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domingo 22 de diciembre de 2024

Ariel Sharon y dos formas de entender la paz

Mauricio-Meschoulam

MAURICIO MESCHOULAM

Enlace Judío México | Cuando Ariel Sharon entró en estado de coma en 2006 se encontraba quizás en la cúspide de su carrera política. No como el halcón militar y férreo opositor como fue conocido durante la mayor parte de su vida. Sino como el líder pragmático, quien después de muchos años, entendió que había que buscar algún modo de implementar medidas tendientes a la coexistencia pacífica con sus vecinos. Es verdad que Sharon tenía cierta forma de entender la paz que quizás no sería compartida por algunos de los grandes teóricos sobre el tema. Pero se trataba finalmente de un Sharon muy distinto al que conocíamos; un político más maduro, quizás. Entonces entró en coma. Ocho años después, hace 3 días, murió.

Su vida

Mucho ha sido escrito ya acerca de la polémica figura que este líder representó. El objeto de este texto no es tanto discutir acerca de esa polémica, o sobre la responsabilidad histórica que Sharon tuvo en cuanto a las masacres de Sabra y Chatila, o por haber contribuido a detonar la segunda Intifada palestina, o por el constante asedio a Arafat en la última parte de la vida del líder palestino -de eso la historia se encargará, si no es que ya lo ha hecho; no olvidemos que Sharon llevaba ya ocho largos años en la inactividad debido a su estado de coma.

El interés de una discusión como la de hoy tiene más bien que ver con su transición. ¿Cómo es que un halcón en el más amplio sentido de la palabra, puede ser capaz de ir moviéndose en el espectro político para ajustarse a circunstancias que con la edad, va comprendiendo como inescapables? Es muy probable que sus convicciones ideológicas nunca sufrieran transformaciones radicales. La cuestión quizás fue cómo adaptar esas mismas duras convicciones ideológicas a realidades que van siendo percibidas por el líder como inamovibles. Dicho de otra forma, no es que en Sharon hubiese surgido repentinamente un amor o compasión por sus enemigos, o que de pronto hubiese perdido un ápice de la desconfianza tan profunda que siempre les tuvo. El móvil que marcó su etapa de primer ministro, sin embargo, fue el intentar ajustar esas mismas convicciones y desconfianza, a una inevitable realidad que tras siete décadas de vida había finalmente tenido que aceptar: los dos pueblos, israelí y palestino, están destinados a coexistir y compartir un pequeño pedazo de tierra, y ninguno de los dos se va a marchar a ninguna parte, pésele a quien le tenga que pesar.

La evolución en Sharon

Podríamos entonces decir que uno fue el gran líder militar y héroe de guerra a quien se atribuye en buena medida el hecho de haber logrado que Israel terminara por vencer a Egipto en la guerra del Yom Kipur en el 73, el ministro de defensa que buscó a toda costa expulsar a la OLP del Líbano incluso pagando los costos que su país tuvo que pagar a la postre por ello, o el político férreamente opuesto al proceso de paz de Oslo y a las negociaciones con Arafat; y otro fue el Sharon primer ministro quien ya en el cargo, tomó no solo la decisión de retirar a sus tropas de la Franja de Gaza, sino la dura determinación de evacuar -incluso por medio de la fuerza- a los colonos israelíes a quienes en otra época, él mismo había incentivado a colonizar los territorios ocupados por Israel.

¿Qué es lo que cambió su forma de pensar? ¿O será quizás que nunca cambió en el fondo, pero que una cosa es ser militar, otra es ser político en la oposición, y otra muy distinta es ser primer ministro y entender que las alternativas se cierran a medida que pasan los años? Es muy difícil saberlo pues su estado de coma vino demasiado pronto en esta última fase de su carrera. Lo que sí sabemos es que cuando sufrió el ataque, era él y no los otros -para sorpresa de tantos- el candidato de la paz y las negociaciones. Una paz a su modo, por supuesto.

