Cenizas, palabras susurrantes frente a las sombrías orillas de la belleza de lo bello

Realizar una ceremonia al borde de un abismo

en espera de una palabra, para así acallar el llanto

del hombre. 

“El arte es logrado cuando parece ser naturaleza y la naturaleza,

a su vez, alcanza su meta cuando 

oculta el arte sin que nos demos cuenta …”[1]


ILONA C. DUKÁSZ PARA ENLACE JUDIO

Enlace Judío México |   Palabras portadoras de un filamento tan delicado como una muerte aún no acaecida frente a las tinieblas del silencio.  Huellas.  Testimonio de un lenguaje intenso como una despedida.  Palabras encaminándose desesperadamente hacia la escucha de lo no dicho, y en un mismo movimiento desapegándose de sí.  Destino aciago, ardiente como un leño húmedo, tras el cual sólo queden  “cenizas secas y susurrantes”.[1]  Un acontecimiento que no cesa, en un tiempo que no pasa, en un tiempo que nunca devendrá del todo pasado.

Voces polifónicas en búsqueda de lo absoluto terminan encubriendo una catástrofe insondable que habla del mal radical donde Gorostiza canta al blanco silencio de “la orilla letal de la palabra”,[2]  y Cheng al lago que vuelve su mirada sobre el instante.[3]  Belleza de lo bello memoria  de la muerte.  Escrito marcado por pulsación de la angustia …   angustia no destinada a silenciarse ni a tener por destino una muerte segura, sino un lugar siempre ausente como un herida abierta.

Memoria hundiéndose vertiginosamente hasta rozar con un lenguaje incapaz de representar lo que no se sabe de sí.  Memoria prisionera del olvido.  Invisible desnudez en un afán de cubrirse, termina con lo que obscenamente la descubrirá.  Escritura ensanchándose en un intento desesperado de tomar distancia de espacios agrietados.   Escritura que hace ausencia.  Escritura sin destinatario; y no obstante, la espera de una sombra que evite ser arrancado de uno mismo, para no despertar en medio de un desierto tan desértico como la palabra.  Silencio ensordecedor frente a la palabra desvestida de humanidad que como “una tribu de palabras mutiladas/ busca asilo en mi garganta/ para que no canten ellos,/ los funestos, los dueños del silencio”.[4]

 Desnudo el hombre frente a sí mismo, despojado del albergue que otorgan las palabras, desgastado lo especulativo e imposible de conjugar: “Plus de récit après Auschwitz”[5] marca el fin del relato comunitario como punto de imposibilidad, interrogándose al mismo acto de escritura; frente a lo cual,  Jabès eleva su voz para conminar la importancia de escribir a partir de la fractura, a pesar de que con cada intento se renueve el dolor frente al silencio de la palabra. Pero aún con palabras sofocadas optar por el riesgo que implica elegir “el lugar de la herida” desde donde hablar “nuestro silencio”.[6]  Como diría Semprún “mis raíces … en el desarraigo en todo caso”.[7]

Hölderlin dirige su mirada hacia las palabras como flores, cuanto más florecen más cerca su final.  Lacan subraya que la palabra porta consigo un límite al crear infinitas resonancias, es tanto lo que dice que termina tocando lo indecible.  Entre el hablar y el decir se ubica el no saber, lugar del deseo al cual se dirige la escucha analítica, Pizarnik enseña cómo  “El lenguaje silencioso engendra fuego.   El silencio se propaga.   El silencio es fuego.   Era preciso decir acerca del agua o simplemente apenas nombrarla, de modo de atraerse la palabra agua para que apague las llamas del silencio”.[8]

Articular el pasado históricamente implica apropiarse de un recuerdo tal como éste “relampaguea en el instante de un peligro”.[9]  Escritura fragmentaria de un pasado no muy pretérito…. no es simplemente asunto de palabras pero al estar atravesada por ellas, se volatiliza la consistencia de la lengua, donde “paralelo a las palabras de un lenguaje/ hay otro lenguaje de los reflejos detenidos/ en los huecos de las palabras que faltan”[10].  Frente a lo cual, Benjamín señala “(…) no tengo nada que decir.  Sólo que mostrar”  esos restos “del único modo posible:  usándolos”.[11]

