Mitos y mentiras sobre Israel

ROGELIO VILLARREAL

A los miembros de la American Studies Association debería darles vergüenza por señalar al judío entre las naciones. Vergüenza por aplicar un doble rasero a las universidades judías. Las instituciones académicas israelíes son lo suficientemente fuertes para sobrevivir a este ejercicio de fanatismo. La verdadera pregunta es: ¿Esta asociación sobrevivirá a su complicidad con el prejuicio más antiguo y más duradero?
—Alan Dershowitz

Enlace Judío México | Se desvanecen ya los débiles ecos de la irreflexiva protesta por la presencia de Israel en la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara y sus notables escritores y artistas. Con ligereza que mueve a risa los desinformados inconformes acusan al Estado israelí de genocida, neocolonialista, de practicar el apartheid y hasta de fascista. Escandalizados por la visita de Shimon Peres y por las medidas de seguridad, habría que preguntarles si les complacería la invitación a Raúl Castro —Fidel, postrado, ya no podría aceptarla—, dirigente de una dictadura de más de medio siglo, o a Bashar al-Asad, quien el 9 de diciembre envió una carta a los participantes en el XVIII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en Quito en la que el presidente sirio —y finísima persona— “se refiere a los esfuerzos de su gobierno por garantizarle cultura y educación a las nuevas generaciones y recordó la difícil situación interna que sufre Siria debido a las acciones terroristas que impulsan algunas bandas”.

O quizá al retardado Nicolás Maduro, artífice implacable del desastre venezolano. (Venezuela no es solamente el país más corrupto de América Latina, sino uno de los peores calificados en el mundo, según Transparencia Internacional.)

En Estados Unidos la American Studies Association llama a un boicot académico contra Israel, uno de los países que más aporta al mundo con sus avances científicos y tecnológicos [véase este sitio, por ejemplo]. “No, no fue contra China, que encarcela a académicos disidentes. No fue contra Irán que ejecuta académicos disidentes. No fue contra Rusia cuyas universidades despiden a académicos disidentes. No fue contra Cuba cuyas universidades no tienen académicos disidentes. No fue contra Arabia Saudita, cuyas instituciones académicas se niegan a contratar mujeres, gays o académicos cristianos”, responde el jurista y académico de Harvard Alan M. Dershowitz. “Tampoco fue en contra de la Autoridad Palestina, cuyas universidades se niegan a permitir el discurso abierto en relación con el conflicto palestino-israelí. No, fue sólo en contra de instituciones académicas en el Estado de Israel, cuyas universidades tienen programas de acción afirmativa para estudiantes palestinos y que tienen un mayor nivel de libertad académica que casi cualquier país del mundo” [“Boicotear a las instituciones académicas israelíes es fanatismo personificado”].

Al contrario de muchas de las críticas que académicos, escritores y militares israelíes enderezan contra la política de su país, las que se lanzan desde estas latitudes parecen estar moldeadas por la histeria y una información convenientemente parcial. Incluso los más pertinaces críticos israelíes, como Benny Morris y Shlomo Sand —pertenecientes a la corriente de los llamados “nuevos historiadores”—, que publican y enseñan con toda libertad en Israel, defienden el derecho a la existencia de su país; un derecho que le niegan el islamismo fundamentalista y los israelófobos de izquierda a derecha en todo el mundo. Es significativo que medios árabes recojan las opiniones antisionistas de personalidades judías dentro y fuera de Israel para alimentar su odio. En un solo día, el pasado viernes 27 un columnista del Al Ayam (Los Días), de Bahrein, elogió al ex terrorista, ex diputado y pacifista Uri Avnery por su defensa del “trato bondadoso” del islam a los judíos a través de los siglos; otro columnista del Khaleej Times (Tiempos del Golfo), de Dubai, exalta las hipótesis de Shlomo Sand sobre la “invención del pueblo judío” y de la “Tierra de Israel”, y menciona con admiración a Israel Shahak, judío converso a un fiero antisemitismo, en tanto que el diario libanés Al Mustaqbal (El Futuro), alaba a la filósofa de la teoría queer Judith Butler por su postura antisionista expuesta en su reciente libro Parting Ways: Jewishness and the Critique of Zionism [Columbia University Press].

