Enlace Judío México |DANIEL PIPES
He aquí una serie de consejos para los miembros del Congreso de Estados Unidos a quienes se ha sometido la aprobación de un ataque dirigido por Norteamérica contra el Gobierno sirio.
Comiencen su análisis estableciendo prioridades y aclarando qué es lo más importante para el país. La Administración Obama señala, correctamente, dos cuestiones urgentes: detener la carrera nuclear iraní y mantener la seguridad de Israel. A éstas añado una tercera: reestablecer la credibilidad de la capacidad disuasoria estadounidense, hundida por el propio Barack Obama.
Noten que, llamativamente, esta lista no menciona el arsenal químico del régimen sirio (el mayor del mundo) ni su reciente uso. Es porque palidecen, en horror y peligrosidad, si los comparamos con las armas nucleares que se están construyendo en Irán. Además, el ataque a Guta (Siria) del 21 de agosto fue terrible, pero no peor que matar a cien veces más civiles con otros medios, incluida la tortura. Además, dicho ataque violó numerosas convenciones internacionales, pero seguro que nadie espera que los “ataques limitados” frenen a dictadores desesperados.
Entonces, ¿cuál es la mejor forma de abordar las prioridades relativas a Irán, Israel y la capacidad disuasoria estadounidense? Hay varias opciones, entre ellas, y de más a menos violenta:
1. Derribar el régimen de Asad. Esta posibilidad, atractiva en sí misma, especialmente porque elimina al aliado número uno de Teherán e interrumpe líneas de suministro de Hezbolá, destapa la caja de los truenos: anarquía en Siria, intervención extranjera por parte de los vecinos, posibilidad de que islamistas vinculados a Al Qaeda tomen el relevo en Damasco, hostilidades contra Israel en los hasta ahora tranquilos Altos del Golán y dispersión del arsenal químico del régimen entre organizaciones terroristas. Derrocar a Bashar al Asad amenaza con ser como la eliminación de los veteranos dictadores de Irak y Libia (en 2003 y 2011, respectivamente), que condujo a años, incluso décadas, de inestabilidad y violencia. Peor aún, este resultado podría revivir la por otra parte moribunda carrera de Recep Tayyip Erdogan, el matón de Turquía, actualmente abrumado por los pasos en falso que ha dado.
2. Escarmentar al régimen sin derribarlo. Es la estrategia que propone la Administración Obama. Esta posibilidad nos lleva también a lo desconocido: hay pruebas de que al régimen de Asad no le preocupa el castigo que vaya a aplicar Estados Unidos, sino que ya está planeando emplear armas químicas de nuevo, puede que contra civiles, al igual que proyecta hacer Teherán contra objetivos norteamericanos. Además, como he señalado, un ataque limitado puede conducir a “violencia contra Israel, a una activación de células dormidas en países occidentales o a una mayor dependencia siria de Teherán. Sobrevivir a los ataques también le permitiría a Asad alardear de haber derrotado a Estados Unidos”. Este paso arriesga tanto como derrocar a Asad sin las ventajas de librarse de él, lo que la convierte en la peor de estas tres opciones.
3. No hacer nada. Esta posibilidad tiene varios inconvenientes: permite que Bashar al Asad salga impune de su ataque con armas químicas, erosiona la credibilidad de Obama después de que declarara que el uso de armamento químico era una “línea roja” y refuerza a los extremistas iraníes. Pero posee las aún mayores ventajas de 1) no avivar más un escenario de guerra ya de por sí inflamable, 2) mantener la situación de punto muerto, estratégicamente beneficiosa, entre el régimen y los rebeldes, y -lo que es más importante- 3) no distraer a Washington del país verdaderamente importante: Irán.
Según todos los indicios, los mulás de Teherán están cada vez más cerca de alcanzar el punto en el que puedan ordenar a voluntad la fabricación de bombas atómicas y tenerlas listas para usar. A diferencia del uso de armas químicas contra civiles sirios, esta posibilidad es una cuestión que incumbe de la forma más personal y vital a los norteamericanos, porque podría conducir a un ataque con pulsos electromagnéticos contra su sistema eléctrico, lo que los llevaría de vuelta, de golpe, a una economía del siglo XIX y, probablemente, también provocaría un par de centenares de millones de víctimas.
Tal perspectiva hace que, para el Congreso, los métodos que emplean los sirios para matarse entre sí sean una cuestión decididamente menos esencial que los planes iraníes para someter a Estados Unidos. En este sentido, nótese que Barack Obama ha imitado a su colega Bill Clinton en su disposición a emplear la fuerza precisamente cuando los intereses norteamericanos no están en juego de forma vital: Somalia, Bosnia, Kosovo, Haiti, Libia y, ahora, Siria. ¿De verdad es necesario discutir que las tropas estadounidenses deben ser desplegadas sólo para defender a su país?
Mientras el ministro de Exteriores saudí y la Liga Árabe exigen, arrogantes, que “la comunidad internacional” cumpla con su deber y detenga la sangría siria, este norteamericano sugiere que los musulmanes suníes que desean proteger a los suyos en Siria lo hagan con sus abundantes petrodólares y sus grandes ejércitos.
Así, recomiendo que el Congreso rechace el espectáculo secundario propuesto por la Administración y, en su lugar, apruebe una resolución en la que respalde y anime a emplear la fuerza contra las infraestructuras nucleares iraníes.
Fuente:libertaddigital.com
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