LEÓN OPALIN PARA ENLACE JUDÍO
El Shul de Álamos. Grato recuerdo de mi infancia
Enlace Judío México | El pasado domingo 2 de marzo se llevó a cabo la entrega del Premio David Ben Gurión, que otorga la Embajada de Israel en México y la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México (APEIM) a personas que han tenido una labor destacada en la promoción y defensa del Estado de Israel. En el 2014 Leo Zuckermann reconocido comunicador y politólogo mexicano fue a quien se acreditó el Premio; la ceremonia de este año fue para mi de especial significación por que se realizó en el Templo Adat Israel ubicado en la calle de 5 de febrero en la colonia Álamos, mismo en el que realicé mi Barmitzva (solemne acto de la religión judía en el cual los jóvenes que cumplen 13 años se hacen responsables de su conducta frente a Dios, sus padres y la comunidad) en 1953 y del que hice referencia en una Crónica anterior, creo que esa ocasión fue mi última asistencia al Templo.
Adat Israel, conocido como Shul de Álamos, fue el segundo templo que fundado por la comunidad ashkenazi en 1942, el primero fue el Nidje Israel, edificado en la calle de Justo Sierra en el corazón de la Merced. El de Álamos sigue abierto al culto; por las vicisitudes por las que ha pasado el templo y ha sobrevivido, jocosamente los fieles le denominan el Templo de los Milagros.
Manuel Taifeld, miembro de la Directiva del Templo y de APEIM, quien fungió como maestro de ceremonias en el Premio David Ben Gurión, comentó que las personas que concurrían al Templo en los cuarentas eran residentes de la colonia Álamos, que originalmente habitaban en el centro de la ciudad, y que cuando mejoró su condición económica se fueron a vivir a esa colonia, a la Narvarte y a la Condesa, principalmente. En el presente solo hay contados judíos en Álamos, así que quienes asisten a los rezos vienen de colonias distantes como Interlomas o Bosques de las Lomas, indicador del apego y cariño que tienen al Shul. En Álamos vivían varios amigos de mis padres, recuerdo a Moishe Malaj (el Rey) que como mi papá, era sastre y los señores Kaplan que en mi bartmitzva me obsequiaron unos portalibros que conservé durante muchos años como un tesoro y finalmente se los regalé a mi hija mayor, quien los tiene en su librero.
También vivía en Álamos, Jaime, compañero de la Organización Juvenil Sionista con el cual fui a estudiar y a trabajar a Israel en 1958; su madre tenía una pequeña bonetería en la planta baja del edificio donde habitaba con sus padres y su hermana. Asimismo, residía en esta colonia Manuel, un compañero de la escuela profesional de mi hermano mayor; su casa era de un piso como mucha de las bellas edificaciones que aún existen en la colonia Álamos, aunque cada vez más predominan los edificios de tres y cuatro pisos.
La colonia judía en México era pequeña en los cuarentas, de aquí que las dimensiones de sus templos también lo fueran. El templo original de Álamos se amplió en los cincuentas; su última remodelación fue hace pocos años y fue reinaugurado en septiembre del 2011 con el apoyo de donaciones y el cariño de sus feligreses. El Templo de dos pisos, luce bellísimo; destaca un gran candil antiguo de cristal cortado en el centro, arriba en la bima (especie de podio), donde los rabinos y otros miembros del templo ofician los rezos y el Jazán realiza sus cantos litúrgicos. Al final del templo se encuentran varios vitrales orientados hacia Jerusalén; las bancas de madera están barnizadas con un tono claro y también miran en esa dirección. Al final de la bima dos bellos candelabros la adornan. Donde se guarda la Tora (el libro sagrado de los judíos) de su parte superior pende otro candil antiguo, de menor tamaño al que esta en la parte central. A “boca de jarro” de la entrada de el Templo está el salón de fiestas donde se sirvió un buffet mexicano; yo tenía en mente que se iba ofrecer un cholent, el guisado que los judíos ashkenasim sirven en sus mesas los sábados. El cholent es un platillo fuerte elaborado con papas, alubias, carne de ternera, tuétano y varias especies; una verdadera bomba para estómagos delicados como el mío; el cholent y otros típicos platillos judíos de los ashkenasim cada vez menos se sirven en los hogares y en los templos, quizá porque resulta muy laborioso prepararlos y los hábitos de comida de la gente han cambiado, se orienta más hacia comidas “light”. En las últimas bodas, barmitzvot y otras festividades a las que asistí en templos, noté que prácticamente ha desaparecido la comida judía, lo cual es triste porque ésta forma parte de la cultura y tradiciones de los pueblos. El ambiente en la fiesta fue muy caluroso, casi como en los viejos tiempos; donde no cesaba el parloteo de los comensales; hubo una gran comunicación en el evento, casi todos los asistentes nos conocemos desde hace muchos años. Como parte de la celebración del Premio hubo un espacio musical en el área de rezos a cargo de dos jóvenes de secundaria de la escuela Yavne, que con guitarras, interpretaron magistralmente tres melodías. En este sentido, hay quien considera que en esta área no se deberían realizar programas artísticos, ya que su función principal es la comunicación con Dios y la reflexión.
El Shul de Álamos despertó la nostalgia por mis padres, no recuerdo que mis hermanos estuvieran en mi Barmitzva; el recuerdo de mi infancia se profundizó ya que estuve platicando con Israel, compañero de primaria, y esposo de Becky; mujer brillante que participa activamente en APEIM. La añoranza por los viejos tiempos no solo se despertó en mí, sino en la audiencia del Templo que experimentó el espíritu mágico que este posee. La gente no solo vive de pan, también precisa nutrir su alma; la convivencia en el Shul fue la oportunidad para ese propósito.
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