ROGELIO VILLARREAL
Enlace Judío México | A contracorriente de los extremismos religiosos e ideológicos de izquierda y de derecha, en este trabajo —en proceso— trato de explicar el origen de un odio que data de miles de años y que ha lastrado a una parte de la humanidad.
El que odia se esfuerza por apartar y destruir la cosa que odia. […] El odio aumenta con un odio recíproco, y puede, al contrario, ser destruido por el amor.
—Spinoza, Ética
El odio a los judíos, transformado en antisionismo, es hoy uno de los factores que impiden la paz en esa región del planeta, donde pueblos que comparten las mismas raíces viven presas del miedo, del terror y de la escasa libertad que puede vivirse en una situación aparentemente insalvable y que podría escalar a confrontaciones bélicas de mayor proporción y de consecuencias probablemente irreversibles.
El odio más antiguo
A la memoria de los seres más cercanos entre los seis millones de asesinados por los nacionalsocialistas, al lado de millones y millones de humanos de todas las confesiones y de todas las naciones, víctimas del mismo odio del otro hombre, del mismo antisemitismo.
—Emmanuel Levinas, dedicatoria en De otra manera de ser o más allá de la esencia.
Los mitos antiguos, medievales y modernos sobre los judíos han tenido una pervivencia asombrosa hasta nuestros días con algunas modificaciones sustanciales. “Al decidir el modo de narrar esta historia uno podría hacer creer que existe un pueblo judío unido, rico y poderoso, ubicado bajo un gobierno centralizado, encargado de hacer que funcione una estrategia de poder mundial por medio del dinero”, escribe Jacques Attali en Los judíos, el mundo y el dinero [2005]. Continúa el economista y escritor francés: “Nos cruzaríamos de ese modo con fantasías que atravesaron todos los siglos, de Trajano a Constantino, de Mateo a Lutero, de Marlowe a Voltaire, de los Protocolos de los sabios de Sión a Mein Kampf, hasta el acervo anónimo presente en Internet”.
El surgimiento de grupos neonazis en varios países y las frecuentes agresiones a personas de origen judío no solamente por estos seguidores contemporáneos de Hitler, sino por activistas de izquierda que expresan de esa manera su rechazo a la “ocupación” de Palestina o los estereotipa como los poderosos y enigmáticos dueños del mundo, obliga a insistir en la reflexión acerca de las causas que en distintas épocas han empujado a grupos humanos y a Estados a organizarse específicamente para segregarlos, desterrarlos o exterminarlos. Ningún pueblo ha sufrido esa violencia de manera tan persistente como los judíos —sin que esto signifique que las agresiones o masacres de otros pueblos o etnias sean menos importantes, sean cuales fuesen los motivos: víctimas todas del “mismo odio del otro hombre”, como dice Levinas.1 Aquí queremos anotar los motivos de un odio tan extendido y pernicioso contra una gran comunidad de identidades colectivas religiosas o nacionales que en su momento de mayor paroxismo llevó a la aniquilación de seis millones de sus integrantes.2
“Sin embargo, no hay que quemarlos”
Hay un pueblo disperso en todas las provincias […] cuyas leyes son distintas […] y no observan las órdenes del rey […] Escríbase que sean destruidos [Ester, 3:8].
En el principio fue el antijudaísmo pagano, un odio de carácter religioso y cultural, esencialmente, contra el único pueblo monoteísta de la Antigüedad. Al ser los israelitas o hebreos el pueblo “portador de una narrativa fundacional constituida alrededor de un pacto ético, a la vez teológico y sociológico, que lo convertía en un grupo religioso y social separado, con sus propias normas y costumbres”, dice Judit Bokser, “devino foco de discriminación y hostigamiento”.3 Es un odio con raíces que se hunden en la historia y en la mitología bíblica, mucho antes de las conquistas persa, griega y romana de Judea. Con la fundación de la Iglesia cristiana en el seno del imperio romano surge un poder avasallador que no toleraría la disidencia ni la libertad de pensamiento o religión. De ahí en adelante debería creerse en el mismo dios, así como callar y obedecer. La Iglesia arremete contra herejías cristianas y otras religiones y culpa a los judíos de haber matado al hijo de Dios. Nace el antijudaísmo cristiano.
Con la aparición del islam en el siglo VII y la noción de guerra santa —la yihad contemporánea— las facciones más radicales, como la de los almohades, también hostigaron a los judíos que vivían en una vasta extensión que iba desde España —la antigua Sefarad— hasta el actual Irán. Así, las opciones para los judíos, sobre todo en los reinos e imperios cristianos europeos, fueron durante largos y pesados siglos el confinamiento en el gueto, la conversión —forzada, casi siempre—, la extorsión y la calumnia, cuando no la expulsión y en incontables casos la muerte. El ilustre Voltaire, después de describirlos de manera denigrante en el apartado “Judíos” del Diccionario filosófico, concluye con actitud de perdonavidas: “Sin embargo, no hay que quemarlos” [en Príncipe de Ligne, 2008].
El antisemitismo es la continuación y la versión moderna alimentada de aquel odio ancestral contra el “pueblo deicida”, un odio que maduró en el siglo XIX con la formación de los Estados europeos y los sentimientos nacionalistas. El periodista y político conservador alemán Wilhem Marr (1819-1904) acuñó el término al fundar la Liga Antisemita, que llamaba a impedir la emancipación de los judíos de Alemania —la ciudadanía, con todos sus derechos y obligaciones— y su expulsión del país, pues, como muchos europeos prejuiciosos e ignorantes de la época —incluso los de la izquierda socialista—, los consideraban un pueblo apátrida y extraño al cuerpo de la patria germánica. No se discrimina ya al judío por su religión sino por consideraciones económicas, políticas y hasta raciales. En el panfleto Der Weg zum Siege des Germanentums über das Judentum [La senda a la victoria de la esencia alemana sobre el judaísmo, 1879] Marr escribe que los alemanes y los judíos “están trabados en un largo conflicto”, cuyo origen atribuye a la raza, y afirma que “los judíos están ganando”. Según Marr, el liberalismo alemán y la emancipación de los judíos les permitió a éstos “controlar las finanzas y la industria alemanas”. Este conflicto, basado en las “diferentes cualidades de las razas judía y alemana, no puede ser resuelto aun con la total asimilación de la población judía”. Así, la lucha entre judíos y alemanes se resolverá únicamente “con la victoria de una de las partes y la muerte de la otra parte”. La victoria judía significaría el fin de Alemania, de acuerdo con Marr, y para evitar tal desenlace fundó la Liga Antisemita.4
Una parte nada desdeñable de la izquierda europea compartía los prejuicios contra los judíos. Contra esa izquierda —que se parece tanto a ciertas izquierdas contemporáneas, como veremos— enderezó Engels esta sentencia en la Arbeiterzeitung del 9 de mayo de 1890:
El antisemitismo no es más que la reacción de los estratos medievales y decadentes de la sociedad contra la sociedad moderna […]; bajo una máscara de socialismo aparente sólo sirve a intereses reaccionarios; es una variedad del socialismo feudal, con el cual no podemos tener nada en común. […] En suma, el antisemitismo es el socialismo de los imbéciles.
En el siglo XX, con la publicación de los dos tomos de Mi lucha [1925-1928] Adolfo Hitler los rebajaría a la condición de raza inferior, incluso por debajo de los animales, llevando al extremo los delirios pseudocientíficos y antisemitas del decimonónico conde Joseph Arthur de Gobineau plasmados en su Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas [1853-1855].
