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domingo 22 de diciembre de 2024

FOMO, la nueva patología de las redes sociales

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Raúl Silva muchas veces ha decidido quedarse en su casa acostado debido al cansancio. Luego de varios días asistiendo a eventos y mucho trabajo, su panorama soñado es ver televisión y descansar; sin embargo, tras ver Instagram por medio de su teléfono le ha sido imposible resistirse a salir.

“De repente me baja tanto la angustia por no estar en esos lugares que, por muy cansado que esté, me obligo a salir”, cuenta Ras, como se le conoce, quien es director de la agencia Largavista Comunicación.

Casos como el suyo no son raros en un mundo donde las redes sociales han acercado a la gente con los hechos que están aconteciendo en el minuto y han expuesto el quehacer de millones, quienes a través de Instagram muestran las fotos de sus fabulosas vidas en grandiosas fiestas, vacaciones en parajes paradisíacos en el Caribe o junto a sus nuevas adquisiciones, que hacen que quienes ven esas imágenes piensen que sus vidas son, en comparación, bastantes aburridas.

La ansiedad que produce el darse cuenta que uno no fue invitado al evento del momento o que otras personas están en un mejor lugar ha sido llamada FOMO, sigla que significa Fear of missing out, lo que quiere decir “miedo a perderse lo que está pasando”.

Esta especie de síndrome psicológico ha sido estudiado por el doctor Andrew Przybylski de la Universidad de Essex en el Reino Unido y su análisis fue publicado en la revista especializada Computers in Human Behaviour (“Los computadores en el comportamiento humano”).

La conclusión es que quienes padecen de FOMO suelen ser personas que no se sienten lo suficientemente comprometidas, cuidadas o reconocidas.

De acuerdo con Ras, en cierta forma estamos frente a un tipo de ansiedad que va ligada a las redes sociales, porque con Twitter o Instagram se va viendo lo que están haciendo los cercanos a uno.

“De repente te juntas con un grupo de amigos y ves por Instagram que otro grupo de conocidos está en un concierto y te baja esa ansiedad producto de un deseo irrevocable de querer estar en esa otra parte. Ganas de estar en todos lados”.

No son pocas las veces que Ras ha estado en un lugar y se ha decidido por otra fiesta o evento debido a imágenes que ha visto en Instagram. “Me pasa que tengo ansiedad porque están pasando cosas entretenidas en Santiago y quiero estar en todos los lugares”.

MIEDO A LA EXCLUSIÓN

Los especialistas coinciden en que el FOMO es un miedo que ha existido desde el comienzo de los tiempos y que tiene que ver con la exclusión: el temor a no ser parte de lo que está haciendo el resto de tus amigos. Una sensación que las personas suelen sentir cuando son niños y temen perderse el cumpleaños de algún amigo, pero que con las redes sociales resurge en la adultez con aun más fuerza, dado a que gracias a la ubicuidad e instantaneidad que dan los smartphones, dicho miedo se ha vuelto un acompañante permanente.

Para la psicóloga y psicoterapeuta Bárbara Ortúzar, especialista en pacientes adultos y adolescentes, desde un punto de vista psicológico más contemporáneo, la construcción de la subjetividad de una persona siempre es contextual, lo que obliga a tomar en cuenta en qué contexto nos estamos moviendo y qué es lo que ese contexto valida. En ese sentido, las redes sociales se han transformado en una suerte de “validadores sociales de la existencia”.

De acuerdo a ella, “es como que para ser, para existir, se tuviera que pertenecer a las plataformas tecnológicas a través de las cuales se expresan las redes sociales. Y mientras más tecnología abarquemos, tenemos la ilusión de ser más, de existir más. De lo contrario, se corre el riesgo de ser un NN, un desconectado, que hoy en día vendría a ser sinónimo de inexistente. Nada más angustiante”.

NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO

Buenas fotos de situaciones entretenidas o lugares de ensueño no significan verdaderamente que las otras personas que se siguen en Twitter o Instagram tengan mejores vidas que uno. La posibilidad que dan estas redes de editar las imágenes y solo contar el lado ameno de la vida puede llevar a crear falsas impresiones. “Me ha pasado que me he cambiado de lugar luego de ver fotos increíbles y al llegar me doy cuenta de que no pasa nada, pero la ansiedad me llevó ahí”, cuenta Silva.