Inquietante irrupción la repetición a su paso, huellas de gritos tallados “en carne viva”,[12] como la música cuando devela su rostro oscuro, y los sonidos se derrumban frente al eco de un espejo quebradizo.  Búsqueda sin reposo… algo que dé cuenta del propio sufrimiento frente a la posibilidad siempre presente de habitar el lugar de la víctima invariablemente expuesta a ser masacrada.  ¿En qué radica lo transmisible? ¿La memoria consciente realmente permite al hombre no ceder en lo más terrible que lo habita?  Antelme relata cómo se le reveló “por primera vez su propia experiencia, como despegada de él, en bloque”.  Preso de un “…conocimiento infinito intransferible, desde ese momento y para siempre”.[13]

El axioma de Dios permite pensar la repetición como repetición de una imposibilidad.   Lenguaje conformado más allá de palabras inscribiendo efectos de verdad, cada vez que estas se atreven a renunciar al sentido.  Frank Graziano subraya que Cristo debió haber venido al mundo para mostrar que la falta de sentido también podía tener origen divino.  Lacan señala que el sentido siempre es religioso…. “es el visitante de la noche, o mejor aún es de la clase de signo trazado por una mano de ángel sobre la puerta”.[14]

Drama del hombre de no reconocerse en su decir … discontinuidad de un discurso alienado, la palabra viene del Otro, atravesada por la errancia del deseo, entretejiéndose “como un manto de arpillera sobre mi pobreza indecible”.[15]  Se existe bajo la forma de en-otra-parte con respecto a sí mismo  como un ser en suspenso junto a la propia ausencia como “un poison tutélaire”.[16]

Fuerza destructiva que rasga la voz que la contiene, soledad quebrantada, donde ya no se puede hablar de lo recóndito ni de lo íntimo, si no es a través de lo visible.  Como un soplo de vida alrededor de la nada, exiliado de sí,  el hombre camina hacia a un horizonte descarnadamente cruel como la misma realidad de los campos de exterminio, dejando su alma sumergida en una profunda vacuidad.   Espanto frente a ese Real del cual nada se quiere saber.   En un mismo movimiento se acoge al otro, y con una palabra se transforma en ex-timidad.

¿Qué pasa cuándo se deja de creer en Dios, en el hombre, en las instituciones, cuando Dios es un imposible, y el hombre es repugnante? ¿Cuándo “en el seno de la consciencia habita la nada, “como un gusano”[17]?  ¿Cuándo hablar en primera persona no garantiza la transparencia de uno mismo?   ¿Cuándo las palabras son “como piedras preciosas en la garganta viva de un pájaro petrificado”?[18] Parafraseando a Diderot “… en el campo del silencio súbito … un traje de luto” cubre a la sociedad como una “nube que causa … el silencio momentáneo de los pájaros”.[19]

Kant no se cansó de señalar que la razón es paradójica debido a que tiene un rostro engañador que tiende al tumulto, y a precipitarse en la oscuridad[20].  Klemperer observa como la masificación de la experiencia despoja lentamente al hombre de su singularidad;  transformando un grupo humano en un “bloque de piedra en movimiento”.[21]   Lenguaje absorbido y coagulado en frases hechas.   Como escribe George Steiner:   “se trataba de una terrible debilidad por los eslóganes y los clichés pomposos, una reverencia por la palabra larga y la voz alta, un gusto fatal por el pathos empalagoso”.[22]   Velo que evidencia  al pensamiento individual  en una letárgica indiferencia.  Desposeimiento destinado a “paralizar cualquier intento de reflexión”[23] como un cortejo fúnebre avanza con indecible lentitud, y el hombre parece ignorarlo.