Como la historia de este pueblo “se transformó en la historia sagrada de una buena parte de la humanidad”, escribe Gustavo Perednik, “la mayoría de las personas aprenden acerca de los judíos en algún momento de su educación. Los judíos están mentalmente presentes en la gente antes de ser personalmente conocidos”. El judío es “el enemigo sin el cual el orden no puede vivir”, dice el rabino argentino Daniel Goldman; Bauman acuña el concepto de “alosemitismo” para referirse a “la práctica de acotar a los judíos como pueblo completamente distinto de todos los demás”.5 En el antisemitismo contemporáneo, o nueva judeofobia, como prefiere llamarla Pierre-André Taguieff [2003], confluyen extremistas de todas las confesiones, pues es profesado no solamente por ultraderechistas, neonazis y negacionistas —grupos de odio muy activos en internet—, también por amplios sectores de las izquierdas en el mundo y por el fundamentalismo islámico-dictatorial 6 que niega la legitimidad del Estado de Israel y que cínicamente ha hecho de “la causa palestina la causa de las causas, la causa absoluta” [Taguieff].
Esta nueva judeofobia ha puesto al día los prejuicios decimonónicos contra los judíos, supuestos “dueños del dinero, de la banca, del mundo”, además de establecer como sinónimos del sionismo el colonialismo, el racismo y el imperialismo estadounidense-israelí —incluso hay una red internacional de judíos antisionistas que equiparan el sionismo con el apartheid sudafricano 7 y hasta, perversamente, con el nazismo.8 Este antisemitismo de izquierdas ha sido estudiado por el historiador marxista Moishe Postone, de la Universidad de Chicago. “Los judíos son vistos [por las izquierdas] como una entidad abstracta con un inmenso poder, el cual, de forma global e intangible, le permite controlar el mundo”, dice, y por esa razón aquéllas equiparan el sionismo con el racismo en una operación semejante a la que denunciaba Engels con la frase “El antisemitismo es el socialismo de los imbéciles”. En las posiciones de izquierda sobre el conflicto Israel-Palestina subyace la hostilidad a los judíos, dice Postone en una entrevista.9 “El antisemitismo”, dice, “constituye una crítica primitiva del mundo y de la modernidad capitalista”, razón por la cual las izquierdas le atribuyen una “pseudodimensión emancipadora”. De acuerdo con el historiador, “Hay una convergencia fatal de corrientes históricas en la forma contemporánea del antisionismo”. En el siglo XIX “existían distintas formas de esta autoexpresión nacional judía. El sionismo sólo fue una de ellas. Hubo otras, como los judíos que buscaban una autonomía cultural, y el Bund, un movimiento socialista autónomo de los trabajadores judíos [rusos]”. “Las organizaciones comunistas”, sigue, “tendían a expresar una muy fuerte oposición a cualquier forma de nacionalismo judío, ya fuera un mero nacionalismo cultural, un nacionalismo político, o el propio sionismo.
Ésta es una de las cadenas del antisionismo. No es que fuera necesariamente antisemita, sino que rechazaba la autoidentificación colectiva de los judíos en nombre del universalismo abstracto”. Después del Holocausto y la fundación del Estado de Israel, como consecuencia de la inmigración masiva de judíos auspiciada por el movimiento sionista, el universalismo abstracto sirvió para encubrir la historia de los judíos en Europa. Esto responde, continúa Postone, “a una muy útil depuración histórica del pasado con una doble función: se borra la violencia perpetrada históricamente por los europeos contra los judíos y, al mismo tiempo, los horrores del colonialismo europeo se trasladan a los judíos”.
Durante el largo régimen totalitario de la Unión Soviética el antisemitismo —sin ser nombrado como tal— sirvió para erradicar a los llamados “elementos cosmopolitas”, “desarraigados” o que formaban parte de una “conspiración mundial genérica”. La mayoría de los desterrados o fusilados bajo acusaciones de “sionistas” eran, naturalmente, judíos. El antisemitismo-antisionismo fue exportado al Medio Oriente durante la Guerra Fría, “en parte por los servicios de inteligencia de países como Alemania del Este”, dice Postone. Esta variedad de antisemitismo fue legitimada por la izquierda europea, y desde entonces se le llama antisionismo. La población árabe de Palestina reaccionó contra la inmigración judía y se resistió a ella, lo cual es comprensible y en sí mismo no es antisemita, según Postone, aunque estos aspectos del antisionismo convergieron históricamente y se radicalizaron con la formación de organizaciones extremistas que exigen desde entonces la desaparición del Estado de Israel.
Un breve recuento: el placer de matar judíos
Entre las más crueles manifestaciones del antisemitismo en años recientes está el asesinato de cuatro judíos —tres niños y un adulto—, el 19 de marzo de 2012, en el colegio Ozar Hatorah (el tesoro de la Torá, en hebreo) de la ciudad de Tolosa, Francia, cometido por Mohamed Merah, de 23 años, hijo de inmigrantes argelinos. Merah, que también mató entre el 11 y el 15 de marzo a tres paracaidistas franceses de origen magrebí, dijo que era parte de Al Qaeda y que había cometido esos crímenes por “el honor del islam, para vengar la muerte de niños palestinos y por la participación de Francia en Afganistán”.10 Antes de ser acribillado por la policía francesa Merah dijo también que había sentido “un placer infinito” al matar a sus víctimas y que solamente lamentaba no poder hacer más ataques.
El día 13 de marzo de ese año hubo un par de atentados con coches bomba a diplomáticos israelíes en Nueva Dehli, India, y Tiflis, Georgia —descubierto éste antes de explotar. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, del partido conservador Likud (Consolidación, en hebreo), culpó a Irán de ser el país que “está detrás de estos ataques y [que] es el mayor exportador de terrorismo en el mundo”;11 volvió a acusarlo cuatro meses después por el ataque terrorista contra turistas israelíes en el aeropuerto de Burgas, en Bulgaria, que causó la muerte de siete personas. Ese día, 18 de julio, coincide con el décimooctavo aniversario del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), perpetrado por agentes iraníes, como sostiene el fiscal argentino Alberto Nisman —cuyas acusaciones fueron rechazadas por la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní por considerarlo un “sionista”.12
Antisemitismo latinoamericano
En América Latina también ha habido ataques y expresiones de odio a los judíos, como el mencionado atentado con un coche-bomba a la AMIA en Buenos Aires el 18 de julio de 1994, que dejó 85 muertos y 300 heridos —no todos judíos—, más decenas de edificios destruidos. Las investigaciones de la más grave acción contra judíos desde la segunda Guerra Mundial señalaban a Hezbollah e Irán, por un lado, y a terroristas sirios, por el otro, con la presunta complicidad de policías bonaerenses. Dos años antes, el 17 de marzo de 1992, también en Buenos Aires, la embajada de Israel había sido el blanco de una camioneta cargada de explosivos, que dejó 29 muertos y 242 heridos. En aquella ocasión tanto la Yihad Islámica como Hezbollah se atribuyeron la autoría del atentado mediante comunicados en Beirut.13
Los primeros inmigrantes judíos de Argentina —donde vive la comunidad judía latinoamericana más numerosa, un cuarto de millón habitantes, aproximadamente14— fueron víctimas de agresiones, lo mismo que sus templos, comercios y escuelas. En la novela La bolsa [1891], de Julián Martel (pseudónimo de José María Miró), por ejemplo, el autor retoma los prejuicios vigentes contra los judíos y los perfila como usureros, avaros, estafadores y holgazanes, “vampiros de la sociedad moderna” 15 —estereotipos empleados aún por muchos izquierdistas y neonazis. Durante la llamada “Semana trágica” de enero de 1919 una huelga general en Buenos Aires fue reprimida con violencia y la policía y miembros de la ultraderechista Liga Patriótica Argentina asesinaron a cientos de personas, incluyendo a obreros de la comunidad judía, en lo que se ha llamado el primer pogromo (masacre, del ruso pogrom: trueno, devastación) de América Latina.16
