El mexicano y sus espacios

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Tal vez la época actual sea
más bien la del espacio

( Michel Foucault).

Todo empezó por una intriga, o más bien una queja que se convirtió en intriga: Ante la necesidad de encontrar un lugar en donde estacionarme, después de una hora y media de tráfico, el momento catártico fue el enfrentamiento con uno de estos famosos “viene viene” (personas que colman la acera de cubetas con cemento, conos o cualquier otro elemento para marcar “su propiedad”, fáciles de distinguir por su folclórico trapito rojo); luego de gritarle “¡te crees dueño de la calle!”, llegó el momento menos pensado: el pensamiento; es decir, la reflexión por la cual hago este ensayo; pues hay una irrevocable necesidad de propiedad en el hombre y específicamente una necesidad casi maníaca que tiene el mexicano de inventar sus propios espacios e inventarse en ellos.

Por lo tanto este ensayo tocará específicamente la configuración de los espacios en el mexicano, hablando de cuatro lugares con cierta pretensión o anhelo de propiedad: El taxi, la caseta, el uso de la calle como lugar de estacionamiento y el mercado.

Para tocar el tema de estos lugares inexistentes pero que paradójicamente se vuelven existentes en nuestra cosmovisión, voy a abordar la teoría de Michel Foucault propuesta en su conferencia: Espacios Otros

Foucault habla de los lugares desde la apológica obsesión que tiene el siglo XlX de crear historia, a lo que responde: “Tal vez la época actual sea más bien la del espacio. Estamos en la época de lo simultáneo, estamos en la época de la yuxtaposición, en la época de lo cercano y de lo lejano, del pie a pie, de lo disperso.” (Foucault 15). En esta conferencia, Foucault nos viene a mostrar que lo identitario no se encuentra en una unidad, hay que buscar en un más allá, hay que escarbar en los fragmentos, lo diluido lo que oscila entre el ser y el no ser, lo que muchas veces demuestra ser lo que no es y se niega en su definición, y lo que deja de ser un específico para multiplicarse.

Foucault habla de emplazamientos como el orden que rige los lugares en la modernidad, es decir, un lugar se define como tal por los distintos lugares que hay alrededor de él. “Vivimos dentro de un conjunto de relaciones que definen emplazamientos irreductibles unos a otros y en absoluto en superposición” (Foucault 18). En la conferencia, Foucault, demuestra mayor interés por los tipos de emplazamiento que tienen relación con todos, pero a la vez los contradicen; es decir las utopías y las heterotopías. Las utopías vendrían siendo estos “emplazamientos sin lugar real” que mantienen una relación analógica con los espacios reales. Las heterotopías, por otro lado, son espacios reales con función de contra-emplazamiento pues, funcionan como utopías que representan a todos los lugares.

En primer lugar se encuentra la manía o “abuso” como algunos le llaman de los “viene viene”.Situándonos en esta teoría, los lugares no-lugares de estacionamiento (como los llamaré a lo largo del ensayo) vendrían siendo utópicos, pues representan estacionamientos, es como una ficción que todos nos creemos y aunque refunfuñando la respetamos, pues la acera de dos carriles, se vuelve de un carril de circulación y otro de estacionamiento. Para hacer visible esta representación, los “viene viene”, utilizan objetos reales, pero que a la vez se vuelven heterotópicos, para simular los supuestos cajones de estacionamiento. En este mundo de representaciones: la cubeta con cemento, el cono anaranjado, el zapato roído por el tiempo, o cualquier otro objeto que estos ingeniosos sujetos utilizan para marcar la dimensión de sus espacios; deja de ser lo que era para convertirse en cualquier cosa limitante, de este modo estos objetos se vuelven todo y nada, son todo lo que el ingenio pueda imaginar para marcar territorio, pero a la vez nada en específico.

Si profundizamos más filosóficamente podemos ver estos lugares en relación al hombre; Gastón Bachelard en La poética del espacio habla de” La dialéctica de lo de dentro y lo defuera” y aborda la necesidad de limitar lo infinito, de territorializar lo interritorializable, pero sobre todo enuncia un converger ontológico en el que el ser se configura a partir de los espacios

El más acá y el más allá repiten sordamente la dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera todo se dibuja, incluso lo infinito. Se quiere fijar el ser y al fijarlo se quiere trascender todas las situaciones para dar una situación de todas las situaciones. Se enfrenta entonces el ser del hombre con el ser del mundo, como si se tocaran fácilmente las primitividades. Se hace pasar a la categoría de absoluto la dialéctica del aquí y del allá .Se da a esos pobres adverbios de lugar poderes de determinación ontológica mal vigilados. (Bachelard 186)

En segunda instancia los lugares-no lugares de estacionamiento son espacios ilimitados sometidos al límite, y reflejan una necesidad de dominio; el “viene viene” funge como el hombre que desea dominarse y en pos de él territorializarar aquello que legalmente no le pertenece pero convencionalmente (aunque nos cueste aceptarlo) le pertenece.

Los lugares no-lugares de estacionamiento maquinalmente se vuelven una convención implícita, territorialmente se posicionan entre huecos de lo legítimo; y análoga a esto cohabita una ley casi palpable pero que no está: la ley de la representación, donde los objetos y los no-objetos se trasmutan o se crean; y dentro de toda esta convención valdría la pena pensar ¿Qué pasa con el “viene viene” respecto a los lugares no-lugares de estacionamiento? O más bien ¿Cómo se define a través de estos? Sucede que el “viene viene” es llamado así a partir de su “espacio”; estos sujetos se convierten en “viene viene” en el momento en que llegan al desértico lugar que espera con ansia a ser habitado por ellos, colocan su cubeta con cemento que deja de serlo a partir de ese momento, y es precisamente al mismo tiempo que se activa todo este círculo de representación: El fragmento de calle deja de serlo para convertirse en estacionamiento y deja de ser lugar público para pertenecerle a quien lo ha habitado, de la misma manera que ese lugar habitado por este mismo hombre le da el nombre de “viene-viene”.

