Enlace Judío México | Esta semana el mundo del fútbol se sorprendía con la historia de Burak Karan, un joven de origen turco que llegaba a ser internacional con la selección alemana sub17 y que esta semana, según afirmaba el Bild, fallecía combatiendo en Siria junto a los rebeldes que pretenden derrocar el gobierno de Bachar al Asad.
Pero los hay quienes hicieron el camino a la inversa. Quienes pasaron del campo de batalla al campo de fútbol. Probablemente, el más legendario e todos, por la trascendencia de ambos frentes, haya sido el alemán Bert Trautmann, quien tras varios años como paracaidista en la Lutwaffe terminó convirtiéndose en una leyenda en el Manchester City. Y no es una hipérbole.
Cinco años de Guerra
Bernhard Carl Trautmann nació en Bremen el 19 de julio de 1923. En una Alemania severamente castigada por la Primera Guerra Mundial, y que estaba viendo emerger el poder de Hitler. Creció en una familia pobre, sin recursos, sin trabajo, lo que le obliga a pedir en la calle y a acudir a comedores sociales. A los diez años, como muchos de los niños como él, se unió a las Juventudes Hitlerianas. Y con ellas practicó con ahínco diversos deportes, uno de los pilares de la sociedad que se estaba imponiendo en el país germano.
A los 16 años, poco después de que Alemania invadiera Polonia, Trautmann se alistó en el ejército de manera voluntaria. “La mayoría de mis amigos lo hicieron. Sin pensar por qué o para qué. Hitler había influenciado el sistema de educación de tal manera que no formábamos nuestra propia opinión”. Primero lo intentó como intérprete de morse, pero no lo consiguió. Finalmente, entró como paracaidista en la Lutwaffe, el ejército del aire.
Ahí estuvo durante cinco años. Combatiendo en el frente ruso primero y en el frente francés después. “Perdí a muchos amigos ahí. Empecé a preguntarme por qué estaba luchando”. Pero no podía abandonar. No le hubieran dejado. Y continuó luchando. Hasta el punto de ganar cinco medallas y la Cruz de Hierro por su valentía. Pero también siendo capturado hasta en tres ocasiones por el Ejército Aliado. La primera, en Rusia, donde consiguió escapar; la segunda, en Francia, donde le dejaron escapar. La tercera, en Ashton-in-Makerfield, cerca de Manchester, donde iba a cambiar su vida.
El fútbol como escape
Allí, en el campo de prisioneros inglés, Bert no se encontraba mal. “Los británicos clasificaron a los prisioneros alemanes en función de sus ideas políticas. En el Grupo A estaban los antinazis, quienes siempre se habían opuesto a esa ideología; el Grupo B era para los apolíticos, los no nazis; en el Grupo C, los jóvenes soldados, quienes desde los ocho años no habían conocido otra cosa que el modo de vida y de pensamiento nazi”. Trauttman estaba en este tercer grupo.
Para pasar el día, además de trabajar, practicaban deporte. Y estando en Inglaterra, cómo no, el más habitual era el fútbol. Bert comenzó jugando de centrocampista. Y no lo hacía mal. Pero un día se lesionó el portero, y le pidieron que se pusiera en la portería. Ya nunca la iba a abandonar.
En 1948 liberaron por fin a los prisioneros alemanes. La mayoría de ellos regresaron a su país. Pero mucho decidieron quedarse en Inglaterra. Trautmann fue uno de ellos. El motivo, una chica inglesa, y un buen trabajo para el gobierno británico en Liverpool. Y ahí, en la ciudad que aún no era de los Beatles, un buen día caminando por la calle Bert se encontró a un amigo con el que había jugado a fútbol en el campo. Le preguntó si aún practicaba deporte, Bert le dijo que no, y le convenció para ir a jugar de portero en un equipo amateur, el St. Helens Town. Pocas semanas después, ya era el ídolo.