A Argentina llegaron, entre 1948 y 1950, durante una de las presidencias de Juan Domingo Perón, al menos 68 criminales de guerra nazis, entre ellos Erich Priebke, Josef Mengele y Adolf Eichmann, quien en 1960 fue capturado por el Mossad —la policía secreta israelí—, llevado a Jerusalén y enjuiciado; se le condenó a morir en la horca y sus cenizas fueron esparcidas en el Mediterráneo. “Lo más inquietante de Eichmann es que no era un monstruo, sino un ser humano”, dijo Peter Malkin, uno de los agentes que lo capturó en la provincia del Gran Buenos Aires.17
En su “Ensayo sobre el judaísmo contemporáneo” el rabino Marshall Meyer escribe: “Es sabido que la filosofía que gobierna la mayoría de las Fuerzas Armadas [argentinas], desde su incepción y educación, es antisemita”;18 durante las dictaduras de 1976 a 1983 cerca de dos mil muertos y desaparecidos eran de origen judío, entre los 10 mil y 30 mil que aportan tanto cifras oficiales como de organismos de derechos humanos.19
No hace mucho, en la ciudad argentina de San Martín, fanáticos del equipo de futbol Chacarita gritaron consignas antisemitas contra el Atlanta durante un partido que terminó con agresiones al árbitro y a dirigentes de ese equipo. Los hinchas coreaban: “Ahí viene Chaca por el callejón matando judíos para hacer jabón”. Entre los numerosos seguidores, jugadores, exjugadores y directivos del Club Atlético Atlanta hay muchos de origen judío20 y, paradójicamente, algunos de los socios del Chacarita también lo son.21
En Venezuela, desde 2009 el fallecido presidente Hugo Chávez no sólo alentó el antisemitismo al condenar a Israel como un gobierno genocida, también expulsó al embajador y rompió relaciones diplomáticas con ese país. “El Estado de Israel se ha convertido en un Estado genocida, el Estado de Israel se ha convertido en un asesino, enemigo de la paz”, declaró teatralmente Chávez en Damasco en compañía del feroz dictador Bashar al-Assad, que ha probado ser muy eficaz al reprimir, torturar y asesinar a su pueblo.22 Las diatribas de Chávez desataron acciones de hostigamiento contra ciudadanos de confesión judía, incluyendo la agresión, el robo y destrozos a la principal sinagoga de Caracas el 30 de enero de ese año. Al mismo tiempo los medios estatales promovieron un boicot contra comercios de judíos y llamaron a la gente a protestar frente a las sinagogas. El columnista y profesor de matemáticas Emilio Silva, del portal oficialista Aporrea, exhortó a “emplazar públicamente a todo judío que se encuentre en cualquier calle, centro comercial, plaza, etc., a que tome posición, vociferándole consignas a favor de Palestina y en contra del estado-aborto de Israel”. También, de acuerdo con el periodista Jorge Rodríguez, Silva “propuso que se realicen protestas frente a sinagogas, un boicot de negocios judíos, el cierre de escuelas judías y una campaña nacional para denunciar públicamente con nombre y apellido a los integrantes de grupos judíos de poder con presencia en Venezuela, indicando las empresas de su propiedad para boicotearlas” [las negritas son de él].23 Aporrea retiró poco después ese artículo —pero no otros de Silva en la misma tesitura—, ofreció disculpas pues reconocía su carácter antisemita y llamó a los chavistas a “criticar al gobierno israelí, no al pueblo ni a los judíos en general”.24 Tres años más tarde Hugo Chávez invitó al presidente iraní Mahmud Ahmadineyad a una gira por Venezuela, Ecuador, Nicaragua y Cuba. Ahmadineyad, “señor de una teocracia brutal que practica el terrorismo, patrocina a Hezbollá, lapida mujeres, asesina homosexuales y reprime las libertades”,25 y también enemigo declarado de Israel, fue recibido por los gobiernos de Rafael Correa, Daniel Ortega y Fidel y Raúl Castro. Los revolucionarios del socialismo totalitario de corte soviético y del antidemocrático “socialismo del siglo XXI” acogían a uno de los líderes de una revolución islámica fundamentalista que ha sometido a los iraníes a un asfixiante régimen autoritario. Ya en 2001 Fidel Castro había declarado en Teherán, ante el ayatola Alí Jamenei, que la colaboración entre Irán y Cuba podía poner de rodillas a Estados Unidos —y, de paso, a su aliado en Medio Oriente.
El excandidato opositor a la presidencia, Henrique Capriles Radonski, fue insultado y acusado durante la campaña electoral de 2012 por Chávez y medios oficialistas de ser un “enemigo sionista”, “homosexual” y, según la Radio Nacional de Venezuela, de no “tener nada que ver con una oferta nacional e independiente”.26 Al haber acusado a Capriles de judío y sionista se intentó descalificarlo como un ciudadano venezolano —que, además, se convirtió al catolicismo en su juventud.27 No importaba eso sino degradarlo y desinformar a los electores y a la opinión pública, como lo demuestra una nota de la periodista Adal Hernández: “El sionismo nace para poner en marcha los planes del imperialismo en el mundo árabe, para colocar una base de operaciones en la zona que responda a los intereses del capitalismo trasnacional, dirigido y administrado en su gran mayoría por el sionismo y sus representantes. Gran parte del enjambre de los medios de comunicación es manejado por la oligarquía sionista”.28 Chávez añadió a la andanada de insultos que Capriles es “un cochino que no va a poder disfrazarse, busque los asesores que busque, porque tiene rabo, orejas y hocico de cochino”.29 El judío vuelve a ser el demonio mismo, como se pensaba en la Edad Media, cuando se esparcían rumores sobre asesinatos rituales de niños cristianos para usar su sangre en la elaboración del pan ácimo [véase Meyer].30 Sólo un odio tan arraigado puede pasar por alto que los judíos, con el inmensurable poder e influencia que les atribuyen, “no pudieron evitar que un tercio de ellos fuera asesinado hace medio siglo; ni siquiera logaron convencer a los gobiernos occidentales de bombardear los campos de la muerte o las vías férreas que conducían hacia ellos, ni que Estados Unidos declarara la guerra a Hitler” [Perednik].
Antisemitismo de derecha a izquierda en México
Como en otros países, el antisemitismo y otras formas de discriminación están prohibidas en México; no obstante, las expresiones insultantes y peyorativas contra mujeres, indígenas, discapacitados y minorías religiosas —entre éstas los judíos mexicanos— son muy frecuentes en la actualidad. Dos libros dan cuenta de la intolerancia y del antisemitismo en el México de la época posrevolucionaria.
En El exilio incómodo [2011] Daniela Gleizer desmiente la política de “puertas abiertas” que presumían los gobiernos posrevolucionarios en relación con los inmigrantes. Entre 1934 y 1946, durante los periodos de Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, se restringió o prohibió la inmigración de chinos, gitanos, negros y judíos. “Cuando empiezan a llegar en el gobierno de Cárdenas las solicitudes de asilo [son] rechazadas, [pues] el secretario de Gobernación, Ignacio García Téllez, [tenía] una posición muy contraria a la entrada de refugiados judíos e incluso de otros grupos, con la idea de que había que preservar o salvaguardar el mestizaje nacional y no admitir a aquellos extranjeros que eran considerados no asimilables a la nacionalidad mexicana”, dice Gleizer.31 De entre esos grupos, los judíos fueron los únicos que pidieron asilo ante la amenaza del nazismo; solamente se les concedió a entre 1,800 y 2,200 personas. Aunque “Cárdenas sí le dio asilo a exiliados políticos de izquierda, como Trotsky, por ejemplo”, sigue Gleizer, “un grupo reducido de abogados, escritores judíos, eran judíos no identificados, pero de origen judío, como por ejemplo Friedrich Katz”. Cárdenas, en cambio, optó por acoger a los españoles que huían del fascismo franquista por afinidad ideológica con la República española.
