JOSÉ DOMINGO BLANCO
Enlace Judío México | Escribo estas líneas en medio de marchas y protestas; pero, sin que pueda tener suficiente información de ellas: no hay noticias. Pocos las reseñan o comentan. No pueden. Twitter, ayuda algo; pero, con la limitación de sus 140 caracteres. El gobierno amenaza, vocifera, amedrenta. Y los medios, por temor a ser sancionados severamente, acatan. ¿En qué país vivimos? Amanezco cada mañana con la sensación de que un día los venezolanos nos levantaremos y ya no tendremos país. Ese, el que conocíamos: en el que nos hicieron crecer y creer nuestros padres, nuestros abuelos. Donde había libertad de expresión, quizá con sus altos y bajos, pero libre al fin. Imperfecto, con errores, pero nuestro. Lleno de oportunidades para quienes estuviesen dispuestos a sacudirse la flojera y ponerle empeño. Un país de gente emprendedora y no de mendigos esperando dádivas o ayudas del gobierno. Un día, temo despertar y encontrarme con que ya no reconozco a Venezuela. Que al llegar a la emisora, como todas las mañanas, no tendré mis periódicos para compartir con los oyentes las noticias que reseñan los diarios nacionales. Peor aún: que en el paquete sólo estarán Vea y El Correo del Orinoco. Que intentaré conseguir noticias por los distintos portales web y sólo veré información disfrazada. Edulcorada y protagonizada por fantoches del gobierno vestidos de rojo, intentando hablar de patria, escupiendo consignas trasnochadas e inverosímiles -incluso para la gente que comulga con este régimen- que repiten como los clichés que alguien pone de moda.
Cada día, menos información. Cada día, más propaganda del gobierno: más circo y fachada. Y nuevos programas -como el de Diosdado, por cierto, ¿cómo es que se llama? ¿La Hojilla, parte 2?- donde el discurso de sus conductores esté cargado de populismo, odio y resentimiento. Nuestras ciudades, tapizadas con las vallas del desgobierno, los periódicos del desgobierno, los canales de TV del desgobierno, las emisoras del desgobierno: el logro de la hegemonía comunicacional. ¿Pero, quién es el padre de toda esta estrategia? ¿Fidel? ¿Izarra? ¿Maripili? ¿Chávez? ¿José Vicente Rangel? No, el intelecto no les da para tanto. Ellos no tuvieron que hacer ni el más mínimo esfuerzo, ni desarrollar una estrategia propia, ni hacer brainstorming, ni reunión de creativos, ni nada de eso que se parezca a pensar mucho. A lo sumo, sólo el esfuerzo de mandar a sacar las copias, ¡y sin los problemas que tenemos nosotros! que, por estos días -entre los millares de cosas que no encontramos- tampoco conseguimos ni papel ni tinta. En el argot periodístico a eso se le califica como “fusilar”. Y ya entenderán a lo que me refiero…
En una entrevista que le hice recientemente a Antonio Sánchez García, recomendó, entre las muchas cosas que dijo, revisar a Goebbels. ¡Bingo! Quizá he allí, la respuesta a algunas de las tantas cosas que padecemos. El nefasto Joseph Goebbels, artífice de toda la estrategia comunicacional dentro de la maquinaria criminal nazi, que aquí, burdamente se copiaron, sazonándolas apenas con palabras como “escuálidos”, “golpistas”, “guarimberos”, “apátridas” y otras un poco más amables como “compatriotas”, “camaradas”, “revolucionarios”, “patria”, “hegemonía”, “comandante supremo” o “comandante eterno”. Los 11 principios de propaganda de Goebbels copiados a imagen y semejanza. Un tratado diabólico calcado fielmente por los encargados de la “hegemonía comunicacional” de este desgobierno.
Porque, así es como pueden describirse estas estrategias de Goebbels: como un catálogo terrorista que sirvió para consolidar el ideario nazi en la Alemania de Hitler. He aquí algunos de sus enunciados, sintetizados magistralmente por los amigos de Prodavinci. Los invito a que saquen ustedes sus propias conclusiones:
Principio de simplificación y del enemigo único: concentrar la ideología en un ícono particular, y reducir los posibles contrincantes en una sola imagen enemiga.
Principio del método del contagio: encasillar bajo una categoría única las vertientes adversas.
Principio de la transposición: Adjudicar los errores propios al enemigo, negando toda responsabilidad ante la población y distraerla del origen del hecho.
Principio de la exageración y desfiguración: desvirtuar los hechos y declaraciones a favor del régimen.
Principio de la vulgarización: para captar el interés de las masas, hay que reducir el discurso a su nivel de entendimiento.
Principio de orquestación: Uso del discurso reiterativo. Por algo Goebbels decía que si una mentira se repetía suficiente, acababa por ser verdad.
Principio de renovación: emisión constante de información para desviar la atención de los temas que aquejan al país.
Principio de la verosimilitud: legitimar el mensaje a partir de piezas de información verídica
Principio de la silenciación: desechar temas sobre los que el régimen no tenga respuesta
Principio de la transfusión: Explotar y promover sentimientos viscerales, como el odio y el prejuicio.
Principio de la unanimidad: convencer a las masas de la simpatía unánime por el gobierno y sus líderes
Hitler, nadie lo duda, fue muy malo. Goebbels, también. Quienes usan como modelo a estos personajes… ¿también lo serán?
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
Fuente:eluniversal.com
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