MARIANO GALINDO
Enlace Judío México | En 1991, el mítico dúo ‘Martes y Trece’ protagonizó una pieza de apenas un minuto que hacía mofa sobre una mujer maltratada. “Mi marido me pega”, decía un Millán Salcedo disfrazado de mujer, con las risas de fondo aprobando la gracia. Hoy día, una broma así sería impensable en España, pero lo cierto es que en el país vecino, Dieudonné Mbala ha cruzado para muchos los límites de lo ético y del humor con su quenelle, gesto parecido al saludo nazi, con una clara connotación antisemita.
¿Es lícito hacer humor con cualquier tema? ¿Debería haber un límite a la hora de reírse de algo o de alguien? Por la temática, en España ya vivimos hace casi tres años una polémica parecida, cuando el director de cine Nacho Vigalondo incendió Twitter. “Ahora que tengo más de cincuenta mil followers y me he tomado cuatro vinos podré decir mi mensaje: ¡El holocausto fue un montaje!”. Imaginen el revuelo y el linchamiento mediático posterior que le llegó al nominado al Óscar en 2004 por 7:35 de la mañana. Dos años después de todo aquello, el propio Vigalondo incidía sobre la frontera del humor. “El límite del humor es el límite del público que escucha ese humor”.
La mayoría de los que hacen chistes y gracias coinciden en que no debe haber límites a la hora de ponerse a esa labor. “Lo discutimos mucho en Mongolia cada día. Por un lado, el humor es ficción. Igual que la gente no se plantea cuáles son los límites de la épica, del arte, ¿por qué sí se plantean los del humor?”, apunta para ZoomNews Darío Adanti, miembro fundador de la revista Mongolia.
“No tendría que haber límites impuestos, sino que estos fueran los que te marca tu propia ética. Aquí en Mongolia tenemos diez mandamientos, que se resumen en: si tú te ríes de quien tiene más poder, eres un valiente; si lo haces de alguien que es igual que tú, eres gracioso; si atacas a alguien menos poderoso, eres un hijo de puta”, dispara Adanti.
En Mongolia piensan que también hay que enfocar un poco el punto desde el que se hace la sátira, el chiste, para ver si se pasan los límites o no: “En el Gueto de Varsovia los propios judíos hacían chistes sobre su situación y de esa forma estaban exorcizando el miedo. A la hora de hablar de traspasar o no fronteras, se tiene que observar quién lo cuenta y de dónde viene la broma”.
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“En un chiste cabe todo”, señala Adanti, que si bien reconoce que no es lo mismo “tomando como ejemplo los atentados de Atocha, hacer un chiste sobre la teoría conspiranoica de que fue ETA, que sobre las víctimas”.
Los humoristas, siempre bajo el foco
“Estamos un poco cansados de que se juzgue tanto a los humoristas, de que se les busquen los ángulos”, señalaba Andreu Buenafuente en una entrevista para Jot Down. El catalán cuestionaba si no tenían derecho ellos a hacer bromas fuertes. Mientras que para la línea editorial de El Jueves, “no se pueden hacer bromas sobre gente en peligro de muerte, ni víctimas de un atentado”.
Xavi Puig, integrande de El Mundo Today, piensa, según cuenta a ZoomNews, que “el límite del humor lo marca el Código Penal y la calidad del chiste”. Nada más. ¿O sí? “Nuestro límite es si hace gracia o no”.
Para Puig, preguntarse sobre los límites del humor no tiene mucho sentido más allá de estos casos legales y de calidad. Y coincide con Mongolia en la idea de que si no se ponen vallas al arte ni a la literatura, tampoco se debe hacer con la sátira, la risa. Aunque el dinero también manda. “Si tienes anunciantes, no puedes atacar al que te está financiando”.
“Sí que te voy a reconocer una cosa. En España hay mucho miedo. En otros medios en los que he trabajado he estado rodeado de miedo”. Temor a la hora de decir una cosa u otra, de reírse de algo, si bien para Puig, muchas veces piensas que va a haber consecuencias por lo que vas a soltar y luego no pasa nada, aunque moleste a determinadas personas.
“Los españoles nos reímos mucho. Cuando yo pienso en un chiste, quiero hacer el mejor posible. En parcelas como el humor negro, tienes que ser especialmente bueno para producir gracia”.
Un humor sin límites éticos, pero bien contextualizado, bien entendida su procedencia, y de calidad. Y que cada uno se lo tome como deba, pueda o quiera. Punto común de muchos humoristas en España, país que se ríe de sí mismo como ninguno.
Y usted, lector, ¿qué opina?
Fuente:zoomnews.es
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