En 1925 el diario El Universal publicó una noticia sobre “la inundación que ha estado sufriendo nuestro país de judíos”, en la que hablaba de diez mil inmigrantes, en tanto que El Excélsior contaba cien mil. Cinco años después el presidente Pascual Ortiz Rubio (1930-1932), al tratar de “defender” la economía nacional de la crisis provocada por la Gran Depresión estadounidense de 1929, lanzó una “campaña nacionalista” contra comerciantes chinos, árabes, turcos y judíos. En el barrio de La Merced, por ejemplo, se expulsó a 250 vendedores judíos para proteger a los mexicanos “de la competencia extranjera” [Alicia Gojman, 2000].
La campaña nacionalista continuó bajo el régimen de Abelardo L. Rodríguez [1932-1934] […] y continuaron las manifestaciones contra los comerciantes judíos y chinos por toda la república. Era la coyuntura adecuada para que las organizaciones reaccionarias proliferaran; ya en 1931 se había constituido la Acción Revolucionaria Mexicanista, con los antecedentes de los Comités pro Raza, y aseguraba contar con cuarenta mil miembros; desde 1935 se fundaron las ligas Anti-China y Anti-Judía, la Unión Nacionalista Mexicana surgió entonces y la Legión Mexicana Nacionalista se creó en 1937. Pero hubo también organizaciones semejantes que se oponían a personas o grupos del mismo origen como la Asociación Española Anticomunista o la Falange dispuestos a apoyar la lucha de Francisco Franco. El listado que contiene el libro [de Gojman] de comités y ligas nacionalistas es apabullante y, aun cuando no sabemos la cantidad de miembros que agrupaban, no deja de ser un indicador importante del crecimiento de la derecha mexicana.32
Los “Camisas Doradas”, como se conocía a los extremistas de Acción Revolucionaria Mexicanista (ARM), tenían como valores fundamentales la raza, la patria, la familia, la moral, el progreso, el orden y el civismo, e “invitaba[n] a la unión de los mexicanos que habían estado en permanente lucha unos contra otros, pedía[n] que se terminaran las divisiones de partidos y se luchara por la patria, por el suelo que les pertenecía como mexicanos”, escribe Gojman, y continúa más adelante con la diatriba de la ARM: “Los judíos apátridas que fueron obligados a vivir fuera de su tierra fueron incubando un odio irreconciliable hacia el resto de la humanidad y, por su necesidad de sobrevivencia, se organizaron para explotar y dominar a todos los pueblos de la tierra, con una situación muy ventajosa”. Cárdenas expulsó del país al líder de los Camisas Doradas, Nicolás Rodríguez, en febrero de 1936, tres meses después del enfrentamiento de éstos con las organizaciones cardenistas del Frente Popular durante un desfile conmemorativo de la Revolución mexicana el 20 de noviembre de 1935. La organización mantuvo cierta actividad hasta el fin de la segunda Guerra; la comunidad judía se organizó en la Cámara Israelita, estableció contacto con el presidente, y con el tiempo se reconsideró la ambivalente política de inmigración del Estado mexicano.
En septiembre de 1975, en la Asamblea General de la ONU México votó por una resolución que definía al sionismo como “una forma de racismo y de discriminación racial”. Esa resolución había sido promovida por los países árabes y por la Unión Soviética, naciones con las que el entonces presidente Luis Echeverría buscaba congraciarse en su afanoso y frustrado camino hacia el liderazgo del Tercer Mundo y la secretaría general de la ONU.33 Esa postura causó malestar entre las comunidades judías mexicana y estadounidense, y esta última amenazó con un boicot turístico a México. La prensa nacional preguntó maliciosamente a los judíos mexicanos si apoyarían el boicot y a Israel o a México; la escultura de Israel en la Ruta de la Amistad, inaugurada en los Juegos Olímpicos de 1968, aparecía pintarrajeada con cruces gamadas. Después de una reunión entre el Comité Central Israelita de México y el presidente y posteriormente con representantes de organismos judíos estadounidenses el mandatario matizó su postura, no sin recelo, ordenando al canciller Emilio O. Rabasa que volara a Israel para explicar que México no era un país antisemita. El diplomático depositó una ofrenda floral en la tumba de Teodoro Herzl y elogió la “tierra de Sión”. En la siguiente votación México votó contra aquella resolución, pero en julio de 1976 Echeverría volvería a la carga al declarar que el rescate de 103 israelíes secuestrados por terroristas palestinos en el aeropuerto de Entebbe, Uganda, había sido una violación de la soberanía de un país independiente —cuyo presidente, el corrupto Idi Amín Dada, se distinguió por violaciones a los derechos humanos, la represión y el asesinato de disidentes políticos, la persecución étnica, el nepotismo y una pésima gestión económica.
El escritor y periodista mexicano Salvador Borrego (Ciudad de México, 1915) es autor de “más de 34 libros de historia, periodismo, filosofía, política, economía y guerra”, con un total de 177 ediciones y más de 500 mil ejemplares vendidos.34 El más conocido es Derrota mundial [1953], cuya segunda edición fue prologada por José Vasconcelos: “Es uno de los libros más importantes que se hayan publicado en América”, escribió el filósofo y educador, quien dirigió de febrero a junio de 1940 Timón. Revista Continental, alineada con la Alemania de Hitler,35 y que se tragó completos los mitos de la Atlántida y de la conspiración mundial de los “judeomasones”. Salvador Borrego no oculta su simpatía por el nacionalsocialismo, aunque en entrevista a Álvaro Delgado asegura que no es “derechista” ni antisemita: “Distingo muy bien entre una raza y un movimiento político”;36 no obstante, revisionista al fin, ha negado el Holocausto en otras entrevistas, como las publicadas en el sitio Último Reducto, “Foro de expresión de cultura alternativa nacionalsocialista”.[37] En su best-seller Derrota mundial (con 51 ediciones hasta 2011) explica la segunda Guerra Mundial como resultado de una “conspiración judeo-masónica-comunista”, la misma conspiración mundial que se “denunciaba” en los apócrifos Protocolos de los sabios de Sión —una tosca adaptación hecha por la policía zarista del Dialogue aux Enfers entre Montesquieu et Machiavel (Diálogo en el infierno entre Montesquieu y Maquiavelo, 1864), de Maurice Joly, publicados en Rusia en 1902 para justificar los pogromos. Aunque los grupos neonazis en México son escasos y su actividad se limita casi a la discusión en foros de internet, el nonagenario Salvador Borrego calcula el número de sus integrantes en unos 50 mil.
Jean Meyer cuenta en su libro La fábula del crimen ritual cómo el sinarquista Salvador Abascal lo acusaba de ser un “converso” y que eso le impedía “entender la historia de la Iglesia”, en alusión a La Cristiada, el libro que Meyer publicó en 1975. No obstante el certificado de “limpieza de sangre” que los nazis expidieron a Joseph Meyer, abuelo del historiador, en las anexadas provincias francesas de Alsacia y Lorena, Abascal insistía en que los Meyer debían ser de ascendencia judía. A la respuesta de Meyer de que sus antecesores aparecían como cristianos desde el primer libro de bautismos, en el siglo XVI, Abascal contraatacó: “¡Ah! ¿Y antes del siglo XVI?” Al final de la polémica Abascal le dijo a Meyer, descaradamente, que no importaba si los Protocolos no eran auténticos, pues bastaba con que fueran ciertos.38
Estos prejuicios también los reproduce el politólogo y doctor emérito por la UNAM Arnaldo Córdova, que escribió en el año 2000 un artículo llamado “Israel. El canto del verdugo” hilvanado con clichés como “Israel existe para exterminar a aquellos a su alrededor”; “Palestina, durante los últimos 2 mil años ha sido una tierra limpia de judíos”; “El dinero es el verdadero dios de Israel y de los judíos” [unomásuno, 20 de octubre de 2000].
