REBECA CIMET PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Hace unos días, tratando de distraerme del tráfico caótico que nos amenaza cada vez que salimos en coche, escuchaba en la radio un segmento.
Inicia con una frase extemporánea, en desuso, que siempre capta mi atención, en esta ocasión fue: “La saqué de trabajar”. La frase aludía al hecho de que en los años 40’s/60’s los hombres, al casarse, sacaban de trabajar a sus novias.
Interesante revisar que las jóvenes solteras de la época, una vez terminada una carrera corta, empezábamos a trabajar para apoyar a la familia. Esta era una costumbre generalizada en familias de clase media y más aún en las clases bajas. La mayoría de las jóvenes soñaban con encontrar al príncipe azul que “las sacara de trabajar” casi como a la cenicienta y, de ahí en adelante serían felices con un marido proveedor que les cumpliera, junto con sus hijos, todas sus fantasías y necesidades.
Muchas veces el marido no acababa siendo tan buen proveedor y entonces la mujer debía seguir trabajando, además de ocuparse de las labores del hogar. ¿Recuerdan la canción de Cri Cri: La patita?….; en otras instancias proveía y la mujer no tenía “permiso” de trabajar, también había casos en las que los dos trabajaban pero no les digo lo poco que ganaba la mujer en comparación.
Recuerdo que en una ocasión en los años 90’s, ocupando un puesto administrativo en una escuela de la red, pedí un aumento de sueldo y la respuesta del presidente del patronato fue: ¿Qué, a tu marido no le va bien?
El deber de la mujer era cuidar/educar/limpiar… en fin, llevar una casa de manera eficiente, sin pretender ningún tipo de apoyo emocional aparte de económico. Cada uno tenía un rol específico y claro.
En mi caso mi esposo proveía y además me daba permiso de trabajar, siempre y cuando no interfiriera con mis deberes domésticos que estaban apoyados por una o dos personas que cumplían muchas de las necesidades del hogar. Me sentía privilegiada.
Cómo y cuánto han cambiado las cosas, ¿no creen? Las relaciones de pareja han dado un giro de casi 360º … porque en ciertos casos algunas parejas están como al principio… matrimonios logrados por shidaj (arreglo matrimonial sin un amor apasionado que los consuma).
Sin embargo considero que el factor “amor” ha cambiado radicalmente las relaciones. Nos casamos perdidamente enamorados y esperamos que el amor ayude a brincar todos los obstáculos que de manera imprevisible e irremediable nos van acosando a lo largo de nuestras vidas. La interacción cotidiana, la llegada de los hijos, las relaciones familiares, las amistades, el incalculable factor económico que pesa de un lado y de otro… todo eso lo resolveremos si estamos enamorados. Nos vendieron la fórmula: si te enamoras y logras casarte con la persona ideal, serás feliz para siempre.
Nadie, nunca nos explicó la importancia de acumular herramientas para resolver problemas, para brincar los obstáculos, para escoger justamente una persona que nos complemente o cuando menos nos haga sentir más fuertes. El paso de los acontecimientos, de los cambios nos lleva a sentirnos extraños con nuestra pareja, a sentirnos debilitados en vez de fortalecidos y eso nos lleva a sentir que escogimos mal y que seguro por ahí debe haber “otra persona” con la que nuestros problemas serán menos… Queremos ser independientes, no depender de “ellos” ni de “ellas”, yo puedo solo/a… no quiero causarle problemas a mis hijos, por lo que sería mejor no tener una pareja o tenerla pero sin el compromiso del casamiento y por supuesto sin hijos para que no sufran, entre el mundo incierto en el que vivimos, y lo frágiles de las relaciones, de los compromisos, las múltiples opciones… el tener lo que quiero vs querer lo que tengo.
Ahora tenemos posibilidades que no se imaginaban hace 20 años: parejas en las que ambos trabajan, en las que el hombre trabaja, en las que la mujer trabaja, padres y madres divorciados que comparten a sus hijos, padres y madres divorciados que se quedan con los hijos, madres y padres solteras, parejas de madres con hijos, parejas de padres con hijos, parejas sin hijos, hombres y mujeres solteros, todas posibilidades maravillosas que tienen más claridad de lo que sí se puede a diferencia de lo que no.
El término “sacarte de trabajar” suena prehistórico, el ingreso doble es casi una necesidad, en ciertos casos para sobrevivir, en otros para tener más… porque siempre queremos más, porque nunca alcanza para todo lo que el mundo del consumo nos ofrece
Yo me pregunto, qué ha pasado con el sentimiento de construir un núcleo diferente, con el cariño necesario para que ayude a sobreponer los sinsabores de la vida, los momentos de frustración y tristeza; los de grandes alegrías que no saben igual si no son compartidos, en donde un rato a solas con la pareja en medio del caos de las manifestaciones, las inundaciones, las finanzas, los impuestos, hacen toda la diferencia, son energía para seguir, para pensar que lo vamos a lograr en contra de todo lo que allá afuera no podemos cambiar.
Uno fantaseaba con crear en el círculo familiar, la posibilidad de que solo por el hecho de estar juntos en un espacio propio, hermoso porque lo logramos juntos, puede suceder.
Estoy segura de que muchos de nosotros perseguimos eso y también que en momentos claves en nuestras vidas lo hemos logrado…. Y eso, sin sacarte de trabajar.
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