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viernes 22 de noviembre de 2024

Crónicas Intrascendentes. Parte LXXXVIII

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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

La vejez, desconexión de la tecnología

En las notas que realicé al final del 2009, y que más tarde se convirtieron en Crónicas Intrascendentes, apunté que el contenido de las mismas versaría sobre los acontecimientos sobresalientes de mi vida y los del entorno, principalmente. En las últimas Crónicas que he elaborado enfatizo aspectos del devenir de México y del mundo que a mi juicio son relevantes, y que, de alguna forma, crean consciencia en los lectores sobre los aspectos fundamentales del pensar y el comportamiento humano; al mismo tiempo trato de transmitirles información sobre las tradiciones, costumbres y la forma de ser del mexicano y de los judíos que les puede enriquecer su acervo cultural.

En este contexto, de manera inconsciente, he relegado parcialmente el análisis sobre mi acontecer y la relación que tengo con mis familiares y amigos; ello quizá porque mis experiencias en este ámbito son remotas y no las recuerdo, las tengo poco claras o son situaciones muy personales, difíciles de sacarlas a luz pública, sobre todo por la especie de censura que al respecto me han impuesto mis familiares cercanos. Esta situación, junto con diferentes dificultades de orden financiero que se han presentado, me han creado una elevada sensibilidad en mi existencia que a veces propicia desesperanza. Mis planes a corto plazo se han visto frustrados, confío que con el tiempo y con la serenidad necesaria pueda romper el círculo vicioso de ideas que no me permiten avanzar; está claro de que soy el actor principal en este proceso.

Por otra parte, es innegable que la tercera edad, como eufemismo de la palabra vejez, o “te ves muy bien” que utiliza el biólogo inglés Lewis Wolpert, para designar a las personas mayores de 60 años, me ha tomado con sorpresa; aunque hay que reconocer, como lo menciona Wolpert, la vejez no es una enfermedad, empero, sí representa una menor capacidad del organismo para enfrentarla; sin embargo “nunca antes la humanidad había logrado vivir tanto”; creo que el reto de la prolongación de la vida es que los individuos puedan vivir a plenitud con ellos mismos y en armonía con sus semejantes; también es importante contar con los medios materiales para enfrentar el mayor periodo de la vida; ello ayuda a que la gente sea más optimista y pueda tener una relación social mas activa.

En este marco, tiene que haber un cambio cultural en la sociedad para admitir el valor que los viejos pueden aportar a la misma; no una contribución etérea, sino productiva, de aquí la importancia de abrirles espacios en el trabajo en todos los niveles; además, ello es relevante para que complementen sus ingresos por pensiones que generalmente suelen ser limitadas o inexistentes. Al final de cuentas, se trata que la gente viva más feliz en la vejez, con el menor número de achaques y enfermedades y con una reducción del costo para la sociedad en su conjunto.

Por otra parte, deseo manifestar la preocupación que tengo frente al desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC), que evidentemente han elevado la productividad del quehacer humano en todos sus ámbitos, empero, al mismo tiempo han entorpecido la comunicación directa entre los individuos, verbal y física, creando una dependencia patológica de los diferentes aparatos electrónicos, que puede generar severos trastornos en su personalidad. Así por ejemplo, el término nomofobia describe una enfermedad vinculada con las TIC y que no es más que un miedo irracional de las personas a salir de su casa sin el teléfono móvil o cuando lo pierden, se les agota la batería , el crédito o no tienen cobertura de red, entre otras razones.

Resulta una paradoja que miles de millones de individuos dediquen todo el día y parte de la noche a conectarse a sus diferentes aparatos electrónicos, y en vez de incrementar su rendimiento laboral se les desarrollen adicciones que los alejen de la realidad, e incluso, del cotidiano contacto físico con terceros.

En promedio, los mexicanos pasan cuatro horas diarias en facebook; este volumen de uso coloca al país, con 47 millones de usuarios activos, como el quinto mercado más relevante de “face” en el mundo, después de EUA, India, Brasil e Indonesia, países con poblaciones superiores a México; qué desperdicio de tiempo, y en general, de la vida, porque el mal empleo de este medio de comunicación en México resulta, en general, poco productivo e imaginativo.

Cada vez mas las TIC propician lenguajes distorsionantes entre sus usuarios, especialmente entre los jóvenes, que en última instancia representan formas degenerativas de la expresión verbal y escrita.

El cáustico escritor mexicano, Eusebio Rubalcaba, en un artículo publicado en el Financiero en agosto del 2012, señala que “detesto todo lo que implica estar de moda; en el “face” me salí porque a lo largo de los tres o cuatro meses que lo experimenté, lo único que descubrí fue trivialidad e hipocresía; con excepción de una amistad que resultó entrañable; no hay mas que chismes de lavadero; “el twiter me parece aún más irrelevante que el “face”; es una vitrina insoportable que a los famosos les permite estar en el calendario más allá de lo prudente, y a los desconocidos sentir que se codean con las celebridades. Cada vez es más angustiante la soledad del hombre contemporáneo, quizá esto tenga que ver con el éxito de las redes sociales”. El Maestro Rubalcaba remata su artículo diciendo que las redes sociales son una religión que cumple los mismos preceptos de todas las religiones: arropar a sus fieles, protegerlos, cuidarles de día y de noche; empero, sobre todo, uniformar su pensamiento, es decir: que no piensen; los practicantes de esta religión se imaginan que su voz tiene interlocutores cabales, sin embargo, no se han percatado de la fugacidad del impacto mediático.

El perspicaz análisis de Eusebio Rubalcaba sobre las TIC pone en evidencia cómo el mal uso de éstas origina insania a nivel individual y en el de las comunidades.

En este marco, hiperconectados empleados de Google, Apple y otras empresas de punta de la computación, “cerebros del Silicom Valley”, están enviando a sus hijos a un colegio privado sin computadora, tampoco hay en los mismos televisión; sólo tienen gises y pizarrones; consideran que la enseñanza de la informática es hasta los trece años; las computadoras las tienen en sus casas. Piensan que las pantallas perturban el aprendizaje, disminuyen las experiencias físicas y emocionales. El uso de las computadoras no es un fin, es una herramienta. En esta escuela a la educación formal (oficial) se adiciona la enseñanza de manualidades: tejer, coser y hornear panes; así la desconexión tecnológica no es un lujo, es una necesidad.

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