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miércoles 18 de diciembre de 2024

Edmond Jabès

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ILONA DUKÁSZ PARA ENLACE JUDÍO

Enlace Judío México | Edmond Jabès se acerca a “un judaísmo después de Dios” acompañado de una tradición judía dedicada a la interrogación de textos milenarios –vértigo fuente infinita de la pregunta-. Pregunta que circula gracias a que “todas las letras forman la ausencia. Y así Dios es hijo de Su Nombre”.

Anónima la letra -un sonido, un signo- participa en la formación de un nombre para desertar al anonimato fundiéndose en nuestra imagen. Pero, ¿ se trata de la letra o de su reflejo? Jabès sin dudar dice que nuestro nombre no es más que el reflejo de una ausencia de nombre que esta misma ausencia compuso. De ahí, nuestro nombre responde a nuestra ausencia en el mundo, presencia en el ser ausente del que hemos heredado el nombre.

Su hermana muere de tuberculosis cuando él tiene 12 años. Muerte que marca su existencia. Recuerda sus últimas palabras … palabras cercanas al olvido de sí: no llores, uno no escapa a su destino. En ese momento comprendí que el destino está inscrito en la muerte nunca abandonada.

La muerte de mi hermana mayor dejó sumida a mi madre en un duelo del cual nunca se recuperó. A partir de su muerte vivió replegada en sí misma, y no volvió a salir hasta once años más tarde con motivo de mi boda.

Mi familia tenía una sinagoga con el nombre de reb David Ibn Abi Zimra también llamada la Sinagoga de Jabès, primero mi abuelo se hizo cargo de su mantenimiento, luego mi tío y finalmente yo. No por religión, sino porque me gustaba mucho nuestra pequeña sinagoga a la que periódicamente me veía obligado a acudir. Sobretodo, me impresionaba la sobria serenidad del lugar.

A partir de las leyes de 1926-9 los judíos o cristianos instalados desde hacía siglos en Egipto, les era rechazada la nacionalidad egipcia automáticamente. Por eso, de pronto mi familia se hizo italiana.

Tengo la impresión de no tener existencia más que fuera de toda pertenencia. Esta no pertenencia es mi propia sustancia. Dolorosa contradicción aspiro un lugar al tiempo de tomar distancia de él. Sin distancia no poseemos las cosas. Ser judío es mantener abierta la pregunta dentro de otra pregunta.

Saber de un infinito no-saber, en el instante de formular una frase esta es confrontada a lo indecible contra lo que va a estrellarse. Escribir de forma justa es una necesidad no un fin. Otro tipo de escritura sería dar a luz un pensamiento muerto.

Mis personajes literarios son rabinos ejercitando múltiples voces como “faros de mi memoria”. Pues para ellos, descubrir a Dios es encontrarle en el libro a través de la palabra que se oculta tras la palabra…..

Para mi la palabra judío o Dios son metáforas de Dios del vacío, y judío tormento de Dios del vacío. Para Blanchot ser judío es ser el otro, distancia que separa al hombre del hombre cuando está en presencia de su semejante. Si el judío es el otro es porque buscando a cualquier precio ser sí mismo, en cada intento termina siendo un ser de ninguna parte, un exiliado. La palabra judío -extranjero del extranjero- es ahí donde se reconoce su vocación judía. E. Levinas dice interrogarse sobre la identidad judía implica primeramente haberla perdido pero manteniéndose para no eludir la pregunta. Ser judío por lo tanto es una permanente posibilidad de devenir, decir soy judío sería una forma de adormecerse en esta condición.

Mi padre tenía en su despacho los once volúmenes encuadernados del Talmud de Jerusalén en la traducción de Schawb. Procedían de su padre, y como él, se sumergía en ellos con frecuencia. Mi padre me regaló esta obra.

Cuando escribí el libro de las preguntas empecé a sumergirme en el Talmud como si se tratase de comprobar la intuición que yo tenía sobre cierto judaísmo.

En el libro de las Preguntas se plantea “donde el riesgo está ausente, no puede haber escritura. El riesgo se mantiene aquí a través del punto”.

¿Qué es el punto? En hebreo es la vocal. Permite que la palabra sea leída. Si no hay punto hay consonantes pendientes de convertirse en vocablo.

La ausencia de puntos en los grandes textos judíos tradicionales continúa requiriendo una atención particular del lector que debe por sí mismo recrear la palabra, lo que implica, más que una profunda comprensión del texto, una verdadera intuición de este.

Decir que todo libro es libro de la memoria es dejar suponer que los vocablos tienen también una memoria

Este trabajo solicita la complicidad del lector facilitando un redescubrimiento, una relectura de la palabra. Se abre una palabra como se abre un libro, y al hacerlo algo se pierde, “te doy a leer el libro que está dentro del libro y la palabra que está dentro de la palabra. Sabrás entonces que una vez escritos, no hay libro que no sea libros, ni palabra que no sea palabras. Pues así es como suceden las cosas en la muerte”.

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