Relacionados a los lugares no-lugares de estacionamiento, se encuentran los puestos del mercado, que, pensándolos desde “la dialéctica de lo de fuera lo de dentro” están en el exterior, pero a la vez simulan interioridad con los pedazos de lona que funcionan como techo.

Viendo los mercados desde la teoría de Foucault, serían una heterotopía, pues en su heterogeneidad conforman un emplazamiento que representa todos los lugares, y hablando de emplazamiento, el mercado sería el campo semántico de todo lo mercantil, es decir lo comprado, lo utilizado por el hombre, en última estancia, el mercado representa la cultura en general; pues sería una reducción en donde tanta heterogeneidad se vuelve una totalidad.

También existen los mercados superpuestos, es decir los que están improvisados a la mitad de la calle, ya sea en el cofre o cajuela de algún coche, o en las ramas de los árboles, etc. Al igual que los lugares-no lugares de estacionamiento, el coche, árbol o lo que sea deja de ser objeto y se transforma en lugar habitable, una heterotopía de nuevo todo y nada en específico.

Si pensamos el mercado con respecto a nosotros como transeúntes, se crea esta sensación de que este espacio se nos impone. Uno va por la acera ya sea caminando o manejado, y de pronto parte de la acera esta habitada y contextualizada en una distinta manera que la habitual, además los mercados generalmente coinciden con un periodo de tiempo (Ej. “el mercadito de los martes”), esto propone un doble planteamiento; es un espacio que en determinado tiempo es parte de la acera, y en otro determinado tiempo es un desdoblamiento del mismo espacio, es una convención.

Las casetas también son heterotópicas, pero a diferencia del mercado o los lugares no- lugares de estacionamiento, estas se plantean desde un espacio físico. Para hablar de las casetas de los policías, antes me gustaría apelar al significado simbólico de la casa, abordado en el Diccionario de los símbolos de Jean Chevalier. “Cómo la ciudad y el templo, la casa está en el centro del mundo; es la imagen del universo.” (Chevalier 257). Al adquirir un significado que apela una totalidad, la caseta viene siendo una reducción de la casa, es decir una heterotopía; lo interesante es la entrada del sujeto aquí. Cuantas veces no hemos visto la decoración barroca que tienen las casetas de los policías, podemos encontrar desde: rosarios, pósters de alguna deidad ya sea religiosa o pornográfica, esculturas hechas de cajetillas de cigarros, comida, figuritas interesantes de los juguetitos que vienen el kinder sorpresa o en las cajas de cereal, etc. El caso es que existe esta necesidad de apropiar, de habitar, y ser habitados, de deja en los espacios una esencia individual y de este modo territorializar. Como dice Bachelard:

Una especie de atracción de imágenes concentra a éstas en torno de la casa. A través de todos los recuerdos de rodas las casas que nos han albergado, y allende todas las casas que soñamos habitar, ¿puede desprenderse una esencia íntima y concreta que sea una justificación del valor singular de todas nuestras imágenes de intimidad protegida? […] (Bachelard 27)

La caseta se vuelve una convención individual que apela a una doble función; por un lado es el espacio designado a la persona que tiene la función de cuidar una privada, pero por el otro, el cuidador crea una convención para sí en donde esta caseta también es su hogar, convención que resguarda una necesidad de protección, identidad y propiedad.

Con los taxis pasa casi igual que en las casetas, pues existe esa misma necesidad de apropiar y dejar la esencia (la música, el rosario, el olor peculiar, etc.), también el taxi es una heterotopía que cumple una doble función, acoger (pensándolo como hogar) y viajar, pues al ser vehículo se convierte en otra reducción de totalidad; el taxi es un lugar que te lleva a todos los lugares, al adquirir esa función se convierte en todos los lugares pero a la vez no es ninguno en particular.

En fin, el mexicano busca identificarse con su medio y una manera de hacerlo es a través de los espacios, pues una manera de saber a alguien, es a través de los objetos que posesiona y que a la vez lo posesionan. “Tal vez la época actual sea más bien la del espacio. Estamos en la época de lo simultáneo, estamos en la época de la yuxtaposición, en la época de lo cercano y de lo lejano, del pie a pie, de lo disperso.” (Foucault 15). Al tocar estos cuatro lugares como icono de la invención de espacios, o recreación de los mismos, no quiero decir que seamos seres errantes, en busca de un lugar, sino que valdría la pena ir más allá de lo convencional para pensar al mexicano, pues es en lo fragmentario, en la grieta de lo sólido, en las representaciones y en lo trasmutado donde éste construye, donde viene a construirse.

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Bibliografía
Bachelard, Gaston. La poética del espacio, Fondo de cultura económica, México, 1965.
Chevalier, Jean. Diccionario de símbolos, Herder, Barcelona, 1986.
Foucault, Michel. “Espacios otros”. Biblioteca digital. Architectura, Mouvemente

Continuite N°5. 1984. Traducción de Pablo Blitstein y Tadeo Lima. Publicado el abril de 2008. Consultado el 09 de Abril del 2011, desde:https://148.206.107.10/biblioteca_digital/estadistica.php?id_host=7&tipo=ARTICULO&id=1932&archivo=7-132-1932qmd.pdf&titulo=Espacios%20otros

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