Crónicas Intrascendentes. Parte LXXVII

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

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En mayo de 1960, cuando tenía 19 años, agentes del Mossad de Israel (Agencia de Inteligencia) capturaron en Argentina al criminal nazi Adolf Eichman (AE), uno de los principales jefes del Movimiento Nacional Socialista de Alemania y ejecutor de la “Solución Final Judía”, léase el exterminio del pueblo judío. AE fue llevado a Israel para ser juzgado ante una corte de ese Estado en Jerusalén, misma que lo condenó a muerte, siendo ejecutado el 31 de mayo de 1962. AE había huido de Alemania a Argentina a mediados de 1950, con la ayuda del Vaticano.

La muerte de AE causó júbilo en el pueblo judío, pocas veces en la historia a este se le había hecho justicia. Yo también participé con entusiasmo en esta “sed de venganza”. En 1961 escribí un ardiente artículo, propio de mi juventud, en la revista Verdad, propiedad de Pablo, un compañero de la preparatoria 2, sobre el papel de AE en el Holocausto Judío. Recuerdo que se lo leí al papá de mi novia en aquel entonces, Sari, y que posteriormente fue mi esposa. El señor Natán, el papá de Sari, y yo nos encontrábamos en su tienda de ropa en las calles de Circunvalación, por el rumbo de la Merced, cuando le entregué una copia de la revista Verdad; me parece que apenas fue ayer.

Recuerdo el entusiasmo con el que escribí el artículo, impregnado de nacionalismo; tenía dos años de haber regresado de un curso en Israel en el que participé durante mas de un año. Además, era descendiente de una numerosa familia que fue exterminada por los nazis. Sólo mis padres y un hermano de mi papá que se fue a EUA, previo a la Segunda Guerra Mundial, no murieron en el Holocausto. De niño lamenté mucho no tener primos, tíos o abuelos; envidiaba a los que sí tenían familiares; de aquí que nuestra vida familiar se centró en mis padres, sus cuatro hijos, y los amigos adultos de ellos.

Todo lo anterior viene a colación porque este fin de semana vi la película Hanna Arendt (HA) que trata sobre la vida de la filosofa y escritora nacida en Alemania en el seno de una acomodada familia judía liberal en 1906; quien en 1961 y 1962 estuvo en Israel como corresponsal del diario New Yorker en el juicio de AE; sus artículos sobre el mismo y la posterior publicación de un libro entorno al tema, La Vida del Espíritu, causaron una gran conmoción, no solo entre los judíos, sino en el mundo en general. Susy Anderman, colaboradora de Enlace Judío, hizo oportunamente un valioso análisis sobre el contenido de la película.

El punto central de la polémica que provocó esta filosofa se refiere a que no considera a AE como un monstro criminal, sino como un burócrata mediocre, con incapacidad de pensar, que sólo recibía y cumplía órdenes que ejecutaba; en las escenas originales que presentan del juicio, se ve a AE como un hombre insignificante, empero, cínico, que afirma que él no exterminó judíos. Este punto de vista ya lo había escuchado respecto a Heinrich Himmler, dirigente de la Alemania nazi que fue comandante en jefe de la SS y posteriormente Ministro del Interior que gestionó la matanza metódica y sistemática de millones de judíos, polacos, gitanos, homosexuales, comunistas, testigos de Jehová, enfermos mentales, jesuitas, entre muchos otros.

Las consideraciones que HA hizo sobre AE y la breve relación sentimental que tuvo cuando era estudiante con su profesor de filosofía, Martin Heiddegger, quien se hizo miembro del partido nazi, llevaron buena parte de la opinión pública a calificar a HA de traidora; sin embargo, a mi parecer, este fue un juicio injusto; ella y su esposo tras el ascenso al poder de los nazis huyeron a Francia; en este último país fue detenida y enviada a un campo de internación de mujeres en Guns en 1940, de donde escapó en 1942 huyendo a Nueva York. Ella vivió los horrores de la prisión y además le reprochó y rompió con Heiddegger por su pertenencia al partido nazi. HA nunca se identificó con AE, solo hizo un juicio de valor atrevido.

Todavía mas audaz fue su afirmación de “la aceptación pasiva de los judíos del asesinato en masa o la colaboración de ciertos Consejos Judíos con los nazis”, fenómeno explicado por ella en virtud de que los verdugos de los judíos habían destruido en estos últimos todo vestigio de humanidad, los habían hecho “basura”, sin voluntad para luchar. En este sentido, la breve rebelión de un grupo de judíos comandados por Mordejai Anelevich en el Gueto de Varsovia en 1942, que valientemente enfrentaron al Ejército alemán en una lucha pírrica, reivindicó, de alguna manera, la pasividad hacia la muerte de los judíos para ser tratados como escoria y ser conducidos como borregos a las cámaras de gas; la rebelión sembró la semilla para que los judíos recobraran una fuerza vital para aplicar a sus enemigos la Ley del Talión: “ojo por ojo, diente por diente” y que el Estado de Israel instrumenta al pie de la letra, contra los ataques terroristas de que es objeto, y que la izquierda demagógica y antisemita del mundo, califica de actos de genocidio del Ejército Israelí.

Percibo que en mi niñez y adolescencia, resultado de la enseñanza de mis padres, “agachaba la cabeza y mantenía el silencio” frente a provocaciones antisemitas de compañero nos judíos o de extraños, ahora, con prudencia y madurez reacciono a las provocaciones antisemitas.

Otro punto destacado de la película de HA, es que cuando AE es ejecutado, el esposo de HA piensa que lo debieron de haber dejado vivo, consideración que en el presente me parece justa; hubiese sido significativo que AE hubiera visto el mundo que los judíos descendientes de las cenizas que yacen dispersas en los campos de concentración de Europa, crearon en Israel.

HA murió en EUA en 1974. Su grandeza como filósofa trasciende a la crítica emotiva; ella fue una judía que se identificó con su pueblo y tuvo una visión diferente sobre el Holocausto; si lastimó a muchos judíos con su pensamiento, no lo hizo intencionalmente.