Entre 2004 y 2008 el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación ha documentado unos pocos casos de hostilidad y agresiones a judíos, como el de la cajera de un restaurante que fue hostigada y despedida por su jefe cuando se enteró de su ascendencia, y el de un estudiante becario de una fundación al que su supervisor acusaba de ser un judío “invasor” e “israelita extranjero”. En octubre de 2005 Santiago Levy, director del Instituto Mexicano del Seguro Social, que anunciaba su renuncia por confrontaciones con el sindicato de esa institución debido a la revisión de pensiones y del contrato colectivo de trabajo, fue insultado por trabajadores con gritos antisemitas y pintas en bardas con injurias y suásticas.39
Hace unos meses el empresario mexicano Miguel Moisés Sacal Smeke fue blanco de insultos clasistas y racistas en las redes electrónicas por haber golpeado salvajemente al empleado Hugo Enrique Vega Flores, como pudo verse en un video grabado el 8 de julio de 2011 y difundido en Internet y en los medios en enero de 2012. (El iracundo empresario, debe decirse, también había insultado a Vega Flores con expresiones como “No sabes con quién te metes, pendejo, pinche gato”, de uso común entre mexicanos de diferentes estratos sociales, como también se ha visto en casos como el de las llamadas “Ladies de Polanco”, en agosto de 2011.) Debe observarse que cuando se trata de mexicanos “judíos” que transgreden la ley y por esa razón aparecen en las noticias, invariablemente se anota su ascendencia, lo que no sucede cuando los ofensores son católicos, por ejemplo.
En 2012 un grupo de ciudadanos mexicanos denunció en la Conapred al “analista internacional” Alfredo Jalife-Rahme por sus repetidos insultos y difamación a personas de origen judío en la red social Twitter y en sus artículos periodísticos.40 Después de los diez ataques terroristas en noviembre de 2008 de un grupo radical islámico (Deccan Muyahidin41) en Bombay, con un saldo de casi 200 muertos y miles de heridos, Jalife preguntó en su columna de La Jornada: “¿Propició la banca israelí-anglosajona la carnicería de Bombay con el fin de repatriar los capitales a Estados Unidos y revaluar artificialmente el dólar?” [7-XII-2008]. Al desplegado de protesta en ese diario de ciudadanos mexicanos [“Contra el antisemitismo”, 19-XII-2008], muchos de origen judío, Jalife respondió con insultos e incluso con datos falsos que dio por buenos extraídos de medios satíricos como The Spoof, como le aclaró burlonamente Adolfo Gilly en el mismo diario cinco días después.
Una de las “razones” preferidas de Jalife —vinculado a Lyndon B. LaRouche en la década de los ochenta42— para denostar a los judíos mexicanos de procedencia esteeuropea, o ashkenazí, es la simplona y entusiasta apropiación de la tesis de La invención del pueblo judío, del historiador israelí Shlomo Sand [2008-2011], según la cual los judíos de la Europa oriental descenderían de los jázaros, un pueblo turco —o “mongol”, añade Jalife— que se convirtió al judaísmo en el siglo VIII y por esa razón, pregona el supuesto analista, ¡no son judíos en realidad!43 (Una crítica de Hillel Halkin al libro de Sand lo muestra como un autor antisionista y al que rebate incluso con pruebas genéticas.44 Sand, por cierto, enseña libremente en la Universidad de Tel Aviv.)
El 17 de noviembre de 2012 el Consejo para Prevenir la Discriminación en la Ciudad de México (Copred) alertó sobre más de 35 mil comentarios insultantes y agresivos contra los judíos mexicanos publicados en Twitter desde enero de 2012 por grupos de fanáticos y personas anónimas.45
El sionismo
Los asesinatos y atentados contra judíos se volvieron comunes desde la fundación del Estado de Israel, en 1948, pero antes de esa fecha hubo cientos de ellos —y también, es verdad, aunque en menor proporción, de judíos contra árabes y árabes palestinos. Entender el conflicto del Medio Oriente no es fácil si se desconocen las causas del odio ancestral a los judíos. Así lo explica Perednik:
Aversiones contra grupos siempre existieron, pero la judeofobia es un odio excepcional. Los judíos fueron odiados en sociedades paganas, religiosas y seculares. En bloque, fueron acusados por los nacionalistas de ser los generadores del comunismo; por los comunistas de regir el capitalismo. Si viven en países no judíos, son acusados de dobles lealtades; si viven en el país judío, de ser racistas. Cuando gastan su dinero se les reprocha por ostentosos; cuando no lo gastan, por avaros. Son tildados de cosmopolitas sin raíces o de chauvinistas empedernidos. Si se asimilan al medio, se les acusa de quintacolumnas; si no, de recluirse en sí mismos.
“Probablemente”, continúa Perednik, “no haya odio más antiguo, más generalizado, más permanente, profundo, obsesivo, peligroso, quimérico y fácil que la judeofobia”. Son muy pocos los periodos en que ha habido una convivencia pacífica entre judíos y otros pueblos, como sucedió, por ejemplo, desde el siglo V a.C. en Babilonia y en Bagdad, ciudad donde un tercio de la población era judía hasta 1940,46 o en la España medieval bajo el dominio musulmán. Cuando los árabes conquistaron la península ibérica, en el siglo VIII, establecieron colonias de mercaderes hebreos junto a las fortificaciones militares de las principales ciudades —Córdoba, Granada, Sevilla, Toledo—, y los califas atrajeron a la corte a poetas, médicos, contadores y científicos.
Desde entonces, y hasta mediados del siglo XI, árabes y judíos conocieron un florecimiento de sus culturas que no ha vuelto a repetirse. “El grado de interacción e influencia mutua fue aún mayor en el campo de las ciencias exactas”, escribe Nissim Rejwan, “y el contacto entre eruditos judíos y árabes desembocó en la colaboración. Todos los tratados sobre ciencias naturales escritos por los primeros proceden de las obras árabes clásicas”.47 La amalgama de las culturas judía y árabe en la España musulmana “produjo ricos resultados intelectuales, más perdurables y fructíferos que la unión de las culturas judía y helenizante en Alejandría”, asienta Simon Dubnow en su Historia judía: un ensayo sobre la filosofía de la historia.48
Esa convivencia casi siempre pacífica entre árabes y judíos —interrumpida ocasionalmente por episodios de violencia— dejó de existir con la fundación del Estado de Israel. No obstante que en Palestina —la antigua Siria Palestinae del imperio romano— siempre hubo población judía, contándose hasta dos millones en el siglo I [Attali] y cientos de miles en épocas sucesivas, aumentando con la inmigración progresiva a esa región a partir del llamado de Theodor Herzl a regresar al hogar histórico del pueblo hebreo, Israel, pues la enrarecida atmósfera antisemita en Europa era ya inaguantable (recuérdese el caso Dreyfuss, por ejemplo). Herzl publicó en 1896 El Estado judío: ensayo de una solución moderna de la cuestión judía, aunque ya en 1855 sir Moisés Montefiore había comprado tierras en Palestina para colonos judíos [Gilbert, 1988]. El sionismo, un movimiento político heterogéneo, no es sino el derecho de los judíos hostigados y perseguidos en muchos países a encontrar refugio y protección en su patria ancestral, una urgencia imperiosa después del Holocausto.
La causa palestina y el odio a Israel
El odio como factor de lucha. El odio intransigente al enemigo que arraiga más allá de los límites naturales del ser humano y hace de él una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados deben ser así.
