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viernes 22 de noviembre de 2024

Victor Shem Tov, 1915-2014.

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LEONARDO COHEN PARA ENLACE JUDÍO

Enlace Judío México | Cada hora hay nuevas e importantes noticias que escuchar. Así es la vida cotidiana en Israel. El sábado por la noche se anunció en el noticiero radiofónico, entre otras tantas cosas, el fallecimiento de Víctor Shem Tov a los 99 años de edad.

Hace poco más de diez años tuve oportunidad de conocerlo y de conversar con él. Esta semana recordé aquellos dos encuentros y decidí hacer una pausa en mi trabajo cotidiano para rememorar y hacer un pequeño homenaje a aquel hombre modesto y audaz con el que pude conversar no sólo del pasado, sino también de algo que siempre le inquietó y preocupó: el futuro de Israel.

De origen búlgaro, Shem Tov inmigró a Israel a principios de los años cuarenta. Desde 1961 hasta 1988 fungió como parlamentario por parte de Mapam, el partido socialista israelí, y fue ministro de salud en el gobierno de Golda Meir. Un hombre lúcido, inteligente, que percibía los procesos dinámicos de la historia con agudeza y renunciaba a aceptar las sentencias de moda de los últimos años.

Mi primer encuentro con Víctor Shem Tov fue a bordo del autobús. Volvía del centro de Jerusalén hacia mi casa al igual que él. Me senté a su lado y le comenté que acababa de leer el libro Uno de ellos. Conversaciones con Víctor Shem Tov. Platicamos amistosamente sobre el libro hasta que bajamos en la misma parada. Reflexioné en aquel momento en el hecho de que un ex ministro viajara en transporte público, pensé en nuestros políticos actuales, y me reí para mis adentros al pensar en encontrarme algún día a Binyamín Netanyahu –o incluso hoy día a alguien como Yaír Lapid o Naftali Bennet-viajando en transporte colectivo. Cuando Víctor Shem Tov llegó a Israel, trabajó como obrero de la construcción y como empleado de una gasolinera y de ahí se convirtió en líder obrero, alcanzando cargos importantes en el partido y en el gobierno. A sus 90 años, Shem Tov se desplazaba en transporte público, como uno de ellos.

La segunda vez me reuní con él en su casa en Jerusalén. Le llamé por teléfono, me identifiqué y le dije que quería publicar un artículo sobre la situación de la medicina pública en Israel y los problemas por los que atravesaba el trabajo organizado. Me invitó a su casa y conversamos por más de una hora. Después de comentarme que durante su cadencia como ministro de salud las medicinas en Israel eran gratuitas, me hizo la siguiente confesión:

“Yo estoy atónito de ver a qué situación hemos llegado. No quiero hacer una idealización del pasado, no todo fue perfecto, pero nunca pensé que sin vergüenza alguna, iba a desarrollarse en Israel medicina para ricos y medicina para pobres. Si uno tiene dinero puede recibir una cama en un cuarto privado aunque el hospital esté completamente saturado de gente, puede uno operarse con el mejor doctor y recibir cualquier medicamento sin ningún problema. Pero si no tienes dinero, te encontrarás en la situación de miles de israelíes que no reciben sus medicinas a través del seguro médico nacional y sin la posibilidad de comprar todo aquello que no está en la canasta médica. Es una situación inhumana, anti-judía, anti-religiosa, no sé cómo definirla. Ahora, usted me pregunta si lo experimento como una ofensa personal.

Le contaré una historia. Yo soy ex-ministro. En su momento los ministros tenían privilegios, entre ellos privilegios médicos. Hace unos años el parlamento anuló esos privilegios, y con razón, pero no lo hizo retroactivo. Así según la ley, yo, Victor Shem Tov, podía recibir medicinas de manera gratuita. Como ministro, podía comprar una medicina, enviar el recibo al ministerio de salud y recibir el dinero de vuelta. Yo tenía ese derecho. Y de pronto me sentí muy incómodo de ver que trabajadores que ganan el mínimo, o incluso más del salario mínimo, no tienen para adquirir sus medicinas, mientras yo, sólo por ser ex-ministro, recibo medicinas de manera gratuita. Le escribí al actual ministro de salud, Danny Navé, diciendo que devuelvo el dinero que recibí para medicinas durante el presente año y que renunció a este privilegio, puesto que no estoy dispuesto a recibir medicinas gratuitas cuando el 40% de la población no tiene con qué comprarlas. El actual ministro me envió una carta de reconocimiento y me preguntó si acaso podía hacerlo público. Le contesté que no estaba interesado. No tengo porque ser vocero de este gobierno bajo ninguna circunstancia.”

Shem Tov nunca renunció a denominarse un socialista. Su preocupación por los derechos sociales y humanos fue constante a lo largo de su trayectoria política. En aquella entrevista hace 10 años, empezó diciéndome lo siguiente:

“Soy un socialista, pero me es importante especificar a qué tipo de socialismo me refiero. Si usted me preguntara ahora si considero necesario nacionalizar de inmediato todos los medios de producción y anular por completo la propiedad privada, le respondería negativamente. El socialismo que yo apoyo hoy día es la socialdemocracia al estilo europeo que se ve como la realizadora de esa visión, de ese proyecto de socialismo moderno y posible. Y si ahora me pidiera que definiese más concretamente este socialismo diría lo siguiente: después del desmoronamiento de la Unión Soviética, la caída del muro de Berlín y la debacle de la concepción bolchevique de cómo realizar este proyecto socialista, llegué a la conclusión, como socialista, de que el hombre no debe escaparse del mundo de las ideas o de las ideologías, de que el hombre no puede vivir sin esperanza, sin la ilusión o la creencia de que puede haber un mundo mejor. Por ello, mi conclusión no fue que hay que abrazar el capitalismo y olvidarnos del socialismo. Lo contrario. Pienso que en el ideal socialista hay ante todo humanismo, fraternidad y preocupación por los derechos del hombre, de su libertad, de su bienestar y la de sus hijos, de su aspiración a vivir con dignidad. En otras palabras, el socialismo es para mí un humanismo del tipo más puro. Después del desmoronamiento del socialismo bolchevique yo dije que nunca aceptaré ninguna ideología con los ojos cerrados, y si quisiera transmitirles algo a mis hijos les aconsejaría lo mismo. Toda ideología debe pasar por un examen crítico pero sin pretender escaparse de las ideologías porque de lo contrario no hay esperanza.”

Muchos son los ejemplos que pueden darse del valor de Shem Tov y la manera en que supo vislumbrar las necesidades y los procesos por los que atravesaba el país con antelación. Junto con Yossi Sarid fue uno de los primeros diputados en oponerse contundentemente a la primera guerra de Líbano, fue de los primeros líderes políticos en sugerir el diálogo con la OLP y en proponer una solución política para el problema de Jerusalén; fue también el primer ministro que nombró a un viceministro árabe. Shem Tov nos demostró que se puede vivir conforme a convicciones y actuar en la vida política y cotidiana con base en ellas. Cuando sale a relucir que Binyamín Netanyahu tuvo, antes de ser ministro de hacienda de Israel, una cuenta bancaria en el banco Royal de Escocia, en la isla de Jersey –paraiso fiscal- donde no pagaba impuestos, las personalidades como Shem Tov nos recuerdan que las cosas pueden ser diferentes, y que el hombre político puede ser no sólo modesto, sino también honesto con el público que lo ha elegido y al que tiene la obligación de servir.

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