 Obsesión beckettiana concebir el pensamiento como “una espiral de violencia”[24] que atraviesa al hombre sin darle un ser permanente.  No hay un yo expresable al margen de las palabras; estas lo constituyen a la vez que apuntan engañosamente a algo más.    Engaño que expone al narrador como un “ser de papel”.[25] Voz narrativa sin máscaras, lenguaje que ha dejado de hacerse pasar por humano, lenguaje nombrándose a sí mismo sin la esperanza de llegar  a una conclusión.   Lenguaje permanentemente jugándose en una continua deconstrucción donde “cada palabra es una mancha innecesaria en el silencio y la nada”.[26] Marioneta a merced de dispositivos que escapan a comprensión alguna …. “un proyectarse desesperado de la materia verbal/ liberada a sí misma/ Naufragando en sí misma”[27]  hasta desgarrar el lenguaje “para llegar a lo que haya detrás, o a la nada que haya detrás”.[28]

 

Espacio literario lugar que abre la posibilidad de un incesante morir;  palabras que brotan “del seno de su ausencia, dueñas de esa ausencia”[29] al tiempo de desaparecer tras un significado siempre huidizo convirtiendo la literalidad en mortífera.   Gramática del “rastro de la muerte”[30] así como la arena a su paso va dejando la huella de una muerte que se contempla a sí misma, y en el mismo movimiento la ignora.  Su fuerza como negatividad, al precio de descuidar su dimensión más oscura, lo que no tiene ni principio ni final,  disimulándose infinitamente.  O  con T.S.  Eliot “… Or say that the end precedes the beginning./ And the end and the beginning were always there/ Before the beginning and after the end …”[31]

En Thomas el Oscuro se observa como la lectura pone a prueba los límites de la individualidad.   No obstante, se intenta apropiar del texto “creyendo ser todavía un lector profundo, cuando ya las palabras se apoderaban de él y comenzaban a leerle”[32];  arrancado al mundo y del mundo  “convencido de que en su persona … habitaban palabras oscuras, almas desencarnadas … que le exploraban afanosamente …”[33] termina sin horizonte de un discurso posible.  O con Pascal Quignard, quien cae bajo la mirada de la palabra que falta deviene una estatua de piedra.[34]  Como diría Hölderlin “La esperanza pasó como una estrella fugaz sobre sus cabezas”[35] separando la palabra del poema, corriendo como si nunca hubiera sido parte de él.

Despojar la sombra del vidrio para que asome la herida del pensamiento perdiéndose la presencia que obstinadamente se intenta lograr…  jugándose incansablemente el desposeimiento de sí, en aras de un deseo de presencia infinitamente ausente.  Esa otra noche, previa a la creación permanece siempre fuera “no tolera ni dios ni dioses porque interrumpen toda unidad.”[36]   Ese espacio otro que nos destierra de la mismidad,   experiencia de ausencia de experiencia donde no queda más que habitar ese ni adentro ni afuera … Bordeando un umbral siempre itinerante “sin fin al centro de la noche”[37]  del cual no se “conserva de ella más que la nada, en la que el poema precisamente puede manifestarse”.[38]

Paul Celan dirige la mirada del texto sobre sí mismo, por donde la lengua pasó a través de su propia falta de respuesta enmudeciendo, y siguió pasando a través de las múltiples tinieblas de un discurso sin encontrar palabra para lo que sucedió.  El dolor duerme … duerme con él,  silenciosamente cavando fosas en las nubes hasta que una nube lo envolvió … ahí donde no hay estrechez.

