SAMUEL SCHMIDT PARA ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Un diputado en el pleno del congreso dice: “Queremos pedir que regrese Raúl Salinas de Gortari porque cobraba el 10%, ahora cobran el 30%”. La denuncia no provocó ningún efecto.
Un proveedor de una empresa energética me dice: “Pago el 30 y a veces el 40%”.
Un vendedor de facturas falsas se dice que salió de la cárcel con una mordida de 10 millones de dólares.
Un empresario me comenta: “El verdadero usuario de facturas falsas es el gobierno, porque necesitan que les cuadren las cuentas”.
Se lee esporádicamente en la prensa que la Secretaría de Hacienda anuncia que el negocio de las facturas falsas asciende a varios miles de millones de pesos anualmente, los montos en los distintos reportes no tienen mucha consistencia, aunque la declaración deja ver que se ha creado una economía oculta que desfalca al fisco con una enorme cantidad de dinero. Tratando de entender qué motiva a los empresarios a recurrir a ese recurso, les pregunto a varios empresarios sobre las causas.
Uno de ellos responde: “Es tanta la carga de los impuestos que es la única manera de ganar dinero”.
Muchos empresarios han sugerido que hay tantos elementos que recargan los costos que deben evadir al sistema para mantener su viabilidad económica: “Los impuestos en toda su variedad, INFONAVIT, IMSS, que con frecuencia son ineficientes como el Seguro Social, y crean un peso tan fuerte que no dejan otra salida más que ponerse fuera de la ley, aunque no lo manejen así, es tal vez solamente el uso de una oportunidad”.
Uno tiende a pensar que es una respuesta cínica, pero bien visto, debe haber un balance adecuado entre costos y beneficios; si los costos derivados del gobierno son elevados e introducen ineficiencia, como por ejemplo: muchas empresas tienen que contratar seguro médico adicional por la ineficiencia del Seguro social, o requieren contratar servicios privados de seguridad porque la ola de violencia y delincuencia los ahoga sin que el gobierno provea seguridad.
“Fíjate, me dice un empresario, el líder de un sindicato del gobierno me dijo que tenía que pagarle el 16% o de otra manera no habría contrato. No lo pague y no hubo contrato”.
Si las empresas deben pagar la extorsión derivada de las compras del gobierno, hay solamente dos maneras de justificar el gasto, que sangre las ganancias del empresario, o que se tenga que comprar facturas falsas para cubrir ese gasto.
En un estudio que hice para la Secretaría de la Contraloría sobre corrupción, decidimos hacer entrevistas a profundidad para completar la parte cuantitativa, al entrevistar a un industrial medio, que fabricaba juguetes, su respuesta no pudo ser más sorpresiva:
– ¿Cuánto le preocupa la corrupción?
– Nada
– ¿Por qué?
– Yo sé cuánto cuesta la corrupción, sé cuándo viene el inspector y cuánto le daré, y ese costo lo he integrado en el precio.
En otras palabras, decía que la extorsión gubernamental está integrada estructuralmente en el sistema, y la gente se acostumbra a vivir con ella.
Los chóferes saben que las infracciones, las reales y las inventadas por los policías se pagan con agilidad, los defraudadores saben que si les toca la mala suerte, seguramente encontrarán un acuerdo económico para que la cosa se termine.
Un empresario construyó un centro comercial en la Delegación Miguel Hidalgo en el Distrito Federal, construyó más cajones de estacionamiento de los requeridos y sin embargo, la delegación no le permitía abrir, hasta que pagó un millón de pesos de extorsión.
La extorsión gubernamental está en los moches que pagan presidentes municipales a legisladores, en el pago de licencias de manejar que se expiden sin examen de manejo o médico, en poder vender en la vía pública, en la venta de productos pirata, y la lista puede ser interminable. Y para cubrirla fiscalmente se requiere comprar facturas falsas.
La corrupción en México es un elemento estructural, gracias a ella se mueve el sistema, y por eso resolverla es un tema que requiere de re ingeniería social, económica y política.
Desgraciadamente, el aparato político se ha acomodado y ha reforzado la distorsión de la ética en el comportamiento político.
La corrupción es un problema político de la mayor importancia, porque dada la tendencia de la sociedad de copiar al prójimo, las nuevas generaciones se van educando sobre las ventajas de la corrupción, y desafortunadamente, le van introduciendo nuevos recursos tecnológicos para sofisticarla, innovando en el peor sentido posible.
Cada día es más difícil que uno tenga la mala suerte de encontrarse con un funcionario honesto; la venalidad se ha apoderado del espíritu mexicano y aunque encarcelen a unos cuantos, éstos parecen presos políticos y no verdaderos delincuentes.
Esa corrupción es el ancla más pesada para avanzar hacia la democracia.
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