IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO
Enlace Judío México | Acaso el tema más controversial en la arqueología bíblica es el Éxodo, porque se trata sin duda del evento fundacional de la conciencia nacional del pueblo judío. Y no nada más eso: se ha venido a convertir también en el paradigma básico de muchos grupos en su búsqueda de una identidad o en su lucha por la libertad.
Pero allí está la duda: ¿fue un evento histórico, o se trata simplemente de una construcción mítica elaborada por los antiguos israelitas?
La naturaleza del tema hace que las posturas se polaricen: mientras los más tradicionalistas se aferran a una lectura literalista del Éxodo en materia de Historia, los antirreligiosos aprovechan el asunto para señalar la irracionalidad de los creyentes.
Entonces, hay que comenzar diciendo que el tema es algo demasiado complejo -y fascinante- como para quedarnos en posturas tan simplonas, por una simple razón: el relato del Éxodo no fue elaborado por un historiador del siglo XX. Por lo tanto, resulta absurdo que se le pueda considerar “histórico”, pero resulta igualmente absurdo (y acaso más) que se le considere “no histórico”. ¿Por qué? Porque la diatriba de qué es o qué no es “histórico” es algo que apenas empezamos a discutir, como cultura occidental, en el siglo XIX. Querer aplicar esta discusión al relato del Éxodo es tan anacrónicamente inteligente como querer usar una pistola Smith & Wesson 38 para disparar… flechas (sin importar que sean magníficas flechas y un excelente revolver).
El problema empieza por la cronología: los especialistas todavía debaten si el Éxodo debería ubicarse (y por lo tanto buscarse) en el siglo XIII AEC, o un poco más atrás (siglos XVI o XV). Se sabe que en esas épocas hubo una fuerte presencia de grupos semitas en Egipto, que poco a poco fueron emigrando de regreso a lo que entonces era llamado Canaán. Sin embargo, ninguno de estos procesos migratorios tiene características idénticas al Éxodo, y tampoco se ha podido identificar a alguno de estos grupos semitas como el antiguo Israel.
Hay dos posturas asumidas por los arqueólogos que defienden la historicidad del Éxodo, y ambas giran en torno a los Hiksos, un pueblo semítico que se hizo con el poder en Egipto entre los años 1650 y 1530 AEC. Una alternativa es que el relato de Yosef -un hebreo convertido en la persona más poderosa después del Faraón- se ubica en el período Hikso, por lo que la frase del Éxodo: “se levantó un Faraón que no conocía a Yosef ”, debería entenderse como la derrota de los Hiksos y la recuperación del poder por dinastías locales, lo que implicaría que la esclavitud de Israel inició en el año 1530 AEC, y que por lo tanto el Éxodo tuvo lugar hacia finales del siglo XIV o inicios del siglo XIII AEC. La otra alternativa es que los Hiksos son el antiguo Israel, y que la expulsión de los Hiksos y su migración de regreso a Canaán fueron los eventos propios del Éxodo entre finales del siglo XVI e inicios del siglo XV AEC.
No resulta fácil establecer o rechazar las teorías.
¿Qué es lo que tenemos? Según el relato bíblico, al patriarca Yaacov se estableció en Egipto con su familia (setenta personas) gracias que su hijo Yosef había logrado un importante ascenso en la política local. Establecidos en Goshen (Delta del Nilo), los hebreos empezaron a multiplicarse y a convertirse en un pueblo fuerte, lo que provocó el miedo de un nuevo faraón “que no conocía a Yosef”, lo que motivó a que el grupo completo fuese reducido a la esclavitud. Después de siglos de opresión, D-os levantó a Moisés como libertador. Hebreo educado en la corte del faraón, Moisés conocía bien la política y la cultura egipcia. Después de una serie de prodigiosas plagas que azotaron a Egipto, entre dos y tres millones de israelitas lo abandonaron y durante 40 años anduvieron errantes en la Península de Sinaí, hasta que llegaron a su tierra ancestral -Canaán-, misma que conquistaron bajo la guía de Josué, sucesor de Moisés.
