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jueves 19 de diciembre de 2024

Silvia Cherem: El reto de “Israel a cuatro voces”

Enlace Judío México – El libro de Silvia Cherem “Israel a cuatro voces”, ya está distribuyéndose en muchas librerías. Silvia Cherem, quien escribió y editó esta obra, nos cuenta los retos a los cuales se enfrentó.

Enlace Judío: ¿Cómo nació este libro?

Silvia Cherem: Hace año y medio o dos, escuché a la embajadora Rodica Gordon decir que tenía muchísimo interés que la Feria de Gudalajara tuviera como país invitado Israel. Era una osadía que necesitaba a una aventurera como lo es la embajadora, quien verdaderamente, al conseguirlo, no se dio cuenta del enorme paquete de lo que implicaba- yo tampoco, porque yo con esa misma osadía le dije, bueno si lo logras cuenta con que me voy a Israel que me iré a entrevistar a algunos de los autores, admiro muchísimo a Amos Oz, quiero hacer entrevistas a Grossman a Keret, a Yehoshúa….. y hacer un libro acerca de ellos. Pasó un año y ya no lo logró para 2012; finalmente sí para 2013 y me lo contó en septiembre u octubre de 2012: en un año íbamos a tener como país invitado a Israel e la Feria del Libro. A partir de ahí empezó la locura para mí también.

EJ: ¿Silvia, cómo te identificaste con la obra de David Grossman?
SC: Más que identificarme, me conmovió hasta lo más profundo de mí ser, por supuesto no estoy hablando de la pérdida de su hijo, pero también, “La vida entera” igual que “Véase: amor”, dos obras magistrales, de lo mejor que he leído en mi vida ambas por la creatividad de su voz, ya que tiene un redescubrimiento del lenguaje, encuentra frases que no son clichés jamás sino que son producto de estarse peleando verdaderamente con las palabas hasta descubrir imágenes que sorprenden. Me conmueve que ninguna de sus obras adopte un esquema y se siguen en él… Verdaderamente son delirantes, difíciles, pero tienen una cantidad de voces y un trabajo tan profundo que literariamente hablando no creo haya alguien que pueda superarlo. Me fascina, me sorprende, implica un reto la lectura, ya que implica profundizar, vuelvo a decir que estoy convencida que quien lea las claves en mi libro va a poder leer con mayor facilidad tanto a Keret como a Grossman, como A. B. Yehoshúa, que puede generar una obra como “Mr. Mani” generando una voz de un diálogo, suprimir la otra en los cinco diálogos que conforman la obra, diálogos que nos relatan la construcción del estado de Israel, desde la época del sionismo hasta el día de hoy y pasando por cinco momentos claves de la historia y tenemos diálogos en donde solo escuchamos como si estuviéramos en un teléfono y yo estuviera aquí contigo y no oigo lo que el otro está contestando y está impresionantemente armado y se sigue la lectura. Para ser justa creo que no nada más es Grossman, admiro profundamente a los cuatro, pero Grossman me conmovió absolutamente, me fascina su estilo, pero los cuatro son gigantes. Sigo creyendo que si tuviera que elegir de nuevo a quien poner en este libro, los elijo a los cuatro y con ellos me quedo.

EJ: ¿No nos dijiste ¿por qué le dicen Bully a AB Yehoshua?

SC: Porque él lo adoptó y ahí te va por qué, tanto a A. B. Yehoshúa como a David Grossman les gustan sus nombres originalmente bíblicos, creo que Grossman se ha hecho más a él, pero Bully, su nombre es Abraham por un abuelo, Gabriel por otro abuelo y Yehoshúa de apellido, decía ¿quién podía identificar Abraham Gabriel Yehoshúa? Decía que parecían tres nombres y que no se podía identificar el apellido. Alguna compañera suya en la primaria le comenzó a decir Bully, ¿por qué?, quizá porque era un poco gordito, no quiere decir nada a él le encantó porque así ya tenía un nombre propio. Curiosamente en México muchos nombres judíos son nombres bíblicos y en Israel no, sienten que es cargar con una historia ancestral sobre su lomo y no lo quieren, prefieren nombres frescos, en hebreo, entonces comenzó a poner cuando escribía Abraham B. (por Bully) y Yehoshúa. B, por Bully, un apodo que le encantaba. Cuando alguien quiso comprimir ese nombre puso A. B. Yehoshúa, por eso en Israel le llaman Ale B Yehoshúa . El es feliz de que lo llamen Bully y de firmar sus obras así, literariamente hablando Ale B de Yehoshúa.

