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lunes 23 de diciembre de 2024

Crónicas Intrascendentes. Parte XCVIII

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LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO

Un fin de semana feliz y productivo

Enlace Judío México | El sábado pasado asistí con mi esposa a una boda religiosa que se celebró a las dos de la tarde en la Ex Hacienda de Chiconcuac, Morelos, a 20 minutos de la ciudad de Cuernavaca, las instalaciones originales datan del siglo XVI y fueron compradas a religiosos franciscanos por Martín Cortés, hijo de Hernán Cortés y la Malinche. La región donde se ubicaba la Ex Hacienda era zona de descanso del rey Moctezuma; en el siglo XVIII se condicionó como ingenio azucarero y fue una importante fuente de empleo.

La ceremonia se llevó a cabo en lo que fue la iglesia de la Hacienda; tiene apariencia medieval y está desprovista de altar; solo está un Cristo antiguo y otros cuadros “hechizos” con figuras religiosas que desentonan con la antigüedad del edificio. En la parte posterior de arriba existe una especie de coro de madera, en el que se instaló un grupo de niñas que interpretaron los cantos propios de las bodas católicas, entre otros, el Ave María. Alrededor de veinte mujeres jóvenes fueron las damas de bodas; una de ellas, de origen oriental fue madrina de cirio, que en español expresó sus sentimientos a los novios, Constanza y Ricardo.

Constanza es la hija de Rocío, querida amiga de mi esposa, que hace quince meses perdió a su hijo y su esposo murió de un infarto ocho meses después; en todo el acto religioso se percibió un dejo de tristeza. La novia resaltó por su belleza y la elegancia de su vestido; en la invitación a la boda se sugería que las mujeres usaran un tocado en su cabeza y los hombres vistieran guayabera blanca, esta última apropiada para la elevada temperatura de la zona.

El sacerdote que ofició la misa del matrimonio, proviene de la orden de los dominicos, de aquí que su homilía se alejara de la liturgia tradicional y su lenguaje fuera fresco, empero, en su afán de comunicarse con los asistentes, especialmente con los jóvenes, utilizó pasajes de telenovela en relación a cómo se conocieron los novios; de cómo se arrodilló el novio para pedirle a Constanza se casara con él y otros episodios francamente cursis, opinión con la que coincidieron otros de los asistentes a la boda con los que tuve oportunidad de platicar.

Asimismo, el sacerdote les hizo una llamada moralista a los novios, verdaderamente chusca para que fueran fieles a su pareja, lo que provocó risa en parte de la audiencia, que lo percibió “simpático”. Por lo demás, el sacerdote me dejó “paralizado” cuando convocó a los feligreses a que levantaran la mano en alto en dirección a los novios para que estos captaran su energía; el cuadro fue dantesco, doscientas o más personas levantando la mano al estilo del saludo nazi; no creo que el sacerdote estuvo consciente del significado de su petición, no sé si vale la pena platicar con él sobre el tema.

Después de la ceremonia religiosa fue servida una fina y variada comida en un sitio rodeado de jardines y canales. El clima fue extremadamente caluroso, afortunadamente nos tocaron compañeros agradables en la mesa, con los que hubo oportunidad de platicar, hasta donde el sonido de la música electrónica lo permitió; mi esposa y una amiga se desbordaron con el baile. Nos retiramos a las 10 de la noche, pero “el sarao para los chavos” se extendió hasta las dos o tres de la mañana. Pernoctamos en una pequeña quinta, distante a 10 minutos de la “pachanga”.

A la mañana siguiente fuimos a visitar varios sitios de interés cultural en Cuernavaca. La visita fue apresurada para que en el regreso a México no tuviéramos problemas con el intenso tránsito carretero de los domingos. En primer término fuimos a la Catedral de Cuernavaca, una de las más antiguas del país. Inicialmente fue erigida como Convento de la Asunción por los doce primeros frailes franciscanos que llegaron a México en 1525. La construcción se inició en 1529 y se terminó en 1552; fue hasta el año de 1891 que se le otorgó el rango de Catedral y declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en 1990.

La nave mayor, de apariencia medieval, es muy amplia y está precedida por un atrio también muy grande; en una época se usó como cementerio. La parte más antigua del edificio original está del lado derecho de la entrada, es una “capilla abierta”; separada de la nave principal se ubica otra iglesia con una hermosa fachada y cuenta con un extraordinario retablo de estilo churrigueresco bañado en oro. Aproximadamente 20 años antes asistimos a esta Catedral a una boda de la hija de un amigo; la ceremonia religiosa fue oficiada por un sacerdote católico y otro ortodoxo. A un costado de la Catedral se encuentra la “Casa de la Torre”, que era parte de la misma donde vivían los padres, allí se estableció el Museo Brady, que cuenta con una colección de más de 1,300 objetos de arte e incluye muebles coloniales mexicanos y figuras prehispánicas y arte primitivo de África, América, Oceanía, La India y el Lejano Oriente. Con su infalible ojo de artista, Brady, pintor y diseñador, organizó este rico mosaico de diversos estilos y épocas.

