MAURICIO MESCHOULAM
Enlace Judío México | Posiblemente al político que más se le nota la guerra fría, al menos últimamente, es al senador republicano de Arizona, John McCain. El domingo pasado estuvo nada menos que en la Plaza de la Independencia en Kiev, Ucrania, en un escenario ante cientos de miles de manifestantes expresándoles que Estados Unidos los respalda. En la misma semana, el Kremlin se movía rápidamente ofreciendo al presidente Yanukovich un paquete de ayuda de miles de millones de dólares para asegurar su permanencia en el poder ante el movimiento social que se ha generado en su contra. Así, capturada en medio de una confrontación que se viene (re)construyendo desde hace años, Ucrania se balancea entre el vaivén del este y el oeste, recordándonos otros tiempos.
La ola más reciente de manifestaciones en este país comenzó en noviembre. Como ha sucedido una y otra vez en los movimientos de protesta de la actualidad, las demandas inician con temas muy específicos. Posteriormente, un manejo torpe por parte de las autoridades enviando a las fuerzas de seguridad a reprimir las manifestaciones, resulta en su crecimiento y propicia nuevas exigencias. En el caso de Ucrania, el descontento inició por la negativa de Yanukovich para firmar acuerdos de libre comercio con la Unión Europea. Ahora se exige que el presidente renuncie. “Esta no es una protesta”, decía un manifestante, “es una revolución”.
Es verdad que la mitad de la sociedad ucraniana, según encuestas, favorece los acuerdos con la Unión Europea y una tercera parte los rechaza. Sin embargo, este asunto no puede entenderse sólo a partir de visiones distintas sobre el libre comercio o sobre una mayor asociación con la UE, ni siquiera a partir de la popularidad de Yanukovich.
Para el Kremlin, Ucrania es un aliado geopolítico crucial. Moscú apoya desde hace años a Yanukovich y consideró que una asociación de este país con la Unión Europea resultaría en su alejamiento de la esfera de influencia de Rusia. Por ello, Putin ha hecho de todo para impedir que este acuerdo se concrete. Primero los garrotes, amenazando a Kiev con sanciones que hubiesen sido devastadoras para una economía que este año crecerá sólo al 0.36%. Ya para el martes habían llegado las zanahorias: ante las protestas callejeras y el riesgo de que su aliado Yanukovich tenga que renunciar, el Kremlin ofreció 15 mil millones de dólares en préstamos, además de cuantiosos descuentos en los precios del gas natural.
Así es como Putin da la batalla por Ucrania en el seno de un panorama que es bastante más complejo que ese sólo caso. Desde hace varios años estamos viendo en el planeta el surgimiento o resurgimiento de algo que podría denominarse una guerra fría multipolar, dos de cuyos contendientes son Washington y Moscú. Como en toda guerra fría, los actores no se enfrentan de manera directa, pero se mantienen dándose golpes bajos, se azuzan, se arman, muestran sus músculos, protegen sus esferas de influencia y buscan contener al adversario.
En fechas recientes quizás los dos temas que más han propiciado encono entre estas superpotencias han sido el caso de Snowden y el conflicto sirio. En este último, finalmente el Kremlin y la Casa Blanca han encontrado un acomodo, pero el entendimiento sólo llega cuando Washington decide respetar el espacio de Moscú y permitir que Assad mantenga el poder.
Lo de Snowden, en cambio, es otra historia. Inicialmente, Putin había indicado que Snowden sólo podría permanecer en Rusia siempre y cuando dejara de actuar en contra de Estados Unidos. Pero el panorama cambió radicalmente. El Kremlin decidió otorgar un asilo temporal al ex trabajador de la CIA y desde entonces le ha permitido trabajar con libertad. Si esto no hubiese ocurrido, es difícil saber qué país podría haber resguardado a Snowden y quizás éste no hubiese podido revelar una buena parte de la información que reveló en los últimos meses. Esto, por supuesto, ha provocado la furia de Washington.
Hasta ahora, a pesar de que Rusia no es la superpotencia que fue, Putin ha sabido jugar sus cartas con inteligencia. Por lo pronto, Siria que hace sólo unos meses parecía territorio perdido, está de vuelta dentro del tablero del Kremlin y Snowden trabaja desde Moscú con holgura exhibiendo a Washington y golpeándola en el corazón de sus armas cibernéticas, uno de los espacios donde la guerra fría se libra en la actualidad.
El tema de Ucrania no puede entenderse fuera de este contexto. Para Rusia, es sólo crucial que Yanukovich sobreviva y que Kiev se mantenga dentro de su esfera de influencia. Veremos si lo logra.
Twitter: @maurimm
(Internacionalista)
Fuente:elsiglodetorreon.com.mx
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