La cultura democrática implica tolerancia y respeto: Enrique Krauze

JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

Enlace Judío México | Ingeniero, historiador, ensayista, biógrafo y editor, Enrique Krauze habla de los 15 años de Letras Libres, de sus similitudes y diferencias con Plural y sobre todo con Vuelta, el gran proyecto editorial de Octavio Paz. Comenta la calidad actual del debate público en México, reconoce que muchas de sus opiniones son impopulares, dice que es imposible dialogar con los dogmáticos y se muestra orgulloso del éxito de Letras Libres en internet.

¿Cuáles serían las continuidades y diferencias entre los proyectos editoriales de Plural, Vuelta y Letras Libres?

Plural fue una revista literaria y cultural en la que la Generación de Medio Siglo: García Ponce, Rossi, De la Colina, Zaid, Segovia… estaba en sus cuarenta años —Octavio Paz tenía sesenta, y todos estaban en plenitud. La revista, con una gran presencia de las artes plásticas, reflejaba un momento de gran creatividad y floración cultural, aunque la crítica política no la marcó tanto como a Vuelta.

Vuelta fue una revista independiente, autónoma, que —como Letras Libres— tenía que vivir de sus ventas y anuncios, no tenía la protección de un periódico como Excélsior, como sí la tuvo Plural. En lo intelectual, en lo político, en lo ideológico, Vuelta fue una revista mucho más combativa, participó en muchas polémicas. Ese es su signo distintivo: las grandes batallas ideológicas de los años 70, 80 y 90 frente a los autoritarismos de todo género; frente al sistema político mexicano, frente al llamado socialismo real, frente a los dictadores, frente a guerrillas.

Al mismo tiempo, fue una revista más literaria que Plural y su nómina de autores es muchísimo más amplia. Es el gran proyecto de Octavio Paz, cuya actividad editorial merece un estudio detallado. Su abuelo y su padre fueron editores, él se inició en la edición en 1931 con la revista Barandal. Su vida como editor es un capítulo que no ha sido suficientemente apreciado.

Durante veintiún años Octavio Paz se dedicó a esa revista, que dejó una marca indeleble en la literatura, la poesía y la crítica combativa de nuestro tiempo.

Letras Libres, lo he dicho muchas veces, no es heredera de Vuelta, como ésta sí lo fue de Plural; la continuidad entre esas dos revistas es un aporte de su director. Ambas están ligadas, indisolublemente, a la obra editorial, única e irrepetible, de Octavio Paz.

Por 15 años yo he sido director de Letras Libres. No somos sus herederos pero sí nos inspiramos en el ejemplo de Vuelta. Nos hemos propuesto continuar su obra, tanto en nuestra vocación literaria (incorporando a cientos de autores hispanoamericanos) como en nuestra vocación crítica. Pero los blancos de nuestra crítica ya no son los mismos contra los que luchamos en las últimas décadas del siglo XX, sino los surgidos del fanatismo de la identidad: los fanatismos ideológicos y religiosos, el racismo, los nacionalismos, que han resurgido, y tantos otros ismos que no eran tan poderosos en el siglo XX como ahora. Además, en Letras Libres le hemos dado un lugar mayor a la historia, a la reflexión histórica y a la biografía, que son mis intereses personales.

Desde la aparición de Letras Libres, hace quince años, ¿cómo ha cambiado la calidad del debate en México?

Creo que el debate público, en un sentido, ha mejorado. La gente no valora —unos por juventud, otros por distorsión y otros por corta memoria— qué tan poco frecuente era que los periodistas en la radio y la televisión debatieran sus puntos de vista. En la radio y la televisión lo que había era la verdad oficial, y punto. Luego empezó a abrirse, sobre todo en la radio con José Gutiérrez Vivó, en un proceso paulatino.

Pero quiero hacer una acotación: una cosa es que el debate esté generalizado y que muchos periodistas lo practiquen con profesionalismo, y otra es la calidad intelectual del debate. Los grandes debates de los 80 y 90 fueron superiores a los actuales.

