Young Frankenstein: la comedia de 40 años que aún saca carcajadas

Enlace Judío México – Las parodias cinematográficas, incluso si pueden hacer reír a los espectadores, típicamente son mal vistas por su calidad. Se dice- usualmente con razón- que son mecánicas, poco originales, mal actuadas y burdas en exceso. La verdad es que esto suele ser así la mayoría de las veces. Sin embargo hay excepciones notables. Una de las parodias más bellas y más chistosas que me ha tocado ver ha sido “Young Frankenstein” (1974) basada en “Frankenstein”(1931) y dirigida por el inigualable Mel Brooks junto a un estelar elenco.

Entre lo más curioso de esta película se encuentra la altísima presencia judía que hay entre sus creadores e intérpretes. Pero esto fue el resultado de una mera casualidad. No se me ocurren otras películas donde tanto el director como su co-autor  (Brooks y Gene Wilder) y tres de los actores (incluyendo a Madeline Kahn y Marty Feldman) sean judíos.

La película empieza con una toma de un castillo abandonado y remoto, haciendo clara referencia a la cinta “Ciudadano Kane”. Esa imagen de cierta manera juega como una predicción sobre el desarrollo del largometraje. Al igual que en el clásico filme de Orson Welles, Young Frankenstein presenta excelencia y balance en todos sus aspectos: en la historia, la cinematografía la actuación y la música.

Frederick Frankenstein (interpretado por Gene Wilder) es el bisnieto de Víctor Frankenstein, el famoso científico loco que hacía experimentos para revivir a los muertos. Frederick, sin embargo, no quiere tener nada que ver con el vergonzoso pasado de su familia. Él es un respetado y prestigioso neurocirujano y profesor universitario. Pero cuando le informan que ha heredado la propiedad de su abuelo en Transilvania, decide ir a conocerla. Una vez allá, y con la ayuda de sus dos asistentes de laboratorio, se verá siguiendo los pasos de su abuelo. Eventualmente creará su propio monstruo y en el proceso se enfrentará a su pasado familiar, su identidad, su destino y todo lo que eso conlleva.

La película fue filmada en blanco y negro, con la misma tecnología de los años treinta y, además, en el mismo estudio de grabación que “Frankenstein”. Todo eso se hizo la intención de darle la misma ambientación. Cuando uno logra separar la risa de todo lo demás –cosa que no es nada fácil–, se puede sentir tanto el cariño de Brooks por  la película original como por su propio trabajo, además de su madurez como director. Porque más allá del alto nivel de ejecución técnica que se deja ver, es palpable el balance que se logra aquí entre las distintas ideas presentes en las películas anteriores de Brooks: la anarquía furiosa de “Blazing Saddles” y el sentimentalismo y romance de “The Producers”.

Si bien la historia y dirección de Brooks son impecables, es imposible hablar de Young Frankenstein sin hablar de sus actores. En muchas comedias, incluyendo las parodias, el talento cómico de cada actor es mal utilizado y frecuentemente choca con el de sus pares. Nada de esto ocurre aquí. Cada actor tiene un personaje que representar y lo hace de manera extraordinaria. El protagonista, Gene Wilder, muestra su típica pasión e intensidad, que se ven magnificadas por los conflictos ridículos a los que se va enfrentando. Peter Boyle encarna al monstruo casi sólo mediante humor físico. También hay un cameo, pero no quiero arruinar la sorpresa.

Si bien todos estos elementos son un aporte, para muchos –y me incluyo entre ellos-, la verdadera joya aquí es la actuación de Marty Feldman como Igor, el asistente de laboratorio. No desperdicia ni un segundo de los que aparece en pantalla para hacer reír. Su sola presencia física inspira risa: sus ojos chuecos, su postura jorobada, la peculiar sonrisa que lleva en la cara. Todos esos elementos indican algo excepcional y el personaje a menudo parece saber no sólo lo ridículas que son las situaciones en las que se encuentra, sino que también que se encuentra en una película. Su acento británico y sus comentarios no hacen más que desequilibrarnos.

Hay una sensación extraña de intemporalidad y de trascendencia con este largometraje. No es sólo que haya sido filmado en los setenta con la intención de parecer una película de terror de los treinta. Tampoco es porque haya un aire que recuerde a algunos grandes humoristas del cine como Buster Keaton o los hermanos Marx. Es más bien algo similar a lo que ocurre en el caso del Ciudadano Kane. Young Frankenstein es una comedia que sigue y que seguirá por mucho tiempo haciéndonos reír interminablemente y cautivándonos con su originalidad.

Fuente: Balagán.cl

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