Raíces: “manojo de imágenes rotas”: T. S. Eliot

MARGIE HABER MUSTRI PARA ENLACE JUDÍO

¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas
se extienden en estos pétreos escombros?
Hijo de hombre no lo puedes decir, ni adivinar,
pues sólo conoces un manojo de imágenes rotas.

T.S. Eliot Tierra baldía

Y luego, un puro devenir sin medida,
verdadero devenir-loco
que no se detiene jamás[…]

Gilles Deleuze Lógica del sentido

Thomas Stearns Eliot, conocido como T. S. Eliot nació en St. Louis, Missouri el 26 de septiembre de 1888 y murió en Londres el 4 de enero de 1965. Fue un poeta, dramaturgo y crítico anglo-estadounidense, se ha convertido en una de las cumbres de la poesía en lengua inglesa del siglo XX. En 1948 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura.

En 1920 publicó Poesías y la colección de ensayos críticos El bosque sagrado, en cuanto a contexto histórico, la década de los 20 fue muy fructífera para la literatura. En 1922 se creó el Ulises de James Joyce, Elegías del Duino de R. M. Rilke (publicadas un año más tarde), Tractatus logico-philosophicus de Ludwig Wittgenstein, Trilce de César Vallejo, parte importante de En busca del tiempo perdido de Proust, etc. También en esta década aparece el poema que hizo a Eliot mundialmente célebre: La tierra baldía (The Waste Land), en cuyo diseño final había intervenido su amigo Ezra Pound.

Así como las grandes creaciones literarias, la época en la que se gestó Tierra baldía fue una época de gran crisis a nivel político-social. (En 1914 fue la primera Guerra Mundial, en 1936 la Guerra Civil Española, y en 1939 la segunda Guerra Mundial) y también de graves dificultades personales para Eliot debido a los problemas nerviosos que aquejaban a su mujer y a él mismo.

Bastantes cosas se han dicho sobre Tomas Stearns Eliot; el Eliot de su historia, el Eliot de la historia, el Eliot de su vida, el real, el ficcional, el de su literatura, etc. Hay quienes dicen que habría que separar siempre la vida de un autor de su obra; otros dicen que éstas son equivalentes. Sin embargo, yo pienso que hay autores como Eliot, los cuales su literatura, sus tiempos y su vida se vuelven tan compenetrantes que habría que estudiarlos por completo, pero no para atar cabos, encontrar orígenes o estructuras; pues es ese intento de completar algo, intento que se hará fallido. En Eliot, se volverá múltiple lo que se pretendía unitario, incompleto y desraizado lo que alguna vez pretendió tener un origen o inclusive un fin. Eliot es su vida, sus tiempos y su literatura, es todos esos Eliot, o tal vez un fragmento, un vestigio o varios de ellos.

En este ensayo quisiera hablar de dos caras de Eliot que provienen de la misma, o más bien, una de las grandes paradojas que precisamente lo constituyen como uno de los grandes y representativos autores, un parte aguas importante en la historia. Por un lado está el Eliot del fragmento, el des-enraizado autor que escribe en una estética de des estructura de incompletudes, como si el sentido último de las cosas estuviera roto; pero por otro lado, este mismo autor es quien en cierta época, en cierta estructura de la historia viene a representar. Y es aquí donde surge mi primera pregunta ¿Qué es representar?

Indagando por la Real academia española, me encontré con algunas referencias interesantes de la palabra “Representar”, de las cuales sólo quisiera traer a colación tres. La primera es: “Hacer presente algo con palabras o figuras que la imaginación retiene.”. La segunda: “Sustituir a alguien o hacer sus veces, desempeñar su función o la de una entidad, empresa, etc.”. Y la tercera: “Ser imagen o símbolo de algo, o imitarlo perfectamente.”. (https://lema.rae.es/drae/srv/search?id=JNvJ49UPIDXX2LxWIOJM).