—Che Guevara, Obras completas
A tan sólo veinte kilómetros de la frontera con Israel, en las montañas de Mleeta, en el sur de Líbano, hay un parque temático llamado “Museo de la Resistencia” construido por la organización terrorista Hezbollah con dinero iraní en el que se exhiben tanques, cañones y soldados camuflados para no olvidar la guerra entre Israel y el “partido de Dios” de 2007 ni la ocupación israelí de Palestina.49 A la inauguración, en mayo de 2010, asistieron personajes aparentemente tan dispares como el líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, y el lingüista Noam Chomsky.50 Académico estadounidense de origen judío, Chomsky se dice antisionista pero no antisemita. El célebre lingüista no tuvo empacho en defender el derecho a la libertad de expresión —y de mentir dolosamente— de negacionistas particularmente virulentos como el propagandista neonazi francés Robert Faurisson y el judío antisemita Israel Shahak, convertido al cristianismo y autor de panfletos como Jewish History, Jewish Religion [1994], en el que exige a los judíos que se arrepientan de sus pecados y de los de sus ancestros, y no sólo eso: deberían de aplaudir las “manifestaciones populares antisemitas del pasado” pues se trató de “alzamientos progresistas”. Hasta antes de su muerte en 2001 Shahak daba conferencias en las que proclamaba la maldad de los judíos —con sus excepciones, aclaraba—, a los que el Talmud les enseña a ser criminales; el sionismo es, según él, el resumen de todas esas maldades. Ese panfleto está prologado por Gore Vidal y lleva en la portada un elogioso texto de presentación de Chomsky: “Shahak es un investigador sobresaliente, dotado de una perspicacia y profundidad de conocimientos notables. Su trabajo está muy documentado y resulta penetrante. Es una contribución de gran valor”.51
A Faurisson ningún investigador lo toma en serio y sus “hallazgos” —como él los llama— sobre el Holocausto y otras “invenciones” de los judíos no son más que tonterías, como lo demuestran sus fuentes (titulares del sensacionalista rotativo británico Daily Express de la época, por ejemplo). Corrijo, Chomsky sí lo tomó en serio y lo defendió. No solamente escribió un texto que terminó siendo el Prefacio al libro de Faurisson Mémorie en Défense,52 sino que en una carta al historiador australiano Bill Rubinstein, que lo cuestionaba por ello, le respondió:
No veo implicaciones antisemitas en el hecho de negar la existencia de las cámaras de gas o incluso en el de negar el Holocausto. Ni tampoco es una implicación antisemita, per se, decir que se está aprovechando el Holocausto (crea uno que ocurrió o no) de forma agresiva, por parte de apologistas de la violencia y la represión israelíes. No veo ni un indicio de antisemitismo en el trabajo de Faurisson.53
En el desprecio a los judíos y al Estado israelí convergen antisionistas de derecha e izquierda, neonazis y extremistas islámicos.54 El odio palestino fue avivado con particular vehemencia por Muhammad Amin al-Husayni, gran mufti —intérprete de la sharia— de Jerusalén, que fue aliado del Tercer Reich durante la segunda Guerra Mundial. Fuerte opositor al mandato británico y a la inmigración judeoeuropea, instigó matanzas de judíos entre 1929 y 1936, con cientos de muertos en Hebrón y Safed, principalmente. Huyó a Berlín al comienzo de la guerra, donde promovió la formación de batallones de soldados bosnios y albaneses musulmanes; en 1942 trató de convencer a Hitler de que extendiera el exterminio de judíos a los territorios franceses e italianos del norte de África y de que bombardeara Tel Aviv, sin importarle que ahí también había población árabe. Al término de la guerra huyó a Francia y luego a Egipto, desde donde azuzaba a los países árabes a lanzar ataques contra el recién creado Estado de Israel y llamaba constantemente a exterminar a los judíos. En 1959 su sobrino Yasser Arafat fundó la organización política y militar palestina Fatah, que sería parte de la Organización por la Liberación de Palestina, fundada en 1964. Fatah fue responsable de numerosos y sangrientos ataques terroristas contra civiles y del asesinato de once atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972. El célebre terrorista y comunista venezolano Carlos, “el Chacal”, que se convirtió al islam, declaró en octubre de 2001 a un diario venezolano que la guerra entre palestinos e israelíes “es el epicentro de la guerra revolucionaria a escala internacional” y que “el movimiento yihadista es la vanguardia de la lucha antiimperialista” [Taguieff, p. 164]. Es el “socialismo de los imbéciles” al que se refería Engels.
El resto de la compleja historia del conflicto entre árabes y árabes palestinos e israelíes ha sido cubierto por la prensa internacional con diversos tratamientos y matices y desde intereses antagónicos, aunque predomina la tendencia a culpar a Israel e incluso a distorsionar y mentir en relación con el conflicto. Muchas de estas tergiversaciones han sido aclaradas o desmentidas por el portal Reporte Honesto, que reclama imparcialidad a los medios que informan de manera sesgada:
Ante la permanente información tendenciosa con evidentes sesgos antiisraelíes generada y reproducida por medios de comunicación masiva en línea, gráficos, televisivos y radiales, es necesario contar con medios y herramientas adecuadas para identificar eficaz y rápidamente los injustificados ataques mediáticos. […] Nuestra misión es el monitoreo exhaustivo de los medios masivos de comunicación, especialmente prensas gráficas e Internet, con el objetivo de denunciar la información parcializada y demandar la exposición de información correcta y veraz, a la vez de difundir y educar acerca del conflicto árabe-israelí de manera justa e imparcial.55
El Estado de Israel, rodeado de países enemigos en su mayoría y con regímenes autocráticos, es una democracia liberal que oscila entre diferentes tendencias y que sufre en su interior la presión de grupos ultraconservadores y expansionistas —y, lamentablemente, hasta racistas56—, pero donde también existen la libertdad de prensa, la crítica y la oposición de intelectuales y sectores progresistas —incluyendo a militares disidentes— que exigen la paz y la creación de un Estado palestino o incluso de un Estado binacional. Todo esto en medio de la agresión permanente de organizaciones islámicas fundamentalistas y terroristas que buscan simplemente borrar del mapa a punta de misiles57 a esa “entidad sionista”, como aludía a Israel el ex presidente iraní Ahmadineyad, que ha ocupado un territorio sagrado para el islam —el waqf— y por eso debe ser echada al mar ——como declara Jaled Mehal, líder de Hamas. Cualquier “análisis” que omita estos factores es parcial y perverso. El conflicto de Israel con Palestina es político; la supresión del Estado de Israel es un mandamiento del islamismo radical —y la causa palestina una coartada de este último.
Dice la escritora franco-rumana Élisabeth Roudinesco que ningún hombre puede reducirse a su comunidad, a sus raíces, a su territorio. ¿Cómo resolver un problema aparentemente irresoluble, una situación que ha causado tanto dolor y tantas muertes de uno y otro lado? Taguieff se pregunta: “¿Puede creerse que una vez creado ese Estado binacional los asesinos profesionales de Hamas y de la Yihad Islámica se transformarían en musulmanes moderados, en apacibles humanistas o en demócratas pluralistas?” El mundo árabe está desunido y atravesado por conflictos y rivalidades externas, nos recuerda el escritor español Juan Goytisolo, al tiempo que desvela la hipocresía de los gobiernos de la Liga Árabe —“ya sean los surgidos de la revolución de 2011, ya los que resistieron a ésta”— que buscan “un punto de anclaje común y lo encuentran en la causa palestina”.58 La causa palestina fue abrazada automáticamente por las izquierdas del mundo que de esa manera creen luchar contra la opresión, el colonialismo y el imperialismo. El conflicto en Israel-Palestina es esencialmente nacional, como afirma Postone, y podría solucionarse con políticas progresistas. El efecto del terrorismo contra Israel es el reforzamiento de la ultraderecha israelí, como dice el historiador de la Universidad de Chicago:
Entre 1967 y 2000, la izquierda de Israel siempre sostuvo que los palestinos querían su autodeterminación, y que la noción de la derecha israelí de que lo que en realidad querían los palestinos era erradicar a Israel sólo era una fantasía. Lamentablemente, esa fantasía, en el 2000, demostró no serlo, lo que ha fortalecido inconmensurable a la derecha israelí en sus intentos de impedir el advenimiento de un Estado palestino. La derecha israelí y el irredentismo de ciertos palestinos se refuerzan mutuamente, y la izquierda en Occidente, con su apoyo a lo que considera el derecho de los palestinos, refuerza a los ultranacionalistas y a los islamistas.59
Jacques Attali cree que en la educación y la democratización de la región puede encontrarse una solución:
Sólo resta encontrar en ambos frentes a los hombres de Estado que impongan [el mutuo reconocimiento] a sus propios extremistas. Hombres capaces de comprender que la fuerza sola, sin respeto por las necesidades del otro, conduce a la ruina. La paz pasa por la aceptación de la existencia del otro, la separación de los combatientes, la instalación de una fuerza de interposición para hacer respetar un cese al fuego, la lucha de cada cual contra sus propios extremistas,
lo cual sería imposible sin la ayuda de la comunidad internacional y sin la denuncia imparcial del terrorismo islámico y de los errores y excesos del gobierno israelí contra una población inerme atrapada entre dos fuegos (y en la que se le inculca desde la niñez el odio a los judíos60 y a los jóvenes se les promete un paraíso poblado de vírgenes si se inmolan en nombre de Alá).