Sobre todo los debates entre intelectuales…

Fueron pesados, ríspidos, pero tuvieron altura intelectual. Tenían sustento en una obra individual y, además, había un respeto subyacente entre los adversarios, por más duras que fueran las cosas que nos decíamos. Había un respeto por quién era Octavio Paz, por quién era Carlos Monsiváis, por quiénes eran los diversos contendientes, aun en los casos más ácidos y difíciles.

En términos de periodismo, el debate mexicano ha crecido para bien; en términos intelectuales, de profundidad y calidad de ideas, no está a la altura de aquellos que se celebraron en las dos últimas décadas del siglo XX.

Por otra parte, actualmente en las redes sociales y en algunas zonas de la prensa y la vida pública hay intolerancia, una propensión a la descalificación, a la calumnia, al insulto; existe una bajeza y un odio que no había en otros tiempos. Tal vez sea un abuso de la libertad de expresión —que deberá autocontrolarse poco a poco—, pero este nivel cavernario que se lee muchas veces, por ejemplo, en los comentarios que se hacen a los artículos en los periódicos, no existía en México.

Esto es lamentable, tenemos que luchar por construir una cultura democrática, que implica tolerancia y respeto. Cualquier debate presupone que los participantes se conceden mutuamente cuando menos una condición humana. Pero lo que vemos en las redes ni siquiera es grafiti, semejan gritos o aullidos en una plaza o las pintas en un mingitorio. Son muestras del antidebate.

Que también es propiciado por el anonimato que, muchas veces, alientan las redes sociales.

Por supuesto. Recuerdo con nostalgia las polémicas en las que participé. Con casi todas las personas que debatí, me saludo; con algunas tengo una relación buena, con otras no tan buena, pero con todas hay el elemento común del respeto a la obra intelectual, al trabajo. Esos debates se daban con personas con nombre y apellido. Pero ahora, ¿cómo se puede debatir frente a los anónimos?

Habla de los periodistas como protagonistas de los debates en la actualidad. ¿Los periodistas pueden opinar de todo? ¿Qué papel juegan ahora los intelectuales?

A los que más respeto es a los periodistas especializados. Creo que hay un periodismo político que está bien, que incluso tiene calidad literaria. Hay un periodismo económico, un periodismo sobre asuntos sociales y, desde luego, un periodismo cultural, que es todo un tema. Por fortuna sobreviven algunos suplementos culturales, esa tradición que viene de muy atrás y cuyo emblema es Fernando Benítez. Es una tradición que debemos defender.

Por otra parte, la figura del intelectual se ha desdibujado en nuestro tiempo, precisamente por la emergencia de esos periodistas especializados. De esta manera, la idea de que el intelectual puede opinar absolutamente de todo, está empezando a volverse anacrónica, está en su crepúsculo o reconfiguración; aunque, por fortuna, para los sobrevivientes todavía hay muchos asuntos generales, históricos, sobre los que podemos opinar.

En 1990, usted moderó el debate en el que Mario Vargas Llosa habló de México como la dictadura perfecta. Veintitrés años después, Vargas Llosa reconoció que estaba equivocado. ¿Qué piensa de ese cambio de opinión?

Lo único que sé, lo he escrito muchas veces y ha sido impopular (¿recuerdas el libro de Bertrand Russell Ensayos impopulares?), es que políticamente estamos en una posición mejor de la que estuvimos en tiempos de la presidencia imperial y de la dictadura perfecta. Si iba a Radio Red en 1992, de inmediato llegaba una llamada de Gobernación diciendo: “No se puede hablar de la reelección en radio, cambien de tema”. Eso pasó con Fernando Gutiérrez Barrios como Secretario de Gobernación, así que dime si no estamos en una situación mejor. Tenemos mayor libertad de expresión, tenemos un instituto electoral, con muchos problemas, es cierto, pero estamos mejor que cuando Gobernación manejaba las elecciones.

¿Y qué piensa de lo que dice Vargas Llosa?