No solamente los fanáticos desean “arrojar al mar” a los judíos, como lo expresa Jaled Meshaal, líder de Hamas, sino que mienten, distorsionan y exageran la información relacionada con el largo y penoso conflicto. Apenas unos ejemplos lo demuestran. La enriquecida viuda de Yasser Arafat acusó a Israel de haberlo envenenado con polonio-210 e insiste en esa versión —con la complicidad de Al Jazeera y medios afines— a pesar de que los recientes análisis de tres laboratorios de Rusia, Francia y Suiza practicados a los restos del líder palestino probaron que murió de una infección generalizada: Ahmad Jibril, fundador del Frente Popular por la Liberación de Palestina, en una entrevista al canal Al-Manar (El Faro) del Hezbollah libanés, en 2004, contó que cuando interrogó a Mahmud Abbas sobre la investigación del posible envenenamiento de Arafat éste le contestó que había que callar: “Para serle honesto, el informe oficial de los franceses es muy claro. El sida fue lo que se lo llevó”. Esto, y la homosexualidad de Arafat, que éste, vergonzante, siempre ocultó, es lo que ahora quieren borrar, no obstante los testimonios de amigos y colaboradores del corrupto líder de la Organización para la Liberación de Palestina (la acusación la hizo el mismo ex tesorero de la OLP, Jueid al Ghossein; véase “Arafat acusado de corrupto por ex tesorero de la OLP”, La Red 21, 19 de agosto de 2002; sobre la malversación de fondos del administrador financiero de Arafat y la corrupción de la Autoridad Nacional Palestina véase “¿Adónde va el dinero palestino?”).

Los críticos de Israel hacen aspavientos cada vez que el Ejército de Defensa Israelí ataca enclaves terroristas en Gaza y Cisjordania —territorios regidos, por cierto, por las organizaciones palestinas rivales Hamas y Fatah, respectivamente—, con pérdidas lamentables de civiles inocentes, pero no ven, extrañamente, los frecuentes atentados, lanzamientos de misiles, piedras y bombas molotov contra objetivos civiles israelíes, que incluyen hospitales, escuelas y jardines de niños. No solamente los terroristas usan cobardemente a los civiles palestinos como escudos humanos, sino que inculcan a los niños el desprecio a los judíos y el deber sagrado de exterminarlos, aun si para esto deben convertirse en mártires suicidas —mil vírgenes los esperan en el paraíso—. Curiosamente, en esas críticas nunca se hace referencia a organizaciones terroristas como Hamas, Hezbollah, Fatah, Al Qaeda…

En una visita a San Francisco, el congresista sudafricano negro Kenneth Meshoe se sorprendió al ver carteles que acusaban a Israel de practicar el apartheid. En un artículo del 15 de mayo de este año en el SF Examiner escribió: “Israel no puede ser comparado con el apartheid en Sudáfrica. Los que hacen la acusación exponen su ignorancia de lo que realmente es el apartheid. Judíos negros, morenos y blancos y la minoría árabe se mezclan libremente en todos los lugares públicos, universidades, restaurantes, centros de votación y en el transporte público. Todas las personas tienen derecho a voto. La minoría árabe tiene partidos políticos, cumplen funciones en el parlamento israelí y ocupan posiciones en los ministerios del gobierno, la policía y los servicios de seguridad. En los hospitales, los pacientes palestinos se recuperan en camas junto a judíos israelíes, atendidos por médicos y enfermeras israelíes árabes y judíos. Esa ridícula acusación trivializa el significado de la palabra apartheid”.

Fuente:revistareplicante.com

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