JAVIER SOLANA
Enlace Judío México | Hoy empieza la nueva ronda de negociaciones en Ginebra entre Irán y el E3+3 (Alemania, Francia y Reino Unido, los tres europeos, más Rusia, Estados Unidos y China). De la anterior se desprendía un optimismo cauto que abre una ventana de oportunidad y esperanza. Los detalles de la reunión no fueron públicos, pero su éxito relativo queda patente tras haberse convocado de nuevo a las partes en la ronda que ahora comienza.
El más que deseable acercamiento entre Irán y los países occidentales, sobre todo entre Irán y Estados Unidos, puede tener importantes consecuencias geoestratégicas en la región. Irán tiene que llegar mucho más lejos, pero no es solo esa la dificultad con la que se topa un posible acuerdo. Las derivadas de esta cuestión plantean problemas relativos a otros actores que también deben ser tenidos en cuenta.
Israel, sin duda, será uno de los grandes obstáculos para llegar a un acuerdo. El propio primer ministro Benjamín Netanyahu apuntaba que no se puede descartar todavía la opción del ataque preventivo. Lo hacía en la Knesset, el Parlamento israelí, justo cuando comenzaban las negociaciones en Ginebra. Netanyahu ha hecho de la cuestión nuclear iraní su principal prioridad en política exterior. Desconfía de las intenciones iraníes y pide desmantelar íntegramente las plantas nucleares iraníes. Temen que aunque Irán se quede con una capacidad nuclear residual —para uso civil— desarrolle armas atómicas que amenacen al Estado hebreo. Netanyahu dejó claro en la Asamblea General de Naciones Unidas que no confía en el nuevo Gobierno iraní.
Pero no solo Israel, también Arabia Saudí será un actor clave. Siente que se está quedando a un lado. Arabia Saudí —suní— es la potencia regional que rivaliza con Irán —chií— por la influencia en Oriente Próximo. Siempre ha temido un Irán fuerte que se convierta en el hegemón regional. Irán —heredero del histórico imperio persa— tiene más peso en términos de PIB y población, y Arabia Saudí teme que el posible acuerdo —con el consiguiente levantamiento de las sanciones— permita a Irán reflotar su economía y extender su influencia por la región.
La estrecha alianza saudí-estadounidense no pasa por su mejor momento. Los saudíes se sienten, en cierto modo, traicionados por el acercamiento americano a Irán. Su relación ha sufrido recientes altibajos, llegando incluso los saudíes a abandonar hace poco su puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como muestra de su enfado. El desencuentro viene marcado por la negativa de Estados Unidos a bombardear Siria, la caída de Mubarak y lo ocurrido en Egipto.
Arabia Saudí, principal financiador de los rebeldes sirios y uno de los principales valedores del Ejército egipcio, considera que su aliado americano no debió haber dejado caer a Mubarak. Considera, además, que tras llegar a un acuerdo con Rusia para destruir las armas químicas de Siria, Estados Unidos ha renunciado a derribar el régimen de El Asad, que es el objetivo saudí.
El posible acercamiento entre Irán y los países occidentales podría facilitar la resolución del conflicto sirio. Han muerto ya demasiadas personas. Es muy urgente poner fin a la que es la peor guerra que ha visto, hasta ahora, este siglo. Irán y Rusia son los dos principales aliados del régimen de El Asad, y los únicos que pueden propiciar un cambio de actitud en Damasco. Se ha convocado la mesa de diálogo de Ginebra II para el día 23 de noviembre, aunque el enviado especial de Naciones Unidas para Siria, Lakhdar Brahimi, ya ha expresado dudas sobre la conveniencia de la reunión al no haber una oposición dentro de Siria que resulte creíble. Sin embargo, Arabia Saudí se ha convertido en la mayor enemiga de esta mesa de diálogo porque considera que supone reconocer de facto a El Asad. Para Arabia Saudí —principal financiadora de los rebeldes sirios—, la única solución pasa por la renuncia de El Asad y su Gobierno, mientras que en Ginebra II se trata de llegar a un Gobierno de transición donde estén representadas todas las partes.
Dentro de Estados Unidos se presenta otra importante dificultad: el Congreso. El acuerdo in extremis que permitió elevar el techo de deuda y reabrir el Gobierno ha dejado muy debilitado el ala más extremista del Partido Republicano, pero sienta un precedente peligroso. El posible acuerdo con Irán obligaría a levantar sanciones, y el presidente Obama —que ha salido reforzado del cerrojazo al Gobierno— tendrá que ser capaz de convencer al Congreso. La cortedad de miras del Congreso no debiera poner en peligro una negociación tan crucial como es esta.
Para Estados Unidos se presenta además otro problema adyacente. El secretario de Estado, John Kerry, se ha marcado como prioridad la paz entre Israel y Palestina, y está por ver cómo logrará equilibrar las negociaciones para que las presiones israelíes hacia Estados Unidos respecto a Irán no dinamiten los esfuerzos por lograr la paz entre israelíes y palestinos. Sin embargo, si Irán y los países occidentales llegan a un acuerdo, será muy difícil para Israel quedarse fuera.
Europa, por su parte, tiene una buena oportunidad de reivindicarse y apostar por la política exterior unida, coherente, efectiva y europea. La UE, a través ahora de la alta representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, ha sido siempre un actor clave en la negociación entre Irán y el P5+1. Es la que cuenta con la confianza de todas las partes. Es importante que la Unión Europea sea ágil y mantenga una perfecta coordinación con Estados Unidos. Llegado el momento de levantar sanciones, tenemos que hacerlo de manera conjunta, de forma que sea lo más efectivo posible.
Pese a todas las dificultades analizadas, la oportunidad es única y requiere visión a largo plazo por parte de todos, anteponiendo los intereses generales a los electorales. Otro conflicto en Oriente Próximo es la peor de todas las opciones. Pese a las reticencias, la negociación y la diplomacia son la única manera segura de resolver la cuestión nuclear iraní. Para ello, sin lugar a dudas, es ahora o nunca.
*Javier Solana es distinguido senior fellow de Brookings Institution y presidente del Centro de Economía y Geopolítica Global de ESADE.
Fuente:elpais.com
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