MAX BERY PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Desde cualquier perspectiva, es un objeto de fascinación cuya historia tiene todos los ingredientes de un buen drama: la hija de unos pobres judíos religiosos alcanzando el pináculo del poder en un país que tradicionalmente desdeña tanto a los judíos como a las mujeres. Eso fue Ana Pauker, la” Gran Matrona Roja” del bloque soviético y la estrella en el cielo de la Rumania comunista.
Fue oficialmente la Primer Ministro de Asuntos Exteriores de Rumania de 1947 a 1952, la primera mujer en el mundo moderno en tener este puesto. Pero se convirtió además en la cabeza no oficial del Partido Comunista Rumano, inmediatamente después de la Guerra, y la leader tras bambalinas durante muchos años más. Siempre mencionada en la larga lista de las destacadas mujeres revolucionarias Pauker, a la diferencia de Rosa Luxemburg o de la Pasionaria Ibarruri, llegó a la cima: la primera y última mujer en lograrlo en el mundo comunista. Pero desacreditada por su stalinismo a ultranza, es hoy día prácticamente desconocida fuera de Rumania. Pocos políticos de izquierda parecen saber de ella, y las más ardientes representantes del feminismo ni idea tienen de quién fue.
A su vez Pauker está muy ausente de la historiografía judía. Esto es sin duda la consecuencia de la vista convencional en considerar a los judíos comunistas como ” no judíos”, que abandonaron a su pueblo en aras del universalismo revolucionario. En efecto, los historiadores judíos la desprecian y, como dijo David Ben Gurión en 1949: “Esta hija de un rabino judío que vive actualmente en Israel, hace todo lo posible para destruir la comunidad judía de su país. Según ella, cualquier judío es un fascista. Quisiera traer la hambruna a Israel para eliminar el deseo de los judíos en establecerse en nuestro país”.
Los pormenores sobre la juventud de Pauker son poco conocidos. No escribió sus memorias. Afortunadamente los archivos del Komintern, en Moscú llenan varios huecos de su biografía. Nació el 13 de diciembre de 1893 como Ana Rabinsohn en Codaesti, un pueblo predominantemente judío de Moldavia, pero paso toda su juventud en Bucarest. Sus padres emigraron a la capital al final del siglo 19, como muchos judíos, convirtiéndola en la comunidad más importante del país, con más de 43,000 almas, ashkenazis en su gran mayoría, que disponían de 28 sinagogas. La familia Rabinsohn padeció muchas dificultades económicas. El padre ultra religioso, se dedicó a varias actividades comunitarias como maestro, cantor y hasta matarife.
Ana estuvo muy apegada a su abuelo paterno, un rabino con “cultura, inteligencia y humanismo” que le enseñó a leer y escribir e inculcarle temas judaicos. Después logró mandarla a la escuela primaria de la comunidad judía, en donde terminó los 4 años de primaria a la cabeza de su clase. Habiendo pasado con éxito las pruebas de religión hebrea y judía, fue nombrada maestra del primer grado en 1910-1911. Más adelante siguió los cursos del jeder en hebreo para muchachos, una excepción notable, ya que a las mujeres se les otorgaba una educación religiosa más limitada en yiddish y ruso( en este imperio), esto con fines estrictamente utilitarios. Lo que impidió Ana seguir con sus estudios fue su pobreza y además la opresión rumana hacia los judíos.
En 1893 el Gobierno prohibió a los niños judíos atender las escuelas públicas que eran gratuitas. También determinó que los “extranjeros” (judíos) podían entrar en escuelas profesionales únicamente mediante pagos exorbitantes y sin posibilidad de conseguir becas, y su número no podía exceder la quinta parte de la población estudiantil. Cinco años después se excluyó a los judíos de todas las escuelas secundarias y universidades.
En la escalada antisemita, en 1878 en el Congreso de Berlín, que oficializó la creación de una Rumanía independiente, el Gobierno rumano rechazo la presión occidental de naturalizar a sus judíos, arguyendo que únicamente le podían conseguir en casos muy especiales. Para 1912 fueron solamente 1000 personas que obtuvieron la nacionalidad rumana, de una comunidad global de 240,000 judíos.
Irónicamente, esta nación nunca había sido conocida como intolerante o violenta contra las minorías étnicas como la judía. Bajo el mando de varios príncipes habían vivido en paz y gozando de todas las libertades, hasta principios del siglo XIX. Pero a partir del siglo XVIII la iglesia hizo resurgir la leyenda del crimen ritual y provocó un pogromo en Bucarest en 1801, causando la muerte de 128 judíos. Esto llevo al nacimiento de un sentimiento antijudío, a la vez que el nacionalismo y varios problemas socioeconómicos reforzaron esta tendencia.
El nacionalismo rumano era conectado con un hecho central: estaba formado por países que aportaron cada uno distintas leyes propias. Las familias campesinas más prominentes (los boyardos) eran en su mayoría de extracción griega, ya que tomaron el lugar de los nobles Rumanos. Los turcos invadieron y ocuparon el país, los húngaros estaban vistos como opresores en Transilvania, los rusos como ocupantes de tierras rumanas, los griegos y los judíos se consideraban como portadores de todos los defectos morales de los extranjeros.
La hostilidad hacía los judíos afectó a Ana Rabinsohn, a raíz de los disturbios en Bucarest en 1906, cuando apenas tenía 12 años. Desde este momento se negó a hablar el Yiddish en la casa y esta experiencia traumática le engendró un odio hacía el judaísmo, una característica de la mayoría de los judíos atraídos por el radicalismo y la asimilación.
Esta situación fue facilitada por el hecho que a las mujeres les estaba prohibido estudiar los textos sagrados cosa únicamente permitida a los hombres. Gracias a esta limitación educacional tenían más opción de integrarse en los estudios seculares y por lo tanto más expuestas en impregnarse con la cultura del mundo exterior. Como no existía ningún movimiento reformista en Europa Oriental, los judíos eran ortodoxos o se asimilaban fuera del mundo tradicional judío, pero no existía situación intermedia. Muchas mujeres de Europa Oriental escogieron este último camino y desde luego Rabinsohn fue una de ellas.
Entre 1894 y 1914 una cantidad cada vez mayor de jóvenes judíos se dieron cuenta que el único judío bueno era el asimilado y por lo tanto era necesaria la desaparición del judío en la sociedad europea. Varios teóricos, como Kaustky estimaban que los judíos ya no tenían lugar en el futuro mundo socialista, que no formaban una nación en el sentido moderno, ya que no tenían ningún territorio, que hablaban un no-idioma, y que más bien eran parte de una casta. Por lo tanto, iban a desaparecer con la total emancipación que el socialismo indudablemente iba a traer.
Aunque integrada en este movimiento, Ana, que se denigraba como judía, no dejó de simpatizar con el ambiente judío por un tiempo considerable. Además de dar clases de hebreo, en 1918 tomó parte de un movimiento de defensa contra los pogromos. En 1920, atrincherada en el movimiento comunista siguió asociándose con intelectuales judíos.Esta dicotomía persistió hasta que encontró su futuro marido, Marcel Pauker, totalmente asimilado.
continuará……
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