NEDDA G. DE ANHALT PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Michelangelo Frammartino (Milán, 1968) en su segundo filme, Le Quattro Volte, Las cuatro vueltas (2010)[1], considera que para conocer a un ser humano es necesario dar cuatro vueltas, ya que cada uno de nosotros posee cuatro vidas interiores y una queda dentro de la otra. El ser humano es mineral en su esqueleto, hecho de sal; asimismo, es también vegetal porque su sangre fluye como la savia; es animal al estar dotado de movilidad y conocimiento del mundo exterior y finalmente, porque el ser humano ha recibido el don de la voluntad y de la razón. Este cineasta italiano, además, nos plantea una interrogante: ¿Puede la cinematografía librarse de ese dogma que sólo los seres humanos deben acaparar el espacio protagónico? En su película, son las ovejas las que ocupan el primer plano en la pantalla y así Frammartino logra crear un filme-homenaje a la naturaleza poética de Calabria. Y esto recuerda que el autor colombiano-mexicano, Fernando Vallejo, ha publicado Casa Blanca la bella, siendo una casa la principal protagonista.
Es curioso, pero en literatura ese conflicto protagónico es mucho más leve. Cito el cuento corto “Luvina” de Juan Rulfo, donde un pueblo ocupa el papel protagónico y la novela Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, donde la noche habanera y el juego lúdico del lenguaje cubano de los años 50’s son los verdaderos personajes de este libro.
En Casablanca la bella, sucede algo similar a lo que hizo Frammartino y, justamente, Vallejo entroniza como protagonista de su novela a una casa que el lector conocerá hasta las entrañas mismas de sus tuberías.
Mas esta bella protagonista comparte su estrellato con el idioma latín, el lenguaje español y los espacios geográficos de un país amado y, por ende, criticado con el humor, la ironía y la frescura de los sarcasmos más desenfadados. Todo este amasijo de discusiones, aforismos, confesiones y hasta uno que otro relato incluido en la narración, conforma el complejo entramado protagónico de la fabricación de esta casa.
Lo anterior demuestra que Casablanca la bella no es una novela tradicional ni convencional sino un collage fascinante que destaca por su color y por el hecho de que el autor la haya dotado de un atributo peligroso. Como el poeta Rilke predijo: “Toda belleza es terrible”.
Blancura y belleza, en este futuro hogar, girarán en el libro como espirales hacia un absoluto estelar. Blanco es color de la intemporalidad, del éxtasis, o de la iluminación mística en su aspecto positivo . Más en el aspecto negativo, este color Vallejo lo asocia con la catástrofe. Recordemos que blanca es la lividez en la muerte. ¿Cuál será el aspecto del blanco que predominará en Casablanca la bella? ¿Positivo, negativo o ambos?
Vale preguntarse también ¿cuál es la necesidad de edificar una casa? Alguien alguna vez dijo que construir una casa y plantar un jardín son los deseos de los seres humanos que vienen a este mundo. De hecho, el narrador en primera persona de esta novela nos informa que Casablanca la bella se está construyendo de forma artesanal; cuenta ya con dos patios, y el país es Colombia. El sueño pronto se convertirá en una pesadilla plena de decepciones.
Si damos una primera vuelta por la casa, aquí dominan “las cosas” o “los objetos”: cerraduras, llaves, bombillas, sacos de cemento. Entre todos, “¡Tum! ¡Tum! ¡Tum!” la dificultad de adquirir un inodoro que no sea “ahorrador”. No hay remedio, ahora todos son de ese tipo. El autor se ha trastocado en director con el primer close up al inodoro. Después, vendrá otro más intenso a los dispositivos de desagüe que ya no son llamados simplemente manijas. Ahora son dos plaquitas que una vez empujadas, resultan fraudulentas para el narrador. Aquí podríamos considerar que esta primera vuelta será “objetiva” o “cositiva” porque simboliza las “cosas” o los “objetos” que ocupan el plano protagónico.
¿Dónde han quedado los seres humanos como los plomeros, electricistas, albañiles y carpinteros? No están personalizados sino pertenecen a sus correspondientes gremios de trabajo. Y como dichos trabajadores han sido incumplidos y desobligados, el futuro habitante de Casablanca los caracteriza como “hijoeputa”.
En la segunda vuelta, el protagonismo corresponde a la naturaleza con sus zonas geográficas ya invadidas por la barbarie de una civilización implacable y una humanidad inconsciente que, con su micción desenfrenada, seca los árboles más bellos de Colombia. Al narrador le preocupa la tortuosa violencia en movimiento de sus choferes en contrapunto con la holgazanería de los citadinos; tanto así, que predice que, a ese paso, en el futuro de su país la “coca” será importada.
Pero también su primera patria le brinda felicidad cuando piensa en los espacios amados de la niñez, como la finca Santa Anita ya desaparecida de forma física, más viva en la nostalgia y el recuerdo del narrador. Hay un encuentro hermoso, por inesperado, con el propietario de dicha finca, que pertenece al mejor género del cuento fantástico. “¡Shhhhh!” (p. 112). Atención, porque el narrador nos hará partícipes de confesiones personales con un lenguaje de exquisita elegancia. En esta segunda vuelta “¡TAS! ¡TAS! ¡TAS!” (p.136), la humanidad está personalizada y criticada. No queda títere con cabeza; ni la madre del narrador ni Cristo ni presidentes ni advenedizas políticas ni el internet… Vaya, ni siquiera se salva el Espíritu Santo.
Y a los que están vivos, el narrador los mata para engrosar la lista de su famosa libreta de los Muertos. Sólo se valoran la voz de María Teresa Vera y algunos boleros de antaño. Así como la confesión de sus “cinco amores”, su admiración a la música de José Alfredo Jiménez, quién posiblemente lo inspiró en su aforismo “la vida vale un carajo”.
La tercera vuelta pertenece al idioma latín que el narrador lleva a buen fin, al idioma español y al mundo de las palabras. Se mete, de forma oblicua, en contra de la iglesia católica que, durante siglos predicó falsedades como la de que “fueron los judíos los que mataron a Cristo”, cuando, en verdad, fueron los romanos. Además, se enfrenta a la Real Academia Española, porque dicha institución define la palabra “puta” de modo deficiente y obsoleto. Él ofrece una muchísimo mejor, (ver p. 110) tanto así que cuando las prostitutas del mundo lo sepan lo van erigir como Santo Patrono.
La cuarta vuelta, decididamente honra al reino animal. Casablanca la bella ha finalizado de construirse y nuestro omnisciente narrador —no como un pequeño dios al estilo de Huidobro, sino como un gran dios que posee “alma de Papa” porque ÉL ES EL QUE ES— desea ofrecer una fiesta para bendecir su nuevo hogar. No será un festín a la Babette, pero sí uno más espiritual, donde se ofrece el líquido sagrado con lo sólido profano-cotidiano. Los invitados son exclusivamente sus seres queridos. Las conversaciones se desarrollan de forma amena gracias a las encantadoras edecanes, pues no son otras que las ratas de la casa. Ellas, como coro griego, brindan apoyo al anfitrión…Y no sigo contando más sobre esta novela tan original, rebelde, irreverente, divertida y, a la vez, profunda.
En cierto modo, Casablanca la bella se ha convertido en una suerte de summa de otros libros de Vallejo como: Logoi, Peroratas, La puta de Babilonia, Los días azules, El Desbarrancadero, La rambla paralela, El don de la vida, La virgen de los sicarios. Estos y otros más de Fernando Vallejo conforman una obra imaginativa, insólita, merecedora de muchas más preseas literarias.
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