Las catorce habitaciones, llenas de color del museo, se encuentran tal y como las dejó Brady; también se pueden apreciar las esculturas y la vegetación tropical de los patios. La colección fue reunida por Robert Brady nacido en Iowa, EU, en 1928, quien murió de cáncer en Cuernavaca en 1986. Vivió cinco años en Venecia, Italia, antes de trasladarse definitivamente a Cuernavaca en 1962.

Durante toda su vida viajó constantemente para incrementar su colección particular, que cuenta con obras maestras de Rufino Tamayo, Frida Kahlo, Miguel Covarrubias, Maurice Prendergast, Marsden Hartley y Marí Izquierdo.

Finalmente, estuvimos en el Jardín Borda, que visité en mi infancia varias veces cuando pasaba las vacaciones de fin de año (2 meses) en Cuernavaca con mis padres y hermana menor. El Jardín fue la mansión de veraneo del acaudalado minero de Taxco José de la Borda quien era afecto al estudio de la botánica y la horticultura, de aquí que reuniera en ese sitio varias especies de plantas en varios jardines de diversos niveles, posee dos albercas, rampas, escalinatas, fuentes y juegos de agua al estilo Francés. Tiene una iglesia aledaña que Borda construyera antes de 1778; a su muerte en este último año, el parque se transformó en un lugar recreativo y jardín botánico. Las obras de Borda, incluyendo el lago interior, se terminaron en 1783. Además de sus jardines el lugar se hizo famoso por los libros y los artículos que los visitantes que se alojaron en el escribieron del mismo; en 1865 el emperador Maximiliano de Hasburgo y su esposa Carlota seleccionaron ese lugar como su residencia de verano y se convirtió en una especie de Palacio Real, donde ofrecían espectaculares reuniones de gala en los jardines y conciertos en el escenario del estanque.

Actualmente, el Jardín Borda es parte del Instituto de Cultura de Morelos en donde se realizan exposiciones de pintura, escultura, artes plásticas, funciones de danza, teatro y diferentes conciertos. En este ámbito, tuvimos la oportunidad de ver en el Jardín Borda la magnifica exposición de Olga Costa, cuyo nombre real es Olga Kostakosky, hija de un violinista y compositor, Jakob Kostakosky, quien por su origen judío y su ideología comunista tuvo que abandonar Rusia y trasladarse a Alemania en donde nació Olga en 1913; Olga arribó a México cuando tenía 12 años; en 1935 se casó con el pintor José Chávez Morado, estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas donde fue discípula del famoso pintor Carlos Mérida, junto con su esposo crearon una vasta colección de arte que se puede apreciar en el recinto que lleva el nombre de ambos en el Estado de Guanajuato, donde murió en 1993.

Una parte de sus pinturas expresan las imágenes del México que le impresionó en sus años de estancia en el país y que pudimos apreciar en el Jardín Borda, entre las que más nos llamó la atención: la niña de las palmas (una niña indígena sentada en una silla al lado de una maceta de palmas) y la vendedora de frutas, y oleo grande de una vendedora de una abigarrada cantidad de frutas. Sus evocaciones pictóricas me hicieron recordar a mi madre, que en múltiples ocasiones me relató acerca de sus impresiones de la gente, de las calles y de las costumbres de los mexicanos cuando llegó a México al inicio de la década de los treinta del siglo pasado. Las fuentes del Jardín Borda me hicieron pensar que de niño visitaba en Cuernavaca el Salto de San Antón, una cascada, que a mi me parecía en aquél entonces gigante, y que refrescara el caluroso entorno. Pregunté a una persona sobre si aún existía el Salto, me indicó que si, empero, que era de aguas negras y el sitio donde se ubica muy peligroso por que asaltaban a la gente. En general en el Estado de Morelos se vive en un ambiente de miedo, sobre todo por los secuestros. En la salida de Cuernavaca en la autopista que lleva a Acapulco, se aprecian varios espectaculares donde se anuncia que el secuestro en Morelos se castiga con 70 años de cárcel. Por cierto, este tramo de la autopista esta tapizado de espectaculares comerciales; que provocan una gran contaminación visual.

La experiencia de nuestras actividades en Cuernavaca fue gratificante y regresamos contentos a la rutina de nuestra vida cotidiana en la Ciudad de México.

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