Sólo así, algún día, podremos empezar a ver el fin del odio más antiguo e irracional: el odio a los judíos —y encontrar el camino hacia la libertad en el convulso y ensangrentado Medio Oriente. ®
Agradezco a Miriam Jerade sus generosas observaciones y críticas.
Referencias bibliográficas
Jacques Attali, Los judíos, el mundo y el dinero. Historia económica del pueblo judío, México: Fondo de Cultura Económica, 2005.
Mitchell G. Bard, Mitos y realidades. Una guía para el conflicto árabe-israelí, Maryland: American-Israeli Cooperative Enterprise, 2003.
Noam Chomsky, Cartas de Lexington, México: Siglo XXI, 2000. En esta edición se incluye su serie de artículos “Lies of Our Times”, de 1990 a 1993.
Martin Gilbert, Atlas de la historia judía, Buenos Aires: Editor, Proyectos Editoriales, 1988.
Daniela Gleizer, El exilio incómodo. México y los refugiados judíos 1933-1945, México: El Colegio de México/UAM-Cuajimalpa, 2011.
Alicia Gojman de Backal, Camisas, escudos y desfiles militares. Los Dorados y el antisemitismo en México (1934-1940), México: Fondo de Cultura Económica, 2000.
Bernard Lazare, El antisemitismo, su historia y sus causas, publicado en 1894; edición electrónica, 2011.
Príncipe de Ligne, Voltaire, Memoria sobre los judíos, Málaga: Alfama, 2008
Jean Meyer, La fábula del crimen ritual. El antisemitismo europeo (1880-1914), México: Tusquets, 2012.
Gustavo Daniel Perednik, La judeofobia. El odio más antiguo: su origen, evolución y presencia actual, México: Keren Hayesod, 2011.
Élisabeth Roudinesco, A vueltas con la cuestión judía, Barcelona: Anagrama, 2011.
Shlomo Sand, La invención de pueblo judío, Madrid: Akal, 2011 (publicado en hebreo en 2008).
Pierre-André Taguieff, La nueva judeofobia, Barcelona: Gedisa, 2003.
[1] Emmanuel Levinas, De otra manera de ser o más allá de la esencia, Salamanca: Ediciones Sígueme, 5ª edición, 2011.
[2] Originalmente los israelitas, hebreos o judíos, fueron un pueblo del Medio Oriente. En la actualidad, “el término judío se utiliza para referirse a tres grupos: los que tiene orígenes étnicos judíos, los que practican el judaísmo y los que se asumen como tales por su identificación cultural e histórica”, Isidro H. Cisneros, “Judíos en México”, La Crónica de Hoy, 25 de octubre de 2012.
[3] Véase Judit Bokser, “El antisemitismo: recurrencias y cambios históricos”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, no. 182-183, UNAM, 2001.
[4] Véase “Wilhem Marr”.
[5] Véase “La nueva derecha judía”, en La entrevista a Bauman, “Diálogo con Zygmunt Bauman, Holocausto y posmodernidad”, en la revista Claves de Razón Práctica, no. 125, septiembre de 2002.
[6] “El fundamentalismo se convierte en islamismo cuando se lo utiliza como ideología en la competencia política, una ideología cuyo objetivo consiste en transformar la sociedad y el Estado con el fin de lograr que concuerden con el mensaje coránico, que en tal caso actúa como un ideal político”, B. Botiveau y J. Cesari, Géopolitique des islams, París: Economica, en Taguieff, p. 23.
[7] Véase. Kenneth Meshoe, líder del Partido Demócrata Africano (ADP) opina sobre las acusaciones de apartheid a Israel: “Como sudafricano negro que vivía bajo el apartheid […] en mi opinión, Israel no puede ser comparado con el apartheid en Sudáfrica. Los que hacen la acusación exponen su ignorancia de lo que realmente es el apartheid. Negros, marrones, blancos, judíos y la minoría árabe se mezclan libremente en todos los lugares públicos, universidades, restaurantes, estaciones de votación y en el transporte público. Todas las personas tienen derecho a voto. La minoría árabe tiene partidos políticos, cumplen funciones en el parlamento israelí (Knéset) y ocupan posiciones dentro de ministerios del gobierno, la policía y los servicios de seguridad. En los hospitales los pacientes palestinos yacen en camas junto a judíos de Israel, y los médicos y enfermeras tienen la misma probabilidad de ser árabes israelíes como judíos. […] Ninguna de las anteriores era legalmente permisible en la Sudáfrica del apartheid!” Aquí y aquí.
[8] Véase, por ejemplo, de Enrique Krauze, “El énfasis sospechoso”, El País, 4 de febrero de 2009: “Pienso en Chechenia, donde fueron torturadas y muertas decenas de miles de personas. […] Nadie comparó entonces a los rusos con los nazis. Hubiera sido una infamia, a pesar de lo que hicieron en Chechenia. Y es que los rusos sufrieron indeciblemente a manos de los nazis. Los judíos aún más. Otorgar a las víctimas la identidad de los victimarios es una perversidad moral”.
[9] Martin Thomas, “Entrevista a Moishe Postone: el sionismo, el antisemitismo y la izquierda”, Enlace Judío, 1 de marzo de 2012. Todas las citas corresponden a esta entrevista.
[10] El primer ministro de la Autoridad Palestina, Salam Fayyad, condenó el 21 de marzo el asesinato y exigió que “los extremistas deben dejar de fingir que defienden los derechos de los niños palestinos” para justificar actos terroristas. Organismos y representaciones palestinas repudiaron “los crímenes racistas”.
[11] Aquí.
[12] “Irán rechazó las acusaciones de fiscal Alberto Nisman al considerarlo “sionista’”, La Nación, 3 de junio de 2013.
[13] Aquí.
[14] Aquí.
[15] Véase.
[16] Una película de 2007, Un pogromo en Buenos Aires, de Herman Swarcbart, lo mismo que novelas como La semana trágica [1966], de David Viñas, y El profundo sur [1999], de Andrés Rivera, tienen como tema central esos acontecimientos.
[17] Véase.
[18] Revista Rumbos, junio-agosto de 1983, p. 166. Marshall Meyer fue cofundador del Movimiento Judío por los Derechos Humanos durante la dictadura y después de ésta en 1984, miembro de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.
[19] “La investigación detalla que, al igual que en la represión del nazismo, en los centros clandestinos de detención argentinos se les quitaba a los prisioneros el nombre, se los humillaba y luego de asesinados se ocultaban sus cuerpos. Había entre los secuestrados en Argentina ‘padecimientos extra’ por ser judíos.
