Enlace Judío México | Siempre ha habido hombres que en los escenarios más difíciles, allí donde reinaba el mal radical, como en el Holocausto o en las dictaduras más brutales, han realizado actos que el escritor Vasili Grossman definía como “la bondad del hombre para con otro hombre, una bondad sin testigos, pequeña, sin grandes teorías. La bondad insensata, podríamos llamarla. La bondad de los hombres más allá del bien religioso y social”.
Gabriele Nissim es un periodista, ensayista e historiador italiano que ha recogido en La bondad insensata. El secreto de los justos (Ed. Siruela) extraordinarias historias de personas comunes y corrientes que han llevado a cabo actos ejemplares en las situaciones más díficiles. Son relatos que ha podido encontrar gracias al trabajo de, entre otros, Moshe Bejski, presidente emérito de la Comisión de los Justos, salvado por Oskar Schindler de un destino trágico, y testigo en el juicio contra Adolf Eichmann que inmortalizara la filósofa Hannah Arendt en La banalidad del mal.
El secreto de los justos
Nissim incluye en su notable obra este pasaje (págs. 57-58) en el que explica cómo es posible recuperar la fe en el ser humano después de haber atravesado el infierno:
“¿Cómo puede un hombre recuperar la sonrisa después de haber sufrido maldades y humillaciones por parte de personas innobles que se cruzaron en su camino? ¿Cómo puede evitar perder la confianza en los demás y no dejarse llevar por el pesimismo, encerrándose en sí mismo y arriesgándose así a una depresión?
Existe una terapia, por supuesto, aunque no tiene resultado inmediato y requiere mucho esfuerzo: tratar de descubrir y recomponer en su propia existencia todos los fragmentos del bien recibido de los demás y sentir placer en la expresión del reconocimiento a las personas que han regalado alegría, amor y solidaridad.
El vaso que aparece completamente vacío vuelve así a aparecer medio lleno. Con un acto de voluntad se dan los presupuestos para un nuevo equilibrio.
Moshe Bejski, con el tiempo, descubre que este procedimiento puede proporcionar alivio a los supervivientes. El deber de la gratitud para con esos pocos que les ayudaron no es sólo una obligación moral, sino que sobre todo ayuda a las víctimas a encontrar la fuerza necesaria para empezar de nuevo.
Para Bejski, la memoria de la bondad recibida es un particular ejercicio del alma que permite a los judíos reconciliarse con el mundo. “Cada vez que descubría una historia del salvamento me sentía mucho mejor y descubría una fuerza para seguir con mi trabajo. Me di cuenta de que no había un solo lugar en el mundo donde no hubiese alguien que hubiera tratado de ayudar. Tenía un doble sentimiento. En cualquier espacio, ya se tratara de un Parlamento, de una habitación, de una fábrica, de una oficina, incluso de un campo de concentración, siempre la existía la posibilidad de hacer algo para salvar judíos. Esa era mi aflicción. Pero siempre había alguien que lo había intentado, de manera que volvía a tener esperanza”.
Cada vez que un superviviente recuerda a su salvador, el proceso que se repite ante Bejski se convierte en el trámite a través del cual un judío puede reabrir el mundo y reencontrar la satisfacción con los demás y con su propia existencia.
Para Bejski, la memoria de la bondad recibida es un particular ejercicio del alma que permite a los judíos reconciliarse con el mundo. “Cada vez que descubría una historia del salvamento me sentía mucho mejor y descubría una fuerza para seguir con mi trabajo. Me di cuenta de que no había un solo lugar en el mundo donde no hubiese alguien que hubiera tratado de ayudar. Tenía un doble sentimiento. En cualquier espacio, ya se tratara de un Parlamento, de una habitación, de una fábrica, de una oficina, incluso de un campo de concentración, siempre la existía la posibilidad de hacer algo para salvar judíos. Esa era mi aflicción. Pero siempre había alguien que lo había intentado, de manera que volvía a tener esperanza”.
Cada vez que un superviviente recuerda a su salvador, el proceso que se repite ante Bejski se convierte en el trámite a través del cual un judío puede reabrir el mundo y reencontrar la satisfacción con los demás y con su propia existencia.
El riesgo es muy alto y es el dilema que entrevera la diáspora judía y la política de Israel después del trauma de la Shoah. Cerrarse en sí mismos, convertirse en cínicos, pensar que la separación del resto del mundo mediante un estado fuerte o un ambiente cerrado parecen en el fondo las únicas posibilidades de salvación de los judíos frente a los nuevos peligros. “Nos valemos solo de nosotros y permanecemos solo entre nosotros frente a los antisemitas. Esa es la lección de la Shoah”, piensan los que han perdido la confianza.
El enclaustramiento nacionalista es un riesgo que no se cierne sólo sobre los judíos, sino sobre todos los pueblos afectados por un genocidio o por crímenes contra la humanidad.
A pesar de todo, la alternativa es seguir creyendo en la convivencia con los demás y volver a intentar la reintegración en cuanto sea posible”.
Fuente:elconfidencial.com
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