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viernes 22 de noviembre de 2024

La mayor amenaza terrorista en 2014 vendrá de Siria

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ELY KARMON

Enlace Judío México | El director del Centro Antiterrorista Nacional de EE.UU Matthew Olsen ha dicho recientemente que “la mayor amenaza terrorista” https://www.nti.org/g… para la seguridad estadounidense en 2014 “vendrá de Siria”.

¿Cómo se ha ganado Siria la dudosa distinción de encabezar la lista de las amenazas? ¿Cómo han llegado a esto Siria, la región y el mundo?.

La amenaza de Siria deriva principalmente del creciente protagonismo y de las credenciales militares de islamistas radicales con base en dicha región. Casi la mitad de los 100.000 guerreros rebeldes que pretenden expulsar a Bashar al-Assad son o bien yihadistas o bien islamistas de la línea dura (los resultados proceden de un estudio realizado en septiembre de 2013 por IHS Jane’s). Este número sólo es igualado por los 45.000 guerreros a las órdenes del Ejército de Liberación Siria (FSA), apoyado por Occidente y nominalmente laico.

Según otro reciente estudio https://www.terrorism-info.org.il/Data/articles/Art_20607/E_207_13_1157524947.pdf, en torno a 6.000 ó 7.000 guerreros extranjeros se han unido a grupos salafistas/yihadistas en Siria, principalmente el Jabhat al-Nusra (JN), afiliado a al-Qaeda, y el Estado Islámico en Irak y el Levante (ISIL). Estos combatientes son oriundos de otros países: 4.500 proceden del mundo árabe (Libia, Túnez, Jordán, Irak, Egipto y Arabia Saudí); alrededor de 1.000 proceden de la Europa occidental (especialmente, de Bélgica, Gran Bretaña, Francia, Holanda y Alemania); 500 ciudadanos turcos están luchando junto a JN; se calcula que unos 500 son oriundos de países asiáticos musulmanes, incluyendo militantes con previa experiencia terrorista-militar en Chechenia y Paquistán, así como entre 15 y 20 árabes israelíes, docenas de la Franja de Gaza y varias veintenas del Líbano (sobre todo, del campo de refugiados palestinos del sur del Líbano Ein al-Hilweh). Un estudio hecho por investigadores del START Consortium de la Universidad de Maryland concluía que los grupos afiliados a al-Qaeda en Siria habrán ganado mayor potencia militar a finales de 2015, mientras que la eficiencia militar de grupos competidores como el FSA y las fuerzas militares del régimen de Assad habrán disminuido. Esta situación es el resultado de la relativa eficacia en cuanto a coordinación militar entre los grupos afiliados a al-Qaeda; de los numerosos refugios territoriales y logísticos que tienen en el noreste, y de la significativa ayuda exterior para obtener armas y reclutamientos por parte de países del Golfo.

La comunidad internacional ha sido desesperadamente lenta a la hora de apoyar los levantamientos de la población siria desde sus inicios, así como a la hora de reaccionar ante la cruel represión de las protestas pacíficas llevadas a cabo en Siria, fuera de declaraciones retóricas.

Incluso cuando Occidente decidió apoyar los levantamientos, no facilitó a los combatientes moderados del FSA, todavía no abrumados por las fuerzas islamistas, con los recursos necesarios a desafiar al poder militar del régimen.

EE.UU. y Europa dieron carta blanca a los actores regionales para impulsar sus propios intereses estratégicos opuestos: a Turquía, para que apoyara a los Hermanos Musulmanes sirios, que no tienen demasiada fuerza dentro de Siria, pero controlan la oposición política del exterior; a Arabia Saudí y especialmente a Qatar, para que financiaran y armaran a los grupos islamistas suníes radicales, incluso a los aliados con al-Qaeda.

Es necesario hacer hincapié en que Rusia, y en menor medida China, se esforzaron al máximo por frenar cualquier paso que pudiera dar la ONU; en todo momento, Rusia ha seguido armando al régimen de Damasco.

El acuerdo tomado en 2013 para desmantelar el arsenal químico de Siria, por mediación de Rusia (y probablemente de Irán), no causó un verdadero impacto en el régimen de Assad. Se quedó corto y, además, llegó tarde: ¿quién recuerda ahora que, tras los terribles ataques químicos contra la población civil siria, el secretario de la ONU Ban Kimoon pidió que quienes habían perpetrado semejante crimen contra la humanidad fueran castigados?

El acuerdo tuvo más bien el efecto contrario: reforzó la influencia de Assad en la lucha contra los rebeldes, como lo demostraron los subsiguientes y mortíferos ataques aéreos y con misiles sobre objetivos civiles en Aleppo y Homs, y aumentó la radicalización de los grupos rebeldes. Ahora Assad ha sido invitado a las Conversaciones de Ginebra II y espera utilizar su intervención para aplastar cuanto sea posible a las fuerzas de la oposición.

Sobre el terreno, el debilitamiento político y militar del FSA no ha disminuido en 2013, pese a la formación de un nuevo Supreme Joint Military Command Council (SJMCC) al mando del general de brigada Salim Idris. En diciembre de 2013, el FSA adoptó el nuevo nombre de Frente Rebelde Sirio (SRF), que representa a 14 diferentes brigadas rebeldes más “laicas”.