En el otro extremo, según los descubrimientos arqueológicos tenemos esto: la XII dinastía egipcia (1980-1790 AEC) llevó el poderío del Imperio Medio Egipcio a su máximo esplendor. Esto animó a muchos inmigrantes semitas provenientes de Canaán a establecerse en Egipto. No está claro el modo en el que eso generó un cambio de poder. Anteriormente, se creía que estos grupos semitas habrían conquistado Egipto, pero es una idea casi descartada en la actualidad. De cualquier modo, a más tardar en el año 1650 el poder estaba ya en manos de “reyes extranjeros” o Hiksos (del egipcio HEQA-JASUT, literalmente “rey extranjero”), si bien éstos sólo lograron dominar la parte norte del antiguo Imperio Medio. Derrotados por los reyes de Tebas a mediados del siglo XVI AEC, los Hiksos fueron expulsados de Egipto y tuvieron que regresar a Canaán. Su origen es incierto, y los especialistas actuales más bien asumen que no eran un pueblo definido, sino semitas de diversos orígenes, principalmente sirio-cananeos. Si su origen es un misterio, peor resulta la situación con su suerte: después de su expulsión de Egipto, los Hiksos simplemente desaparecen de la Historia.
En cambio, Ahmosis -el emperador egipcio que reunificó los territorios tras derrotar de manera definitiva a los Hiksos- fue el inicio de una nueva etapa de esplendor imperial. Sus sucesores llevaron el dominio de Egipto hasta las fronteras de Siria, y sólo se detuvieron al tener que enfrentarse con los poderosos hititas. Fue una época muy especial para Egipto, que lo mismo vivió los intentos de reforma religiosa dirigidos por Akhenatón, que el poderío militar bajo la dirección de Ramsés II. El colapso del Imperio Nuevo Egipcio comenzó hacia el siglo XIII AEC cuando comenzó la lenta pero corrosiva invasión de los llamados Pueblos del Mar. Egipto logró evitar la invasión, pero perdió el control de sus provincias más allá de la Península del Sinaí.
¿Cómo se puede armonizar una narrativa con la otra? ¿Hasta qué punto la narrativa bíblica puede integrarse a lo que la egiptología ha demostrado, o hasta qué punto hay que hacer un rechazo absoluto?
Una cosa es definitiva: ciertamente hay puntos de contacto entre un universo y el otro. Ciertos detalles descifrados de las fuentes documentales egipcios nos acercan discretamente al relato bíblico o, por lo menos, a los antiguos hebreos.
Por ejemplo: diversos textos egipcios mencionan a los “apiru”, y una buena cantidad de especialistas consideran que “hebreo” y “apiru” están emparentados etimológicamente. La idea se refuerza porque los Apiru no son mencionados como una nación en concreto, sino como un tipo de personas, básicamente identificables como semitas nómadas. En la Estela de Amada se dice que el Faraón Amen-Hotep II (1427 a 1401 AEC) tomó cautivos a tres mil “apiru”. Una estela en Karnak menciona como el faraón Sethi I (1294-1279 AEC) derrotó a varios grupos cananeos, entre ellos a los “apiru”. Aparte de este tipo de referencias, hay un detalle que complica el panorama: la capital de los Hiksos fue Avaris, cuya etimología también está relacionada con la palabra “hebreos”. Incluso, en las ruinas de Avaris se han recuperado varios sellos donde se ha encontrado con cierta frecuencia la inscripción “Yakuv”.
Como referencia extra, una estela del faraón Meremptah (1213-1203 AEC) menciona el exterminio de “Isriar”, y muchos especialistas consideran que puede referirse al antiguo Israel.
En otro orden de ideas, la llamada Estela de la Tormenta o Estela de Ahmosis I relata como un “dios desconocido” provocó una fuerte oscuridad en el reinado de este faraón. Este dato suele relacionarse con otros similares que parecen referirse a las consecuencias de una erupción volcánica de gran magnitud, y que muchos especialistas identifican como la de Santorín, ocurrida hacia 1628 AEC. Aunque muchas de las plagas bíblicas parecen relacionarse con los posibles efectos de un evento semejante, resulta difícil establecer ideas definitivas porque las fuentes documentales egipcias prácticamente desconocen la erupción de Santorín, debido a dos razones: Egipto está fuera de la zona sísmica, así que los impactos directos debieron ser mínimos; y, más importante aún, la explosión de Santorín se dio en una época en la que Egipto estaba en una fase de crisis política (de hecho, justo cuando los Hiksos acababan de hacerse con el poder) y bajo dominio extranjero, por lo que resulta lógico que los posteriores cronistas de la época del Imperio Nuevo no tuvieran demasiado interés en recuperar estos hechos.
Como puede verse, se trata de un panorama bastante complejo, aunque de todo esto parece que se puede obtener un dato definitivo, bastante aceptados entre los especialistas actuales: la identificación de Ramsés II como el Faraón del Éxodo es incorrecta.
