeroméxico y la agencia de publicidad Catatonia emitieron sendos comunicados pidiendo disculpas por el texto de la convocatoria y desligándose de la responsabilidad. En su último mensaje, la empresa publicitaria asegura que la culpa no fue suya, sino de la castinera Free Lance. Y para dejar claro que son una entidad tolerante y abierta no dudaron en difundir un video de YouTube en el que se ensalza el respeto a las trabajadoras domésticas, a los pobres, a los gays y a los indígenas (emulados por una mujer con ropa indígena, un joven con labios pintados y uno con rastas, que proponen combatir la intolerancia con medidas como “contar leyendas indígenas a tus hijos antes de dormir”).
Aunque la presencia de rubios y blancos en la publicidad mexicana no es nada nuevo, es la primera vez que una gran marca comercial ha tenido que pedir disculpas por realizar un casting discriminatorio. “Quizás ahora harán sus convocatorias con más disimulo, pero no creo que nada cambie, los güeros (rubios) seguirán representando este país de morenos”, comenta la bloguera De Anda. Sergio González Rodríguez también se muestra pesimista: “A diez años de emitida la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación (2003) se puede comparar lo que éramos entonces y lo que somos hoy para observar que, por desgracia, no hay demasiados cambios en los datos”.
De los 112 millones de habitantes de México, solo un 9% son blancos. Los modelos seleccionados en el casting de la selección de fútbol (cuatro argentinos, cuatro españoles y tres mexicanos) acuden con camisetas verdes del equipo nacional. Cerca de la cámara se colocan los rubios. Más alejados, casi imperceptibles, los morenos. Frente a la glorieta pasean cientos de personas. La mayoría tienen el pelo negro, muchos la piel tostada, algunos lucen rasgos indígenas muy marcados. El conjunto, con toda su amalgama de matices, en nada se corresponde con los elegidos para representar a México. ¿Por qué fueron seleccionados? “Son claritos”, “son güeritos”, “son hermosos”, responden varios de los viandantes.
Fuente:elpais.com
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