Si nos damos cuenta, en las tres definiciones impera una gran paradoja que recae en una dualidad: digo algo a través de otro que no es ese algo pero que lo recuerda, lo simboliza, lo hace presente, lo sustituye. Derrida dice “La «huella es el movimiento, el proceso, en verdad la experiencia que a la vez tiende, y fracasa, a hacer la economía de lo otro en lo mismo” (Derrida). Es precisamente esta dualidad la que se va a estar asemejando y difiriendo a la vez; derridianamente, una representación sería una economía de lo otro en lo mismo, un momentáneo olvido de la condición de otro en tanto otro, como si estuviera prestando esta condición para representar lo mismo; como si estuviera tendiendo a ser lo otro y fracasando en cuanto llega de nuevo la diferencia. Es aquí donde se desprende otro concepto que va de la mano con la cuestión de representar; es decir el “simulacro” de Gilles Deleuze y Félix Guattari.

El simulacro es precisamente la falla de lo idéntico, es un intento de reproducción de una copia exacta que falla y se vuelve simulacro. En Deleuze y Guattari no existe un origen sino una multiplicidad de simulacros que niegan el mismo. Volviendo a las dualidades que se conforman contraponiéndose o difiriendo, quisiera adentrarme en Rizoma desde La lógica del sentido del mismo Deleuze, pues aquí se plantea un movimiento en devenir, un devenir que implica ser otro sin dejar de ser el mismo, ladear entre dos materias cuerpos o incluso entre los tiempos para negar el mismo.

Deleuze, a lo largo de sus escritos nos viene a enseñar que ante la inestabilidad del ser, permea una inestabilidad del tiempo que implica un eterno movimiento, un ser y habitar todos los tiempos en tanto que es ser; o más bien siendo. El devenir es un “tirar en los dos sentidos a la vez” (Deleuze 27). Al ser y habitar todos los tiempos, de alguna manera se vuelve un “esquivar el presente” (Deleuze 27), sin embargo, paradójicamente en este “esquivar el tiempo presente” es donde se encuentra el presente contenido en los otros dos tiempos (pasado y futuro), o incluso todos los tiempos contenidos en uno que estamos viviendo simultáneamente.

El devenir está conjugado en un eterno infinitivo, pues implica un movimiento que recae en la paradoja; el estar siendo en el no ser y a la vez estar dejando de ser en el mismo ser, paradoja tan inconmensurable como la misma dualidad de vida y muerte; como dice Blanchot en El espacio literario “[…] engendramos nuestra muerte, o bien damos a luz al niño muerto al nacer de nuestra muerte […]” (Blanchot 116).

Volviendo a Rizoma, la simultaneidad implica una pérdida del origen y del final “El rizoma es una anti genealogía” (Deleuze y Guattari 39). El rizoma es la multiplicidad de raíces, por lo tanto la misma negación de un sólo origen. En este escrito hay una fractura de la identidad y el concepto de representación; como el rizoma ha abolido el origen, ante la ausencia de un original, hay ausencia de copias, por lo tanto hay simulacros; mismos que implican ya un fracaso de la representación.

A pesar de que se habla de una eliminación del modelo original, el devenir en tanto que es simulacro entraña a la vez el modelo y la copia, pues ladea entre el reflejo de algo que no es, y es en tanto la diferencia del que no es; tal como la imagen de un espejo frente a otro. “El puro devenir, lo limitado, es la materia del simulacro en tanto que esquiva la acción de la idea, en tanto que impugna a la vez el modelo y la copia” (Deleuze 28). Pues siempre en un simulacro hay un rastro de origen disuelto, y esto radica en la diferencia que le impide ser idéntico.

Y yo me pregunto ¿Qué papel juega la historia aquí? ¿Cómo hacer historia cuando a lo largo del tiempo ésta se ha estado planteando como un segmento en el sentido de que tiene un origen y va sucediendo en una cronología recta? ¿Cómo entender la historia en devenir?

La historia tiene que ver con el acontecimiento; Deleuze propone pensar éste históricamente; pues en este puro devenir el acontecimiento está aconteciendo tal como el constante verdear de la planta. Hay que plantearnos una historia conjugada en eterno infinitivo donde el acontecimiento se disuelve en su mismo sentido. El acontecimiento acontece en su estar aconteciendo.

