Cine de terror gana espacios en Israel

Durante la exhibición privada de “Piranha 3D” el año pasado en Tel Aviv, Israel, el cineasta Navot Paushado estaba junto a dos chicas, claramente menores de edad, que se retorcían ante las imágenes gráficas. Las acompañó para salir del salón. “Las saqué y les dije: ‘No van a ver esta película’”, contó. “Se podía ver que ya estaban traumadas”.

Por lo general, los espectadores traumados del grupo demográfico apropiado no son un problema para Papushado, ni para su compañero en la dirección, Aharon Keshales.

“Rabies”, el largometraje con el que debutó en 2010, se promovió como la primera película de terror de Israel, un asalto directo contra el statu quo, repleto de víctimas de incesto, semi inocentes, que se matan entre sí.

El recibimiento oficial fue mezclado. De hecho, como reconoció Papushado durante una visita que hizo con Keshales a Manhattan en diciembre, su resentimiento por “Piranha” se origina, en parte, en el hecho de que la junta clasificadora de Israel le dio 14, lo que significa que se podía admitir a cinéfilos de 14 años o más, mientras que a “Rabies” le dieron, inicialmente, 18 (después bajaron a 16).

“Un 18 es porno en Israel”, dijo Keshales. “No es para películas de terror. A ‘Saw’ le darían 16”.

Sin embargo, parecería que el recibimiento está mejorando, según este último trabajo; al menos gradualmente. “Big Bad Wolves”, una cinta de terror, sangrienta, con conciencia social, se estrenó en Estados Unidos en enero, cuando la Asociación Israel de Críticos la acababa de nombrar mejor película de 2013. A pesar de tratarse del secuestro y la tortura de un presunto asesino de niños, ganó cinco de las 11 nominaciones a los premios Ophir, el equivalente israelí del Oscar, pero no para mejor cinta.

¿Por qué? Bueno, haber ganado en esa categoría la habría colocado en la fila para las que entregaría el país para los Premios de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas 2014. Y nadie parecer estar ya listo para eso.

Es posible que los estadounidenses reculen por lo que sale de Hollywood, pero, en general, no lo toman en forma personal. No sienten que una cinta que los ofende esté cuestionando su sentido de identidad. Sólo se lo anotan al mal gusto de alguien más.

No obstante, en Israel, la identidad personal y la nacional están más estrechamente entrelazadas, y los dos cineastas tienen bajo sitio al ego cultural del país. Papushado desestima gran parte del cine israelí reciente por considerar que trata de “gente que llora dentro de tanques o junto a los tanques”, y Keshales dijo que la industria cinematográfica de su país “confunde la importancia con la autoimportancia”.

“En cierto sentido, ‘Big Bad Wolves’ y ‘Rabies’ son lo que siempre han deseado muchos críticos más jóvenes en Israel”, comentó el reseñador Yair Raveh en un correo electrónico desde Tel Aviv. “Películas que demostrarán a la élite fílmica israelí que uno puede hacer cintas de género en Israel”.

Raveh dijo que las escuelas de cine, los promotores financieros, los productores y la mayoría de los cineastas en su país han impulsado desde hace mucho al realismo cinematográfico. “Hasta las comedias son raras aquí desde los 1980”, dijo y agregó que el tipo más popular de cine en la última década ha sido el de historias de familia (“Algunas, como ‘Late Marriage’ y ‘Footnote’ son soberbias), de guerra o películas que tratan el conflicto árabe-israelí (”Beaufort“, ”Lebanon”).

Una de las principales voces para el cambio, dijo Raveh, ha sido Keshales, quien antes de poner su atención exclusivamente en hacer cine era “un maravilloso crítico de cine, con una sensibilidad estadounidense; quien como maestro de cine prefería enseñar a Spielberg y los hermanos Coen en lugar de a Bergman y Antonioni”.

Los directores de “Big Bad Wolves” se conocieron como profesor y alumno en la Universidad de Tel Aviv y, sin duda, son un par extraño: Papushado, de 34 años, es larguirucho, locuaz y tiene cabello claro, como no lo es Keshales, de 37 años. Aquél es reacio al cine de arte y el trabajo con cámara portátil; Keshales verá gustoso épicas a ritmo de tortuga durante horas.

Sin embargo, ambos citan a “The Good, the Bad and the Ugly” de Sergio Leone, como su cinta favorita, una influencia que explica su siguiente largometraje: “Once Upon a Time in Palestine”, una película estilo “spaghetti western” sobre la preindependencia de Israel.

“El prestigio que han acumulado sus película no ha pasado desapercibido para los organismos gubernamentales de financiamiento del país, los que, tradicionalmente, nunca han sido solidarios con este tipo de cinematografía”, explicó Mitch Davis, codirector del festival Fantasía en Montreal, donde “Big Bad Wolves” ganó premios del jurado por mejor película y mejor guión.

Ya lleva un rato gestándose un movimiento de género en Israel, pero Anat Gilead, la cónsul de Israel para asuntos culturales en Norteamérica, señaló que “Big Bad Wolves” legitima a este movimiento, obligando a la industria cinematográfica del país a tomarlo en serio.

Como señaló Davis, el éxito de “Rabies” ayudó a que los directores atrajeran a algunas de las principales estrellas de Israel hacia “Big Bad Wolves”, asegurando que la viera una escala de público inconcebible apenas hace unos cuantos años.

Una de esas estrellas, Lior Ashkenazi (“Late Marriage”), interpretó a un policía en “Rabies” y a otro en “Big Bad Wolves”. El elogió el profesionalismo de los directores y su destreza cinematográfica, y dijo que espera volver a trabajar con ellos. Incluso, ellos le reconocen que ayudó a lograr que se terminara “Big Bad Wolves”. (Dicen que escribieron el personaje con Ashkenazi en mente.)

“Cuando llevaron ‘Big Bad Wolves’ a festivales cinematográficos por todo el mundo”, dijo el actor, “no dejaba de preguntarles: ‘¿ya están trabajando en el siguiente guión? ¡Tienen que estar preparados! ¡No pierdan tiempo!’

“Y, claro, les dije: ‘Tienen que acordarse de mí’”.

Fuente:elfinanciero.com.mx

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