MAURICIO MESCHOULAM
“Eso escríbelo y escríbelo bien”, me dice Rivlin, “si no aprendemos a vivir juntos, no hay paz posible, cualquiera que sea el esquema”. Sobrio, serio, de convicciones firmes, me recibe y otorga una hora en medio de su apretada agenda en su viaje a México. Miembro de la Knesset -el parlamento israelí- desde 1988, órgano que ha dirigido en dos períodos distintos, Rivlin podría ser el próximo presidente de aquél país. Sus visiones del conflicto palestino-israelí son muy particulares y rompen con la convicción generalizada de que la única salida es la separación del territorio en “dos estados para dos pueblos”. Como buen periodista -que no soy- no llevé grabadora, por lo que si usted espera una transcripción estenográfica de la conversación, lamento decepcionarle. Sin embargo, a partir de mis notas y de un profundo diálogo con momentos francamente brillantes por parte de Rivlin, reproduzco hoy en el blog algunas de sus ideas.
Su diagnóstico
“¿Sí tenemos unas 7 u 8 horas?” me pregunta en broma, “porque de lo contrario no vamos ni a empezar”. Quitando su sonrisa de la cara me explica: “Se trata de un conflicto sin solución, donde las posturas son tan alejadas, tan separadas, que es imposible establecer puentes entre las visiones enfrentadas”.
Su polémico punto de vista acerca de suspender el proyecto de “dos estados para dos pueblos” y trabajar en cambio hacia la conformación de un solo estado democrático que integre a la población palestina con ciudadanía plena, ha sido criticado por voces dentro y fuera de Israel.
La opinión de muchos es que se trataría de un estado no incluyente (a pesar de sus instituciones democráticas), dado que sería un estado judío con el que cultural e históricamente la población palestina no siente conexión alguna y que por lo tanto, discrimina su identidad.
Otras críticas versan en torno a la inviabilidad de semejante proyecto. Debido a cuestiones demográficas, y asumiendo que un Israel que anexara Cisjordania mantuviese una condición democrática, tal estado dejaría de ser un estado judío, pues la población palestina rápidamente alcanzaría mayorías absolutas o relativas. Por lo tanto, la solución de separar el territorio en dos estados, uno para cada pueblo, sonaría teóricamente más convincente. Pero no para Rivlin. Eso yo ya lo sabía; quería que me dijera por qué.
Su diagnóstico es que el separar a los pueblos en dos estados no resuelve el problema de fondo, sino que lo disfraza y en todo caso lo posterga. “La paz solo puede lograrse si los palestinos aceptan a Israel como estado judío…si ellos piensan que esa tierra sigue formando parte del mundo árabe e islámico y que Israel no tiene derecho a existir, entonces no tenemos nada qué negociar, ni con Estado Palestino, ni sin Estado Palestino…lo único que tendremos será un pedazo de papel”, dos estados viviendo en la inviabilidad y en una guerra eterna, dejando el problema de raíz completamente irresuelto. En ese sentido, me dice, con los años los políticos vamos cambiando y vamos moderando las posturas. “Yo veo un Abu Mazen (Mahmoud Abbas, presidente palestino), mucho más moderado, mucho más convencido de que Israel es una realidad con la que hay que habrá que coexistir”. Rivlin reconoce que él también se ha ido moderando con los años.
“Las dificultades comienzan por cómo se hace el reparto para cada estado”, me dice, “revisa un mapa, verás que palestinos e Israelíes viven de manera intercalada, así hemos vivido toda la vida. Yo viví en Jerusalem muchos años. La vida de esta ciudad me obligaba a coexistir y entenderme con mis amigos y vecinos árabes”.
