ESTHER SHABOT
Al momento de escribir este artículo, el equipo de 13 inspectores de la ONU encargados de investigar el uso de armas químicas en el ataque del 21 de agosto a los habitantes de Ghouta en Siria, acaban de salir de este país para llevar a laboratorios europeos las muestras de sangre, orina y suelo con objeto de precisar la naturaleza de los tóxicos usados. Mientras tanto, de acuerdo con los datos que presenta Washington con base en sus propias fuentes, se afirma que el ataque, que cobró mil 429 víctimas mortales, entre ellas 426 niños, fue llevado a cabo por órdenes del gobierno de Bashar al-Assad.
Por tanto, y siguiendo las declaraciones de Obama y de John Kerry, un ataque estadunidense es ya inevitable, no obstante que poco a poco varios de los potenciales aliados de Estados Unidos han dado marcha atrás en su disposición a participar activamente. Sin embargo, Obama ha sido claro en que no habrá invasión por tierra y en que el alcance de los ataques será “limitado y estrecho”. ¿Por qué la decisión de sí atacar pero no de manera contundente? Los motivos de la contención que promete Obama pueden residir en parte en los siguientes factores: la imposibilidad de salir a este operativo con el aval de la ONU (Rusia y China se oponen rotundamente), el trauma dejado por la guerra de Irak, la falta de consenso interno dentro del Congreso y entre la ciudadanía y, por último, la desbandada de los aliados que en principio parecían dispuestos a participar. Se cuenta además con un freno adicional: en el curso de una guerra de mayor alcance y duración, elementos imponderables podrían complicar inesperadamente las cosas porque bien a bien es imposible predecir las respuestas de Al-Assad, y las intervenciones que podrían tener Rusia, Irán, Hezbolá e Israel. Por otra parte, son igualmente múltiples las dudas acerca de quiénes se adueñarían del poder en caso de que cayera Al-Assad, abundando los temores de que corrientes jihadistas afiliadas a Al-Qaeda terminasen siendo las hegemónicas.
¿Por qué entonces sí atacar aunque de manera contenida? El núcleo de esta decisión reside muy probablemente en los temas de credibilidad y mensaje. Obama declaró desde hace meses que el uso de armas químicas era “una línea roja” que de cruzarse provocaría respuestas severas. Por tanto, no hacer nada, aun encontrando justificaciones para la pasividad, dañaría gravemente la credibilidad de Estados Unidos a ojos del mundo, dando a quienes podrían estar dispuestos a usar armas químicas o nucleares el mensaje de que a fin de cuentas las amenazas preventivas salidas desde la Casa Blanca se quedan en palabras y no cuajan en acciones concretas.
Y además, no debe descartarse que por más que sea cierto que la mayor parte de estas decisiones tienen que ver con frío pragmatismo, con cálculos e intereses particulares de cada uno de los actores que intervienen, también juega un papel el simbolismo que conlleva la reacción indignada ante el asesinato de seres humanos por medios especialmente crueles y de manera oficial prohibidos internacionalmente dentro de las llamadas “leyes de la guerra”. Es cierto que 100 mil sirios murieron en esta guerra civil antes del episodio de Ghouta y nadie hizo nada, pero aunque el número de los muertos por gases tóxicos sea infinitamente menor, si este crimen se queda impune, se estaría abriendo la puerta a que en el futuro este tipo de armas se convierta en rutinario y común, con el horror supremo que ello significaría.
Fuente:excelsior.com.mx
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