JANA BERIS
Israel se pregunta si acaso será su territorio el que pague el precio del conflicto sirio. La apreciación oficial es que resulta «muy poco probable» que misiles sirios sean lanzados hacia Israel en respuesta a una acción estadounidense. Y en lo que respecta a un eventual uso de sustancias químicas en un ataque desde Siria, se habla de «probabilidades casi nulas». Pero nadie puede permitirse el lujo de actuar como si pudiera garantizar paz y tranquilidad de este lado de la frontera y por ende, Israel se prepara. «Los gobernantes tienen la responsabilidad de tomar las precauciones necesarias y es eso lo que se está haciendo, como debe ser», dice a LA RAZÓN Shlomo Brom, experto en seguridad y estrategia del Instituto de Investigaciones de Seguridad Nacional en Tel Aviv. «Nunca se puede decir que tal o cual escenario es imposible, por lo que hay que dar ciertos pasos, aunque se considere altamente improbable que nos ataquen».
Israel tiene bien claros los recuerdos de la primera guerra en el Golfo Pérsico, cuando Estados Unidos atacó a Irak por la invasión de Sadam Husein a Kuwait. Recuerda los casi 40 misiles Scud lanzados por Irak hacia Israel, aunque el Ejército israelí no había movido un dedo en el operativo de la coalición occidental en su contra y se abstuvo inclusive de responder a los primeros misiles que cayeron. O sea, que no considera imposible un escenario en el cual es atacado sin haber hecho nada.
Pero en aquel momento, desde un principio se consideró que Sadam Husein intentaría atacar a Israel para tratar de desmantelar la coalición que operaría en su contra, que incluía a varios países árabes. El entonces primer ministro israelí, Isaac Shamir, no entró en su juego, y no respondió.
Israel se encerró en aquel momento en una psicosis previa a lo que se pensó podría ser un ataque químico, sellando cada persona o familia una habitación en cada casa y lidiando con máscaras antigas de distintos modelos según las edades, incluyendo una especial para los religiosos de barba.
Ahora, a pesar de las constantes aclaraciones acerca de lo «muy poco probable» de un ataque sirio, han vuelto las máscaras. Lo más destacable al respecto, es la reacción de la población.
La ciudadanía israelí, que vive sumamente atenta a las noticias y escucha los informativos, toma el pulso a los acontecimientos, y comprende que es responsabilidad de cada familia tener los medios necesarios para protegerse ante cualquier eventualidad. Pues, por un lado, se cuatriplicaron las cantidades de israelíes que se hicieron presentes en las estaciones de distribución de las máscaras a fin de retirar cada uno la suya, a menudo a pesar de haber recibido la notificación al respecto del Frente de Retaguardia ya mucho tiempo antes. En los últimos días, los escenarios en dichas estaciones se complicaron porque funciona un número insuficiente de ellas en todo el país y las colas de espera fueron de cuatro y cinco horas.
Por otro lado, la gente estaba nerviosa por la espera y el desorden, pero el sentimiento que se podía palpar en el lugar no era de pánico. El manejo de la situación por parte de las autoridades se debe precisamente a que se quiere tomar precauciones, pero no al extremo. El hecho es que no fueron reclutados reservistas para ayudar a distribuir las máscaras ni se abrieron nuevas estaciones. Es más: todavía no hay máscaras para el 40% de la población.
Donde más se concentra el esfuerzo de preparación es en el despliegue de las Fuerzas de Defensa de Israel, que ajustan su estado de alerta en los sistemas de defensa activa, o sea los tres sistemas de misiles antimisiles que, en caso de necesidad, serán activados para interceptar amenazas en camino a Israel. También la Fuerza Aérea está preparada para reaccionar en caso de una agresión. Y, por supuesto, el Servicio de Inteligencia ha intensificado su trabajo para saber claramente qué está pasando del otro lado de la frontera. El gobierno ha autorizado la movilización de mil reservistas, especialmente para la defensa activa.Y el jueves se informó que los soldados apostados en bases en el norte de país, cerca de la frontera con Siria, no podrían salir el fin de semana. Cautela, alerta… pero no histeria, en absoluto. La sensción es que dese el Gobierno se ha transmitido cordura y firmeza. «No somos parte de la guerra civil en Siria», recalcó el primer ministro Benjamin Netanyahu. «Pero si identificamos cualquier intento de perjudicar a la ciudadanía israelí, reaccionaremos.Y con fuerza». Los israelíes le creen. Y lo principal, comenta la gente, es que también Siria le crea. Aquí nadie quisiera verse complicado en una guerra que no es de Israel y que Israel no ha buscado.
¿Cómo puede el pueblo sirio vivir así?
No sería exacto alegar que Israel se ha acostumbrado plenamente a la cruenta dinámica con la que se vive tan a menudo en Oriente Medio, pero tampoco sería exacto decir que ya nada le sorprende. Lo primero es pensar, siempre, cómo puede repercutir tal o cual crisis del otro lado de la frontera en el propio Israel. Pero este no es el único ángulo con el que se analiza la situación. Las continuas informaciones sobre las matanzas, los civiles asesinados y hasta el uso de armas químicas en Siria despiertan horror en la ciudadanía israelí en general. Más allá de las conclusiones a las que cada ciudadano llega sobre si es posible firmar un acuerdo de paz con gobernantes de un país donde ocurren las barbaridades que aparecen diariamente, los israelíes también se preguntan cómo puede el pueblo sirio vivir así.
Fuente:larazon.es
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