Levy no puede ignorar la terrible pregunta ¿qué garantiza no ser el Caín de nuestro semejante, de que no hayamos suplantado a nuestro prójimo y vivamos en lugar de él? [39]  Voces “desgarradas en su tormento”[40]  figura del silencio frente al horror absoluto para que “no resurja como un Ave Fénix de las cenizas de un pasado”[41]  nunca suficientemente pasado.  Y no obstante, “(…) al borde de la huella de las lágrimas”[42] aprender a vivir con el alma desgarrada, y por horizonte una pregunta siempre abierta que Celan con un pensamiento crítico manifiesta  “la eternidad envejece”[43] haciéndose preguntas interminables unos a los otros para terminar con una existencia plena de vacío.  Y sin embargo, como señala Sara Kofman, hay que hablar aún a riesgo de sofocarse.   Sofocación que nace de una palabra contradictoria, inconjugable e imposible.   Aporía que responde a la ausencia blanchotiana del relato, “hija del fin de la palabra especulativa”.[44] O simplemente poder encontrar el placer que irradia la docta ausencia que plantea Mallarmé “Ma faim qui d’aucuns fruits ici ne se régale/Trouve en leur docte manque une saveur égale

La música de los sonidos sustrayéndose a falta de raíces,  su origen un grito, su final un olvido abierto al silencio.  El poeta deseó alcanzar al poema para lo cual emprendió su caminar por los abisales mares de la literatura…. llegando jamás a destino… a diferencia de “Thomas el oscuro” que bajo el hechizo de las palabras quedó subyugado ante cada signo, igual que el macho frente a la mantis religiosa cuando está por ser devorado. El poeta con sus voces que brotan de un eco de antiguos coros griegos, contra el silencio de lo que la palabra no alcanza a dar cuenta, en cuyo “umbral brilla la pregunta que se deshace”[45]  por descubrir lo que el mal sabe de sí, para encontrar el mal que habita en uno.  “(…) parado en el espanto/ mientras cantan los rostros del día y/ no sé quién miente, ellos o yo…”[46]  Llegó la noche descendiendo sobre las palabras abandonadas en su silencio, como un manto de hielo, congelando lo posible de transmitir, pesadilla hecha realidad, tanto que contar, pero ¿a quién?  Relato que intenta traducir algo propio … Vivencia de lo otro, eso otro al que hubo que darle un nombre:  ESPANTO.

En los límites de lo decible una nube negra … un denso malestar señala al silencio devorador de palabras, bajo la nieve de una opaca soledad, como un puñado de cenizas ocultas en su dolor…   Gritos atragantados.    Rostros que todo consintieron. Voces abandonadas al misterio de  “una (cierta) manera secreta de mirar”.[47]  Traducir lo intraducible para no morir doblemente…. errancia que posibilita vivir no engañado para “llegar con los ojos abiertos a la mirada final (…).”[48]

Arrastrado por las grietas punzantes del sin sentido cayó la noche sobre las cenizas de mi relato, escribe Semprún, ahondándose el umbral de la angustia para hablar en nombre de miles de gritos enmudecidos.  Obscena avidez seguir viviendo con un deseo insaciable. “… la noche era clara… Las estrellas resplandecían … Caminé … La naturaleza desplegando ante mí su <radiante misterio>.  Me detuve …  Alcé la mirada … unas llamas anaranjadas sobresalían de lo alto de la maciza chimenea del crematorio.”[49]

Escritura que enmarca un archipiélago de “nubes hambrientas”[50]   avanzando sobre un tormentoso desierto insondable, cuyo horizonte habla de un infinito horror:  un hombre aún “no nacido y ya extinto”[51] con su canto sempiterno ¡plus jamais ça!  cuando no podemos cerrar los ojos que el ça está en todas partes.[52]  Palabras en búsqueda de dar cuenta de lo vivido hasta toparse con un impenetrable muro, donde trozo tras trozo de sí va cayendo lentamente como gotas dejando tras sí el olvido.  A lo que Kertesz devastado grita ¿qué podían haber hecho?  Capaz nada… cualquier cosa, una locura, ó la locura de no hacer nada … lo que no podía aceptar era “tragarme la píldora amarga”[53] de que hubiesen sido simplemente inocentes.

