LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Con el ascenso de Enrique Peña Nieto (EPN) a la presidencia de la República, en diciembre pasado, las expectativas de desarrollo del país se tornaron favorables: históricamente con el cambio sexenal de poder se ha generado un entorno positivo para el desempeño de la economía, en virtud de que se anuncian cambios trascendentales por realizar en el orden económico, político y social. Desde su campaña electoral, EPN planteó que llevaría a cabo transformaciones para modernizar y hacer más productiva a la planta nacional; en la última década la productividad mostró retroceso y el PIB registró un escaso avance.
Los ejes de las transformaciones contempladas por EPN se vincularon a la implementación de reformas en las finanzas públicas y en el sistema fiscal, en los sectores energético y financiero, así como en el renglón educativo; por lo demás, al final de la gestión del Presidente Felipe Calderón se aprobó una reforma laboral, la última se había realizado en 1970. Asimismo, EPN se comprometió a seguir la lucha contra el crimen organizado, que con la extrema violencia que ha generado ha puesto en entredicho la gobernabilidad del país y creado zozobra en la ciudadanía.
El ambicioso programa económico que esbozó EPN propició en los inversionistas nacionales y del exterior el ánimo de que México se encontraba “en su momento” para iniciar el despegue y crecimiento sostenido de la economía con impactos positivos en el ámbito social, previéndose que paulatinamente se superarían amplios rezagos que han mantenido a más de la mitad de la población en una situación de pobreza; igualmente, se pensó en avances importantes en el sistema político que ayudarían a crear estructuras institucionales que fortalecieran el proceso democrático que se inició en el 2000.
En el transcurso de casi un año de la administración de la presidencia de EPN la situación del país es compleja, dado que su evolución no sido conforme a lo previsto, particularmente en materia de empleo y del adelanto económico y con un evidente deterioro del marco político social. Por una parte, la recuperación de la economía de EUA ha sido débil limitando el crecimiento de la de México, dada la estrecha dependencia de esta última de la primera. Por otra parte, México ha resentido “shocks” del exterior por la persistencia de desequilibrios en los mercados financieros internacionales.
En el contexto interno se han registrado importantes subejercicios del gasto público, lo cual tiene efectos limitantes en cascada en la actividad económica en general, que a su vez afecta a la recaudación fiscal junto con la baja en los ingresos de exportación del petróleo por menores volúmenes enviados al exterior y por el descenso del precio internacional del crudo. Destaca también que la reforma laboral no ha promovido el incremento del empleo, en la competitividad de los trabajadores, y en el nivel de vida de estos últimos. A su vez, la reforma educativa ha provocado actos vandálicos de la disidencia magisterial, que manipulado por intereses políticos ajenos al sector educativo, han amenazado con romper la paz social. Las autoridades federales, estatales y las de la Ciudad de México se han mostrado incapaces de controlar a la disidencia y a otros agitadores que se autodenominan “anarquistas”.
Igualmente, la reforma fiscal ha sido una macro miscelánea que en vez de alentar cambios en el sistema tributario para hacerlo más eficiente y equitativo; su propósito, como ha ocurrido en el pasado, es básicamente de carácter recaudatorio, de manera que el sector empresarial estima que causará encarecimiento de sus costos, baja de utilidades e inhibición de inversiones, por lo menos en el corto plazo; los trabajadores, empleados, profesionistas y consumidores registrarán una mayor carga impositiva que limitará su poder adquisitivo.
En relación a la reforma energética, evaluada como la más trascendental de todas las reformas aprobadas, es de esperarse que impulse a la inversión privada nacional y extranjera, empero, al igual que la reforma en las telecomunicaciones, sus efectos positivos en la economía se percibirán en el mediano y largo plazo. En tanto, el clima de inseguridad y violencia en la República se ha acentuado originando que declinen los niveles de credibilidad del nuevo gobierno, que arrastra los vicios de un régimen que gobernó el país durante más de 70 años con base a prebendas que propiciaron un fenómeno de corrupción generalizada, impunidad en la impartición de justicia y corporativismo electoral que impidió el desarrollo de la democracia.
El entorno descrito no ayuda para que México sea calificado como un país con bajo riesgo de negocios, incluso han aumentado sensiblemente los recursos de inversión de nacionales al exterior. México tiene un largo camino por recorrer para reactivar y hacer más competitiva su economía, abatir la pobreza, y favorecer un entorno de dignidad y justicia para sus habitantes.
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