Dicha identificación se deriva, tradicionalmente, de que el libro del Éxodo dice que los israelitas esclavizados tuvieron que construir una ciudad llamada “Rameses”. Sin embargo, no hay nada en la biografía de Ramsés II que pueda relacionarse con el Éxodo, e incluso hay datos que nos obligan a rechazar esta posibilidad. Por ejemplo, el padre de Ramsés II -Sethi I- consolidó el dominio egipcio en Canaán, por lo que cualquier “éxodo” en esos tiempos sólo habría llevado a los israelitas de un territorio egipcio a otro territorio egipcio. Luego, Ramsés II intentó extender los dominios de Egipto hacia el norte, y allí fue donde chocó con los hititas. Esto provocó la primera gran batalla de caballería en Kadesh, una antigua ciudad ubicada en el actual territorio sirio fronterizo con Líbano. Aunque ahora sabemos que los egipcios fueron derrotados allí, nos queda claro que su dominio se extendía hasta territorio actualmente libanés. Su hijo Meremptah dirigió una exitosa campaña militar contra varios pueblos cananeos, y ese dato tampoco parece adecuable a la idea de un grupo semita escapando del desgastado poderío egipcio.
Aquí es donde muchos arqueólogos consideran que lo más sencillo es asumir que el Éxodo no es un evento histórico, y que es una narrativa construida en el más puro estilo mitológico. Y asunto acabado.
Pero el asunto no es tan sencillo. Vuelvo a un punto mencionado al inicio del artículo: el libro del Éxodo NO FUE ESCRITO por un historiador del siglo XXI. Por lo tanto, es un hecho que funciona con criterios radicalmente distintos a nuestros criterios historicistas, por lo que intentar analizar y juzgar ese relato con nuestros criterios es un error.
Y cuando digo que es un error, me refiero tanto a los que pretenden demostrar “arqueológicamente” que el Éxodo es falso, como a los que pretenden demostrar “arqueológicamente” que el Éxodo sucedió tal y como está narrado en la Biblia.
¿Por qué? Porque el relato del Éxodo es, al igual que todos los relatos de los grandes textos sagrados de la antigüedad, UN RELATO SURGIDO DE UNA MEMORIA CULTURAL. Y cualquiera que entienda lo que eso significa, entiende que esa sola razón basta para que el asunto tenga que ser abordado desde una óptica radicalmente distinta a la mera discusión de si “son eventos históricos o no”.
La memoria cultural es exactamente igual que la memoria personal, aunque llevada a sus extremos más complejos.
Simplemente, querido lector, haga un ejercicio de memoria sobre su infancia y podrá descubrir que lo que usted sabe de usted mismo proviene de tres fuentes DIFERENTES: una, son sus propios recuerdos; otra, son los recuerdos que usted RECONSTRUYE a partir de objetos que se refieren a determinados momentos de su infancia (fotos o videos, principalmente); y el otro son los recuerdos de otras personas sobre su infancia (ah, las clásicas anécdotas que los papás o las tías siempre cuentan en las reuniones de familia).
Si a usted le pidieran hacer un libro con toda la información posible sobre su niñez, es un hecho que incluiría UNA GRAN CANTIDAD DE INFORMACIÓN QUE EN REALIDAD NO RECUERDA, sino que la ha recuperado de las memorias de otros, o de fotos y videos.
Y le puedo decir algo más radical: supongamos que su infancia fue grabada minuto a minuto, día a día y año tras año hasta que cumplió los 12. Si usted intentara escribir un libro basado única y exclusivamente en sus recuerdos, es un hecho que la comparación de este libro con la evidencia documental -los videos grabados- sería devastador: usted se enfrentaría IRREMEDIABLEMENTE al hecho objetivo de que muchos de sus recuerdos son… falsos. Y otros más -muchos más, para ser precisos- son… inexactos.
¿Por qué? Porque la memoria es algo que se construye, y el proceso no es sencillo ni lineal.
Por ejemplo: ¿recuerda usted al grandulón de la primaria con el que siempre tenía problemas? Bien: supongamos que entre segundo y sexto de primaria, hubo un alumno abusivo que le causó montones de disgustos. ¿Cuántos disgustos? Imposible contarlos: cinco días a la semana durante cada ciclo escolar entre los 7 y los 12 años. Sin embargo, si usted intenta construir una narración sobre estos disgustos, es probable que ni siquiera sea capaz de contar, de principio a fin, cinco de ellos. Peor aún: es probable que algunos (si no es que todos) FUSIONEN detalles que en realidad se dieron en ocasiones diferentes (y esto es lo interesante: en este caso, usted estaría recordando MÁS de cinco eventos, pero los estaría reduciendo a esos cinco eventos). En cambio, si usted es un buen narrador, lo que ciertamente va a lograr reconstruir de una manera bastante precisa, serán LAS SENSACIONES y EL SIGNIFICADO que para usted tuvo esa experiencia integrada por muchos eventos que su memoria ahora fusiona de una manera literalmente arbitraria.