Una paz real consiste en “responder cómo vivir juntos, no en separar a los pueblos. Si no podemos aprender a vivir juntos, entonces simplemente no habrá paz ni hoy ni nunca”. Para profundizar en ello utiliza el ejemplo de Gaza, de donde el ejército israelí se retiró en 2005. “Yo se lo advertí a Arik Sharon (Ariel Sharon, entonces primer ministro), y se lo dije desde mi puesto como presidente de la Knesset. ¿Qué va a hacer usted, señor primer ministro, cuando lluevan los cohetes de los militantes en Gaza en contra de nuestras ciudades del sur? Mira” ,continúa, “si al final, los palestinos siguen pensando que Israel no debe existir, entonces los problemas vendrán ahora desde ese nuevo Estado Palestino”.
Su propuesta
Su propuesta es integrar al estado de Israel los territorios de Cisjordania (Gaza, en su propuesta, tendría que dejarse aparte), dar ciudadanía plena a todos los palestinos que actualmente residen en esos territorios ocupados, y someter el destino del país al juego libre de la democracia. Este no sería una especie de “Isra-Pal”, o algo similar, sino el mismo estado judío, Israel. El requisito esencial para que esta propuesta funcionara, sería el pleno reconocimiento de los palestinos y el mundo árabe de Israel como estado judío, pero donde sus ciudadanos, independientemente de origen o religión, pudieran alcanzar todos los derechos y libertades de cualquier democracia desarrollada. La viabilidad de este estado, como entidad judía, desde su punto de vista, solo se garantizaría si la población judía creciera para mantenerse como mayoría.
Entonces lo interrumpo y le pregunto sobre la cuestión demográfica. Dadas las tasas de crecimiento de la población árabe en la zona, los números simplemente no dan. Los palestinos serían rápidamente mayoría. “Mira”, me dice, “cuando yo tenía 10 años y surge el estado de Israel, yo dije que mi sueño era que en el año 2000 hubiera en el país unos 2 millones de judíos. Hoy tenemos prácticamente 6 millones de judíos, y hemos sido capaces de mantener el estado con una democracia plena en la que su millón y medio de ciudadanos árabes viven con derechos y libertades. Yo, en la Knesset, todos los días converso, dialogo y respeto a mis amigos parlamentarios árabes, a pesar de nuestras diferentes visiones, y defiendo siempre su derecho a participar como ciudadanos en una democracia plena”. Rivlin piensa que si en 60 años, el estado de Israel consiguió incrementar su población judía en tal magnitud, no habría que descartar el que en unas pocas décadas, la población judía pudiera incluso duplicarse. “No veo otra alternativa”, dice.
Su convicción democrática
“Sin embargo, sé que muchos no piensan como yo, y al margen de mi voto, yo defendería hasta la muerte la decisión que democráticamente fuese electa por los ciudadanos de mi país”. Por eso, a pesar de sus diferencias personales con su correligionario de partido, el primer ministro Netanyahu, hoy respeta y respalda el proceso de negociaciones con los palestinos (encaminados teóricamente a la solución de dos estados). No cree en su viabilidad, pero como hombre de estado y convicción democrática, respalda todo lo que se acuerde y lo que se decida.
Tal es su convicción democrática, que en el 2010, como presidente del parlamento, desoyó la recomendación de una comisión que indicaba la remoción del parlamento de Heneen Zoabi, legisladora árabe, por haber participado en la flotilla de Gaza, incidente en el que el ejército israelí intervino para que un grupo de activistas no rompiera el bloqueo que Israel impone sobre la franja, causando muertes y enormes críticas internacionales. Rivlin argumentó en favor de Zoabi, que cualquier acción en su contra sería golpear la democracia israelí.
Ese es Reuven Rivlin. Yo hubiera querido hablar más tiempo con él, penetrar un poco más en sus planteamientos y sí, efectuarle cuestionamientos más profundos. Pero la vida me regaló solo una hora con quien probablemente se convierta en presidente de Israel, y me tengo que quedar con lo que se me dio. No coincido con muchos de los puntos de vista que expresó, pero mis breves momentos a su lado me dejan la impresión de que si tuviésemos oportunidad de seguir conversando, posiblemente en algo nos pondríamos de acuerdo, porque detrás de sus ideas -opuestas a las mías- hay una visión de paz que tiene que ver con integrar y no con separar.
Twitter: @maurimm
Fuente:eluniversal.com.mx
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