EJ:¿Qué tanto del conflicto que muchas veces se relaciona a Israel está presente en la vida de estos cuatro autores?

SC: Yo creo que está totalmente clavado en su historia, como una herida, vuelvo a A. B. Yehoshúa y Amos Oz, les tocó vivir de pequeños la Guerra de la Independencia, Keret es hijo de sobrevivientes del Holocausto y Grossman pareciera que es la paloma mensajera del Holocausto y no lo es, pero él lo que tuvo es que como primera generación nacida en Israel, creció oyendo historias en la radio de Israel buscando sobrevivientes y sabiendo que del Holocausto no se habla, se quiere borrar, ya que antes de 1961, antes del juicio a Eichmann, se quería borrar de por una cierta vergüenza que haber de haber sobrevivido, por un cierto pudor de crear un estado vigoroso, pujante, borrar aquella historia. Haber sido niño en ese estado de Israel debió haber sido terrible, de hecho su abuelo materno era sionista religiosa y su papá en Varsovia le dijo que si se iba a Palestina se tenía que olvidar de ellos y no volvió a verlos, no por la condena del padre, sino porque el Holocausto arrasó con todos.

Grossman perdió un hijo y dice que siente todos los días como si comiera clavos, como si los masticara, y reflexiona ¿qué pudo haber sido perder a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos y enemigos? Haber arrasado con todo, eso fue tanto con el abuelo materno como la abuela paterna. La abuela se salvó del Holocausto porque digamos que tuvo su pogrom propio, enviudó y un policía algo le dijo de judía y entonces esta mujer que era muy bajita que llegó a limpiar pisos en Palestina, siendo que nunca había tomado ni un autobús, no coche ni avión. Entonces sus abuelos crecieron con la culpa de haber sobrevivido al Holocausto y eso se permeó en el identidad colectiva y en el silencio. Ese silencio tan agobiante y más para un niño tan sensible como lo era Grossman lo percibió y cuenta en la entrevista como su papá que no quería hablar del pasado, le dio un libro de Sholem Aleijem y le dijo, aquí están las claves de mi mundo y el sintió que le dieron un boleto de entrado a ese mundo del allá. Leer “Véase amor” que hablo mucho de este libro en el texto, que fue su primer gran libro y con este libro todos los medios lo buscaban en su casa, cuenta desde esa mirada del pequeñito que no sabe lo que es el mundo del allá, para entender qué era la bestia nazi, esta bestia de la que ningún adulto quiere hablar y la bestia nazi lo que era, era un animal del que este niño no entiende. Entonces este niño mete a animales en un zaguán de su casa, mete una tortuga, un conejo, etc que va juntando y los tiene ahí, porque alguien le dijo que si se alimenta con el alimento correcto la bestia puede aparecer, entonces les da de comer y comer y ve que la bestia no aparece y entonces les trae al judío de allá, los sobrevivientes que conoce para que aparezca la bestia. Entonces ese niño bueno se convierte en un tirano y un desgraciado que permite ventilar lo que Grossman quería hacer con ese libro, lo que quería hacer era entender cómo hubiera sido su vida si hubiera sido nazi o cómo sería su vida si hubiera sido un sobreviviente. Los libros dejan devastado a Grossman, porque reinventa el lenguaje cuando escribió un libro muy conocido que se llama “La vida entera” en el que lo que pretendía era exorcizar a los diablos que pudieran estar presentes, donde además logra meterse en la piel de una mujer, si esa mujer puede irse lejos de casa nunca van a llegar a su casa a decirle que su hijo murió, así que esa era su idea. La desgracia es que en las páginas finales de su libro llegan a su casa a tocar la puerta en la noche y le dice a su mujer, quien toca la puerta de madrugada es que vienen a anunciar la muerte de un hijo, de ese hijo que iba a verlos cada fin de semana y le preguntaba qué le había hecho a los personajes de la novela y discutían y compartían varios momentos. Le pregunté si le dio paz escribir “Más allá del tiempo” que es su último libro y donde toca la muerte del hijo, me contestó que no, que la literatura no es psicoanálisis, la literatura es para que uno termine devastado y se confronte con los demonios que llevamos dentro, profundizar en ellos y verlos de frente.