Volviendo a Eliot, creo que podría haber una semejanza a la vez contraria entre Tierra Baldía y los conceptos antes mencionados, tales como simulacro, rizoma, devenir, huella, etc. Pues en Tierra Baldía hay una multiplicidad de orígenes que lo vuelven fragmentario, un montón de historias incompletas que comienzan ya fragmentadas pero que tienen dejos de origen y fin en esos fragmentos, como si alguna vez hubieran comenzado como si fueran a finalizar.

¿Cuáles son las raíces que prenden,
qué ramas se extienden en estos pétreos escombros?
Hijo de hombre no lo puedes decir, ni adivinar,
pues sólo conoces un manojo de imágenes rotas en las que el sol golpea,
y el árbol muerto no cobija, ni consuela el grillo
ni mana el agua de la piedra seca.
Sólo hay sombra bajo esta roca roja
(ven a la sombra de esta roca roja),
y te haré ver algo distinto, tantode tu sombra
siguiéndote a zancadas en la mañana
como de tu sombra alzándose a tu encuentro al atardecer;
te haré ver el miedo en un puñado de polvo. (Eliot 2003:11-13)

Este fragmento está diferido ya por sí sólo, y aunque en Eliot demos con lo roto (al menos en este poema), hay siempre una secuencia, una unidad, algo paradójicamente orgánico en el fragmento, una como secuencia, un movimiento en devenir de lo vivo y lo muerto de la función y la disfunción, el movimiento y el estancamiento.

Al inicio del fragmento, el yo poético de Eliot se pregunta por las raíces y en esa pregunta hay ya una referencia al resto, a lo muerto de un pasado, a los escombros: “¿Cuáles son las raíces que prenden, qué ramas se extienden en estos pétreos escombros?” como si el nacimiento u origen implicara ya una muerte del mismo; […] engendramos nuestra muerte, o bien damos a luz al niño muerto al nacer de nuestra muerte […]” (Blanchot 116). Las raíces son escombros, son muerte.

Más adelante, Eliot comienza a enumerar objetos junto con su muerte o su defunción: “el árbol muerto no cobija, ni consuela el grillo/ ni mana el agua de la piedra seca. Sólo/hay sombra bajo esta roca roja”; pero incluso en la secuencia que Eliot plantea, algo se rompe dentro de lo ya roto; primero aparece el árbol muerto con la no realización de su función (cobijar), luego el grillo con otra no realización (consolar), luego el agua que tiene una función (fluir), agua que también funge como una no función de la roca seca, y así va el objeto vivo siendo muerte de otro objeto vivo; y por último está lo que sí hay, lo que es vida y que paradójicamente es un vacío: “Sólo/ hay sombra bajo esta roca roja”, la sombra es quien precisamente viene a romper con el listado de ausencias pero que a su vez viene a ser el hueco el vestigio de presencia sin la presencia misma, la muerte que recuerda la vivacidad del cuerpo, la huella. Aquí yacen todo el tiempo los contrarios compenetrándose el nacimiento de la muerte, el origen sólo originado por el mismo fin, un simulacro de la vida, una muerte tan pendulante que va en devenir con la vida que palpita, y sobre la cual Eliot va a forjar estas raíces tan desenraizadas.

Volviendo al tema de representar ¿Qué estará representando? O ¿Cómo se estará inscribiendo Eliot en la historia? ¿De qué manera este mutilador de historias se vuelve un representante en la historia de todo un pueblo? ¿Qué historia es la que estará escribiendo y des-inscribiendo Eliot? ¿Qué pueblo y qué mundo es el que lo está leyendo? ¿Qué ficción dejó una verdad como huella mientras seguía siendo ficción?