Todas las fotos que se presentan en plataformas como Instagram o Facebook se basan en pequeñas mentiras. La vida que se muestra en ellas realmente no existe; son pequeños fragmentos seleccionados de grandes sucesos presentados como si fueran actividades cotidianas.

El sitio web The Huffington Post asegura que tratar de evaluar las experiencias de otras personas que se siguen en Instagram por medio de sus fotografías es como tratar de navegar con binoculares que solo muestran las cimas de las montañas. Por lo tanto, quienes sufren de ansiedad por FOMO deben siempre recordar que las imágenes no muestran toda la realidad.

Los estudios existentes demuestran que las personas que más sufren de FOMO son las que más publican fotos o cambian su estado en Facebook u otras redes sociales.

“Yo era de mucho poner fotos en Instagram. Ya sea de los eventos a los que voy o de las cosas en que estoy. Antes lo hacía mucho más y ahora trato de subir una foto y no cinco”, dice Ras Silva, quien revela que ha debido aprender a manejar la ansiedad que las redes sociales le provocan con su psicólogo.

“Él me dice que busque lugares para relajarme y suelte el celular. La gran terapia que estoy realizando ahora es quedarme en la casa, tranquilo. Tengo prohibido mirar el celular o Instagram de 9 a 10, y que vea las noticias sin opinar por Twitter para poder calmar esa ansiedad. Anoche había un gran evento y, como trabajo interno, decidí quedarme en la casa”.

Otro que admite que sufre de ansiedad con Instagram o Twitter es el fotógrafo de moda y publicidad Tomás Eyzaguirre, quien se toma muy en serio la red social de fotografía, seleccionando las imágenes que sube como parte importante de su profesión.

Eyzaguirre cuenta que le causa un poco de angustia ver las cuentas de otros fotógrafos chilenos que han trabajado con modelos con las que él no ha tenido aún la posibilidad de hacerlo. Además, señala que “ver Instagram a veces es una adicción y he tenido que hacer esfuerzos para mantenerme alejado por un par de días”.

De acuerdo con Bárbara Ortúzar, el FOMO no se trata del miedo a tener una vida “menos entretenida que la de los demás”, sino a algo más profundo, a vivir en un futuro potencial y nunca en el presente.

“Como que no estuviéramos preparados para vivir en el presente, o hubiéramos ‘perdido’ esa posibilidad como producto del contexto global en el que nos encontramos. Contexto que paradojalmente hemos construido nosotros mismos. Es un gran círculo vicioso en el que estamos atrapados, ya que la culpa no es de las redes sociales ni de la tecnología, que pueden ser de muchísima utilidad, sino del uso y del sentido que nosotros mismos les hemos dado, asumiendo que nos van a resolver un problema que no tiene que ver con aquello”.

APRENDIENDO VIVIR CON JOMO

Así como los especialistas se apuraron en bautizar como FOMO a la ansiedad que produce el estar excluido de eventos que se reproducen por redes sociales, ya existe un término opuesto: JOMO o Joy of Missing Out, que significa “la alegría de perderse lo que está pasando” para aquellos momentos que no merecen ser reproducibles a través de una fotografía en Instagram, como quedarse descansando en casa sin más que el ánimo de leer un libro, ver televisión y dormir.

Para Ras Silva pasar de FOMO a JOMO no ha sido fácil, pero está trabajando día a día para que su ansiedad disminuya, lo cual lo lleva a disfrutar más cada momento. “Ahora estoy aprendiendo a salir, estar un rato y que no se transforme en ansiedad máxima querer estar hasta que se termine el evento. Ahora se trata de agarrar el instante que viviste para llevártelo de recuerdo”.

Todas las fotos que se presentan en plataformas como Instagram se basan en pequeñas mentiras. La vida que se muestra en ellas realmente no existe; son pequeños fragmentos seleccionados de grandes sucesos presentados como si fueran actividades cotidianas.

Fuente: El Universal

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