Este fenómeno no es exclusivo de la memoria individual. Funciona exactamente igual en la memoria colectiva de cualquier nación.
Veamos este ejemplo: supongamos que usted conoce a un estadounidense californiano llamado George McCarthy, y enterado de que es un gran conocedor de la historia de su lugar natal, le pide un resumen de la misma. Entonces, el señor McCarthy amablemente le cuenta cómo a partir de 1542 Juan Rodríguez Cabrillo siguió la pista de Francisco de Ulloa, Fernando de Alarcón, Juan de Fuca y Domingo del Castillo, y con eso empezó la colonización española de lo que hoy conocemos como California (desde la parte mexicana hasta la estadounidense). Luego escuchara apasionantes relatos sobre la reclamación de Francis Drake del territorio a título de Inglaterra, los casi dos siglos de olvido, la fundación de la misión de San Diego por Fray Junípero Serra en 1769, y hasta el establecimiento de una colonia rusa en Novo Sebastopol en 1812. Naturalmente, habrá que hablar de California como provincia del México independiente entre 1821 y 1848, y su eventual anexión a los Estados Unidos.
Tal vez en este momento usted se sienta mareado con tanto dato, y le pida al señor McCarthy que se calle, para sólo preguntarle como colofón: “¿Por qué sabe usted tanto de Historia de California?” Y acaso la respuesta sea contundente y apasionada: “Porque soy de California; es MI HISTORIA”.
Genial. Usted podrá abandonar la charla impresionado por la convicción de este hombre letrado y apasionado. Imagine entonces que empieza a contarle a todos sus amigos sobre el tal McCarthy y su pasión por su propia historia, hasta que un buen día se topa con otro gringo que le dice: “Un momento, yo conozco a ese George McCarthy. Te mintió. No es SU HISTORIA. Ese tipo es descendiente de irlandeses que llegaron a los Estados Unidos apenas en 1890, y fue su abuelo el que se estableció en California hace unos sesenta años”.
¿Qué conclusión va a sacar usted? ¿Qué McCarthy es un mentiroso y un hipócrita? Peor aún: ¿que todo lo que le contó sobre California ES FALSO? Imaginemos algo todavía más extremo: supongamos que en dos mil años, el único libro sobre Historia de California que sobrevive, es de ese tal McCarthy. ¿Significaría que todo lo que allí dice es falso?
Por rudimentario que parezca, la respuesta a todo el embrollo es muy sencilla: McCarthy es californiano. Allí nació. Allí creció. Tiene todo el derecho del mundo a sentirse y saberse californiano. Por lo tanto, la Historia de California es SU HISTORIA.
Y con este ejemplo empezamos a contemplar otra arista que hace más complejo el asunto de la memoria colectiva: NO EXISTE nación en el mundo cuyos orígenes no sean MÚLTIPLES. Todos los países, reinos, naciones, imperios, pueblos del mundo se han construido a partir de la convergencia de muchos grupos, mayorías o minorías, que se fusionan o se asimilan. En el ejemplo que acabamos de inventarnos, tenemos el caso de un inmigrante que llega a establecerse a un nuevo país, y que sus descendientes se convierten en parte de la Historia de ese nuevo país. Entonces, sucede un fenómeno aparentemente extraño: gente cuyo origen está en la Irlanda del siglo XIX, hablando de la California de los siglos XVI y XVII como si fueran SU HISTORIA. Y, sin embargo, lo es.
Vayamos a otro ejemplo radicalmente distinto: un grupo de niños de secundaria presenta una queja contra una profesora por el maltrato y agresividad constantes en clase. La profesora es citada junto con los padres a una junta en la dirección, y después de discutir el asunto se decide el despido de la maestra, que abandona el lugar devastada y furiosa.