Tiene razón: nuestra democracia es imperfecta, con poderes fácticos tanto en las telecomunicaciones como en los grandes grupos empresariales, en los grandes grupos sindicales, por no hablar de los poderes fácticos criminales. Pero esos no son problemas de la democracia intrínsecamente, sino de cómo funciona la democracia en México; es decir, el problema no es la democracia sino cómo la instrumentamos.

Nuestra democracia tiene muchos problemas de participación, de representación, pero sobre todo de cultura democrática, de confianza en el voto. Como decía Albert Hirschman, la democracia se hace respetando el verbo escuchar. En esa palabra —escuchar— resumía el alma de la democracia. Si yo te escucho, podemos escucharnos mutuamente y quizá me convenzas o te convenza, o no, pero nos daremos razones.

En eso consiste el diálogo.

Ese es el punto. Por eso Letras Libres ha propuesto desde 2004 la cultura del debate. Nuestra democracia es imperfecta, como dice Vargas Llosa, pero es perfectible, no vivimos una restauración de la presidencia imperial. Esta opinión mía es impopular entre la gente muy joven o aquella con poca memoria. Dicen: “Pero si estamos viviendo un régimen corrupto, atrabiliario, autoritario”. No saben lo que están diciendo. Este régimen no tiene comparación con lo que fue la hegemonía del PRI, contra la que nosotros luchamos denodadamente en el siglo XX, y mucho menos tiene comparación con las dictaduras totalitarias de la misma época.

El actual es un régimen imperfecto y todavía muy corrupto, la corrupción en los gobiernos de los estados, no importa si son del PRI, el PAN o el PRD, es gravísima. Pero no estamos en una restauración del viejo sistema político.

En el número del 15 aniversario de su revista, usted escribe: “Y si bien en Letras Libres hemos criticado el dogmatismo que impera en algunas corrientes del espectro ideológico de México, al mismo tiempo hemos querido tender hacia ellas puentes de diálogo, respeto y mutua comprensión”. ¿Se puede dialogar con los dogmáticos?

Estás tocando un tema muy difícil. Yo tuve un diálogo magnífico con los marxistas del Partido Comunista en los años 70 y 80. Era un diálogo duro, pero respetuoso. El liberalismo y el marxismo siempre han tenido grandes fricciones, pero son desacuerdos articulados, fundamentados, porque somos gente de libros. El marxista te llevaba a los libros, a las fuentes; nosotros también recurríamos a nuestras fuentes y nuestros libros y lo que teníamos era un debate de ideas.

Nunca sentí intolerancia en esos debates, en esas polémicas. Eran durísimas, nos descalificaban, como si a los liberales no nos importara el pueblo; y los liberales les decíamos a los marxistas: “Ustedes están obsesionados con el poder”. Pero eso no era intolerancia, eran convicciones fuertes.

No se puede dialogar con los dogmáticos. Estoy queriendo tender puentes, esta es una frase en la que insisto una y otra vez; la hablé muchas veces con Monsiváis: tender puentes. Considero que con la gran mayoría de los personajes y de los intelectuales mexicanos de izquierda moderada, y aun con los de izquierda radical, se puede dialogar. Solo que hay una zona en las redes sociales y en los articulistas, en donde es imposible dialogar porque representan un espíritu inquisitorial.

¿En qué sentido Letras Libres es una revista más colectiva que Vuelta?

Letras Libres es una revista más colectiva que Plural y Vuelta porque aquí el director es menos importante. Aunque soy un hombre que ama la literatura, la poesía, la crítica literaria, mis campos son la historia, la biografía, la filosofía, la crítica política y social, y aunque esta impronta está en la revista, Letras Libres es fundamentalmente literaria, cultural, y eso lo aporta una colectividad, un conjunto de autores. Letras Libres es un “nosotros” muchísimo más que un “yo”, mientras que Plural y Vuelta fueron un “yo” antes que un “nosotros”. Y qué bueno que fue así.

En Letras Libres, el Consejo editorial es muy activo. La labor de Ricardo Cayuela en los 15 años que estuvo en la revista, fue capital; fue un editor en la mejor tradición. Fernando García Ramírez, siempre como consejero editorial, ha sido muy importante. En fin, todos los del Consejo editorial han tenido una incidencia y están activos en la revista.

