ESTHER CHARABATI
Enlace Judío México | En esta nueva época en que hombres y mujeres buscan su lugar, las acusaciones son múltiples: “Son muy complicadas” “No saben lo que quieren” y, la favorita de las mujeres: “No se comprometen”. Desde hace por lo menos una década, a medida que van surgiendo estudios sobre las masculinidades, son más los autores que reivindican la postura de los hombres: afirman que el concepto “compromiso”, además de ser percibido en forma diferente por hombres y mujeres, se refiere a una conexión emocional. Y los varones no han sido educados para identificar y analizar sus sentimientos y emociones, sino para ignorarlos. Para ellos la comunicación se da más a través de los hechos que de las palabras y promesas.
Lo cierto es que la educación sentimental ha sido bastante pobre para ambos géneros y que son pocos los privilegiados que pueden expresar claramente que sienten celos, envidia o angustia. Sin embargo, algunas actitudes nos indican que la consigna para los hombres ha sido aguantarse, dejar pasar, ignorar. Por ello —y sólo por ello— es raro escucharlos diciendo “Tengo miedo”. De hecho, las mujeres queremos que ignoren sus temores —si es que los tienen— y que actúen como protectores. Su pregunta no es “¿cómo me siento?” sino “¿cómo se supone que debo sentirme?”
Los queremos sensibles y fuertes, compañeros y proveedores. Y luego los acusamos de incongruencia. Y quizá éste sea el reto para ambos: conectar el audio y el video, hacerse cargo de sus elecciones. Si de pronto descubro que el otro no es lo que yo necesito, puedo culparlo por no cumplir con mis expectativas ¿pero quién puede satisfacer las expectativas ajenas? pero también puedo preguntarme por qué lo elegí y responsabilizarme de mi elección, más allá del rumbo que decida tomar.
Las relaciones, como los individuos, se transforman, y no podemos detenerlas en una sola expresión. Lo que ayer era, hoy ya no es. ¿Cómo quiero enfrentarlo?
El problema es la ilusión de eternidad que muchos retenemos tercamente y nos hace pensar que si hoy soy feliz con una persona tengo la dicha garantizada a perpetuidad.
Que su admiración, fidelidad o alegría durarán para siempre. El cambio nos asusta, queremos congelar los estados, que las cosas sean para siempre. Y nunca lo son.
Es probable que los hombres están blindados culturalmente contra el compromiso sentimental, declara Sergio Sinay, al tiempo que se rebela contra la concepción femenina del compromiso: “El compromiso que muchas veces nos proponen o que se espera de nosotros no es el que nos devuelve a nuestro propio eje para crecer e integrarnos como personas, sino el simple cumplimiento de expectativas que no son nuestras y a las que se nos convoca, una vez más, como proveedores”
No podemos negarlo. A menudo lo que las mujeres pedimos bajo el seudónimo de “compromiso” es que se cumplan nuestros deseos. Pero también es cierto que muchas veces nos sentimos impotentes ante la fractura manifiesta entre los sentimientos y los actos de los hombres. Y no sabemos cuál de los dos idiomas escuchar. Cada uno responde desde su propia educación… y no queda más opción que seguir tendiendo puentes.
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