 

Memoria inclinada sobre lo que será su sepulcro.  Memoria que nace de un “desierto de hielo”[54] …  huellas de sangre …el otro perdió su rostro; y con ello,  nuestra humanidad.  Petrificado el sufrimiento  …  “mis ojos en la nieve de su tumba”[55]…. Ruidos ensordecedores perforando al pensamiento.  Paul Celan imprime en su cuerpo como en la poesía “también en los prados glaciares sin prueba”.[56]

 

Cuando la posibilidad de vivir conlleva la de no poder morir condenando al hombre a una muerte sin fin. Cuando en la penumbra de la existencia surge la Gorgona como figura alegórica que enseña cómo el terror sumerge al hombre en la oscuridad frente a esa piedra portadora de un rostro ausente de nombre, ocultando tras sí otra máscara cada vez más extranjera. Máscara, que al sustituir el rostro termina ausentándose del hombre totalmente, generando una distancia insoportable de un insondable espesor. Cuando lo infinitamente sustraído deviene  pesadilla de no llegar nunca a destino;  eso otro,  siempre a un instante como un punto de llegada que aleja.  En esa búsqueda, el sujeto termina consumiéndose en lo otro, como en el momento en que uno acude con su pedacito roto al análisis, y lo recibe un analista con un gesto inexpresivo y perdido.

 

Estremecimiento que abre una infinita separación poniendo en entredicho el sentimiento último de pertenencia a la especie humana.  TESTIMONIAR para que no triunfe el dolor, mandato ético poder dar otro tipo de sepultura a nuestros duelos frente a un umbral sin escapatoria, y la pregunta siempre punzante de cómo no cesar de faltarse eternamente a sí mismo cuando por horizonte está la muerte acechando con su mirada lánguida, y amanece en mi insomnio.

 

 

[1] Pascal Quignard, Retórica Especulativa, El Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2006, p. 38.

[2] Tadeuz Borowski,  Nuestro hogar es Auschwitz,  Alba Editorial, Barcelona, 2004, p. 212.

[3] José Gorostiza, “Muerte sin fin”, 1939.

[4] François Cheng, entrevista en el diario La Nación, “La sombra China de Jaques Lacan”, 9 de agosto de 2008, Buenos Aires, Argentina.

[5] Alejandra Pizarnik,   Semblanza, Frank Graziano (introducción y compilación).  Editorial Fondo de Cultura Económica, México,  1984, p. 100.

[6] José Antonio Fernández López, “En los límites de lo indecible”, cita a  Teodoro Adorno,  A Parte Rei 48, noviembre 2006.

[7] Alejandra Pizarnik, op. cit. , p. 91.

[8] Jorge Semprún,  op. cit. , p.  167.

[9] Alejandra Pizarnik, op. cit.,  “Endechas”, p. 146.

[10]Walter Benjamin, “Sobre el concepto de Historia”, Obras Libro I/Vol.2,  Adaba Editores, Madrid, 2008, p. 307.

[11]  Roberto Juarroz, Decimocuarta Poesía Vertical, Fragmentos Verticales, Editorial Emecé, Buenos Aires, 1997, p. 23.

[12] Ibidem, p 124

[13] Edmond Jabès,  El libro de las preguntas, Editorial Siruela, Madrid, 1990, p. 63.

[14] Robert Antelme, La Especie Humana, Editorial Trilce, D.F., 2002, p. 354.

[15] Jaques Lacan,   Disolución,  seminario inédito, sesión del 15 de abril de 1963.

[16] Alejandra Pizarnik,   op. cit. , p 127.

[17] Stéphane Mallarmé, “Le tombeau de Charles Baudelaire”.

[18] José Ángel García Landa,   “Lenguaje y Différance en El Innombrable de Beckett”, Universidad de Zaragoza.  1990.   Internet.

[19]Alejandra Pizarnik,  op. cit. , p. 9.

[20] Jean Allouch,  Contra la Eternidad, Editorial El Cuenco de Plata,  Buenos Aires, 2009, p. 17 cita de Diderot.

[21]  Allan Janyk y Stephen Toulmin, La Viena de Wittgenstein, Editorial Taurus, España,  1998.

[22] Victor Kemplerer,  LTI.  La lengua del Tercer Reich.   Apuntes de un filólogo, Editorial Minúscula, Barcelona, 2001, p. 42.

