MICHAEL FREUND
Enlace Judío México | Sentado entre un mar de libros hebreos, la semana pasada, en una corte rabínica cerca de Jerusalén, Toni Piña de Palma de Mallorca, España, desafió a la historia y a la lógica y logró lo imposible.
Hace más de 500 años atrás, sus ancestros judíos fueron forzados a convertirse al catolicismo. Por lógica, su identidad judía debería hacer desaparecido hace mucho tiempo atrás, a lo largo de los siglos, por desgaste, antisemitismo o una combinación de ambos. Sin embargo, se mantuvieron, esperando al día de la redención.
El jueves pasado, finalmente llegó. Luego de una emotiva conversación con los jueces del tribunal rabínico, Piña declaró la victoria sobre la inquisición y todos aquellos que atormentaron a sus antepasados a lo largo de las generaciones.
En medio de un arrebato de lágrimas y orgullo, Piña reclamó felizmente sus raíces y retornó formalmente al pueblo judío, declarando sin vergüenza alguna “deseo vivir mi vida como judío, con todo mi cuerpo y todo mi corazón, por el resto de mis días sobre la tierra”.
Lo que hace esta historia más remarcable, es su contexto histórico, el cual sirve como un microcosmos de la desesperación, el desafío y finalmente la alegría del pueblo judío.
Piña proviene de la Comunidad Chueta, palabra por la que son conocidos los judíos mallorquines.
Nadie sabe exactamente cuando llegaron los primeros judíos a Mallorca, pero la presencia judía en la isla se dice que se remonta al siglo V.
A fines del siglo XIV, la situación de los judíos comenzó a deteriorarse. En 1305, comenzaron ataques anti-judíos, y el primer libelo de sangres sucedió en 1309, cuando varios judíos fueron falsamente acusados de asesinar a un niño católico.
El punto de inflexión, sin embargo, sucedió en 1391, cuando un pogrom anti judío tuvo lugar en España. Muchos judíos mallorquines fueron masacrados, mientras otros fueron forzados a convertirse. En 1435, los judíos remanentes fueron asesinados o llevados a la fuente bautismal, y la comunidad judía de la isla fue destruida.
Sin embargo, los mallorquines nativos nunca aceptaron a los conversos, y comenzaron a referirse a ellos con el término de Chuetas (en catalán, equivalente al término peyorativo marrano).
Muchos, tales como los ancestros de Piña, continuaron practicando el judaísmo en secreto, arriesgando su vida y bienestar para mantenerse leales a los caminos de sus antecesores.
Subsecuentemente, la inquisición se convirtió en sumamente activa en el área, cazando a aquellos sospechosos de practicar el judaísmo en secreto.
A fines del siglo XVII, más de 250 años después de las conversiones forzadas, Rafael Diego Fortesa Aguiló, uno de los ancestros de Piña, fue juzgado por la inquisición por mantener su fidelidad al judaísmo.
Su nombre, junto con el de más de una docena de otros que enfrentaron a tribunales de la inquisición, aparece en el árbol genealógico de Piña, el que se remonta a más de quinientos años atrás.
Desde el comienzo, los chuetas enfrentaron hostilidad de parte de sus vecinos católicos, los cuales nunca los aceptaron como cristianos y se negaron a casarse con ellos – fenómeno que continuó hasta la era moderna.
De hecho, solo cuando los franceses capturaron Mallorca a comienzos del siglo XIX, la inquisición fue formalmente abolida, a pesar de que esto no trajo consigo la abolición de la discriminación anti-chueta.
Escritores tales como la mujer francesa George Sand del siglo XIX y el inglés Robert Graves en el siglo XX, escribieron sobre los chuetas con mucha simpatía, lamentando el odio que sufrían por parte de sus compatriotas mallorquines.
Las restricciones legales contra los chuetas fueron anuladas solo en 1931, cuando la República Española fue incorporada, y solo en los últimos 50 o 60 años comenzaron los casamientos “mixtos” entre chuetas y mallorquines católicos. Las estimaciones sugieren que debe haber alrededor de 20.000 chuetas viviendo actualmente en Mallorca.
Cuando conocí a Piña por primera vez hace varios años atrás, me comentó sobre el sufrimiento que vivió de pequeño por culpa de sus compañeros de clase.
A los ocho años, lo burlaban y le cantaban la canción popular: ¡Xueta xueta! Cames tortes i cul rodó! (¡Chueta, chueta! Piernas torcidas y culo redondo!) Cuando le preguntó a su padre qué quiere decir, le explicó que son descendientes de judíos. Su madre, que no provenía de una familia chueta, le dio a Toni un collar con un Maguén David de regalo.
DE GRANDE, Toni se convirtió en uno de los más famosos expertos de la cocina mallorquina, escribiendo un libro premiado y sirviendo como profesor de artes culinarios.
Su curiosidad sobre los orígenes de la gastronomía mediterránea lo llevó a investigar, y se sorprendió al darse cuenta la gran influencia que la cocina sefaradí judía tenía en la región.
A medida que aprendía más sobre las costumbres judías en la cocina, se encontró inexorablemente atraído a sus raíces chuetas y judías. “Mi retorno al judaísmo comenzó por las ollas”, bromea.
Pina comenzó a asistir a las clases del Rab Nissan Ben Avraham, emisario de Shavei Israel en Palma de Mallorca, y a programas dirigidos por la organización Arajim, y comenzó así a vivir una vida judía observante. Esto no fue fácil, especialmente porque los productos porcinos son parte central del menú mallorquín.
Pero Piña estaba determinado, por lo que a pesar de los desafíos que le imponía a su carrera, dejó el cerdo, a sorpresa de sus colegas.
En una de mis visitas, Piña sacó un antiguo envoltorio, revelando un afilado cuchillo, el cual su familia utilizó subrepticiamente para shejitá durante los años, bajo la nariz de la inquisición.
Era por un lado una señal tangible de la conexión de sus ancestros con el judaísmo, pero a su vez presagiaba su propio lazo renovado.
Ahora que ha retornado al pueblo judío, Piña planea volver a Israel en unos meses para convertirse en Shojet, así puede poner su cuchillo en buen uso.
Mientras veía la felicidad de Piña en la corte rabínica, me maravillé del poder de la memoria judía. Durante siglos la inquisición intentó borrar la escondida presencia judía en Mallorca, pero los chuetas se afianzaron testarudamente a su identidad.
Les debemos a ellos y a sus ancestros el ayudarlos a retornar a nuestro pueblo y corregir el error histórico que fue realizado en su contra.
Bienvenido de regreso, master chef Toni Piña, y que tu regreso sea una señal del retorno de muchos chuetas más que te sigan.
Fuente:shavei.org
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