”En su testimonio ante la Conadep, el sobreviviente Daniel Fernández reveló que ‘contra los judíos se aplicaba una tortura sumamente sádica y cruel, el ‘rectoscopio’. Era un tubo que se introducía en el ano o la vagina de las víctimas y en el cual se ponía una rata que buscaba la salida mordiendo sus órganos internos’.
”Otro que prefirió el anonimato recordó que los represores ‘se reían’ de los judíos y les pintaban cruces esvásticas sobre el cuerpo, y cuando otros agentes los identificaban durante el baño los volvían a golpear. Cristina Navarro, otra sobreviviente, contó que un guardia ‘tenía predilección por golpear a detenidos de apellido hebreo’.
”El estudio también toma el testimonio del editor periodístico y escritor Jacobo Timerman, fallecido en 1999. En su libro titulado Prisionero sin nombre, celda sin número, el ex director del desaparecido diario argentino La Opinión contó que a los detenidos judíos los obligaban a colocarse en cuatro patas e imitar el ladrido de un perro.
”‘No era un exceso de algunos represores, era una concepción, una práctica institucionalizada dentro de las fuerzas de seguridad que actuaron en aquellos años’, sostiene el informe luego de detallar múltiples testimonios de tratos ‘especiales’ durante las torturas, y apelación de los represores a la simbología nazi.
”Otros testigos denunciaron que, en las sesiones de tortura, los represores indagaban en la vida de las organizaciones de la comunidad judía, y luego elaboraban mapas de sinagogas, edificios emblemáticos y listados de personas. Algunos conocían términos en hebreo y en idish y demostraban ‘cierta obsesión’ por las tradiciones israelitas”; en www.cpdhcorrientes.com.ar/judios.htm
[20] En es.wikipedia.org/wiki/Club_Atl%C3%A9tico_Atlanta
[21] Aquí.
[22] Aquí.
[23] Véase.
[24] Aquí.
[25] Aquí.
[26] “Chávez acusa a Capriles de judío y gay”.
[27] Véase.
[28] “Denuncio al sionismo, no al pueblo judío ni sus tradiciones ancestrales”.
[29] Véase “Chávez y el sionismo”.
[30] Todavía en fecha tan reciente como el 5 de mayo de 2001 el mariscal Mustafá Tlass, ministro sirio de Defensa, declaró en la cadena de televisión LBC que “Si cada árabe matara a un judío, ya no quedarían judíos”. Tlass publicó una reedición de Los protocolos de los sabios de Sión y un libro sobre el asesinato ritual entre los judíos, Le Pain azyme [matza] de Sion.
[31] “El exilio judío, ¿un exilio ‘incómodo’?: Daniela Gleizer en Enlace Judío”, 3 de febrero de 2012.
[32] Carlos Martínez Assad, “Contra la intolerancia, la razón”.
[33] Véase “Sionismo es racismo: la postura de México”.
[34] Aquí.
[35] Véase “Ese olvidado nazi mexicano de nombre José Vasconcelos”, de Héctor Orestes Aguilar.
[36] “Vigente, la derrota mundial”.
[37] Aquí.
[38] En fecha más reciente el profesor Carlos Antonio Villa, investigador del Departamento de Estudios de Comunicación Social de la Universidad de Guadalajara, en su artículo “Sionismo y guerras en Medio Oriente” [La Gaceta de la UdeG, núm. 562, 23 de febrero de 2009, p. 6)], da por buenos los Protocolos, de los que dijo, en una carta en respuesta al pintor Dale Kaplan, que lo había cuestionado, que esa fuente, “genuina o apócrifa […] circula desde hace más de un siglo y cada quién puede darle interpretación según su intelecto y conciencia” [La Gaceta de la UdeG, núm. 565, lunes 16 de marzo de 2009, p. 2]. El cuestionamiento de Kaplan a Villa, aquí: La Gaceta de la UdeG, núm. 564, 9 de marzo de 2009, p. 2
[39] Aquí. De los más de treinta comentarios al pie de esta nota la mayoría contienen insultos a judíos, como “Mueran perros judíos”, a pesar de que El Mañana “se reservará el derecho a editar o publicar mensajes obscenos o bien que atenten contra la ley, el orden social y la dignidad de terceros”.
[40] En una clasificación de 3,181 tweets publicados por Alfredo Jalife-Rahme (@AlfredoJalife) entre el 13 y el 24 de julio de 2012, registrados en el reporte realizado con la herramienta Twitonomy ante notario público, el analista internacional insulta repetida y obsesivamente con diferentes tipos de adjetivos, frases o comentarios de carácter discriminatorio, conforme a los artículos 4 y 9 de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, a Enrique Krauze y a miembros de su familia, particularmente a su hijo León; “Clasificación de mensajes de @AlfredoJalife conforme a la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación” (copia del documento en mi poder). Otras dos personas agraviadas por los insultos de Jalife son Claudia Sheimbaum y Evelyn Daniel, que expresaron su malestar a Andrés Manuel López Obrador, pues Jalife es consejero en temas internacionales del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena); Carlos Loret de Mola, “Una inesperada división en el equipo de AMLO” y “Jaque a la reina del lopezobradorismo”, El Universal, 15 y 22 de agosto de 2012.
[41] “Matanza terrorista en Bombay”, El País.
[42] En mayo de 1989 Jalife participó en las conferencias organizadas por el Instituto Schiller por el 550 aniversario del Concilio de Florencia, en Roma. Ese instituto fue fundado por Lyndon LaRouche y su esposa Helga Zepp-LaRouche, quienes se han entregado a la abnegada misión de “salvar al mundo de la decadencia en que se halla”. Además de abominar de “las uniones basura, la comida basura y el sexo basura”, en su exposición Jalife retomaba esa preocupación, como puede verse aquí.
[43] Véase “El semita antijudío”.
[44] Véase “Indecent Proposal”, en The New Republic, 9 de enero de 2010. Disponible aquí.
[45] “Agreden a los judíos a través de las redes sociales”.
[46] Véase “Una historia de 2,600 años a punto de terminar”.
[47] “Judíos y árabes, el legado cultural”.
[48] El libro en inglés puede bajarse aquí.
[49] José Luis Sánchez Hachero, “Viaje al Líbano, en las montañas de Mleeta”.
[50] Tom Freston, “Six Flags over Lebanon”, Vanity Fair, 25 de septiebre de 2102.
[51] Chomsky ya había colaborado antes con Shahak cuando escribió la introducción para otro de sus panfletos, Israel’s Global Role. Weapons for Repression (El papel global de Israel: las armas de la represión), una diatriba anti-israelí publicada por la Association of Arab-American University Graduates, Inc. (Asociación de Licenciados Universitarios Árabe-Americanos), Belmont, Massachusetts, en 1982. (Véase)
[52] Sobre este penoso asunto véase, de Werner Cohn, “Compañeros en el odio: Noam Chomsky y los negadores de Holocausto”.
[53] Véase Noam Chomsky, “The Faurisson Affair, His Right to Say It” (El asunto Faurisson, su derecho a decirlo), The Nation, 28 de febrero de 1981, pp. 231-234.
[54] Es muy significativa, en este sentido, la reciente aparición en Rusia de un nuevo partido: el Nazi Comunista; véase “El fascismo unido en sus dos extremos”.
[55] Reporte Honesto, “Quiénes somos”.
[56] Véase, de Naief Yehya, “Léxico de la opresión, segregación y despojo en el conflicto israelí-palestino”, Replicante no. 19, mayo-julio de 2009.
[57] Véase, entre muchas otras noticias, “Hamás apunta con más de veinte mil misiles a Israel”.
[58] Juan Goytisolo, “Manipulaciones identitarias”, El País, 23 de junio de 2013.
[59] Martin Thomas, “Entrevista a Moishe Postone”, véase nota 9.
[60] Véase “Los niños palestinos en la escuela del odio”, versión en PDF.
Fuente:revistareplicante.com
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