[23] Esther Cohen,  Los Narradores de Auschwitz,  cita a George Steiner.   Editorial Fineo,  D.F., 2006, p. 70.

[24] Ibidem, p. 70.

[25] Tadeuz Borowski, op. cit.,  p. 44.

[26] José Ángel García Landa,  “Lenguaje y Différance en El Innombrable de Beckett”,  1990, Internet cita de Roland Barthes

[27] Art Spiegelman,   Maus.  Historia de un sobreviviente, cita a Beckett,  Emecé Editores.  1994, p. 45.

[28] Alejandra Pizarnik,  op. cit., “Poema el Infierno Musical”,  p.143.

[29] José Ángel García Landa,  op.cit,  Cita de Beckett.

[30] Maurice Blanchot, Espacio Literario, Editorial Paidós, Barcelona,  1992, p. 37.

[31] Giorgio Agamben,  El lenguaje y la muerte. Un seminario sobre el lugar de la negatividad, Editorial Pre-Textos,  Valencia,  2003, p. 79. Citado en “El caso Maurice Blanchot: negatividad, muerte y enrancia del lengua”, Zenia Yébenes Escardó, p. 4.

[32]T.S. Eliot, “Four Quartets”,  The Complete Poems and Plays 1909-1950, Harcourt, Brace and World, New York, 1971, p. 121.

[33]Blanchot, Maurice.  Thomas el oscuro, Ed. Pre-Textos, España, 2002, p. 22.

[34] Ibidem, p22.

[35] Pascal Quignard,  El nombre en la punta de la lengua, Ed. Arena Libros, Madrid, 2006, p.42.

[36] Walter Benjamin.  “Las afinidades electivas de Goethe”, cita a Hölderlin en Obras, libro I/V. 1,  Abada Editores, 2006,p. 214

[37]Zenia Yébenes Escardó, op. cit., p 130.

[38] Ibidem, p. 129.

[39] Ibidem,  cita de Foucault, p. 129.

[40] Giorgio Agamben,   “Lo que queda de Auschwitz. El Archivo y el testigo.  Homo Sacer III” ,Editorial Pre-Textos, Valencia, 2000,  p. 95, cita a Primo Levy.

[41] Silvia Tendlarz, “Shoa”,  Virtualia revista de la EOL,  Buenos Aires, 2002, Internet.

[42] Ibidem.

[43] Paul Celan, Paul.  Poemas póstumos, Editorial Trotta,  Madrid, 2003, p. 325.

[44] Paul Celan,  “Flores de hilo”, 1968 citado en El Compromiso de Celan, por Werner Wögerbauer Universidad de Nantes.

[45] Joana Masó, “Comunidad literaria y deconstrucción.   Entre el fin del relato y la archi-escritura: Blanchot, Kofman, Derrida”, Acta Poética 30-2, Otoño 2009, UNAM, México.

[46] Juan Gelman, Valer la pena, Ediciones Era, México, 2001, p. 39.

[47] Imre Kertesz, Sin Destino,  Editorial Acantilado, Barcelona, 2006, p.148.

[48] Zenia Yébenez Escardó, op. cit. , p. 129 (cita a Maurice Blanchot en La part du feu, p. 63.)

[49] Roberto Juarroz, op.cit., p. 10.

[50] Jorge Semprún, op.cit. p. 330.

[51] William Blake, El Matrimonio del cielo y el infierno, Editorial Aleph, 2000, p. 3.

[52] Giorgio Agamben, op. cit., p. 25 cita a Primo Levy.

[53] Ibidem, p. 19.

[54] Imre Kertesz, Sin destino, Editorial Acantilado., Barcelona.  2006, p. 261.

[55] Maurice Blanchot, op.cit., p. 94.

[56] Stéphane, Chaumet, La travesía de la errancia.  La Traversée de l’errance.   La Cabra Ediciones, México, 2010, p. 69.

[57] Paul Celan, op. cit., p. 121.

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