SERGIO OCTAVIO CONTRERAS / Enlace Judío México
En México durante los últimos días las redes sociales (en especial Facebook y Twitter) han sido escenario teatral de un drama que parece cada vez más común: la expansión de odios en contra de personajes públicos, políticos, comentaristas, académicos, deportistas, y todo aquel con quien se difiera conceptualmente.
Los “linchamientos” en línea alcanzaron en días pasados a Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze, Carmen Aristegui o Ricardo Alemán entre otros, tan sólo por haber opinado sobre un determinado tema. Como empíricamente se ha demostrado, el teatro de insultos y mentiras en internet no sólo puede ser alimentado quienes están en contra de alguien, sino también por la comunidad de bots, que al menos en México su germinación se debe en parte a las estrategias de manipulación del poder político.
Este fenómeno en las redes parece ser un rasgo del deterioro moral humano. Afirmo lo anterior a partir de un reciente estudio realizado por Rui Fan, Jichang Zhao, Yan Chen y Ke Xu de la Universidad de Beihang[1], y publicado a principios de septiembre, donde a través de una investigación empírica demostraron que el sentimiento que más se expande en las redes sociales es el odio. En los últimos días el odio (como resultado multifactorial) opacó el discurso racional a fin de imponerse a terceros.
Un ejemplo es Héctor Aguilar Camín, quien declaró en últimas fechas su postura a favor de la legalización de las drogas, así como de otros temas políticos como la reforma educativa. Una marea de opiniones negativas en su contra se generó en las redes sociales, desde insultos como “idiota” o “mediocre”, mentadas de madre, ataques a su origen familiar y calificativos de corrupto por haber recibido supuestamente sobornos, han sido algunos de los comentarios que han invadido internet.
Sin duda es claro que por estar en contra de la opinión de alguien, de su ideología e incluso de su apariencia, los sentimientos se desbordan hasta la intolerancia, es decir, hasta la falta de auto regulación para poder tolerar al otro. En la red es frecuente la ausencia de diques internos que permitan frenar todo tipo de comentarios irracionales y terminan por lo general en actitudes irrespetuosas contra quien piensa distinto.
Otra víctima de la intolerancia ha sido el historiador Enrique Krauze quien recientemente publicó un texto sobre la situación del nacionalismo mexicano, lo cual provocó una serie de enfrentamientos en Twitter con John Mill Ackerman, en tanto una gran cantidad de internautas y bots lo han acusado de difamador, “chayotero” del poder político, farsante, autoritario, decadente, inmoral, “porro del imperio estadounidense”, “traumado”, narcoteleviso, vividor del sistema y de ser la versión masculina de Denise Dresser, entre otros comentarios.
Situación similar le pasó a Carmen Aristegui a partir de la cobertura que su noticiario ha dado a las reformas hacendaria, energética y educativa, donde grupos de cibernautas han lanzado ataques contra su persona e incluso la han llamado comunista. Tal vez lo más visible en este momento es la guerra virtual que se desató a raíz de que Aristegui difundió una noticia publicada por la revista Proceso donde se acusa a la conductora de Televisa, Laura Bozzo, de haber utilizado un helicóptero del gobierno del Estado de México como parte de su reality show para llevar ayuda a las víctimas de las inundaciones provocadas por la tormenta Manuel.
Aristegui fue llamada “mentirosa” por Laura Bozzo ante las pantallas televisivas en medio de los aplausos de los asistentes, mientras en las redes los internautas calificaron a la presentadora de programas sensacionalistas de lucrar con la miseria de los mexicanos, de ser bazofia, nefasta, inculta y una gran cantidad de adjetivos ante lo cual la conductora de origen peruano arremetió contra la comunidad internet a quienes llamó “asalariados”. Los ánimos llevaron a los cibernautas a posicionar en la red el trend topic #FueraLauraBozzoDeMexico.
La intolerancia genera odio, y el odio se expande a la velocidad de la luz en la red. El “postureo” y la irracionalidad en nada abonan a la construcción de civilidad y diálogo, de hecho son ingrediente que precisamente no permiten una discusión crítica y racional sobre lo público. En los últimos días los temas de interés social aparecen con mezclas propias del espectáculo, donde la intolerancia y la creencia de tener la razón en lo que se opina lo único que provoca es fanatizar las ideas por encima de los argumentos. No se ve en los anteriores ejemplos, un ejercicio racional por intentar comprender al otro, sino por intentar liquidar sus conceptos. Este tipo de enfrentamientos en red están más cerca de un estado natural, que de un estadio civilizado.
Fuente: Etcétera
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