Pura López Colmé, en un prólogo que hizo en un libro de ensayos escogidos de Eliot dice:

No creo incurrir en una exageración al decir que la poesía y la prosa de T. S. Eliot se leen y valoran hoy como nunca en vida del autor, sobre todo porque él mismo solía mantenerse en una suerte de anonimato respecto de su persona dentro de las estancias y cámaras profundas de su obra. […]. Al referirme al anonimato de Eliot, más bien lo hago tomando en cuenta su herencia del simbolismo: el destino de la obra es que Nadie la escriba. (López Colmé/ Eliot 2000: 7).

Si nos damos cuenta, en la realidad que se habla sobre la ficción de Eliot, ya hay un Eliot ficcionalizado, aquel ente tan flexible que es capaz de prestar su cuerpo, desaparecer o dejar de ser ese otro para ser todo, para ser lo mismo. El anonimato recae en el tan específico “Nadie”, escrito como nombre propio, pues ningún hombre es dueño de estos escritos, sin embargo todos en su individualidad. El “Nadie” es como el producto sin el productor, como la sombra de la roca sin roca, la sombra ya sola, el simulacro.

Y te haré ver algo distinto, tanto
de tu sombra siguiéndote a zancadas en la mañana
como de tu sombra alzándose a tu encuentro al atardecer;
te haré ver el miedo en un puñado de polvo. (Eliot 2003: 13)

De pronto hay un descubrimiento épico, casi profético, un develamiento que apenas se enuncia, la diferencia, la diferencia de un tú a quien Eliot se dirige para con su propia sombra, la sombra, la muerte diferida.

Es aquí donde recurro a otro concepto: “des-ocultamiento” de Martin Heidegger, concepto que conlleva una acción, de hecho un movimiento, pero sobre todo desemboca en una simultaneidad de ocultar y des-ocultar; hay un algo que se formula luego del objeto resquebrajado, quizá una mirada o un afecto pendulante del sensibilísimo ser que lo contempla, dentro de las fisuras del objeto hay tiempo, memoria y resistencia al olvido; el des-ocultamiento del objeto, es un retirarse para hacerse notar, un desaparecer apareciendo en pos del afecto que ha quedado en la memoria. Hans Gumbrecht, en su libro Producción de presencia: lo que el significado no puede transmitir, propone una lectura brillante a partir de Heidegger:

Heidegger sugiere que el Ser ‘más bien se retira en lugar de ofrecérsenos’, de suerte que ‘las cosas que aparecen’ en el despejarse del Ser ‘no tienen ya el carácter de objetos’ […] Estoy convencido de que este retirarse es parte del movimiento de ‘des-ocultamiento’ y ‘retirada’ que, como hemos visto, constituye el acontecer de la verdad, y que la parte de ‘des-ocultamiento’ contiene tanto el movimiento vertical de oscilación (de emergencia y su resultado: estar ahí) y el movimiento vertical de la ‘idea’ (como presentación de sí mismo, apariencia). (Gumbrecht 80).

En Eliot, el “des-ocultamiento” está precisamente en su propio “ocultamiento”, en el desvanecimiento de su cuerpo surge una multiplicidad de raíces rotas. Tras la muerte del hombre viene su ficción, ficción que será la ficción de un pueblo, pues tal vez en “un manojo de imágenes rotas” hubo cientos de mutilados que se imaginaron se narraron, o un pueblo que se fecundó en una tierra baldía, pueblo que formuló sus raíces en lo desencajado de las guerras, de las muertes, un pueblo o un mundo que pretende olvidar y vivir en el presente, pero que hace de su presente un simulacro de lo que fue y lo que será.

