SNEZANA STANOJEVIC
Una flota de la Alemania nazi hundida en el Danubio en septiembre de 1944 con toneladas de explosivos en sus bodegas se ha convertido en un peligro ecológico para el gran río europeo a su paso por Serbia.
“Es un hecho que por esa parte del Danubio se navega por propio riesgo”, declaró a Efe Dusan Vojvodic, codirector de una película documental sobre el hundimiento de la escuadra nazi a la altura del puerto serbio de Prahovo.
Ese documental es el intento más solvente, hasta ahora, de esclarecer los misterios que todavía envuelven a la operación “Donau Elf” (El elfo danubiano), en la que se hundieron más de 170 naves germanas para evitar su captura por parte del Ejército soviético.
Ese tramo navegable no está inscrito en los mapas y los barcos circulan dirigidos “prácticamente de forma visual” por un capitán desde una torre de la cercana central hidroeléctrica de Djerdap II, compartida entre Serbia y Rumanía.
Datos oficiales muestran que hay 213.000 toneladas de barcos de guerra sumergidas, según Vojvodic, que recurrió a expertos en navegación, técnicas militares, arqueología subacuática y explosivos, además de rebuscar en archivos serbios y alemanes, para su documental “Tajne dunavskog vilenjaka” (Los secretos del elfo danubiano).
“Se pueden sacar suposiciones sobre cuánto de eso es el material explosivo (…), pero sin duda son cientos o miles de toneladas. Es realmente un gran peligro”, sostiene el documentalista.
Su expedición se propuso en un principio encontrar un buque-hospital para conocer si había sido hundido con los heridos a bordo, un gran misterio aún no esclarecido, sin querer tocar el aspecto ecológico, “pero resultó que (se hallaron) cosas suficientes para preocupar a toda Europa”.
Las embarcaciones de la flotilla del Danubio y el Mar Negro, que se retiraban bajo el mando del almirante Paul Willy Zieb, fueron hundidas en una operación secreta del 5 al 7 de septiembre de 1944 para no caer en manos soviéticas.
Las naves hundidas, entre ellas buques de guerra, dragaminas, talleres de reparación, cargueros marítimos y fluviales, así como un buque hospital, debían bloquear el paso a la armada soviética.
Desde entonces, todavía son un obstáculo para la navegación, y sólo una estrecha franja se pudo habilitar para el paso de las embarcaciones.
Los pecios están en un sector de cinco kilómetros, y a menos de un kilómetro de la hidroeléctrica Djerdap II, en un área de alto valor ecológico porque allí desovan esturiones y otras especies ya que no pueden remontar más debido a la central.
Pocos han sido los intentos de solucionar el problema, y en 2006 la Unión Europea (UE) financió una exploración de reconocimiento para evaluar los riesgos de una retirada de los restos.
Los buques fueron hundidos en varias puntos unos sobre otros, para cerrar el río, y en torno a ellos se han formado durante décadas bancos de arena “que parecen irreales”.
“La mayoría de los buques están en el sedimento del fondo, cubiertos de arena. Pero el problema son las embarcaciones que no están en el fondo”, explicó Vojvodic, y señaló que hay un plan europeo para sacar unas 20 naves para ampliar la vía navegable.
Su retirada supondría gastos elevados -según unas primeras evaluaciones más de 13,5 millones de euros- y un gran desafío tecnológico.
“Los artefactos explosivos, las minas, seguro que están activos todavía (…), porque fueron elaborados para estar mucho tiempo bajo el agua. Ahora están cubiertos de capas de hierbas y algas. Y sobre todo, lo que está bajo la arena, está conservado para siempre”, señaló Vojvodic.
La expedición que encabezó, y que fue apoyada por la cercana ciudad de Zajecar y el Ministerio de Cultura serbio, logró ubicar el buque-hospital y otras tres embarcaciones hundidas.
Sus restos aparecieron unos centímetros sobre el agua gracias a que el nivel del Danubio había caído a su mínimo en más de medio siglo en diciembre de 2011.
“El simbolismo era grande, como si el Danubio hubiese querido mostrarnos la historia”, destacó Vojvodic.
Sin embargo, sigue la incógnita de si los heridos fueron evacuados por vía aérea desde una pista improvisada o en tren, como los oficiales y el resto de la tripulación y pasajeros, porque fue imposible entrar en el buque.
La correalizadora del documental, Milina Trisic, declaró a Efe que entre los locales persisten historias “misteriosas” sobre tesoros hundidos con la flotilla, aunque es poco probable que sean ciertas.
Hasta se aseguraba que la legendaria Cámara de Ambar de los zares rusos, considerada “la octava maravilla del mundo” y saqueada por los nazis, tenía que ser transportada por ese convoy.
“Pero son sólo historias, no hay datos al respecto”, señaló uno de los cámaras de la expedición, Dejan Todorovic.
Fuente:elnortedecastilla.es
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