SALOMÓN LEWY PARA ENLACE JUDÍO
Son dos naciones poderosas, que alguna vez se vieron de rodillas y que gracias a la manera como convenía al mundo occidental, se les ayudó a salir de su marasmo económico y social: Rusia ( antigua y malhadada U.R.S.S) y lo que devino en República Popular China.
Ambas dan la impresión de ser testigos fortuitos de un accidente sin importancia.
¿Alguno de nosotros ha sabido de cualquier manifestación de interés por parte de estas dos naciones con respecto al destino de casi 10 millones de damnificados, muertos, desaparecidos en las 7 mil islas del archipiélago de referencia?
Ningún medio de comunicación de esos países ha dado mayor información al respecto, por grave que sea el problema.
Aquí, en la parte posterior de la mente, se nos confirma que son un par de desalmados.
Quienes hemos podido conocer la actitud y el temperamento ruso, por ejemplo, sabemos que ellos son más duros que un hueso de mamey. Su estructura mental y sus reacciones obedecen a una muy particular escuela de pensamiento. Quien lo dude, que recurra a la historia de Chernobyl (¿acaso ya la olvidamos?) ¡Cuántas vidas pudieron haberse salvado a no ser por la indiferencia – y prepotencia – de funcionarios rusos de tercera clase?
A ellos démosles un puesto en la DUNA – parlamento -, su dacha para fines de semana y todo lo que conlleva el puesto que usufructúan, y ya la “hicieron”, apegándose a los lineamientos del partido, por supuesto.
El escribidor está seguro que debe haber razones diplomáticas de trascendencia para que la antigua U.R.S.S. se desentienda de este asunto, pero eso es harina de otro costal.
China, por su parte , no ha dicho esta boca es mía. Silencio total. En medio de sus pugnas políticas y su 7% de crecimiento anual – y sus enormes ambiciones económicas ( ya es el principal acreedor de EUA en tenencia de bonos del Tesoro, principal fuente de financiamiento del régimen Obama junto con la impresión de billetes), está verdaderamente obsesionada por ser la primera potencia mundial. Vaya, ni declaraciones ha hecho.
Pequeños países, cuyas economías con dificultades dan para hacer frente s sus obligaciones de financiamiento internacional, están al frente del esfuerzo para apoyar a las Filipinas. Israel, por su parte, hasta un hospital de campaña totalmente equipado con personal médico, instrumental y equipo, se hace presente de inmediato.”Quien salva una vida salva al mundo”.
Sí, ya sabemos que a Israel nadie le va a dar las gracias, porque nadie le puso una pistola en la barriga para hacer este esfuerzo.
Lo mismo pasó tanto en el “tsunami” como en otras catástrofes humanitarias.
No importa. El caso es que se hizo y bien.
Sin proponérselo, el escribidor recuerda una cifra, la del presupuesto aprobado por el Congreso mexicano: 4 billones, 400 mil millones de pesos y centavos.
También esto es harina de otro costal.
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