A cada uno de los autores les puse un título, a Grossman le puse el “Centauro de las letras israelíes” porque precisamente en “Más allá del tiempo” que está escrito como poesía, hay un centauro y yo le pregunté por qué un centauro cuando todos los personajes parecen ser los mismos y él me dijo, que porque así era él, un centauro, mitad mesa, mitad escritor, me sentaba en la mesa a llorar y eso es lo que traté de liberarme de esa mesa y liberarme de la muerte y poder realmente verla de frente y ver la muerte de mi hijo y estar con él. Por eso es que Grossman me dejó realmente conmovida, además de que fueron entrañables los momentos que nos vimos, además me dijo que nunca había hablado de lo que he hablado contigo, lloramos juntos y fue una empatía absoluta. Hubo un jovencito del colegio sefaradí, del Colegio Ben Simon, que me conmovió mucho porque antes de irse a Israel un semestre, está estudiando Comunicación, me pidió que le enseñe cómo trabajo, él quiere aprender de mí, vino le enseñé cómo hago u cuestionario. Le dije que estaba pronta a irme a Israel, le dije una osadía, le dije que entrevistaría a Grossman y a A. B. Yehoshúa, así que dije si yo veo que verdaderamente te metiste a fondo en las lecturas e hiciste tu tarea como lo hago yo, te llevo conmigo. Su padre mi dijo, que no paraba de leer y que incluso se había comprado una camisa, que estaba muy emocionado. El segundo viaje que hice, en Tel Aviv me fui a cenar con él y vi que realmente había leído a fondo, estaba nerviosísimo, así que le dije iba a ir conmigo. Llegamos a Mishkenot Shaananim donde me vi con Grossman la primera vez, estuvimos en la biblioteca donde escribió “Véase amor”, Víctor se fue por el café y el pastel, ya que Grossman había estado varios días metido en esa habitación, me dijo estoy perdido, no he hablado con un ser humano en varios días, mi mujer se fue a Georgia a una fiesta de unos amigos y yo no quise irme porque está fluyendo mi novela y no quise irme, pero estoy desorientado. Víctor cuando trajo el pastel, nos dijo que algo había pasado ahí, que parecía que estaban dos grandes amigos recordando la vida entera, Víctor escribió un texto sobre la experiencia de haber estado ahí presente tantas horas. Yo le puse ciertas condiciones, que no podía interrumpir, no podía quitar mi contacto visual, nunca interrumpió, le di espacio para preguntar y escribió un texto bellísimo y que me encantará compartirlo con los lectores de enlace Judío para que lo vean porque tiene la vivencia de lo que fue para él haber estado ahí y para mí fue una gran experiencia tenerlo ahí. Les voy a contar lo que sucedió mientras Víctor se fue al pastel, llegó David y me preguntó que quién era el chico, que si era mi hijo, yo le comenté que no, que a mis hijos no los llevaba si no leían y le conté sobre el chico y le conmovió mucho. Grossman me preguntó que yo quién era y tenía miedo en dispersarme porque quizá tendría poco tiempo, pero me di cuenta de que tenía interés de que se generara una empatía, como lo hago yo con cualquier entrevistado en México, donde hay el tiempo para volver y volver. Lo primero que le conté era que acababa de ser abuela de nuevo, de dos chiquitas que me traían loca y él me dijo, “yo también acabo de ser abuelo” y como dos viejos amigos, sacamos nuestros celulares y nos empezamos a enseñar las fotos de los nietos, le enseñé las fotos de Silvita mi adorada nieta que cumplió 5 años, de Moy que tiene un año y de las dos bebitas recién nacidas.

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