Últimamente hemos invitado a varias mujeres a sumarse al Consejo, no solo porque sentimos la necesidad de abrirnos a las grandes escritoras que hay en México sino porque cada vez queremos ser más plurales. Letras Libres es una revista plural que acepta la crítica y ejerce la autocrítica. Lo único que no acepto es la detracción, o la descalificación interna, pero fuera de eso ésta es una revista absolutamente abierta.

Cuando terminó el ciclo de Ricardo Cayuela, pensé que debía armar un grupo joven, y ese grupo lo encabeza Cynthia Ramírez, con Eduardo Huchín, Pablo Duarte y Patricia Nieto, quienes se han ocupado los últimos años de darle gran impulso a la página de Internet. Los incorporé a la revista de papel y la labor ha sido magnífica, porque esto es mucho más una revista de equipo de lo que era antes. Estoy muy contento con ellos.

Ellos han invitado a muchísimos autores muy jóvenes, de modo que ahora estoy seguro que si se hiciera una nómina de los 1522 de autores que tenemos, las edades irían de los ochentas a los veintes; cubrimos tres o cuatro generaciones. Hay una renovación generacional y yo me siento feliz de que esto ocurra. Como decía el doctor Johnson: te aconsejo tener amigos jóvenes, y yo no solo tengo amigos jóvenes sino colaboradores jóvenes. Un aporte muy significativo de este recambio generacional se advierte en el mayor peso y espacio que concedemos a la literatura emergente, al reportaje narrativo y a realidades culturales que antes no tenían cabida en la revista: la música, el Internet, el cine e incluso la televisión.

Por otra parte está nuestro portal de Internet. Ahí el crédito hay que dárselo a León Krauze, que en 1998 me dijo: “Vamos a invertir en un sitio de Internet”. En ese entonces yo tuve muy poca paciencia, no tenía mucha fe en eso, pero gracias a su perseverancia, actualmente nuestra página es muy abierta, cubrimos muchísimos aspectos: gastronómicos, deportivos, nuevas tendencias artísticas y literarias. Daniel Krauze anima un blog dedicado al cine y la televisión. En fin, mensualmente acceden a él cientos de miles de lectores de todas partes del orbe hispanoamericano. Estoy muy orgulloso, acabamos de lanzar con mucha fortuna nuestra aplicación de iPad y vamos a seguir adelante

En su texto del número de aniversario destaca la presencia de Gabriel Zaid en Letras Libres.

Él ha sido un espíritu orientador, un director espiritual; él no es responsable de Letras Libres, pero siempre ha sido un hombre cuyo consejo fue invaluable para Vuelta y ha sido invaluable para Letras Libres.

Yo tengo la más alta opinión de Zaid, creo que es el intelectual más importante en México, y que lo ha sido por décadas. Acaba de publicar Dinero para la cultura y nosotros hemos querido estar a la altura de sus propuestas, ser una buena empresa privada cultural, sana, limpia, transparente, que busque, sobre todo, honrar la gran tradición literaria y cultural de México, que viene del siglo XIX.

¿Cómo van a celebrar los 100 años de Octavio Paz, cuyo nombre es inseparable de la historia de Letras Libres?

Vamos a sacar un número —que esperemos sea original y aporte cosas nuevas— sobre el mayor escritor mexicano, nuestro premio Nobel. Será un número celebratorio, no conmemorativo. La lealtad para mí es un valor fundamental. Lo vamos a festejar con ese número.

¿Qué ha significado Octavio Paz para este país?

Octavio Paz puso a México en el lugar de mayor altura y de mayor honor en la tradición literaria del mundo occidental. Y aun, diría yo, del mundo. Alfonso Reyes dijo aquella preciosa frase de que los mexicanos hemos querido sentarnos en el banquete de la cultura universal. Bueno, se puede decir que Octavio Paz es uno de los escritores que preside, a cien años de su nacimiento, el banquete de la cultura universal.

Fuente:milenio.com

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