MAXINE SEGAL HANDELMAN
Enlace Judío México | Los valores judíos abundan en el mundo que nos rodea, en la belleza de la naturaleza, en las interacciones humanas, en la música y las historias y las fiestas que celebran todas las naciones. El Día Universal del Niño se basa en valores judíos como tzedaká, ya que se intenta promover la ayuda entre los niños; shalom, porque reconocemos que los niños tienen derecho a vivir en paz, y kesher, ya que los niños se conectan unos con otros.
En 1954, la Asamblea de la ONU declaró lo que los educadores de niños en la primera infancia siempre han sabido: que los niños son nuestro vínculo valioso con el futuro, y que la tarea de proteger sus derechos debe recaer en otros, ya que los niños en general no tienen una voz política propia. Lo cual no quiere decir que los niños no tengan voz. Sí tienen voz, y cada día hacen importantes aportes a este mundo. Los rabinos del Talmud reconocieron esto.
Dijo Resh Lakish en el nombre de Yehudá (HaNasí) el Príncipe: El mundo perdura sólo por el aliento de los colegiales (Shabat 119b). El aliento, las voces y sobre todo los aportes de los niños pequeños son lo que mantiene vivas a nuestras comunidades.
Quienes tienen la función de ser los docentes de niños pequeños, su deber es honrar, alentar y capacitar a estas voces. Todo el tiempo hay que alentar a los niños para que “usen sus propias palabras”. La tradición judía desarrolló una fe clave en el poder enorme de las palabras. En efecto, el mundo mismo es creado con una palabra. Vaiomer elohim ieji or vaieji or: Y dijo El Eterno “Haya luz”, y hubo luz (Bereshit 1:3). Por lo visto Adonai sabía las palabras que debía decir, pero los niños no siempre tienen las palabras correctas. A veces tenemos que decirles qué palabras usar (“Dile a Yosef: ‘No me gusta que me pegues’”) y felicitarlos cuando hablan por sí mismos (“¡Julia y Soffi, estamos muy orgullosos de cómo hablaron de usar la bicicleta, y como resolvieron turnarse para que las dos pudieran disfrutarla!”).
En septiembre de 2004, en el Día de Debate General del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, con el tema “Implementación de los Derechos del Niño en la Primera Infancia”, Patrice L. Engle (1) señaló: “Desde que nacen, los niños comunican sus necesidades y preferencias; para cuando tienen 3 años, la mayoría de los niños pueden comunicar ideas y pensamientos en palabras. El espíritu de este derecho se debe respetar asegurándose de que quienes cuidan a los niños (en las familias y las escuelas) escuchen las opiniones de los niños y las tengan en cuenta” (Fundación van Leer, p. 13). Honramos a los niños y sus ideas dándoles toda nuestra atención cuando eligen compartir su mundo con nosotros. Como docente de los más pequeños, ocasionalmente o, con cierta frecuencia, deje de limpiar la mesa, siéntese en un rincón del aula y simplemente escuche. Escriba las palabras de los niños para que más tarde vuelvan a oírlas. El shemá –el valor de escuchar con atención– es el lema de la fe judía. El shemá también es parte de la esencia de nuestra identidad como educadores judíos de la primera infancia: docentes que escuchan realmente a los niños y los valoran.
El Talmud reconoce los aportes de los docentes hasta tal punto que es como si fueran los padres de cada niño al que se le enseña. “Dijo Resh Lakish: El que enseña la Torá al hijo de su prójimo es considerado por las Escrituras como si lo hubiera creado” (Sanedrín 99b). Nuestra responsabilidad hacia cada niño es algo muy serio, dado que la tradición judía establece obligaciones considerables para los padres respecto de sus hijos. Mucho antes de que las Naciones Unidas intervinieran para proteger los derechos de los niños, la Torá y el Talmud habían tratado este tema. Por eso, debemos dar el ejemplo, y enseñar a los padres a la manera judía para que cuiden a sus hijos.
