SARA SEFCHOVIH
Enlace Judío México | La semana pasada hablé en este espacio de lo difícil que es para un ciudadano saber si alguien con quien establece contacto es delincuente, y comenté que de acuerdo a las leyes, aún si no se tiene la menor idea, se puede llegar a perder la chamba, el patrimonio y hasta la libertad.
Hablé también de la dificultad de tener que vivir demostrándole al gobierno que se es honorable, algo que además es cada vez más complicado burocráticamente.
Insistó en el tema, porque resulta que a la señora que acompañaba a El Chapo cuando lo aprendieron la dejaron ir. En palabras del secretario de Gobernación: “No tenía absolutamente nada que ver con las acciones del delincuente.” Por supuesto, los parientes siempre dicen que ellos no solo no participan, sino que ni siquiera saben. En una entrevista la señora Aurora Fuentes afirmó: “Mi hijo no es ningún narcotraficante. Eso oigo en la televisión pero ¿quién se lo ha comprobado?”.
Pero que lo digan las autoridades es otra cosa. Y lo dicen. La misma señora Fuentes afirmó: “Manuel Lazcano, cuando era procurador de Justicia me dijo: Tú no tienes ninguna culpa de ser madre de tus hijos. Mientras que yo sea Procurador, voy a procurar que no vayan a hacer algo en tu casa, con tus hijos. Y está en la ley, me dijo, en el artículo fulano, que la madre y los hermanos no son culpables de nada”.
Por eso cuando murió Amado Carrillo, en Google apareció este comentario: “Lo que es triste que no dejen en paz a la familia. Él ya pasó a mejor vida, ahora dejen a la familia en paz, ellos no tienen culpa”.
Y en efecto, solo en los regímenes autoritarios se embarra a parientes, amigos, vecinos y hasta conocidos en las actividades de una persona, cosa que nunca nos ha parecido correcta. Sin embargo, en el caso de este tipo de delincuentes es diferente, pues las familias se apoyan y ayudan entre sí, al punto que Julio Hernández López incluso afirma: “De hecho los carteles mexicanos se organizan y sostienen en función de los familiares”. Y es que los lazos de sangre y de afecto implican una confianza en los parientes que no se tiene con extraños.
Pero además, están claramente a la vista los beneficios que obtienen los parientes y que los conectan directamente con las acciones de los delincuentes: ¿No le regaló El Chapo una casona a su madre en su pueblo natal? ¿Y los Arellano Félix a la suya y El Lazca a la suya y Enrique Plancarte a su hija la cantante y etc.? ¿No tiene una de las esposas de Guzmán Loera una gran casa, esa que catearon la semana anterior a su detención? ¿No es de su hermana el departamento de lujo en el que lo encontraron en Mazatlán? Y en todos ellos se puede preguntar: ¿De dónde salió el recurso si son personas que venían de la pobreza, según cuentan quienes las han estudiado como Anabel Hernández?
La cuestión aquí es la siguiente: que por lo visto decidir sobre quiénes tienen responsabilidad en los delitos se hace con diferente medida: cuando se trata de narcos inmediatamente saben que la familia no la tiene, pero cuando se trata de un ciudadano común, no les cabe la menor duda y amenazan, persiguen, quitan su propiedad o meten a la cárcel a los ciudadanos, aunque solo hayan estado sentados junto a un delincuente o le hayan rentado a alguien que resultó serlo o que utiliza la propiedad para actividades ilícitas. Y en ningún caso le aceptan el argumento de que no sabía quién era esa persona.
Podemos afirmar que las autoridades de este país son completamente incoherentes. O están escondiendo algo fuerte, o recibieron mochada por soltar a la señora, o no hay forma en que puedan explicar que dejaron ir a la esposa del narcotraficante más buscado del planeta, hermana, hija y sobrina de narcos, antes siquiera de interrogarla. Y que por el contrario, a los ciudadanos nos consideren culpables por definición, y nos tengamos que pasar la vida demostrando lo contrario.
sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM
Fuente:eluniversalmas.com.mx
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