La segunda parte de la Biblia (Nevi’im) contiene todos los libros de los Profetas. La constituyen dos pares: I, los “primeros” profetas, Yehushúa (Josué), Shofetim (Jueces), Shemuel (Samuel) y Melajim (Reyes); y II, los profets “últimos”, Yeshayahu (Isaías), Yermia (Jeremías), Yejezquel (Ezequiel), junto con los doce profetas “menores” (“menor” se refiere al tamaño más pequeño de estos libros).
Los profetas “menores” son: Hoshéa (Oseas), Yoel (Joel), Amós, Ovadía (Abdías), Yona (Jonás), Mija (Miqueas), Najúm (Nahum), Jabakuk (Habacuc), Tzefania (Sofonías), Jagai (Ageo), Zejaría (Zacarías) y Malaji (Malaquías). El conjunto de las predicciones de esos doce profetas “menores” está incluido en la serie de doce profetas llamada “Teré Asár” que en arameo significa doce.
Los “primeros” libros narran la historia de Israel, desde la muerte de Moisés hasta el exilio babilónico del año 586 a.E.C. y se considera que los escribieron los propios profetas, hombres inspirados por la divinidad. Estos profetas tuvieron visiones; lanzaron advertencias de los castigos por las iniquidades cometidas y por crímenes detallados y específicos contra Dios y el Hombre. Describieron y criticaron el triste y a menudo pecador estado de Israel y de las naciones que la oprimían. Profetizaron también la dorada y apacible era mesiánica. Los judíos le respetaban, aunque no siempre les hacían ni les obedecían. Estos hombres no eran adivinos ni oráculos. Estaban inspirados, eran sabios y conocían los resultados de los yerros de la nación, de las alianzas desacertadas y, sobre todo, de los errores religiosos y morales. Los profetas eran guardianes de la pureza y devoción espiritual de Israel y del bienestar nacional. No sólo vituperaron y advirtieron al pueblo, sino que también predijeron el amoroso y majestuoso plan de Dios para la era mesiánica. Los últimos capítulos de Isaías y muchos otros pasajes de la Biblia ponen de manifiesto que estos hombres también sabían cómo elevar a Israel y cómo proporcionar al pueblo consuelo y esperanza.
La profecía judía ha sido la creación espiritual más maravillosa de nuestra cultura. Protagonizada por hombres dotados de facultades morales de inspiración divina, la profecía originó la cristalización de la fe en un solo Dios y legó a toda la humanidad elevados principios de justicia y moral.
Moshé es considerado prototipo de los profetas. Sin embargo, tras de su muerte cesó la profecía durante una época bien prolongada. Solamente en el siglo VIII. A.E.C. surgió el nuevo tipo de profetas considerables en el orden religioso y social. Esos profetas distinguidos por su lenguaje poético hicieron apuntes de sus entusiastas predicciones y gracias a ellos, sus elevados conceptos se han conservado hasta hoy día ne los libros incluidos en la Biblia.
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