Veinte años después, salen al mismo tiempo dos libros. En uno, un joven novelista reconstruye esa etapa en donde tenía que lidiar con una terrible mujer intolerante, burlona, sarcástica, que todo el tiempo abusaba hasta lo más posible con el poder que tenía como profesora. Es una historia cruda que retrata como sólo la unión entre un grupo de alumnos primero miedosos, luego indecisos, finalmente convencidos de pelear por sus derechos, lograron imponerse sobre esa persona injusta y agresiva. En el otro libro, una ya consagrada novelista nos cuenta la historia de una mujer que desde su infancia sufrió de constantes abusos sexuales por su padrastro, y que incapaz de establecer relaciones interpersonales sanas, su primer esposo fue otro violento déspota que siempre la trató con la punta del pie. En su intento por emanciparse de esa situación, huyó de su casa con su pequeña hija y el primer trabajo que encontró fue de profesora en una escuela particular, donde día con día tuvo que lidiar con grupos de niños burgueses y mal educados que no soportaban un mínimo de rigor académico, y que vivían sobreprotegidos en la comodidad natural de familias que lo tienen todo. Gente incapaz de entender lo que es el verdadero sufrimiento. Apenas si duró unos meses allí. Las confrontaciones con los padres obligaron a la dirección escolar a cesarla como maestra, debido a que el interés estaba definido por la cuestión económica: los padres pagan, los padres mandan.
¿Será posible que sean LA MISMA HISTORIA? ¿Será posible que se hable de LOS MISMOS PERSONAJES? Imaginen que dos mil años después, nuestros arqueólogos del futuro encuentran fragmentos de los dos libros y descubren que los nombres de la profesora, los directivos, los padres y los alumnos son LOS MISMOS. ¿Qué van a hacer? Sin las historias completas, es probable que crean que la similitud de los nombres podría ser coincidencia, o que una historia tiene que ser falsa en la mayor parte de su contenido.
Pues no. Los dos relatos PUEDEN SER PERFECTAMENTE HISTÓRICOS, y perfectamente correctos. Simplemente, sucede que uno está basado en una memoria personal (de la maestra), y el otro en una memoria colectiva (de los alumnos). Y, además de todo, cada uno recopila TODOS AQUELLOS DATOS que los otros NO CONOCÍAN, o no consideraban importantes.
Lleven eso a la realidad de un país: un gobierno decide que es necesario devaluar la moneda para equilibrar la balanza de exportaciones, y el Ministro de Hacienda luego escribe un libro sobre cómo esa decisión sacó al país del riesgo de una crisis. En el otro extremo, un comerciante de ropa deportiva de importación es arruinado al ya no poder costear los productos que vende, porque al devaluarse la moneda, su margen de utilidad se fue a hacer gárgaras. Años después, escribe un libro sobre cómo esa devaluación fastidió al país.
Estamos hablando de dos narrativas contradictorias, aparentemente incompatibles. Y, sin embargo, las dos son HISTÓRICAMENTE CORRECTAS. Son ciertas. Son verídicas. ¿Por qué las diferencias? Porque así es la memoria: INCAPAZ por naturaleza para ofrecernos una perspectiva COMPLETA de los acontecimientos.
Si esto puede ser muy enredado a nivel individual, ahora imagínenlo a nivel colectivo, donde los eventos importantes para uno pueden no serlo para otro, y donde ya no es la memoria de una sola persona y ni siquiera de una sola generación: todas las memorias colectivas son construidas a lo largo de siglos y siglos. Por ello, para poder reconstruir LOS HECHOS HISTÓRICOS de una determinada etapa en un determinado lugar, necesitamos INDISPENSABLEMENTE de fuentes documentales que nos permitan enfocar LA MAYOR CANTIDAD POSIBLE DE PERSPECTIVAS. Mientras menos fuentes documentales tengamos, más difícil es reconstruir los eventos.
Eso es lo que nos sucede con el Éxodo. Tenemos una monumental recopilación en la Biblia, que es la memoria histórica del pueblo de Israel. Gracias a la sobrevivencia del pueblo judío, el relato ha podido conservarse intacto por lo menos desde hace 2600 años. Pero no tenemos mucho más. La memoria histórica egipcia en términos humanos YA NO EXISTE. Lo que sabemos de esos egipcios no es parte de la memoria colectiva del Egipto actual, reinventado desde hace siglos bajo los paradigmas del Islam. Apenas si podemos acceder a las memorias recuperadas por la arqueología, y eso significa que sólo disponemos de algunas pocas piezas de lo que fue un grandísimo rompecabezas.
Bien: con eso tenemos que trabajar.
En el próximo artículo, comenzaremos por revisar las aportaciones de William Dever, un distinguido arqueólogo, para empezar a desenmarañar las memorias históricas de un pueblo vivo -Israel- y un imperio extinto -Egipto-. Y con ello, empezar a reconstruir una visión más precisa de lo que fue el Éxodo de Israel.
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