¿Es vergonzoso el trato a los eritreos en Israel? La carta de Leo Cohen y la respuesta de Danny Ayalon

Enlace Judío México- Ésta es la carta que nos envía Leo Cohen, investigador y docente mexicano, desde Israel:

La vergüenza: Israel y los refugiados de África

En las últimas semanas me acosa un sentimiento muy profundo de vergüenza por la manera deshonrosa en la que el gobierno de Israel –un país en el que tanto he creído- se ha comportado con refugiados que luchan por su dignidad humana.

Alrededor de 50 mil refugiados de Eritrea y Sudán han llegado a Israel en los últimos años. Numerosos sobrevivientes que han escapado de las políticas genocidas perpetradas en la región de Darfur arribaron a Israel cruzando ilegalmente la frontera con Egipto. Lo mismo ha sucedido con miles de eritreos que han huido de un régimen dictatorial y de un servicio militar obligatorio de por vida. Israel, como país soberano, tiene derecho a cerrar sus fronteras a una inmigración ilimitada. Y de hecho, ya lo ha hecho. Un muro ha sido construido en los límites con Sinai, y en el 2013 solo algunas decenas de personas han cruzado a territorio israelí. Pero la pregunta es qué hacer con las miles de personas que solicitan asilo, y que ya están dentro de nuestras fronteras.

En todo este tiempo, Israel le ha negado categóricamente el estatus de refugiados a eritreos y sudaneses, violando sus obligaciones contraídas con las Naciones Unidas y la Convención para Refugiados de 1951, que lo compelen a ofrecer protección colectiva. En cambio, las autoridades israelíes insisten, permanentemente, en asignarles a los refugiados el sobrenombre de “infiltrados”, tratando de convencer al público que se trata de inmigrantes en busca de mejores condiciones laborales, y solamente eso.

La política hacia los refugiados, dirigida por el ministro del interior Guidon Saar y el primer ministro Benjamín Netanyahu, se erige sobre una gran desinformación y el miedo infundado de que mañana una ola de africanos arrasará con el país. Al llamarlos infiltrados, buscan despojarlos del derecho al asilo que les corresponde de acuerdo a la legislación internacional. Y si son infiltrados ilegales como les acusa el gobierno ¿por qué razón el ministro del interior no los expulsa del país? ¿Cuál es la razón de que no haga efectivas sus palabras y ponga en práctica su programa ideológico a partir de una orden de expulsión? La respuesta es muy simple: porque no puede. Porque Israel voluntariamente ha firmado convenciones y acuerdos que otorgan protección a personas que vienen de países y situaciones donde se corre peligro. Y Eritrea y Sudán están así catalogados por las organizaciones de derechos humanos. Israel, en vez de cumplir con los acuerdos que voluntariamente firmó –porque hay que recordar que pocos países como Israel en sus comienzos estuvieron tan interesados en la protección de los refugiados- ha decidido hostigarlos, amargarles la existencia, arruinarles la calidad de vida, para que se vayan de aquí por elección ¿a dónde? A donde puedan.

“Estos infiltrados no quieren más que vivir a nuestras costillas”, nos dicen. Siguiendo esta afirmación, si se trata de elementos parasitarios de nuestra ejemplar sociedad, estos individuos merecen por tanto ser tratados con la rudeza de quien está al margen de la legalidad. El gobierno de Israel ha invertido millones en la construcción de un “espacio de residencia” para los “infiltrados”. Está localizado en el desierto del Néguev. Los “infiltrados” detenidos están obligados a pasar lista tres veces al día y no tienen derecho a trabajar legalmente. Pueden recluirse en ese espacio hasta 3 mil personas y, por si fuera poco, no se precisa haber sido juzgado para residir ahí por meses. Las autoridades a cargo del lugar pertenecen a los servicios carcelarios.