Ciudad Irreal,
Bajo la parda niebla de un amanecer de invierno,
Sobre el Puente de Londres fluía tal multitud,
Que jamás pensé que fueran tantos los que la muerte ha
quebrantado.
Exhalaban suspiros ocasionales y breves
Y cada hombre fijaba los ojos en sus pies.
Fluían colina arriba y bajaban por King William Street,
Hacia donde Saint Mary Woolnoth decía las horas
Con un sonido muerto al final de la novena campanada.
Allí vi a un conocido, y le detuve, llamándole:
‛¡Stetson!
‛¡Tú que estuviste conmigo en las naves en
Mylae!
‛¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
‛Ha comenzado a brotar? ¿Florecerá este año? (Eliot 2003:15)

Qué es una conmemoración, ceremonia, bandera o estatua, qué si no una muerte que aviva lo muerto, que le da muerte a lo vivo para que viva, para que sea para que tenga ficción y entonces realidad; qué es un símbolo sino lo que no es para ser en otro, como un espejo frente a otro, como sólo la sombra de lo que no es, el puro velo sobrepuesto sobre un vacío, velo que anticipa el momento de develar, de des-ocultar lo que sólo existe en su ausencia.

El rizoma en Eliot, al igual que la diferencia de Derrida, es igual sólo en su diferencia. “El rizoma es una anti genealogía” (Deleuze y Guattari 39), éste niega el origen, negación que paradójicamente se vuelve su origen, o su estar originando, originando y muriendo en devenir. El devenir es un ladeo, un eterno movimiento, como compulsión nerviosa con dejos de miedo, compulsión que no quiere encontrar su fin, que no quiere haber encontrado su origen, que retrocede tanto que se adelanta “te haré ver el miedo en un puñado de polvo” (Eliot 13).

Eliot trabaja con la vastedad, hay tantas raíces “Sobre el Puente de Londres fluía tal multitud”, pero éstas flotan sobre una nada de vértigo, sobre el propio miedo a no tener raíces, a alzar el manto y encontrarse con el vacío. En Tierra Baldía, la única secuencia, lo que vuelve orgánico el poema es lo roto, la colección de rupturas es lo que Eliot viene a recolectar, los escombros a los que hay que atar y atarnos, enraizarnos, inventarnos y nacer de la muerte, retoñar, resurgir con un pasado que se nos reconfigura de a gajos, se nos viene en simulacros, se nos vestigia, confronta, aparece camuflajeado en una diferencia atroz como de sombra, como de muerte naciente, muerte antecedida; en un futuro tan incierto, en visiones de algún Tiresias , de alguna ficción, de algún Eliot, de muchos de ellos, de todos, de Nadie.

El rizoma de Eliot es una multigenealogía, que comienza ya terminado, que va muriendo y naciendo de la muerte, que yace en el anonimato de individuos individuales, “Y cada hombre fijaba los ojos en sus pies./ Fluían” de su vacío, el de cada quien, el de Nadie, que se mueve por un miedo“ te haré ver el miedo en un puñado de polvo” que se representa sólo en su muerte, en su falta de representación, en el puro símbolo de una nación que se forma rompiéndose, y que sobre lo roto nace. “‛¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín, /‛Ha comenzado a brotar? ¿Florecerá este año?”

Bibliografía

Blanchot, Maurice. El espacio literario. Buenos Aires: Paidos, 1992.

Deleuze, Gilles. Lógica del sentido. Barcelona: Paidos, 2005.

Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. Rizoma. México: Fontamara, primera edición, 2009

Derrida, Jaques. “Un verme de seda. Puntos de vista pespuntados sobre el otro velo”, en Velos, de Derrida, Jaques y Cixous Hélène. México: Siglo XXl, 2001.

Derrida, Jaques. La diferencia. Edición electrónica de www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS: https://espanol.free-ebooks.net/ebook/La-diferencia/pdf/view

Didi Huberman, Georges. Ante el tiempo. Traducción: Oscar Antonio Oviedo Funes.
Eliot, Stearns Thomas. Ensayos escogidos, selección y prólogo de Pura López Colmé. UNAM, México, primera edición:2000.
Eliot, Stearns Thomas. Tierra Baldía, Sol 90, Barcelona, 2003.
Gumbrecht, Hans. Producción de presencia: lo que el significado no puede transmitir. Traducción: Aldo Mazzucchelli. México: Universidad Iberoamericana, 2005.

Real Academia Española, versión digital, consultada el 16 de febrero del 2013 desde: https://lema.rae.es/drae/srv/search?id=JNvJ49UPIDXX2LxWIOJM

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