Entretanto, las numerosas fuerzas islamistas y yihadistas, financiadas por los Estados del Golfo y por ricos hombres de negocios regionales, participaron en una serie continua de intentos de unificación.

En diciembre de 2012, el Frente Islámico Sirio (SIF) estaba formado como “una de las fuerzas islámicas dedicadas a preservar un discurso unificado y una coalición”. El Frente abarcaba 11 grupos del área de Damasco y del norte de Siria, posteriormente reducidos a 6 grupos por un proceso de unificación interna.

El trato cerrado en septiembre de 2013 por EE.UU. y Rusia para el desmantelamiento del arsenal químico de Siria fue el desencadenante para la formación, el 24 de septiembre, de la Alianza Islámica, una coalición de once organizaciones rebeldes sirias islamistas y yihadistas que, por primera vez, incluía a afiliados de al-Qaeda, Jabhat al-Nusra e ISIL.

Sin embargo, parece que a mediados de 2013 Arabia Saudí empezó a comprender que el aumento de las fuerzas yihadistas relacionadas con al-Qaeda en Siria, que iban ganando más control territorial, incluyendo los principales yacimientos de petróleo de Siria, suponía una amenaza para sus propios intereses.

El 22 de noviembre, la formación del Frente Islámico (al-Jabha al-Islamiyya) fue anunciada como “una fuerza social y militar independiente destinada a derrocar al régimen de Assad y a reemplazarlo por un Estado islámico”. La exclusión de Jabhat al-Nusra y el Estado Islámico en Irak y el Levante (ISIL) sugiere un intento de crear una coalición puramente siria financiada por Arabia Saudí.

Según el reconocido experto Yezid Sayigh, “la última tendencia es un plan saudí para crear un nuevo ejército nacional para la oposición siria… capaz de derrotar al régimen de Assad” y refleja la preocupación de los líderes saudíes por el acuerdo entre EE.UU. y Rusia, que potencialmente podría rehabilitar a Assad como interlocutor de la comunidad internacional.

Mientras tanto, los yihadistas han participado en una oleada de asesinatos de rebeldes sirios moderados. En julio mataron al popular comandante del FSA Kamal Hamami, miembro del supremo comando militar rebelde; a primeros de diciembre, yihadistas vinculados al ISIL ejecutaron al secretario general del FSA Ammar al-Wawi, un destacado comandante rebelde moderado; ISIL ha secuestrado a docenas de activistas y reporteros sirios. Los asesinatos, junto con la suspensión de la asistencia no letal al FSA por EE.UU. y Gran Bretaña, seguida de la confiscación de los depósitos de armas de Bab al-Hawa a principios de diciembre, provocaron una sensación de fatalidad en las filas de la coalición rebelde apoyada por Occidente.

Es en este contexto desde donde debemos contemplar el ultimátum dado el 4 de enero por el Frente Islamista (la nueva alianza islamista siria), tras varios días de devastadoras luchas intestinas contra el ISIL en las provincias septentrionales de Idlib y Aleppo, para abandonar Siria en 24 horas.

Con todas estas formaciones, protagonistas y patronos cambiantes es difícil predecir el resultado de la sangrienta guerra civil siria, y más difícil aún para Occidente decidir de qué lado ponerse.

Aquellos occidentales e israelíes que crean que el régimen de Assad es una solución mejor porque la frontera del Golán ha estado “tranquila” durante cuatro décadas y Líbano fue “estabilizado” por la abierta influencia de Siria, deberían recordar la protección estratégica que Siria proporcionó a Fatahland (el territorio en el sur del Líbano ocupado por grupos palestinos) en los años 70, que dio lugar a la primera Guerra del Líbano de Israel; esa misma protección cubrió a Hezbollah durante sus actividades de terrorismo y guerrilla en los años 80 y 90; la segunda Guerra del Líbano y la amenaza de las decenas de miles de misiles que posee hoy Hezbollah y que continúa recibiendo de Siria e Irán; el asesinato del ex-primer ministro libanés Rafik Hariri y el presente derrame de la guerra civil siria al Líbano.

Ahora la amenaza yihadista es significativa e inminente, si se tienen en cuenta sus conquistas territoriales en el norte de Siria y la provincia iraquí de Anbar, así como el gran número de terroristas que en el futuro se propagarán por todo el mundo.

¿Qué debería hacer Occidente para ayudar a que aumenten las fuerzas moderadas en Siria? Presionar seriamente a Arabia Saudí y a Qatar para que dejen de financiar y de armar a los yihadistas. Ayudar a Turquía cerrar físicamente sus fronteras con Siria. Apoyar a las fuerzas moderadas kurdas. Buscar vías legales para frenar el flujo de guerreros extranjeros hacia Siria.

Y si los líderes estadounidenses no quieren ver a Siria encabezando la lista de las amenazas como un acontecimiento anual, quizá 2014 vea ataques teledirigidos —drones- americanos contra los líderes yihadistas en Siria.

Fuente:elimparcial.es

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