Israel necesita de fuerza laboral extranjera. En ramos como la agricultura hacen falta miles de trabajadores, lo mismo en la industria hotelera y en los restaurantes del país. Para cubrir estos puestos de trabajo, Israel importa trabajadores extranjeros, en vez de ocupar a quienes ya se encuentran dentro de nuestras fronteras. Por tanto, eritreos y sudaneses trabajan de manera ilegal y el Estado no puede beneficiarse de sus impuestos. Así pues la política del gobierno actual no sólo carece de generosidad, humanitarismo y legalidad, sino también de racionalidad económica.

Los refugiados de Eritrea y Sudán son perseguidos, capturados, conducidos a campos de detención en medio del desierto donde pueden permanecer hasta un año sin haber pasado por ninguna instancia judicial que certifique la existencia de un delito. Eso es lo que llaman, detención administrativa. El gobierno actual, y en particular su primer ministro y su ministro del interior, serán recordados como aquellos que permitieron el maltrato y la humillación de miles de personas cuyo pecado único ha sido haber escapado de la opresión y la muerte.

Por último, una observación de carácter personal. Soy profesor asociado al departamento de estudios de África de la Universidad de Ben Gurión en Beer Sheva. Junto al oprobio y la vergüenza que me invaden en estos días por ver la manera hostil en la que Israel se comporta hacia seres humanos en busca de asilo, me genera una gran satisfacción ver a estudiantes movilizados y comprometidos con la causa de los refugiados africanos en Israel. Se trata de jóvenes conscientes de su responsabilidad histórica como israelíes y como seres humanos, en momentos en que fuerzas oscurantistas se adueñan del discurso oficial. Estos estudiantes son la razón principal que nos queda para pensar que aun hay futuro y esperanza para este país, y es a ellos –Yehuda Lahav, Yael Krieger y Morán Mekamel- a quienes dedico este artículo.

Aprovechando la visita de Danny Ayalon y sus dones diplomáticos, le pedimos responda a Leo Cohen. Eso es lo que expresó:

“Coincido que la de los eritreos no es una buena situación y nosotros como judíos tenemos mas responsabilidad de ser amables con ellos y poder hacer las cosas mejor. De hecho, el problema ,de los eritreos y los sudaneses no se da sólo en Israel sino en todo el mundo. En Europa los tratan peor que en Israel: sé que ésta no es una buena respuesta, pero para él (Leo Cohen) estar avergonzado no es serio, porque creo que hacemos más que otros (países para los ilegales).

Todas las naciones tienen el derecho de defender sus fronteras y tenemos la responsabilidad de los que aún están dentro de Israel; creo que el gobierno se asegurará que puedan vivir y trabajar hasta que vuelvan sanos y salvos a sus países.

Acerca del hecho de que estos ilegales viven en la miseria, comentó: “Hay que darles trabajo, así se registrarán y ya no estarán como indocumentados, pagarán impuestos y así podrán mantenerse.

A pregunta expresa sobre si el gobierno les otorga permisos para trabajar en suelo israelí, dijo:
“No estamos dando ningún permiso, porque tenemos que velar por los israelíes. Ellos vinieron de manera ilegal a Israel, así que pusimos un alto a la llegada de estos inmigrantes ilegales con un muro; quienes ya están adentro, alrededor de 55,000, no podemos echarlos porque no tienen ningún lugar adonde ir, así que tenemos que cuidarlos y cuidar también a los israelíes.

Finalmente, indagamos: ¿Los judíos, debido a nuestra historia, no deberíamos de ser más generosos con personas que estén buscando refugio?, a lo cual el diplomático respondió:

“Los refugiados, de acuerdo con la normativa internacional, son quienes salen de un país y se refugian en otro. Pero los eritreos entraron por Egipto, así que fueron refugiados en Egipto. Si luego dejan Egipto y vienen a Israel, no son refugiados sino personas que están buscando trabajo: es un estándar moral diferente. Los judíos debemos tener compasión y ayudar:creo que estamos ayudando más que cualquier otro país, así que (el autor de la carta) no debería de estar avergonzado (por la decisión del gobierno israelí).

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