MOISÉS NAÍM
Enlace Judío México | Esta es la época del año en la cual las aves que viven en el norte migran al sur y los banqueros de todas partes vuelan a Washington. Son los días de la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Ministros de Finanzas y presidentes de bancos centrales de un sinnúmero de países se instalan en Washington para hablar con sus colegas, con los directivos del FMI y del BM y con los banqueros del sector privado.
Para quienes creen que lo que pasa en el mundo se debe a las conspiraciones y maniobras de los ricos y poderosos, este encuentro es una fuente inagotable de especulaciones. Los banqueros que causaron la crisis económica mundial y que, en vez de pagar las consecuencias, se enriquecieron aún más, se reúnen para celebrar sus logros, acordar nuevas estrategias para seguir incrementando sus fortunas y cooptar a los ministros, que en vez de servir al público les sirven a ellos. Esta es la percepción de muchos. Y como todas las teorías conspirativas, se basa tanto en fantasías y exageraciones como en realidades incuestionables. No hay duda, por ejemplo, de que los banqueros gozan de desproporcionada influencia, que sus conductas contribuyeron a la catástrofe económica y que, en general, sus errores no les han costado tanto como al resto de la sociedad, que sigue sufriendo los efectos de sus desmanes.
Todo esto es cierto. Pero también es cierto que no todos los banqueros salieron ilesos de la crisis, que los Gobiernos y la sociedad han impuesto nuevas restricciones a los bancos y que en el sector financiero hay una feroz competencia. A JPMorgan, por ejemplo, le van a costar cerca de 11.000 millones de dólares las gigantescas multas que le ha impuesto el Gobierno estadounidense. Más aún, los bancos se enfrentan a un ambiente mundial lleno de riesgos, donde un error de cálculo acarrea inmensas pérdidas. Solo un ejemplo: según el FMI, si las tasas de interés a largo plazo subieran tan solo un 1%, los tenedores de bonos sufrirían pérdidas de 2,3 billones de dólares.
De hecho, una de las motivaciones del peregrinaje anual de los banqueros a Washington es obtener información que les ayude a calibrar los riesgos que afrontan. Este año, los temas que preocupan a los banqueros son muy diferentes a los que dominaron las citas precedentes. Antes, el mayor temor era la posible implosión económica de Europa; ahora es la disfuncionalidad política de Estados Unidos. Seguramente, se va a evitar el caos financiero mundial que se generaría si el Congreso de EEUU no aprueba el aumento de la deuda del Gobierno. Pero el miedo a que la economía más importante e interconectada del mundo sufra periódicos accidentes en su gobernanza que le impidan funcionar normalmente ha quedado marcado en las mentes de los banqueros. Otro motivo de inquietud en años anteriores era la falta de crecimiento económico en las economías desarrolladas. Ahora lo es la inminente desaceleración de los países emergentes. Del año 2000 a hoy, estos países (China, India, Brasil, Indonesia, Turquía, etcétera) crecieron en promedio al 6% anual, mientras que EEUU lo hacía al 2%. Ahora la economía del 80% de los países emergentes está creciendo más lentamente. Les vienen años de vacas flacas.
Esta desaceleración inevitablemente tendrá consecuencias sociales y políticas. Es posible que arrecien las protestas callejeras que han sorprendido a Gobiernos y políticos de diversos países, y que también se extiendan a otras naciones que todavía no las han padecido. Esto preocupa a los banqueros. Las revueltas, sus causas, sus secuelas y las respuestas que deben dar los Gobiernos en términos de mejoras económicas y reformas políticas aparecen en casi todas las conversaciones, lo cual es otra novedad.
Finalmente, una cuestión que surge cada vez con más frecuencia es la desigualdad. En los círculos financieros hay más conciencia de que la inequidad económica, la exclusión social y otros tipos de injusticia ya no pueden ser tolerados o encubiertos como en el pasado. Los banqueros no tienen soluciones para esto. Pero es muy llamativo que en las reuniones donde la principal preocupación es cómo hacer más dinero, ahora aparezca de manera recurrente la preocupación de cómo hacer para que la inequidad no se convierta en una fuente de inestabilidad.
No importa si esta preocupación se debe a que hay más conciencia social entre los banqueros o a su miedo a que los estallidos sociales perjudiquen sus negocios. Lo interesante es que un tema que antes no formaba parte de estas conversaciones ahora es omnipresente.
Fuente:el país.com
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