Enlace Judío México | 25 de diciembre 2013.- Antes de convertirse en Francisco, el ex arzobispo de Buenos Aires celebraba la Nochebuena con dos allegados de la comunidad judía; los 25, con presos, enfermos o ancianos
Aoche, Jorge Bergoglio celebró como papa en Roma su primera Nochebuena, la ceremonia en la que los católicos reviven el nacimiento de un bebé de madre judía que a los 33 años dijo ser el Mesías que el pueblo hebreo esperaba. En Buenos Aires, en tanto, entre los que más extrañaron al ex arzobispo porteño estuvieron, justamente, dos de sus amigos judíos.
En los últimos años, Bergoglio compartió la Nochebuena con Claudio Epelman, director del Congreso Judío Latinoamericano, y Alberto Zimerman, protesorero de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA).
Después de la misa de las 21 en la Catedral, en la que los invitados y sus esposas eran ubicados en las mismas sillas en las que se sientan los presidentes para las ceremonias oficiales en la fila cero, es decir, delante de la primera fila de bancos, el actual papa compartía con ellos una modesta cena: gaseosas y sándwiches de queso, sin jamón para respetar las costumbres judías. La hacían en la sacristía, donde se realizaban los brindis durante los tedéum, en los tiempos en los que se hacían allí con más frecuencia que ahora.
“Era todo muy simple, sin sofisticación”, recordó Epelman, quien conoció a Bergoglio en Aparecida, Brasil, durante la reunión de obispos latinoamericanos, en mayo de 2007. Epelman participó de esa conferencia como único observador judío invitado.
“En Aparecida trabamos un vínculo personal y al fin de ese año fue la primera vez que fui a la Catedral a saludarlo por la Navidad. Me parecía importante acompañarlo en ese momento tan importante para su vida personal y religiosa. El segundo año, unos días antes de la Navidad, hablamos por teléfono y me dijo: «Imagino que este año también venís, ¿no?».”
Con los años se sumó Zimerman al curioso festejo. Y para el año pasado, el rector de la Catedral, padre Alejandro Russo, invitó también a cuatro señoras que colaboran habitualmente con la atención de los sacerdotes de ese templo: Vera Trovato, Marta Virgil y Raquel y Alejandra, a quienes Bergoglio no llama por sus nombres, sino que alude siempre a ellas como “la madre y la hija”. Ellas prepararon arroz con langostinos, matambre de pollo, huevos rellenos y ensaladas. De postre comieron helado y ensalada de frutas y brindaron con un champagne.
“Era comida fría y también muy simple”, dijo Epelman. Y coincidió con Zimerman al destacar que Bergoglio se levantaba para servirles el vino. “Si yo me levantaba, él me hacía sentar tocándome el hombro”, dijo Zimerman, quien admitió que esta noche extrañará ese encuentro amistoso.
Las colaboradoras de la Catedral también esta noche recordarán su última Navidad con el actual papa. “Están muy emocionadas. Les parece imposible haber pasado la Nochebuena con quien hoy es el Pontífice”, dijo a LA NACION el padre Russo. Y recordó: “Como lo del 24 fue tan lindo, con las señoras lo repetimos la noche de fin de año en el comedor, y a eso de las 23 se apareció el cardenal Bergoglio con una bandeja de frutos secos. Venía de celebrar en Lugano, como era su costumbre los 31 de diciembre, la misa de las 19 en la parroquia Madre de Dios, cuya fiesta se celebra el 1° de enero”.
Los familiares del actual papa no lo extrañarán tanto hoy en el momento de la cena porque, según contó uno de sus sobrinos a LA NACION, “a medida que fue asumiendo responsabilidades se le hizo más complicado pasar las Fiestas en familia. Pero siempre estuvo la comunicación telefónica y nosotros íbamos a la misa que él celebraba y lo saludábamos”. ¿Enviaba regalos? “Para Navidad era habitual que enviara algo para el momento del brindis y era tradicional el huevo de chocolate que mandaba para Pascua. De chico recuerdo que para nosotros era muy lindo abrir los regalos del tío”, agregó.
Los 25 de diciembre a Bergoglio no se lo veía por la Catedral y su agenda no trascendía. Pero su rostro y su voz si se veían y escuchaban en televisión y radio. Durante todo el día se repetía el brevísimo saludo de bendición de la mesa navideña que desde hacía algunos años filmaba en el Canal 21, la televisión del arzobispado. “Que Jesús, en esta noche de Navidad, con la alegría que nos trae, nos ponga el corazón en paz, nos pacifique el corazón”, dijo en el saludo del año pasado, acentuando, como en su primera reciente exhortación como papa, la alegría y la paz como frutos de la experiencia de un Dios vivo.
“Sabíamos adónde iría a hacer el lavado de los pies los Jueves Santos, pero no sabíamos adónde iba los 25”, dijo a LA NACION una persona de relación estrecha con el ex arzobispo. Otros colaboradores confirmaron que “el jefe”, como lo llamaban, avisaba que no estaría en la casa y pedía a su vicario general que celebrara la misa de Navidad. “Después nos enterábamos de que había ido a visitar a los presos a alguna cárcel, a los enfermos en algún hospital o a algún barrio pobre”, agregó esa persona, que pidió no ser mencionada.
Sólo algunos pocos sabían hasta ahora que Bergoglio visitaba cada 25 de diciembre, como también cada Domingo de Pascua, a los curas ancianos o enfermos que viven en el hogar sacerdotal en el barrio de Flores, donde él mismo tenía reservada una habitación para cuando se jubilara como arzobispo.
A las diez en punto de la mañana del 25 de diciembre del año pasado, los veintipico de sacerdotes que comparten la vida en ese hogar vieron llegar a su arzobispo con regalos para cada uno, como hacía todos los años. A algunos les traía alguna estampa con alguna frase o les entregaba una carta personal, y también acostumbraba enviarles algunos ricos vinos y un lechón o alguna otra carne que el cocinero del hogar preparaba para ese día.
“Conversaba y tomaba mate con cada uno de nosotros unos veinte minutos aproximadamente, nos animaba, consolaba y escuchaba con profundo interés y atención”, contó a LA NACION uno de esos curas. “Luego compartía con todos el almuerzo, durante el que dialogábamos a agenda abierta, y a su término saludaba uno por uno a los empleados laicos del hogar sacerdotal y regresaba a su casa como había llegado: en colectivo”, agregó.
Uno de los recuerdos que Epelman atesora es el saludo con el que se despedía la noche del 24. “Yo le decía: «Feliz Navidad», y él me respondía: « L ejaim » , que en hebreo significa: por la vida.”
“Él tiene deseos de venir a la Argentina”
El arzobispo de Santa Fe y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, aseguró ayer que julio de 2016 sería “una fecha positiva y posible” para la visita del papa Francisco a la Argentina, y seguramente a Tucumán, donde se realizará el Congreso Eucarístico Nacional.
“Él tiene deseos de venir, pero es el Papa: lo llaman de Asia, de África, de la propia Europa. Y en América ya estuvo hace poco en Río de Janeiro. Así que está un poco tensionado, pero ya vamos a ver”, dijo Arancedo.
Fuente:eluniversal.com.mx
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