El Talmud dice que hay determinadas responsabilidades obligatorias del padre hacia su hijo:
“El padre está obligado respecto de su hijo a circuncidarlo, redimirlo, enseñarle Torá, desposarlo y enseñarle un oficio. Según algunos, también a enseñarle a nadar” Kidushin 29a).
Podemos entender así estas obligaciones: el padre o la madre están obligados a preparar a su hijo o hija para ser parte de la comunidad judía, mediante la circuncisión (brit milá) y el pidión habén (si el niño no es hijo de un cohén ni un leví) o mediante la ceremonia ritual para celebrar el nacimiento de una niña. El niño tiene derecho a ser parte de una comunidad.
El padre o madre debe enseñarle al niño la Torá. El padre o madre no sólo debe abrirle la puerta al niño sino también darle las herramientas y el conocimiento necesarios para ser un miembro pleno de la comunidad. El niño tiene derecho a tener una identidad judía. Al obligar al padre a encontrar esposa para su hijo, los rabinos indicaron que los padres son responsables de sus hijos más allá de la niñez.
Los niños tienen derecho a que sus padres los cuiden y los mantengan hasta que pueden valerse totalmente por sí mismos. De ahí la siguiente obligación, enseñarle un oficio. El niño tiene derecho a tener un ingreso y ganarse la vida. El Talmud dice: “El que no enseña a su hijo un oficio o profesión puede ser considerado como si le enseñara a robar” (Talmud Kidushin 29a). Y con respecto a nadar, nosotros como docentes, y los padres, estamos obligados a dar a los niños las habilidades que necesitan para sobrevivir. Un niño que no sabe nadar puede ahogarse. Todo niño tiene derecho a no ahogarse.
El Talmud tiene más para decir sobre la crianza de los hijos. Algunas de estas sentencias, que sin duda les corresponden también a los docentes de la primera infancia, son las siguientes:
• Nunca amenaces a los niños. Castígalos o bien perdónalos. (Semajot 2:6)
• Negarle al niño el conocimiento religioso le quita al niño su herencia. (Talmud Sanedrín 91b)
• Todo padre o madre está obligado a enseñar a sus hijos el cumplimiento de las mitzvot, porque está escrito: “Cría al niño en su camino (en que debe andar)”. (Kohelet / Proverbios 22:6)
• Las madres deben iniciar a sus hijos en el aprendizaje de la Torá. (Shemot Rabá 28:2)
• El padre debe procurar proteger a su hijo de las mentiras, y siempre debe mantener la palabra dada a sus hijos. (Talmud Sucá 46b)
• Si un niño pequeño es capaz de mover el lulav correctamente, sus padres deben permitirle tener uno propio. (Talmud Sucá 28a)
• La ira en un hogar es como la podredumbre en la fruta. (Talmud Sotá 3)
• Rabá dijo que un padre o madre nunca debe demostrar favoritismo entre sus hijos. (Talmud Shabat 10b)
• El padre no debe prometer darle algo al hijo y luego no dárselo, porque así el hijo aprende a mentir. (Talmud Sucá 46b)
• El padre que enseña a su hijo es como si hubiera enseñado a su hijo, al hijo de su hijo, y así sucesivamente hasta el fin de las generaciones. (Talmud Kidushin 36)
• Para el padre o la madre que enseña con el ejemplo personal y no sólo con palabras, quien lo escucha toma en serio su consejo. En cuanto al padre o la madre que no hace lo que dice con tanta elocuencia, su consejo es rechazado. (Comentario sobre las Máximas de los Maestros)
En su discurso principal durante el Día de Debate General del Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, María Francisca Ize-Charrin (2) dijo: “Incluso los niños más pequeños tienen derecho a […] crecer en un entorno de comprensión, paz, tolerancia, igualdad de sexos y amistad entre todos los pueblos” (Fundación van Leer, p. 11). Cuánta razón tenía. Los niños tienen derecho a vivir en paz.