Polémico fichaje
Tan brillantes fueron sus actuaciones en aquel equipo de pueblo que, sólo un año después, en 1949, fichaba por el Manchester City. Una contratación que provocó un gran revuelo. Porque los aficionados citizens no querían que un paracaidista de la Lutwaffe, la avición alemana que había bombardeado Inglaterra, jugara en su equipo. Hubo manifestaciones, pancartas ofensivas, amenazas de boicotear al club… pero como suele suceder en estos casos, Trautmann se ganó la confianza de su afición en el campo.
Con el equipo habitualmente en la zona media de la Primera División Inglesa -nada que ver con el City de hoy- e incluso viviendo un descenso con un inmediato ascenso, Bert Trautmann se convirtió en el dueño absoluto de la portería citizen. Sus grandes actuaciones -brillaba sobremanera en el juego área, algo vital en el fútbol inglés de aquella época- hicieron que se convirtiera en uno de los guardametas más importantes de la liga, y en el ídolo de la afición. Pero el día más grande aún estaba por llegar.
Una epopeya bajo la portería
En la temporada 55-56 (su séptima en el equipo) el Manchester City lograba, paso a paso, hacerse un hueco en la final de la FA Cup después de eliminar, sucesivamente, a Liverpool, Everton y Tottenham. Ahí esperaba el Birmingham. La cita, cómo no, en Wembley, ante más de 100.000 espectadores. Ese partido iba a consagrar a Bert Trautmann para siempre.
El portero alemán estaba cuajando una buena actuación, y su equipo iba ganando 3-1, cuando a falta de 17 minutos para el final, recibió un golpe muy duro en el cuello. Trautmann llegó incluso a perder el conocimiento. Tras varios minutos en el suelo y ser atentido, consiguió levantarse, y seguir en el campo. No podía ni mover el cuello, pero en una época en la que no había cambios, tuvo que manterse bajo la portería.
Tenía el cuello roto, como se comprobaría más tarde en el hospital. La segunda vértebra estaba rota diagonalmente. Y el impacto puso la tercera vértebra justo debajo de la segunda. De no ser así, lo más probable es que hubiera fallecido. Pero no fue así, sino que siguió jugando. Y siguió parando. Paradas sin conocimiento, “era como jugar con niebla”, paradas que sólo recordó una vez las vio por televisión. Pero paradas al fin y al cabo, que sirvieron para que el Manchester ganara la FA Cup.
Poco despues, Trautmann era nombrado futbolista del año en Inglaterra. Era el primer extranjero que recibía ese premio. Aquel cuello roto, pero, le obligó a estar varios meses sin poder jugar. De hecho, ya nunca volvería a recuperar su mejor nivel, aunque seguiría durante ocho años (para cumplir un total de 15 temporadas y 545 partidos) defiendo la portería citizen. En realidad, daba igual. Ya se había hecho un hueco en la historia del Manchester City.
Homenaje en su país de acogida
Trautmann, a pesar de su notoriedad y de sus grandes actuaciones, nunca fue llamado para jugar con la selección alemana. Como sucedió con todos sus paisanos que jugaban a fútbol en otros países que no fueran el germano. Lo máximo que hizo fue disputar un torneo amistoso defendiendo la portería de una selección de la liga inglesa, frente a otras ligas europeas.
Pero fue tras su retirada, cuando Trautmann ya entraba en la vejez, cuando más homenajes recibió. Como si ya supieran que no mucho más tarde, en verano de 2013, iba a fallecer en tierras españolas. En 2004, la Reina Isabel II le concedió la Orden del Imperio Británico “por mejorar las relaciones entre Alemania y el Reino Unido en la posguerra”. Un año después, era incluido en el Salón de la Fama del fútbol inglés. Y probablemente el que más le emocionara, hace aproximadamente un año, un emotivo reconocimiento en el estadio del Manchester City, ante más de 60.000 espectadores, que no dejaron de aplaudir y corear su nombre mientras era galardona por su club de toda su vida.
Quién se lo iba a decir en 1939, cuando entraba a formar parte de la Lutwaffe. Quién se lo iba a decir en 1944, cuando era capturado por el Ejército Aliado y destinado a una prisión británica. A veces, el fútbol, tiene estas cosas.
Fuente:libertaddigital.com
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