Dos ideas de la paz: paz asociativa, paz disociativa

Hay varias formas de entender el concepto de paz. Una de ellas pone el énfasis en la parte negativa: lo que la paz no es y no debe contener, y otra en la parte positiva: eso que permite que la paz se construya y se edifique. Así, hay quienes entienden la paz como un estado donde no hay violencia, guerra, ni agresión entre los actores que componen un determinado sistema. Bajo estas circunstancias se podría pensar que los actores en conflicto no conviven, no se integran, no colaboran ni se asocian de ningún modo, o lo hacen de modos mínimos indispensables, pero no se agreden. Eso se conoce como una paz disociativa: separar a las partes en pugna.

Otra aproximación distinta hacia el tema de la paz, aunque no excluye a la paz negativa, pone mucho más el énfasis en sus componentes positivos: promover los factores que la constituyen tales como la asociación, la colaboración y la armonía, para lo que se propone medidas estructurales que fomenten el desarrollo, disminuyan las desigualdades en lo económico, y fortalezcan las libertades, derechos, educación y diálogo en lo político, de modo que se facilite la cooperación, la comunicación y en última instancia la integración de las sociedades en conflicto. Esto es conocido como una paz asociativa.

Sharon nunca creyó que fuese posible asociar a los pueblos israelí y palestino. Pero, al menos en la última fase de su vida activa, era un firme creyente en una forma de paz -o no violencia para ser más precisos- a través de la disociación o desconexión de estas dos sociedades.

Disengagement: la desconexión o des-involucramiento en Gaza

En una entrevista que conduje a Ruvi Rivlin -ex vocero del Parlamento israelí (la Knesset) y precandidato a la presidencia de Israel- hace unos meses, me dijo algo así como: “Yo siempre se lo advertí a Arik (Ariel Sharon). Lo grité en la Knesset y lo dije a los cuatro vientos: Arik, tu idea de desconexión de Gaza no es paz. Ahora nos van a atacar desde ese territorio mucho más libremente. Y no digas que no te lo advertí”.

El retiro o “desconexión” de Gaza, para Sharon, era solo un experimento. Su idea era implementar ese mismo proyecto en otras porciones de los territorios que Israel había ocupado en 1967. El corazón de esta estrategia estaba en un retiro unilateral de las tropas -y colonos- israelíes del territorio palestino con el fin de permitir una limitada autogestión, lo suficiente como para separar a las sociedades en conflicto, pero en su visión, siempre garantizando la seguridad nacional de Israel. De ese modo, no se otorgaba independencia plena a Gaza ni se dejaba a su gobierno ejercer el control sobre sus fronteras ni espacio aéreo o tener un ejército. Pero Israel materialmente se retiraba del área, con todo y sus colonos, y no podía seguir siendo acusada de potencia ocupadora, al menos no de la misma manera. Era una fórmula, desde su óptica, infalible.

Como dije, no hubo tiempo suficiente para que Sharon viese los resultados de su proyecto ni mucho menos de que este fuese replicado en otras zonas ocupadas por Israel. A la postre, Hamás tomó el control de Gaza, y lo hizo por la fuerza, expulsando de ahí al gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. La militancia radical creció en la franja, se desencadenó un tráfico de armas sin precedentes y ello se convirtió en una de las fuentes más serias de conflicto para Israel, provocando hasta el momento dos confrontaciones militares mayores y cientos de intervenciones de menor escala. Cualquiera diría que el experimento Sharon fue un fracaso rotundo, y posiblemente el fracaso estriba en la concepción errada de fondo del tema de la paz. Pero la realidad es que Sharon no estuvo presente para verlo ni para tomar decisiones que posiblemente hubiesen producido desenlaces distintos. No podemos saberlo. El coma se lo llevó antes de tiempo.

Una reflexión especial

A pesar de todo, a pesar de toda la crítica que Sharon pueda recibir -la mía incluida- al respecto de su paz disociativa, incluso a pesar de toda la polémica que sigue generando su figura, hoy, cuando Sharon acaba de morir, me pareció importante una reflexión especial. Finalmente muchos pudimos atestiguar la pragmatización de uno de los políticos más duros que hubiesen existido en la historia, y las posibilidades que se abren cuando incluso las personas que menos concuerdan entre sí, deciden acercar un poco sus visiones.

¿Usted qué piensa?

Twitter: @maurimm

Fuente:eluniversal.com.mx

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