El valor de shalom está presente no sólo en el Día Universal del Niño sino en todos los aspectos de la vida que merecen los niños. Ayudamos a los niños a vivir en paz cuando les enseñamos a ser rodfei shalom –buscadores de la paz–. Ayudamos a los niños a cumplir la mitzvá de hacer las paces con el prójimo cuando les damos a los niños las herramientas para ayudar a sus amigos a resolver los desacuerdos. ¡Esto incluso se puede incluir en la tabla de tareas del aula! Dar a los niños las estrategias para hacer del aula un lugar pacífico les permite establecer y mantener una atmósfera de paz.
También podemos alentar a las familias de nuestros niños a que establezcan una atmósfera de paz en sus hogares. Podemos ayudar a los padres a escuchar a sus hijos, a darles el poder y las herramientas para resolver los conflictos, y a trabajar juntos para crear y mantener shalom bait –la paz en el hogar– mediante el respeto mutuo y la alegría de hacer felices a los demás. Cuando damos el ejemplo de estas cosas en la escuela, y con los padres en los talleres y en forma regular en nuestras comunicaciones, se puede establecer un ambiente de paz, respeto y afecto en la escuela y en los hogares de nuestras familias.
Cuanto más saben los niños acerca de otros niños del mundo, más se hace presente en sus vidas el valor de kesher –conexión–. Hacer amigos por correspondencia con niños de Israel expande los horizontes de los niños de países de todo el mundo y fortalece los lazos de Klal Israel. En Internet se pueden encontrar historias de niños de comunidades judías de todo el mundo para compartirlas con los alumnos, siempre reforzando el concepto de que hay niños parecidos a nosotros en todo el mundo. Los niños que pueden identificarse con personas que no son parte de su comunidad inmediata son más capaces de ser empáticos, de tener una visión más amplia y de querer tratar de mejorar la vida de los demás, incluso de las personas que no conocen.
No se debe subestimar los aportes de los niños pequeños. Emprendemos iniciativas de tzedaká con los niños como experiencia fundacional de la primera infancia. Juntamos monedas en una caja de tzedaká preparándonos para Shabat, recolectamos latas de comida u otros objetos para ayudar a los menos afortunados de nuestras comunidades.
Como docentes (y padres), podemos dar herramientas a nuestros niños y permitirles ayudar y ser solidarios con otros niños también. Los niños pueden juntar libros o juguetes para ayudar a los niños menos afortunados que ellos en sus propias comunidades. A la hora de decidir a quién dar el dinero de tzedaká del curso, los docentes pueden dar a conocer a los niños organizaciones como Free the Children (niños que ayudan a otros niños mediante la educación) https://www.freethechildren.com/ o Kids Helping Kids (un programa de Unicef).
El Día Universal del Niño le recuerda al mundo entero que debemos honrar, mantener y cuidar a los niños del mundo como ya lo hacemos los educadores de la primera infancia. Los valores judíos que prevalecen en ese día también deben estar siempre presentes en nuestro trabajo con los niños. Creamos un mundo más pacífico, más generoso, más solidario para los niños en el trabajo que hacemos cada día. Hay un cuento jasídico que sirve de orientación valiosa en nuestra tarea.
Una vez un padre fue a consultar al Baal Shem Tov por un problema relativo a su hijo. Se quejó de que su hijo estaba abandonando el judaísmo y la moralidad, y preguntó al rabi qué podía hacer. El Baal Shem Tov respondió: “Ámalo más”. Con todo lo que hacemos cada día, recordemos amar a cada niño un poquito más.
(1) Asesora sénior, Desarrollo Integrado de la Primera Infancia, Unicef, Nueva York.
(2) Directora de la División de Tratados y Comisión, Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Ginebra.
Artículo por: for JDC Europe. 2007.
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